Resulta fácil vernos influenciados por la cultura actual en diversas áreas, especialmente en la laboral, a la cual le dedicamos 38,8 horas semanales (en promedio) de nuestro tiempo, por lo menos en Latinoamérica. En el trabajo enfrentamos situaciones que no solo nos ponen a prueba en cuanto a nuestros conocimientos o formación, también pueden llegar a poner en juego nuestra fe.
¿Para quién ha sido fácil enfrentarse a dilemas morales en medio de una jornada laboral? ¿Quién ha sabido cómo sortear todas las situaciones que se generan en el trabajo con respecto a los temas que hoy se califican como “justicia social”? ¿Acaso alguno nunca ha sido tentado a proceder de forma indebida en ese entorno? Definitivamente, se trata de un frente al cual la iglesia puede y debe brindar respuestas, y quién mejor que el pastor y apologista estadounidense Timothy Keller para hacerlo.
Keller, quien falleció hace casi cinco meses, fue pastor de la Redeemer Presbyterian Church, una congregación bastante concurrida por jóvenes profesionales, a quienes él veía como poseedores de una “influencia desproporcionada en la cultura y en las ideas”, tal y como lo expusimos en un artículo sobre su vida y ministerio. Desde su experiencia como ministro en medio de una jungla de cemento como Nueva York, este teólogo retó a sus lectores y oyentes a que su fe en Cristo trastocara cada área de sus vidas, cada concepto y principio ético, para que aquello les permitiera saber cómo actuar en el día a día.
Por eso, consideramos pertinente traer a colación una parte de su extensa obra, que se ha convertido en una herramienta útil para la iglesia a la hora de enfrentarse a los retos de la cultura actual. Se trata del capítulo 8 de su libro Servir a un movimiento. Léelo a continuación:
Cómo conectar a las personas con la cultura
En occidente, en tiempos de la cristiandad, la iglesia podía darse el lujo de limitar su discipulado y el entrenamiento de los creyentes a la oración, el estudio bíblico y la evangelización, porque la mayoría de cristianos no se enfrentaban a valores no cristianos en su trabajo, ni en sus barrios o estudios. No necesitaban (o no pensaban que necesitaban) reflexionar profundamente en un enfoque cristiano a los negocios, el arte, la política, el uso de los recursos de la comunidad o las relaciones raciales, para mencionar solo unos pocos ejemplos.
En una iglesia misional de hoy en día, sin embargo, los creyentes están rodeados por una cultura radicalmente no cristiana. Necesitan mucha más preparación y educación para “pensar cristianamente” en cuanto a todo lo relacionado con la vida, pública y privada y en cuanto a cómo hacer su trabajo con un distintivo cristiano.
Pero aun esta convicción es contracultural. Nuestras culturas occidentales continúan embelesadas con la “distinción entre hecho y valor” del Iluminismo, es decir, que solo son hechos lo que se puede demostrar científicamente y por tanto constituyen la única base legítima para el trabajo y los discursos públicos. A la inversa, todo lo religioso, trascendente o subjetivo pertenece a la esfera de los valores y por tanto hay que mantenerlo en privado. Así, las personas de fe no deben permitir que sus convicciones religiosas afecten su trabajo, sea en la banca, actuando, enseñando o legislando.
En una cultura tan crecientemente secular y poscristiana, se ha vuelto normal que los creyentes sellen su fe para que no afecte la manera en que trabajan en sus vocaciones. Los pocos que resisten, por lo general, lo logran siendo agresivos en cuanto a su fe personal en vez de permitir que el evangelio forje la manera en que en realidad participan en el arte, los negocios, el gobierno, los medios de comunicación o la erudición. La iglesia juega un papel esencial para respaldar y animar a los cristianos individuales mientras interaccionan con la cultura, ayudándoles a trabajar con excelencia, carácter distintivo y responsabilidad en sus profesiones.
