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James Thomson figura en la historia como uno de los precursores de la obra protestante en América Latina, pero poco se sabe acerca de su vida y obra. Durante 30 años recorrió el continente americano y la península ibérica, en un total de 4 viajes. Un pionero incansable y ejemplo para la iglesia latinoamericana. Este trabajo recupera las experiencias relatadas en sus cartas publicadas en 1827, al final de su primer viaje. Del resto de sus años solo tenemos acceso gracias a una fuente secundaria, perteneciente a la Sociedad Bíblica.
La vida de James Thomson debe entenderse en su contexto. El marco de la época en que vivió, fue de gran influencia en su llamado y su vocación, como también en las decisiones que fue tomando a lo largo de su vida. Nació el 1 de septiembre de 1788, en la pequeña localidad de Creetown, al suroeste de Escocia. Su padre, William Thomson, fue director escolar y secretario de la Iglesia Presbiteriana durante un tiempo. Su ambiente familiar estuvo marcado por esa estrecha relación entre la educación y la fe, lo cual sería una característica de su labor misionera. Siendo joven viajó a la ciudad de Edimburgo para estudiar medicina, pero dejó sus estudios para dedicarse de lleno a la teología. Los datos de su juventud son escasos, pero para darnos una mejor idea, conviene describir el ambiente que vivía Escocia a comienzos del siglo XIX.
El contexto en 1800: Boom misionero
A comienzos del siglo XIX, el trabajo que William Carey y la Sociedad Misionera Bautista realizaron en La India causó gran impacto y entusiasmo en todo el Reino Unido. Durante aquellos años, una gran actividad evangelística y misionera avivó las Islas Británicas. Entre los grandes nombres de aquel movimiento podemos contar a los hermanos Haldane. Uno de ellos, Robert Haldane, estaba tan deseoso de participar en las misiones, que vendió sus propiedades para poder realizar un viaje a la India, pero la Compañía de las Indias Orientales le prohibió realizar el viaje. Frustrado por esta situación, Robert y su hermano James, dedicaron sus vidas a apoyar diferentes esfuerzos misioneros, y realizaron numerosas giras evangelísticas por su Escocia natal. Predicaban el evangelio al aire libre, acompañados y apoyados por hombres de la talla de Charles Simeon y Andrew Fuller.
Los hermanos Haldane fueron parte de la Sociedad Misionera de Londres, y la Sociedad Bíblica, entre otras iniciativas de la época. Su gran celo por las misiones y la difusión bíblica marcaron también su ministerio en Escocia. Muchos hombres jóvenes fueron entrenados para el ministerio en sus seminarios. Fue en este contexto, y gracias al ministerio de dichos hermanos, que el joven James Thomson dejó atrás su nominalismo presbiteriano y se trasladó a la ciudad de Glasgow para dedicarse a los estudios teológicos bajo la tutela de Robert Haldane.
En 1816, Robert Haldane preparó un viaje misionero por el continente europeo que lo llevaría por la ciudad de Ginebra y el sur de Francia. El joven James Thomson formó parte del equipo misionero, pero por providencia divina, finalmente no pudo emprender el viaje. A pesar del traspié, la llama se había encendido en su corazón. Dos años más tarde surgió la posibilidad de viajar al sur del continente americano. La región estaba sacudida por las recientes independencias, y abría sus puertas a la inmigración europea.
Apoyado formalmente por la Sociedad Escolar Británica y Extranjera, viajó con el trabajo de promover el sistema educativo lancasteriano. Pero también contaba con el apoyo de la Sociedad Bíblica Británica y la Iglesia de Glasgow, con la misión de difundir copias de la biblia en español. Zarpó desde Liverpool el 12 de julio de 1818, en un viaje de tres meses y tres días, el cual pasó prácticamente enfermo excepto por una sola noche. Hasta que el 6 de octubre de 1818 llegó al puerto de Buenos Aires.
Primer Viaje
Primeros años: Argentina, Uruguay y Chile
Ni bien llegado, adaptó su nombre a “Diego” y así sería conocido en hispanoamérica. Rápidamente notó la frágil situación política de la joven nación, y con el pasar de los años descubriría que la misma situación se repetía en toda la región. Para su sorpresa, fue recibido con los brazos abiertos por los gobiernos de Argentina, Uruguay y Chile, entre los cuales trabajó entre 1818 y 1822. Los líderes políticos veían en la educación pública el camino hacia la modernización, pues deseaban construir naciones al modelo europeo. La propuesta de Thomson de utilizar el sistema lancasteriano era mucho más barato y accesible, comparado al gasto que se necesitaba para fundar escuelas más tradicionales. Por esto mismo, Thomson gozó de gran libertad para desarrollar su actividad educativa en Argentina, pero no tuvo tanto apoyo financiero como hubiera necesitado.
