Nota: Esta es una historia ficticia que representa la lucha que enfrentan muchos cristianos con la adicción a las redes sociales. La narración está entremezclada con diez datos que dan un panorama general de este desafío actual.
Francisco ha perdido el control. La dosis del principio ya no tiene el mismo efecto. Comienza a sentirse ansioso y hace lo que sea por recuperarlo. Su sueño y sus relaciones se han visto grandemente afectadas. Aunque lo niegue, Francisco tiene un problema de adicción al celular y a las redes sociales.
El uso excesivo de las redes sociales, al igual que sucede con el consumo de alcohol y otras sustancias psicoactivas, causa adicción. Daña el sueño, afecta las relaciones personales, desequilibra el apetito y trastorna el estado de ánimo: estos son algunos de los síntomas que la evidencian.
La dopamina, ese importante mensajero entre las células nerviosas, es la sustancia química que libera el cerebro de Francisco cada vez que recibe un like en sus publicaciones o que un video corto de TikTok lo hace reír. Diseñada para ayudarnos a formar hábitos, buscar recompensas y regular nuestro estado de ánimo, la dopamina en el cerebro de Francisco atraviesa la crisis propia de las adicciones.
La dopamina es un neurotransmisor esencial en el cerebro, crucial para regular el placer, la motivación y el movimiento, lo cual la hace fundamental en procesos de recompensa, aprendizaje y funciones motoras.
Lo que al comienzo resultaba ser una experiencia satisfactoria, ya no es suficiente. El dedo pulgar de Francisco pasa de un video a otro en fracciones de segundos. Ese es el poderoso ingenio del scroll infinito, una función web diseñada para convertir a los seres humanos en productos que alimentan a las máquinas. Aprueba o descarta el contenido con los primeros sonidos y las primeras imágenes. Cientos de videos graciosos parecen dejarlo en un estado depresivo.
Una persona adicta puede perder la satisfacción con su consumo debido al aumento de su tolerancia: el cerebro se acostumbra a la sustancia, por lo que necesita dosis mayores para obtener el mismo efecto placentero inicial.
El “scroll infinito” es una técnica de diseño web en la que el contenido sigue cargando automáticamente a medida que el usuario desplaza la página hacia abajo.
El teléfono de Francisco es una extensión de su cuerpo, un portal hacia toda clase de contenido en todas partes del planeta. El mundo natural es poco satisfactorio cuando el iPhone atraviesa todos los límites. No es hasta que llega a un video de Mr. Beast llamado “Construí 100 pozos de agua en África”, que se acuerda de que tiene sed. Se dice a sí mismo “iré a la cocina por un vaso de agua”, pero sus piernas no aceptan la decisión de saltar de la cama porque su dedo pulgar continúa navegando. “Un video más, solo un par de minutos”, se dice, pero no logra escapar.
La sobreexposición a estímulos digitales en dispositivos móviles puede alterar la percepción y la valoración de las experiencias físicas. El cerebro se acostumbra a niveles altos de recompensas inmediatas, reduciendo la paciencia y la satisfacción con las experiencias más graduales y sutiles del mundo real.
Mucho más tarde, en medio de su letargo, recibe una notificación: Sebastián ha publicado en Instagram el enlace de un artículo titulado “La mujer samaritana y el pozo de agua que sí satisface”. Francisco decide ver la publicación, le da like y lee el contenido. Un pastor reconocido habla sobre la historia de Juan 4, acerca de una mujer que no se sentía satisfecha después de tener 5 matrimonios distintos. Al árido desierto de su vida había llegado un judío que no tenía razón lógica para pasar por Samaria en su camino a Galilea, pero necesitaba visitarla. Mientras ella sacaba agua del pozo, Jesús le ofreció el agua que la saciaría eternamente.
En medio de la lucha que enfrentan muchos creyentes en diferentes ámbitos digitales, es importante que la iglesia continúe desarrollando iniciativas y creando recursos para compartir en plataformas digitales y redes sociales.
De repente, la sed de Francisco volvió a su lengua, esta vez con más intensidad, así que fue a la cocina a beber un vaso de agua. Su cerebro volvió a liberar dopamina, no por una búsqueda insaciable de aprobación y entretenimiento en una diminuta pantalla, sino por el agua que calmaba su sed. Esos neurotransmisores habían realizado la función para la cual Dios los diseñó: el agua había traído felicidad.
Cuando experimentamos sed, nuestro cuerpo busca reequilibrar nuestros niveles de fluidos. Al beber agua se libera dopamina, lo que produce una sensación de placer y recompensa. Este mecanismo ayuda a reforzar comportamientos necesarios para nuestra supervivencia.
¿Y para qué existe la dopamina sino para que disfrutemos de la creación? ¿No existe justamente para que el agua nos recuerde que el corazón solo puede ser satisfecho con el pozo de vida eterna que está en la cruz, y la comida nos ayude a comprender el significado de “Yo Soy el pan de vida”?
Las imágenes de “agua y pan de vida” presentes en el Evangelio de Juan conectan la fe con las necesidades humanas primarias: Cristo es más vital para el alma que la comida y la bebida para la supervivencia del cuerpo.
“Necesito ayuda”, pensó Francisco. Dejó a un lado el teléfono que había tenido en la mano por las últimas dos horas y comenzó a autoexaminarse. Aunque es difícil aceptar la debilidad en un mundo que te invita a poner fachadas en las redes, Francisco debía dejar que otras personas entraran en su vida real y vieran su necesidad. Quizás, como a muchos cristianos de la actualidad, a Francisco le faltaba sabiduría para usar el teléfono, un dispositivo lleno de grandes bondades y terribles peligros.
La comunicación a través de las redes sociales no es suficiente para desarrollar relaciones humanas de calidad. Es importante que las nuevas generaciones sean intencionales en crear lazos presenciales con otros.
El uso de las redes sociales representa un desafío de sabiduría. Si bien estos medios digitales pueden ser usados para la edificación espiritual y el avance del evangelio, también representan un obstáculo para aquel que los usa desmedidamente.
¿Por qué esta adicción a las redes es un problema dentro de la iglesia de Cristo? ¿Cómo se debe ver la lucha del pueblo cristiano en el ámbito digital? ¿Es posible pasar de un deseo por las redes a un deleite sincero en Cristo?
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