El evangelio forja nuestro trabajo
El dualismo es una filosofía que separa lo espiritual y sagrado del resto de la vida. Originalmente tuvo sus raíces en el pensamiento helenístico, que veía el mundo material como malo y el mundo espiritual como bueno. La aguda división del Siglo de las Luces entre el mundo público de los “hechos objetivos” y el mundo privado de los “valores subjetivos” y de la espiritualidad, proviene del dualismo (así como la falsa dicotomía que consideramos en el capítulo previo respecto al ministerio “conservador” de la Palabra y el ministerio “liberal” de las obras).
Estas divisiones continúan forjando la manera en que las personas entienden y expresan su fe, lo que conduce a una forma muy extendida del dualismo que ve a la iglesia y sus actividades como buenas y limpias, y al mundo secular como malo y contaminado. Según esta noción, la mejor manera de servir verdaderamente a Dios es mediante formas directas de ministerio: enseñanza, evangelización y discipulado. Se ve al cristianismo como una forma de llegar a la paz y fortaleza espiritual individuales, y no como una interpretación comprensiva de la realidad que impregna todo lo que hacemos. En las pasadas generaciones recientes, este enfoque dualista al ministerio y a la vida ha sacado efectivamente a muchos cristianos de lugares de servicio e influencia cultural.
Una visión teológica de una iglesia centrada promueve la centralidad del evangelio como base tanto para el ministerio en la iglesia como para la interacción con la cultura. Como hemos tratado de mostrar, las iglesias centradas en el evangelio examinan todo lo que hacen a la luz del evangelio de la gracia. Pero esto va más allá de confrontar al cristianismo legalista para incluir la confrontación con el cristianismo dualista. ¿Por qué? ¡Porque en realidad los dos están relacionados! El cristianismo legalista conduce al cristianismo dualista.
Cuando la gente no capta el evangelio de la gracia, tiende hacia una obsesión farisaica con la pureza ritual o la limpieza. Si damos por sentado que somos salvos por la pureza y corrección de nuestras vidas, nos sentimos impulsados a quedarnos dentro de los confines de la iglesia, contentos con estar en relaciones personales y situaciones en las que no tenemos que lidiar con los no creyentes y sus ideas. Además, la mentalidad de blanco y negro del legalismo no permite la clase de flexibilidad y tolerancia sobre la incertidumbre que son necesarias para la reflexión, creatividad y vocación cristianas, profundas y meditadas.
Por ejemplo, en tanto que la Biblia en efecto nos dice mucho en cuanto a cómo la iglesia debe operar, no nos da detalles explícitos acerca de cómo dirigir una empresa de una manera cristiana. Hacerlo así requiere interaccionar con las ideas del mundo de una manera sensata, lo cual es difícil y amenazador; y es fácil regresar al dualismo.
Lo opuesto al dualismo es el cristianismo de cosmovisión. El cristianismo es más que un simple conjunto de creencias que sostengo a fin de poder lograr la salvación para mi alma individual. También es una manera distintiva de entender e interpretar todo en el mundo. Aporta una perspectiva distinta a la naturaleza humana, el bien y el mal, la justicia, la belleza, el propósito, el descubrimiento científico, la tecnología y el trabajo. Si creo que el universo fue creado, penetrado y redimido por un Dios creador personal, trino y uno —en lugar de creer que sucedió por accidente— entonces necesariamente tendré una noción distinta de cada uno de estos asuntos fundamentales; y estas perspectivas determinarán cómo vivo mi vida diaria.
La Biblia enseña que a Dios le importa todo nuestro trabajo. Los reformadores protestantes del siglo XVI creían que el trabajo “secular” es tan valioso y honra a Dios tanto como el ministerio cristiano. Cuando usamos nuestros talentos en el trabajo —ya sea haciendo ropa, fabricando máquinas o desarrollando software, practicando leyes, arando terrenos, sanando cuerpos lesionados o educando niños— estamos respondiendo al llamado de Dios para servir a la comunidad humana. Nuestro trabajo entonces, sea lo que sea, le importa grandemente a Dios.