La educación lancasteriana se trataba de un modelo integral de educación. Desarrollado en Reino Unido por el sacerdote anglicano Andrew Bell, fue adaptado por Joseph Lancaster con la intención de incluir valores cristianos entre su contenido. Bajo estas nuevas adaptaciones fue que ganó popularidad y gran difusión. Su practicidad y bajos costos permitieron la inclusión masiva de las clases pobres, a la educación de calidad. Por esta misma razón, se convirtió en la mejor opción para los recientes gobiernos americanos, que no contaban con fondos, ni con maestros cualificados. El sistema lancasteriano, o monitorial, se basa en la enseñanza mutua entre los alumnos. Los estudiantes más avanzados ejercen de monitores, y enseñan a alumnos de niveles inferiores, permitiendo que un solo docente pueda hacerse cargo de un largo número de niños.
Con el aval de esta institución popular en Inglaterra, consiguió el permiso del gobierno argentino para utilizar pasajes seleccionados de las Escrituras en sus clases. De esta manera, podía solicitar el envío de biblias en español, sin que hubiera problemas con los funcionarios políticos, ni religiosos. Aunque mantenía un buen vínculo con la Sociedad Bíblica, ciertamente no era aún su agente oficial. Como tantos misioneros hoy en día, Thomson no podía llegar al país como ministro evangélico, por eso se valió de la labor pedagógica como un medio de entrada legal. Fue bien recibido gracias a su cargo como maestro, gozando de buena reputación entre la sociedad de la época, como de cierta libertad religiosa. Realizó al menos un viaje a la ciudad de Montevideo, con el mismo propósito de levantar escuelas para luego enviar biblias. Dejó una muy buena impresión en el Río de la Plata, donde distribuyó biblias en español por todos los lugares que pudo, y entabló buenas relaciones con políticos y clérigos de ideales liberales. A su partida, La ciudad de Buenos Aires le otorgó la ciudadanía honorífica como gesto de agradecimiento a su labor.
Conociendo la reputación de su labor, el gobierno de Chile le ofreció establecer escuelas en aquel país. Thomson aceptó la propuesta y realizó un viaje de 42 días en barco por el extremo sur, bordeando Cabo de Hornos para llegar a Valparaíso el 11 de Julio de 1821. Se trasladó a Santiago de Chile ocho días después, donde días antes de su llegada, los diarios publicaban la nueva propuesta educativa. Este respaldo público y oficial facilitó en gran manera su labor. Un salón de la Universidad de San Felipe (aunque realmente se trataba del Instituto Nacional para esa época) fue puesto a disposición, ya que se encontraba en desuso. 200 alumnos fueron recibidos allí, y pronto tuvieron que acondicionar un salón más debido a la gran demanda. Preparó también a otros docentes para llevar escuelas a las ciudades del interior del país. Durante el verano de ese año, cruzó los Andes para visitar las ciudades de Mendoza y San Juan. Al cumplir su año de contrato con el gobierno, fue honrado con la ciudadanía chilena por su trabajo.
Estos primeros años por Argentina, Uruguay y Chile tuvieron una fuerte impronta pedagógica. Como él mismo lo reconoció en una de sus cartas, su principal labor era fundar escuelas e implementar el sistema lancasteriano. Hubiera sido una total imprudencia anunciarse públicamente como agente de la Sociedad Bíblica de Inglaterra, pues hubiera significado ser impedido de trabajar. Muchos sacerdotes católicos desconfiaban de su presencia en aquellos países, pero aceptaban su estadía con fines educativos. Durante estos primeros años, su trabajo misionero se limitó al alcance que tuvieron sus escuelas, más algunos interesados que llegaban a él, a los que pudo vender o encargar la venta de algunas copias.
Cambio de enfoque: obra en Perú
Estando ya en Chile, vio con buenos ojos la caída de la resistencia española en Lima a manos del General San Martín. Pensaba que de esta manera, el catolicismo perdería fuerza, a la misma vez que los nuevos líderes políticos podían implementar nuevos planes para la educación pública. Nuevamente fue solicitado, esta vez por el gobierno de Perú, invitación que aceptó entusiasmado. Thomson partió del puerto de Valparaíso el 18 de junio de 1822, rumbo a Lima. El General San Martín lo recibió con un abrazo y le dio pleno apoyo para implementar su plan. Mientras aún trabajaba en Chile, Thomson había desarrollado un plan educativo, el cual también presentó en Lima, en el que sostenía que “Los hombres que serán más útiles para sudamérica, son los hombres verdaderamente religiosos y de moral sana”. San Martín y el resto de funcionarios estuvieron de acuerdo con el plan y permitieron el acceso de biblias al país. Fue nombrado director de la primera Escuela Normal de Preceptores, actualmente la Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle, más conocida como “La Cantuta”. Por la fecha de su fundación, se recuerda el día del maestro en Perú, lo que da cuenta de la importancia del acontecimiento.
Diego Thomson sentía gran entusiasmo por la situación que se vivía en aquellas tierras, mirando siempre con optimismo el proceso de independencia. Pero por otro lado, durante este mismo tiempo empezó a sentirse cada vez más solitario, sin tener personas con las cuales hablar de asuntos bíblicos, ni que compartieran su fe. Esa falta de compañerismo parece haber calado hondo en su ánimo, escribiendo a sus amigos en Inglaterra que lo tengan siempre en sus oraciones.
También fue testigo del debate acerca de la tolerancia religiosa en la joven nación peruana. Cuenta en sus cartas un hecho cómico que sucedió en una de aquellas asambleas. Un sacerdote argumentaba exaltado que la religión en Perú debía ser sólo y exclusivamente el catolicismo. Cuando aquél sacerdote se sentó, Thomson pudo ver que, irónicamente, el clérigo tenía en sus manos una copia del Nuevo Testamento que él mismo se dedicaba a difundir. Temas como este nunca se resolvieron claramente, debido a la inestabilidad política que dejaba por el suelo las resoluciones de cualquier asamblea. A pesar de todo, Diego Thomson continuó vendiendo muchos ejemplares gracias a su capacidad de evitar las confrontaciones. Sostuvo varias discusiones cordiales con católicos, tanto acerca de su fe, como acerca de su labor de distribución. Ante todo, mantuvo una gran esperanza, a pesar del ambiente de poca tolerancia.
La inestabilidad social y política que atravesaba Perú, obligó a Diego Thomson a moverse a Trujillo, como muchos otros, cuando los Realistas retomaron brevemente el poder del país. Estando allí, planeaba visitar el norte del país hasta llegar a Guayaquil, pero tuvo que posponer la idea cuando supo que Lima había sido recuperada. Vivió en Perú momentos muy altos, como también muy bajos, que lo llevaron a plantearse dejar la obra y volver a Inglaterra. También su defensa del evangelio y del protestantismo fue cada vez más firme y abierta, si se compara con sus primeros años en el continente. Emprendió la traducción de la Biblia completa al Quechua en 1823, empezando por el libro de Hechos y las cartas de Pedro. Cuando se completó la traducción, encontró muchas dificultades para poder imprimirla en esas tierras, por eso decidió enviarla a Inglaterra, a cargo de un navegante inglés que se ofreció a cumplir la tarea, pero lastimosamente la copia se perdió, y todo el arduo trabajo invertido.
La situación en Lima hizo cada vez más inestable el dictado de clases, por lo que Thomson emprendió viaje hacia el norte, como había previsto mientras estaba en Trujillo. Su intención era salir hacia el atlántico por Colombia, para regresar a Inglaterra a levantar apoyo y volver en un futuro a Perú. Sabía que el General Simón Bolívar había implementado escuelas lancasterianas en su país, lo cual le animaba a conocer aquellas tierras. Desde su estadía en Perú, sus cartas dejan ver un compromiso creciente por la difusión bíblica y la evangelización. Mientras estaba aún en Chile, su prioridad era la educación, pero desde que dejó Lima, Diego Thomson no volvió a fundar ninguna otra escuela. Desde entonces dedicó todo su esfuerzo al trabajo misionero.