Es igualmente cierto que Dios le importa a todo nuestro trabajo. Es decir, también creemos que el evangelio moldea los motivos, maneras y métodos que usamos en nuestro trabajo. ¿Cuál es, entonces, la visión del trabajo que sostiene una iglesia que recalca la centralidad del evangelio, sirve a la ciudad, interacciona con la cultura y cultiva una comunidad misional? No queremos cristianos que privaticen su fe separándola de su trabajo; ni tampoco queremos que la expresen en términos de una subcultura. Más bien, queremos ver a cristianos creciendo en madurez, trabajando en sus vocaciones tanto con excelencia como con distintivo cristiano, sazonando y beneficiando a la cultura en que viven.
Las iglesias deben ayudar a los cristianos a ver cómo el evangelio moldea e informa nuestro trabajo por lo menos de cuatro maneras:
1. Nuestra fe cambia nuestra motivación para trabajar. A los profesionales y otros proclives a trabajar demasiado y a la ansiedad, el evangelio les impide encontrar significación e identidad en el dinero y el éxito. A los trabajadores proclives a dejarse llevar por lo que Pablo llama “sirviendo al ojo” (Col 3:22, RV60; “cuando ellos los estén mirando”, NVI) y a buscar el trabajo menos penoso, nuestra fe nos dirige a “trabajar […] de buena gana, como para el Señor” (Col 3:23).
2. Nuestra fe cambia nuestro concepto del trabajo. Una teología robusta de la creación, y del amor y cuidado de Dios hacia ella, nos ayuda a ver que incluso las tareas más sencillas tales como hacer un zapato, empastar un diente o excavar una zanja son maneras de servir a Dios y edificar la comunidad humana. Nuestra producción cultural rearregla el mundo material de tal manera que honra a Dios y promueve el florecimiento humano. Una buena teología del trabajo resiste la tendencia del mundo moderno a valorar solo la pericia en esfuerzos que recaban más dinero y poder.
3. Nuestra fe provee una ética elevada para los cristianos en su lugar de trabajo. Muchas cosas son técnicamente legales, pero bíblicamente inmorales e insensatas, y por consiguiente fuera de límites para los creyentes. Las normas éticas de la vida cristiana, basadas en el evangelio de la gracia, siempre deben llevar a los creyentes a funcionar con un nivel extremadamente alto de integridad en su trabajo.
4. Nuestra fe nos da base para reconsiderar la propia forma en que se hace nuestra clase de trabajo. Toda comunidad funciona con base en un mapa colectivo de lo que se considera más importante. Si Dios y Su gracia no están en el centro de una cultura, otras cosas le sustituirán como valores máximos. Así que todo campo vocacional está distorsionado por la idolatría. Los profesionales de la medicina cristianos pronto verán que algunas prácticas les hacen ganar más dinero, pero no añaden valor a las vidas de sus pacientes. Los cristianos en el mercadeo discernirán que hay patrones aceptados de comunicación que distorsionan la realidad, manipulan las emociones, o echan mano de los peores aspectos del corazón humano. Los cristianos en los negocios a menudo discernirán una inclinación a buscar el beneficio financiero a corto plazo a costa de la salud de la empresa a la larga, o a adoptar prácticas que sitúan el beneficio financiero por encima del bien de los empleados, clientes y otros en la comunidad. Los cristianos en las artes viven y trabajan en una cultura en la cual la autoexpresión narcisista puede llegar a ser el último fin.
Y en la mayoría de campos vocacionales, los creyentes se encuentran con lugares de trabajo en los cuales la conducta implacable y competitiva, es la norma. Una cosmovisión cristiana provee a los creyentes formas de interpretar las filosofías y prácticas que dominan su campo y traer renovación y reforma para estas.
¿Cómo puede ayudar la iglesia?