Viajes por la Gran Colombia
Llegó a Guayaquil en octubre de 1824. En su primera carta desde aquella ciudad aclara que su único objetivo en mente en Sudamérica era la promoción del Reino del Señor Jesucristo. Siendo la educación y la difusión de copias de la biblia, medios útiles para su misión. Semejante declaración da cuenta del cambio de enfoque. Desde Guayaquil emprendió camino de montaña hacia Guaranda, y luego a Riobamba. Durante su ascenso del Cerro Chimborazo, una repentina tormenta puso a Diego Thomson y sus acompañantes en gran peligro de muerte. Lograron refugiarse en la casa de una familia indígena del lugar, lo cual le sirvió para conocer la dura situación de aquella gente. Tal experiencia marcó la fe de Thomson, y lo llenó de gratitud por los cuidados de Dios durante sus viajes. Cuenta en sus cartas que pasó sus noches más frías durante esta travesía por los Andes. Llegado a Quito, intentó la creación de una Sociedad Bíblica Auxiliar, lo que refleja otro gran cambio en su manera de trabajar. Por otra parte, en su carta del 19 de noviembre aclara que ya tiene muy poco que contar acerca de su labor pedagógica.
Entró a Colombia por la ciudad de Pasto y de allí a Popayán. Cruzó la cordillera oriental a mula y siguió en balsa por el río Magdalena, hasta la ciudad de Bogotá. Llegó a la capital colombiana el 29 de enero de 1825. Allí tuvo problemas para recibir las nuevas copias de biblias y nuevos testamentos en español, que había pedido de antemano, pero por razones desconocidas no llegaron. Esta situación le llevó claridad acerca de finalizar su tarea en América. Había entregado por el camino todas los ejemplares que había llevado desde Lima.
En Bogotá experimentó la mayor oposición a su labor hasta ese momento, cuando quiso establecer una Sociedad Bíblica de carácter nacional. Su plan era fundar una sociedad encargada de recibir biblias y distribuirlas en el futuro, como una conexión intermedia cuando él volviese a Perú. Pero los católicos de la ciudad se opusieron con firmeza, y se levantó un debate en la ciudad. La situación tomó carácter público llevando a sucesivas asambleas acaloradas, en las que participaron clérigos, laicos y políticos, hasta que finalmente acordaron la fundación de la Sociedad Bíblica en Colombia. El funcionario nacional Pedro Gual fue nombrado presidente de la nueva organización. Thomson vivió aquella situación como un triunfo para la causa y así lo transmitió en sus cartas a Inglaterra. Pero los funcionarios colombianos no estaban comprometidos en el mismo sentido, pues estaban más interesados en socavar el poder social de la Iglesia católica, que en promover la circulación de biblias en el país. Tan pronto Diego Thomson partió del país, la Sociedad declinó rápidamente.
Segundo Viaje
México y norteamérica
En el transcurso de 1825, Diego Thomson regresó al Reino Unido. Fue allí que estrechó su contacto con la Sociedad Bíblica. También hizo las conexiones en Londres para la traducción del Evangelio de Lucas en el lenguaje aymara, gracias a la colaboración del académico y diplomático boliviano Vicente Pazos Kanki. La suma de sus esfuerzos en traducción a lenguas autóctonas, más la fundación de la Sociedad Bíblica Colombiana luego de varias asambleas públicas, y la publicación de un libro con sus cartas desde América del Sur, produjo una buena impresión en la Sociedad Bíblica Británica.
La Sociedad Bíblica vió en Thomson la energía, prudencia y celo necesaria para convertirse en agente. Su personalidad magnética y buen trato con la gente, sumado a su facilidad con los idiomas eran de gran estima. Hasta ese momento, la Sociedad Bíblica no contaba con un representante oficial en América Latina, pues sólo realizaban envíos esporádicos y a pedido. La independencia de casi todas las ex colonias españolas los motivó a comenzar una obra formal en el continente, y Thomson fue nombrado agente para América Latina, siendo enviado a México.
En mayo de 1827 llegó a México, y descubrió copias de la Biblia y el nuevo testamento que no estaban circulando por no contar con los libros apócrifos, ni con las notas autorizadas por la Iglesia católica. Rápidamente las puso en circulación, a muy bajo precio, para poder recibir un nuevo cargamento desde Inglaterra. 1000 nuevos testamentos y 300 biblias llegaron al puerto de Veracruz, y todo fue cargado en una caravana de 24 mulas, para poder atravesar las sierras hasta la capital mexicana. Desde allí comenzó su primer viaje en el país, hacia el noroeste. En Querétaro defendió sus ejemplares del ataque hecho por clérigos católicos, molestos por la rapidez con que se difundían, pues eran más asequibles para el pueblo llano al no contar con los deuterocanónicos, ni con notas agregadas. Siguió rumbo a Guanajuato, Aguascalientes, y volvió por San Luis Potosí de vuelta a la capital. Evitó las controversias gracias a su prudencia y carisma, tratando de buscar coincidencias antes que rupturas, pero de todos modos los ataques eran cada vez más frecuentes.
Al año siguiente, con nuevos ejemplares llegados por mar, realizó un segundo viaje con dirección al este. En abril de 1828 recorrió Tlaxcala, Puebla, Xalapa y Orizaba, lugares donde fue bien recibido por el pueblo. Emprendió viaje hacia el sur, a Tehuacán y Oaxaca, donde un gran alboroto se levantó a raíz de las acusaciones de un clérigo católico. Thomson supo cómo resolverlo para evitar problemas y decidió regresar a la ciudad de México. Sin embargo, la controversia ya había sido sembrada a nivel nacional y muchos sacerdotes estaban preocupados por los viajes de este misionero protestante. Para comprender la reacción, vale destacar que una de las tres garantías sobre las que se fundó la independencia mexicana, era la religión católica como exclusiva en el país. La difusión bíblica se vio muy frenada desde aquellos sucesos, pues Thomson prefería no estar en el foco de la controversia. La oposición católica sumada a la inestabilidad política, llevaron a Thomson a la decisión de volver a Inglaterra.
Su viaje de regreso incluyó pasar por Estados Unidos, para visitar las Sociedades Bíblicas de Nueva Orleans y Filadelfia. Entre estas instituciones ya bien afirmadas, Thomson promovió la causa en Sudamérica, a la que más adelante enviaron recursos. En 1830 retomó su viaje, haciendo otra escala en la Sociedad Bíblica Canadiense, la cual encontró inactiva y en pleno declive. Revitalizó la sede en Toronto, y dividió los esfuerzos por distritos para hacer un uso eficiente de recursos. Las Sociedades de Quebec y Montreal se encargaron de la provincia de Baja Canadá, que incluía el territorio de Labrador. Las Sociedades de Kingston y York (Toronto), se encargaron de la provincia de Canadá Superior, en la zona de los grandes lagos. Luego de su labor de reorganizar las estrategias en aquellas tierras, por fin volvió a Inglaterra a finales de 1830.
Tercer Viaje
Caribe y Venezuela
Su labor fue muy estimada en Gran Bretaña, en donde permaneció durante un año. En diciembre de 1831 le fueron encomendadas las Indias Orientales, un término de la época para las islas del Caribe. Llegó a la colonia inglesa en la isla de Antigua, con un cargamento de 5000 copias para distribuir por el archipiélago. Desde allí partió hacia San Cristóbal, donde unos misioneros wesleyanos solventaron los envíos de copias a otras islas. Visitó la isla de Nieves, Montserrat y regresó a Antigua. Negoció con los dueños de las plantaciones la creación de asociaciones de lectura bíblica entre los esclavos, administradas por ellos mismos de forma independiente. Esto fue un gran estímulo a la alfabetización de aquellas personas en condiciones tan carenciadas. En las Islas de Guadalupe, Dominica, Martinica y Santa Lucía muy poco pudo hacer, debido a la gran influencia católica en aquellas colonias francesas. En la isla de Barbados tuvo más éxito su labor, donde organizó asociaciones y levantó fondos para sus viajes.
Estando en Barbados, tomó un bote que funcionaba como correo y viajó al continente, con la intención de distribuir copias en Venezuela. Recorrió las regiones de La Guaira, los valles de Aragua, hasta las ciudades de Calabozo y San Fernando de Apure. Thomson encontró gran necesidad por las Escrituras, y mucha hospitalidad de parte del pueblo llano. Navegó por la cuenca del Orinoco, visitando las ciudades a su paso, hasta que en noviembre de 1832 llegó a la Isla de Trinidad, y para diciembre volvió a Barbados, desde donde había salido. En febrero de 1833 viajó a la antigua colonia de Demerara, en la actual ciudad de Georgetown, y fundó allí una Sociedad Bíblica Auxiliar. Lo mismo hizo en la isla de Tobago. El resto de ese año se dedicó a visitar y revitalizar la misión en la región, conocidas como las Islas de Barlovento.
Escribió a la Sociedad Bíblica Británica para que le enviaran un nuevo encargado para aquellas islas, ya que sus planes eran navegar más al oeste. Pero en la isla de Santo Tomás, en las actuales Islas Vírgenes de los Estados Unidos, sufrió una fuerte fiebre cuando se disponía a embarcarse rumbo a Puerto Rico. Fue auxiliado y atendido por los Hermanos Moravos de la misión de New Herrnhut, quienes lo salvaron de la muerte. Ni bien se recuperó, retomó sus viajes.