Debemos, por consiguiente, rechazar los enfoques al trabajo que aconsejan la retirada o indiferencia respecto a la cultura. A los miembros de tales iglesias se les dice, bien sea que evangelicen o discipulen mediante la iglesia local, o que por lo menos envíen sus diezmos de modo que cristianos más consagrados puedan agradar a Dios directamente haciendo la obra del ministerio. En estos tipos de iglesias hay muy poco o ningún respaldo o aprecio por el trabajo “secular” de los cristianos.
También debemos rechazar el enfoque que recalca la justicia social y la participación cultural, pero no nos llama al arrepentimiento, la conversión y la santidad. Debemos evitar tanto la simple confrontación cultural como la asimilación cultural, y más bien convertirnos en agentes de la renovación cultural. Queremos discipular a nuestra gente para que trabaje en el mundo desde una cosmovisión cristiana.
Estoy convencido de que la iglesia necesita ayudar a que las personas trabajen de tres maneras específicas: responsablemente, distintivamente, y con excelencia.
Trabajando con responsabilidad:
Nutrición espiritual específica para la vocación
Hay una necesidad de proveer los “medios de gracia” básicos —oración, ministerio mutuo o de iguales, rendición de cuentas, aprendizaje en la comunidad, supervisión pastoral— que a la vez encaja en los patrones de tiempo y atiende las cuestiones de la vida de quienes están en una vocación en particular. Esto resolverá dos problemas comunes. Primero, los trabajos y profesiones de la cultura urbanizada, a menudo, no encajan en el patrón tradicional de “cuarenta horas a la semana con los fines de semana libres”. Cada vez más requieren viajar, tienen ciclos de temporada y suponen muchos cambios de residencia, además de largos y variados horarios semanales.
Como resultado, muchos que están ascendiendo en sus profesiones hallan difícil acceder a las vías normales de nutrición espiritual: cultos dominicales y grupos pequeños entre semana. Así que necesitará diseñar maneras creativas de proveer esta nutrición, reflexionando con preguntas como estas: ¿Deben algunos grupos reunirse cara a cara solo mensualmente y hacerlo en línea de forma semanal? ¿Deberían ser liberados algunos de los miembros del liderazgo para poder hacer ministerio pastoral y discipulado más frecuente con grupos de una a tres personas?
La segunda dinámica es que cada vocación presenta muchas cuestiones espirituales y morales, dilemas éticos, tentaciones, desalientos y otros asuntos que confrontan de manera particular a los cristianos en esa profesión. Una mayor parte de la nutrición espiritual en la iglesia es demasiado general, y solo atiende asuntos genéricos o del mundo privado. Pero pasamos la mayor parte de nuestra semana en nuestro campo vocacional, y necesitamos oír cómo otros cristianos han lidiado con los mismos problemas que nosotros enfrentamos todos los días. Algunas vocaciones son tan exigentes que los cristianos las abandonarán si no reciben estímulo y respaldo específico. Así que los cristianos en la misma profesión necesitan ser mentores y respaldarse unos a otros.
En Redeemer, trabajar responsablemente toma la forma de lo que nosotros llamamos “fraternidades vocacionales”, formadas por cristianos en la misma vocación que se reúnen para ministrarse unos a otros de las maneras arriba mencionadas. Algunas fraternidades vocacionales celebran reuniones periódicas en las cuales personas de profesiones relacionadas se reúnen, escuchan a conferencistas, y debaten algún tema. Otras tienen reuniones mensuales o grupos pequeños semanales.
Los grupos de tamaño medio también se pueden basar en vocaciones compartidas en vez de en un lugar geográfico. Por ejemplo, se puede tener una reunión mensual o bisemanal de artistas. Los grupos de vocación específica no solo proveen responsabilidad (rendir cuentas) y estímulo, sino que también pueden tener un filo evangelizador. A menudo los miembros de una profesión que no profesan ser creyentes se sentirán atraídos hacia fraternidades de apoyo de cristianos cuyo trabajo respetan.