El 20 de febrero de 1834 pudo zarpar rumbo a Puerto Rico. Entre los meses de abril y junio trabajó en Haití, donde acordó con el presidente el uso de biblias como libro de escuela y también su distribución entre las tropas del ejército. Se trasladó a Jamaica, donde encontró una vieja Sociedad Bíblica en pleno declive, prácticamente sin actividad. Revitalizó la obra allí, al mismo tiempo que fue testigo de la abolición de la esclavitud en la isla, al menos de forma legal. Thomson, por su experiencia en los países sudamericanos, era un gran entusiasta de los movimientos independentistas, y apoyó de la misma manera la emancipación de esclavos en Jamaica. Veía una gran oportunidad para promover la educación entre la población negra, y con el favor de los magistrados, fundó varias asociaciones entre ellos. La labor de Thomson en las islas del Caribe floreció, y el Comité de la Sociedad Bíblica veía en él las condiciones y capacidades necesarias para emprender un segundo intento por sur y centroamérica, una región a la que aún no podían cosechar mayores éxitos. De una forma tal vez demasiado apresurada, la Sociedad envió desde Inglaterra un agente que pudiera tomar el puesto de Thomson, con la intención de permitirle viajar a México lo antes posible. Esto le desagradó, y finalmente las diferencias llevaron a un intervalo de tres meses, en los cuales permaneció en Jamaica pero sin el apoyo de la Sociedad Bíblica. De todos modos, Thomson ayudó y guió al nuevo agente enviado, demostrando que sus reclamos no eran caprichosos. Al cabo de esos tres meses, se resolvió restituir a Thomson como un segundo agente en el Caribe, confiando en su trayectoria y su perspectiva acerca de la obra en el lugar. De esta manera, pudo probar que su único interés era el avance y difusión de la Palabra de Dios. Siguió trabajando en Jamaica e islas cercanas hasta 1837, cuando movido por su ambición misionera, fijó su objetivo en Cuba.
Vivió en Cuba situaciones muy difíciles. Llegó a La Habana en el verano, y arregló la entrega a algunos vendedores de libros. Cargó las demás copias en un barco a vapor que recorría la costa norte de la isla, que le sirvió a la misma vez como depósito. En la ciudad de Matanzas no logró vender nada, lo cual lo dejó muy asombrado por la gran insensibilidad religiosa de la gente. La situación fue igual de desalentadora en el resto del trayecto, hasta llegar a Puerto Príncipe, hoy Camagüey. Allí descubrió la razón del poco éxito de su misión bíblica. El arzobispo de Cuba había circulado un mensaje de advertencia por el país, acusando a Thomson de promover el levantamiento de los esclavos de las plantaciones. El arzobispo había estado recientemente en Kingston, Jamaica, y conocía bien la tarea de Thomson entre la población negra. Dolido por la difamación, redobló sus esfuerzos para animar a las personas a adquirir una copia de la biblia, cosechando algo de éxito de camino a Santiago de Cuba, en el extremo este de la isla. Allí nuevamente enfrentó acusaciones, que provocaron disturbios, a pesar de que contaba con permiso legal para permanecer en Cuba. Debido a la situación, fue citado a la corte por sus actividades y le ordenaron abandonar la ciudad lo más pronto posible. Mientras tanto, habían confiscado sus pertenencias, y descubrieron la cantidad de biblias y nuevos testamentos que llevaba. Se armó un gran alboroto, y motivados por el malestar social emitieron una nueva orden de arresto. Pero ni bien había dejado la corte, Thomson buscó un barco en el cual regresar a Jamaica. Así logró escapar rápidamente, aunque perdiendo todos los ejemplares que había llevado a Cuba.
De vuelta en Jamaica, durante un año se dedicó a revitalizar y coordinar el trabajo por las islas del Caribe. Hasta que en octubre de 1838 viajó nuevamente a Canadá con la tarea de inspeccionar la obra, que había ayudado unos años atrás. Llegó a Montreal el 11 de diciembre de ese año después de un viaje turbulento y con una tripulación reducida por una mortal enfermedad. Al igual que en su primer viaje, encontró a una Sociedad Bíblica Canadiense sin ímpetu, siendo nuevamente la tarea de Thomson organizar y revitalizar la obra. La gran cantidad de inmigrantes que llegaban a esas tierras, en su mayoría pobres, abría muchas posibilidades para el ministerio. Diego Thomson retomó la distribución de biblias en las ciudades de Montreal y Ottawa, y sus alrededores. Realizó sus viajes a pie por las duras condiciones del lugar y en trineo cuando la nieve estaba muy alta. En abril de 1839 se dirigió a Toronto, y en septiembre viajó a Quebec. En aquella región trabajó con éxito entre asentamientos amerindios, y colonias de franceses con un fuerte trasfondo católico. Esto no cayó nada bien a los clérigos de la zona, quienes se opusieron a la obra en el lugar. Decidió que era hora de avanzar, y en 1840 siguió viaje hacia las regiones de Nuevo Brunswick y Nueva Escocia, sobre la costa atlántica, donde recibió el respaldo de un anciano L’Abbe Sigogne, una figura destacada entre los franceses de la colonia de Acadia. Continuó su recorrido hasta la isla Cabo Bretón, y la Isla del Príncipe Eduardo, distribuyendo biblias en los pequeños pueblos de la región.
A finales de ese año, luego de tan arduo viaje por aquellas frías tierras, regresó a la ciudad de Montreal para finalizar sus estudios, que había dejado pendientes desde su juventud. Se recibió como médico en Canadá, en 1841, casi cuatro décadas después de haber abandonado la universidad para seguir el llamado al ministerio. Durante ese mismo año volvió a visitar las colonias francesas por donde había trabajado. Esta vez, subió más al norte, llegando con biblias hasta los helados pueblos pesqueros de la península de Labrador. Para este momento, Diego Thomson había recorrido el continente americano de extremo a extremo, entregando biblias y nuevos testamentos. Desde el Cabo de Hornos, hasta la península de Labrador, en solo 23 años.
Segunda visita a México
La Sociedad desde Londres ya había tenido la firme intención de enviar a Thomson a trabajar en México por segunda vez. Pero el plan no había prosperado, debido a las diferencias de criterios. La providencia de Dios usó todo para el avance de la obra, y luego de su gran aporte en Canadá, fue el momento de embarcarse hacia México. Llegó en agosto de 1842 a Veracruz. Pero esta segunda estadía en aquél país estuvo marcada por frustraciones, a pesar de la esperanza con la que siempre emprendió su ministerio. Su avanzada edad ya no le permitía las aventuras y riesgos que había tomado 20 años atrás, por lo que Diego Thomson tuvo la idea de introducir la Biblia como libro de texto en las escuelas mexicanas, una estrategia que también había usado anteriormente. Para esto necesitaba del permiso tanto de las autoridades políticas, como de las eclesiásticas, pues el clero católico aún reservaba amplios poderes en el país. En la Ciudad de México le fue prácticamente imposible avanzar debido a los continuos alzamientos armados que sucedían, sumado a la férrea oposición católica en su contra. Luego de un año de intentos frustrados, juzgó que no debía perder más tiempo ni dinero, y decidió viajar a la península de Yucatán. Esta región se había separado del resto de México en aquellos años y gozaba de relativa libertad de conciencia, que Thomson percibió como una situación muy oportuna para la distribución de biblias.
Desembarcó en Campeche, en octubre de 1843, donde vendió todas las copias que había destinado para aquella ciudad, y motivado por aquel primer éxito, emprendió camino a la ciudad de Mérida. Realizó una parada en Halachó, donde una gran multitud acudió para una festividad. Diego Thomson aprovechó para vender una gran cantidad de ejemplares y en una de sus cartas relata ver a las personas vestidas enteramente de blanco, como es costumbre en la región. Aquello le recordó la visión del Apocalipsis y elevó una oración para que muchos de ellos puedan clamar a gran voz en aquel glorioso día: “La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero”. Una oración por Latinoamérica que lo acompañó el resto de su vida.
En Mérida tuvo entrevistas tanto con el Gobernador, como con el Obispo de la región, de los cuales obtuvo el permiso necesario para ejercer su labor. Pero nuevamente, las condiciones políticas obstruyeron sus planes. Yucatán volvió por aquellos años a negociar su reincorporación a México, lo que hizo que la relativa libertad religiosa se perdiese. Cuando Thomson quiso hacer los arreglos para introducir las biblias en las escuelas, el Obispo apeló al gobierno central y le fue prohibido. A pesar de esto, realizó ciertos avances, pero en general, Diego Thomson vio muy reducidas sus oportunidades. Pudo despachar un cargamento para ser distribuído en Belice, pero de todos modos en 1844 puso fin a sus viajes por el continente americano.