Trabajando de forma distintiva:
Desarrollo y capacitación en cosmovisión
Para muchos de nosotros es obvio que estamos trabajando para el Señor cuando directamente usamos nuestros talentos para dar mensajes cristianos. Pero no siempre sabemos cómo trabajar distintivamente para el Señor cuando nos dedicamos a tareas culturales y vocacionales menos cristianas. Es fácil que un cantante sienta que está usando sus talentos para Cristo cuando canta Todo valle será exaltado, del Mesías de Handel, pero, ¿de qué manera el evangelio hace distintivo el resto de su trabajo? ¿Es simplemente un cantante que resulta ser cristiano? ¿O es un cantante plenamente cristiano cuyo arte es moldeado por el evangelio todos los días de la semana?
¿De qué manera será su trabajo algo diferente al de alguien que tiene creencias radicalmente diferentes en cuanto a la naturaleza humana, Dios, y el significado de la vida? ¿Será la diferencia únicamente que no se acuesta con sus colegas o que solo canta música religiosa? ¿Es su deseo de triunfar en su carrera el motivo real por el que lo hace, o está conscientemente testificando de la bondad de la creación y lo significativo de la vida mediante la excelencia de su arte? ¿Acaso la destreza y dedicación a su arte siempre testificará, incluso a los más escépticos, que este mundo no es un accidente, que es coherente y hermoso, y que fuimos creados con un propósito?
De manera similar, es fácil que una mujer graduada en administración de negocios sienta que está usando sus talentos para Cristo si forma parte de la junta de una organización de beneficencia sin ánimo de lucro o sirve como administradora de su iglesia. Pero, ¿de qué manera hace el evangelio distintivo el resto de su trabajo? ¿Tendrá ella la misma opinión sobre el beneficio corporativo que alguien que tenga creencias distintas en cuanto a la naturaleza humana, Dios y el significado de la vida? ¿Actúa en todos sus tratos de negocios siendo consciente de que cada ser humano está hecho a la imagen de Dios y es tan precioso que Dios dio a Su Hijo por él?
La pregunta para la iglesia es esta: Si creemos que Jesús es Señor de todos los aspectos de la vida, ¿cómo capacitamos a nuestra gente en la práctica de ese señorío? En general, esta práctica tiene que surgir de comunidades intencionales de aprendizaje que reúnen tres grupos diferentes de personas: (1) cristianos mayores experimentados en un área, (2) cristianos más jóvenes que están llegando a esa área, y (3) maestros conocedores de la Biblia, la teología y la historia del cristianismo. Estos tres grupos trabajan juntos para asegurarse de que se presta atención a las preguntas correctas y se forjan respuestas a esas preguntas que son tanto bíblicas como prácticas. ¿Y qué clase de preguntas serán estas?
Por lo menos estos grupos deben preguntar tres cosas de cada vocación:
1. ¿Qué prácticas en nuestra área son gracia común y se pueden abrazar?
2. ¿Qué prácticas son antitéticas al evangelio y hay que rechazarlas?
3. ¿Qué prácticas son neutrales y se pueden adaptar y revisar?
En Redeemer, el trabajar de forma distintiva tiene lugar en grupos vocacionales (descritos arriba), así como en Gotham Fellows, un programa para adultos jóvenes, quienes hace menos de cinco años se han graduado de la universidad y han comenzado su primer trabajo. Los que participan en el programa tienen un mentor en su área de trabajo e invierten fuertemente en capacitación teológica, reflexión en cosmovisión y formación espiritual comunal.