Últimos Años
España y Portugal
Poco se sabe de sus siguientes años en Inglaterra, hasta que en 1847 se estableció en la península ibérica para apoyar la misión allí. Un ex sacerdote católico, exiliado a partir de su conversión, luchaba desde Lisboa por conseguir apoyo para evangelizar en España y Portugal. Diego Thomson se sintió apelado, debido a su cercanía con la cultura hispánica en América, y decidió trabajar unos años en la distribución de biblias en ambos países, y apoyando la revista que aquel sacerdote convertido se dedicaba a circular. La pequeña revista se imprimía dos veces al año, y exponía los errores de la religión católica, brindando una respuesta bíblica de varios temas. A pesar de los esfuerzos, fue sistemáticamente impedido por la intolerancia religiosa, no solo desde funcionarios públicos y clérigos católicos, sino por la mayor parte del pueblo mismo. Permaneció en España y Portugal hasta 1849, cuando regresó definitivamente a las Islas Británicas.
Desde 1852 se dedicó a publicar artículos y cartas de sus viajes, tratando de despertar interés por la cultura iberoamericana. Aún en su vejez, su propósito fue que nuevas misiones fueran dirigidas hacia los países hispanos. Su oración diaria era ver el avance de nuestras tierras en todo los sentidos, pero principalmente deseaba ver un despertar espiritual en América Latina. Convencido de esto, entregó sus mejores años a la distribución de biblias y el resto de su vida a la promoción misionera. Murió el 25 de febrero de 1854, a la edad de 66 años, habiendo recorrido casi la totalidad del mundo hispanohablante.
Reflexiones
A pesar de la gran obra que Diego Thomson desarrolló a lo largo de su vida, su historia ha quedado postergada en Latinoamérica. Tal vez sea por la falta de recursos en español, o porque los frutos de su labor no perduraron mucho tiempo. El misionero escocés tuvo el valor y la visión de trabajar en estas naciones tan jóvenes, pero a la misma vez pagó el precio de la inestabilidad política en la región. Mucha de su labor fue detenida por la falta de interés de los líderes políticos, o por las guerras que aún perduraban desde las independencias. Otro factor externo que muchas veces significó una gran traba en sus viajes, fue la oposición católica. El poder de la Iglesia Romana llegaba mucho más adentro que las resoluciones de que los gobiernos pudieran hacer en favor de la circulación de literatura. Curas y sacerdotes impidieron, hasta condenaron, en muchos pueblos y ciudades cualquier otra biblia que no contara con la aprobación oficial del papado.
Aunque la inestabilidad política y la oposición católica fueron determinantes, vale reflexionar también en el enfoque de su tarea. No se puede minimizar la importancia de la distribución de las Escrituras, pero poco puede prosperar sin nadie que pueda enseñarlas, especialmente en contextos tan adversos y entre poblaciones con alto analfabetismo. Mientras en otras partes del mundo, bien o mal, las misiones intentaban plantarse de forma estable, la labor temprana de Thomson careció de iglesias locales. A la larga, el mensaje se diluyó o quedó ahogado por el férreo catolicismo. Debemos aprender de los hombres fieles que Dios usó para su misión, y tomar de su ejemplo. Hoy nos toca a nosotros seguir construyendo sobre la base de Thomson y otros de su época. Tengamos la misma esperanza, prudencia y deseo para continuar la extensión del Reino.
FUENTES
Thomson, J.. (1827). Letters on the moral and religious state of south america. Londres. Recuperado en: https://bit.ly/3nucTBN
Thomson, J. (1852). Notices respecting missionary operations and religious liberty in Portugal, Spain, and South America. Londres. Recuperado en: https://bit.ly/2Uk1mbp
Canton, W.. (1904). A History of the British and Foreign Bible Society (Vol II). Londres. Recuperado en: https://bit.ly/32EkIwt
Wilson Rodríguez E.. (s.f.). ¿Quién fue Diego Thomson?. agosto 12, 2020, de ISPP Diego Thomson. Sitio web: https://bit.ly/3lBxLWQ
Martínez García, C.. (2018). James Thomson, inicio de su labor en Latinoamérica. Agosto 12, 2020, de Protestante Digital. Sitio web: https://bit.ly/32Ay64K
Ochoa, D., 2018. Bicentenario De Diego Thomson. 1st ed. [ebook]. Agosto 12, 2020. Disponible en: https://bit.ly/3eUa8Gs
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