Trabajando con excelencia:
Consejería y producción cultural
En coordinación con el trabajo responsable y distintivo, los cristianos deben apoyarse y ayudarse unos a otros para trabajar con excelencia, diligencia e innovación. En algunos aspectos este respaldo se puede proveer mediante relaciones de mentoría. Los que tienen más experiencia y han logrado más en su área de trabajo deben ser llevados por el evangelio a ponerse a disposición de los que son nuevos en la fe o en esa área. En otras áreas vocacionales, esto podría incluso significar aventuras cooperativas: empezar nuevas empresas u organizaciones sin ánimo de lucro, ejecutar proyectos artísticos individuales, iniciar un nuevo periódico o revista, organizar una galería de arte, o empezar un programa de voluntarios.
Esta clase de discipulado toma distintas formas en Redeemer, pero un ejemplo es el Entrepreneurship Forum [Foro de capacidad empresarial], en el cual la iglesia realiza un concurso anual de planes de negocios y otorga fondos al mejor plan para una iniciativa bien sea de lucro o sin ánimo de lucro. Los que presentan planes deben mostrar cómo el evangelio participa en la integración de su fe y trabajo.
Sitúo el factor de excelencia a lo último para recordarnos que si se descuidan los dos primeros factores, las empresas resultantes estarán, con toda probabilidad, pobremente concebidas. A menudo pensamos que las “empresas cristianas” son las que emplean cristianos nacidos de nuevo y tal vez tienen un estudio bíblico diario en la oficina. Es raro encontrar una empresa que haya pensado de forma teológica e inteligente su misión y sus políticas financieras y de personal. Muchas producciones de “arte cristiano” en realidad solo son maneras de sacar a los artistas del mundo y llevarlos a la subcultura cristiana.
En general, la cooperación en la producción cultural no debería significar que los cristianos se unen para salir del mundo grande y malo; más bien, la cooperación supone trabajar juntos, incluso con no creyentes, a fin de servir al mundo. Con toda probabilidad esta cooperación no sucederá hasta que un mayor número de cristianos estén más dispuestos a abrazar una comprensión menos dualista de su fe.
Como hemos visto, los cristianos cometen dos errores opuestos al enfrentarse a los ídolos de su campo vocacional. Por un lado, pueden dejar su fe fuera de su trabajo, trabajando de acuerdo con los mismos valores y prácticas que todos los demás utilizan; y por otro lado pueden, de forma ruidosa e imprudente, declarar su fe cristiana a sus compañeros de trabajo, sin mostrar, a menudo, nada de gracia ni de sabiduría en la manera en que se relacionan con la gente en el trabajo.
Una parte esencial del ministerio integrador de la iglesia es ayudar a los creyentes a pensar en las implicaciones del evangelio para el arte, los negocios, el gobierno, los medios de comunicación, el entretenimiento y la erudición. Tenemos que proveer maneras creativas de brindar nutrición espiritual de modo que los creyentes puedan ser responsables ante otros creyentes y ante la fe que profesan. Enseñamos que la excelencia en el trabajo es un medio esencial para obtener credibilidad para nuestra fe; si nuestro trabajo es de mala calidad, nuestro testimonio verbal solo lleva a los oyentes a despreciar nuestras creencias. Y si los cristianos viven en centros culturales importantes y hacen su trabajo de una manera excelente y a la vez distintiva, a la larga producirán una clase de cultura diferente de aquella en la que ahora vivimos.
A menudo se me pregunta: “¿Deben los cristianos involucrarse en forjar la cultura?”. Mi respuesta es: “No podemos no intervenir en forjar la cultura”. Pero prefiero el término “renovación de la cultura” a “forjar la cultura” o “transformación cultural”. Para un modelo posible, piensa en los monjes de la Edad Media que salieron por toda la Europa pagana, inventando y estableciendo academias, universidades y hospitales. Transformaron las economías locales y atendieron a los débiles mediante estas nuevas instituciones. No se dispusieron a asumir el control de una cultura pagana. Permitieron que el evangelio cambiara cómo hacían su trabajo, lo que significaba que trabajaban para otros en lugar de para sí mismos. Los cristianos hoy deberían esforzarse por ser una comunidad que pone en práctica esta misma clase de dinámica, lo que producirá el mismo tipo de resultados.
Preguntas para la reflexión y el diálogo
1. En tu propio contexto de ministerio, ¿de qué manera has visto y experimentado los efectos del dualismo? ¿En dónde has visto a las instituciones seculares retirándose de asociarse con instituciones religiosas? ¿Cómo el dualismo te ha llevado a estar menos integrado en público y en tus relaciones personales con otros? ¿En qué áreas está tu iglesia, sin quererlo, retrocediendo de la cultura y aceptando la premisa de una dicotomía entre privado y público?
2. Si al presente sirves a tiempo completo en el ministerio, ¿has trabajado alguna vez fuera del ministerio profesional? Si es así, ¿de qué manera influye el tiempo que pasaste formando parte de la fuerza laboral en las maneras en que preparas a tu congregación para una vocación que honre a Cristo? Si no has trabajado en otra vocación, ¿alguna vez te has sentido limitado en tu capacidad para argumentar convincentemente a favor de la ética bíblica y de la integración en el trabajo?
3. Este capítulo sugiere cuatro maneras en que las iglesias pueden ayudar a los cristianos a ver cómo el evangelio informa y forja su trabajo:
- Nuestra fe cambia nuestra motivación para el trabajo.
- Nuestra fe cambia nuestro concepto del trabajo.
- Nuestra fe provee una ética elevada para los cristianos en el lugar de trabajo.
- Nuestra fe nos da base para reconsiderar la propia forma en que se hace nuestra clase de trabajo.
¿Cuál de estas es la más significativa para ti en estos momentos? ¿Cómo puedes empezar a enseñar y discipular a los creyentes para que reflexionen en cada una de estas cuatro maneras de relacionar la fe y el trabajo?
4. Keller escribe: “Cada vocación presenta muchas cuestiones espirituales y morales, dilemas éticos, tentaciones, desalientos y otros asuntos que confrontan de manera particular a los cristianos en esa profesión. Una gran cantidad de nutrición espiritual en la iglesia es demasiado general, y solo atiende asuntos genéricos o del mundo privado. Pero pasamos la mayor parte de nuestra semana en nuestro campo vocacional, y necesitamos oír cómo otros cristianos han lidiado con los mismos problemas que nosotros enfrentamos todos los días”. Piensa en las varias vocaciones representadas en tu iglesia y comunidad. ¿Cómo puedes empezar a animar y a cultivar a los creyentes para que trabajen responsablemente en su profesión?
Fragmento adaptado de Servir a un movimiento de Timothy Keller (Poiema Publicaciones).
Bibliografía y referencias:
- ¿Cuántas horas por semana trabajan los latinoamericanos? - Statista
Apoya a nuestra causa
Espero que este artículo te haya sido útil. Antes de que saltes a la próxima página, quería preguntarte si considerarías apoyar la misión de BITE.
Cada vez hay más voces alrededor de nosotros tratando de dirigir nuestros ojos a lo que el mundo considera valioso e importante. Por más de 10 años, en BITE hemos tratado de informar a nuestros lectores sobre la situación de la iglesia en el mundo, y sobre cómo ha lidiado con casos similares a través de la historia. Todo desde una cosmovisión bíblica. Espero que a través de los años hayas podido usar nuestros videos y artículos para tu propio crecimiento y en tu discipulado de otros.
Lo que tal vez no sabías es que BITE siempre ha sido sin fines de lucro y depende de lectores cómo tú. Si te gustaría seguir consultando los recursos de BITE en los años que vienen, ¿considerarías apoyarnos? ¿Cuánto gastas en un café o en un refresco? Con ese tipo de compromiso mensual, nos ayudarás a seguir sirviendo a ti, y a la iglesia del mundo hispanohablante. ¡Gracias por considerarlo!
En Cristo,
Giovanny Gómez Director de BITE |