En el contexto de las misiones, el pragmatismo se refiere a una mentalidad o enfoque que valora principalmente los resultados prácticos y visibles sobre los principios teológicos o éticos. En este artículo revisaremos brevemente algunas investigaciones y ejemplos que resultan ser útiles para caracterizar e identificar el pragmatismo en las obras misioneras y en la plantación de iglesias.
¿Cómo se identifica y qué desventajas acarrea?
A la hora de hablar de misiones y del crecimiento de la Iglesia, no importa tanto la intención ni el mensaje, sino el resultado. Esta actitud “feroz” de alcanzar a la mayor cantidad posible de personas ha impulsado a muchos movimientos misioneros y de plantación de congregaciones a adoptar fórmulas y métodos que solo se preocupan por los resultados. En 1964, Donald McGravan resaltó la importancia del pragmatismo en el pensamiento misionero de la siguiente manera:
En lugar de términos ambiguos y resbaladizos, la misión cristiana necesita hablar de manera positiva y precisa sobre el crecimiento de la Iglesia. No sobre lo que hicieron los misioneros, sino sobre cómo crecieron las iglesias. No sobre tendencias nacionales, sino sobre cómo surgieron congregaciones. No sobre nacionalización, urbanización, descentralización y mecanización, sino sobre qué tan bien estamos disciplinando una parte particular de una nación específica. No “¿qué escuchan?”, sino “¿han confesado a Cristo?”.
Si bien no toda práctica pragmática es errada, hoy, casi 60 años después de la afirmación de McGravan, nos encontramos en un momento histórico en el cual la plantación de iglesias en muchos lugares del mundo se caracteriza por seguir modelos puramente pragmáticos, dejando de lado los porqués de la Biblia. En efecto, a muchos ministerios ya no les preocupa el “¿qué escuchan?”, sino que persiguen la fórmula perfecta para que más personas crean en Cristo y se abran más congregaciones.
El resultado de este pragmatismo es que aunque esas comunidades son genuinas y bíblicas, sus orígenes se limitan a la multiplicación de un modelo americano, inglés o simplemente uno que ha sido exitoso. Tan evidente es la reproducción de ciertos arquetipos poco sensibles a la cultura local, que se ha llegado a comparar a las congregaciones protestantes con restaurantes de comida rápida estadounidenses como Burger King, y a las congregaciones de las otras denominaciones o corrientes como su competencia.
Pero el pragmatismo es particularmente problemático porque es difícil ponerlo en números. En otras palabras, aunque gran parte de la Iglesia cristiana estaría dispuesta a reconocer que el pragmatismo es peligroso, casi nadie que esté usando algún método para hacer misiones o plantar congregaciones reconocería que sus prácticas son pragmáticas. Por lo tanto, es difícil medir cuántas agencias, organizaciones, comunidades y movimientos podrían denominarse de esa forma.
En su artículo para 9Marks, el pastor bautista Andy Johnson describe el problema así:
Pero me di cuenta de que incluso si citara ejemplos específicos [de métodos evangélicos pragmáticos], otra persona podría señalar todos los pasajes bíblicos que un libro cita o la frase casual que afirma fuertemente el deseo de basarse en la Biblia. Mi tesis aquí es difícil de discutir a nivel macro porque, cuando abordamos el pragmatismo evangélico, no estamos lidiando con una agenda abierta, sino con una colección de suposiciones no cuestionadas, con una cultura, una disposición y una cosmovisión implícitas.
Si nadie acepta ser pragmático, ¿cómo hacer evidente que un ministerio lo es en realidad? ¿Cómo describir este problema a “nivel macro”? Basados en las investigaciones, definimos aquí cuatro características clave del pragmatismo, aunque seguro hay muchas más.
Enfoque humanista y reduccionismo
En la actualidad, un ejemplo de pragmatismo en el ministerio es la Junta de Misiones Internacionales (International Missions Board o IMB). En su libro sobre las misiones bautistas, R. Bruce Carlton hizo un análisis histórico del cambio más importante que ocurrió en la Junta desde su fundación, y explica cómo es que el pragmatismo terminó afectando al ministerio hasta el día de hoy. Caleb Morell ofreció un análisis más general y actual (2022) sobre el mismo tema y llegó a las conclusiones que se expondrán a continuación.
En términos generales, entre 1980 y 2000, la Junta comenzó a enfocarse en llevar el evangelio a los grupos no alcanzados. Esto tuvo varias implicaciones positivas: el trabajo con grupos etnolingüísticos comenzó a ser prioritario y se antepuso la plantación de iglesias sobre el evangelismo per se y la promoción de denominaciones específicas.
El centro de este cambio fue una transformación del modelo misionero. Por más de 100 años, desde 1845, los misioneros enviados por la Junta habían ministrado durante toda su vida entre el grupo no alcanzado. Sin embargo, en el siglo XX surgió la figura del ‘Coordinador de estrategia’ (de ahí el título del libro de Carlton), cuya función principal era convertirse en un experto en el grupo no alcanzando y proveer recursos de todo tipo para los aliados locales, llamados ‘Cristianos de la Gran Comisión’, quienes iban a alcanzar al grupo.
Este ‘Coordinador de estrategia’ no podía vivir en el grupo no alcanzado ya que la mayoría de estos grupos están en países en donde políticamente es imposible que un cristiano de occidente pueda residir con el propósito de evangelizar. Así, los misioneros dejaron de ser como William Carey, quien evangelizó en un país de lengua extraña, y se convirtieron en catalizadores de la Gran Comisión, es decir, se dedicaron a fortalecer a personas del país para que ellas plantaran iglesias allí.
Desde la implementación de este enfoque, cientos de congregaciones fueron plantadas por el trabajo de estos coordinadores de estrategia. Pero el resultado no se detuvo allí. Poco a poco se comenzó a evidenciar un poderoso fenómeno de ‘Movimientos de plantación de iglesias’. David Garrison, el primer director del programa de ‘Coordinadores de estrategia’, los definió como “Una rápida multiplicación de iglesias indígenas, que planta iglesias y se extiende por un grupo étnico o segmento de población”.
En su libro, Carlton reconoció que esos movimientos fueron realmente genuinos y que venían de la obra del Espíritu Santo. Sin embargo, lamentó mucho el hecho de que Garrison, en los reportes que hizo al respecto, le atribuyó demasiada importancia a una fórmula simplificada de cómo debían plantarse iglesias en las casas y cómo impulsar estos movimientos, dejando por fuera el milagroso papel del Espíritu.
Carlton concluyó que, aunque los cambios que implementó la Junta comenzaron bien, el liderazgo cayó poco a poco en el pragmatismo:
Los esfuerzos de la Junta para definir y describir estos movimientos de plantación de iglesias resultaron en una comprensión reduccionista de los mismos (...) y condujeron a un sesgo hacia enfoques pragmáticos. La Junta pasó de describir el fenómeno a prescribir metodologías que creía que, si se implementaban, llevarían a los coordinadores de estrategia y otros misioneros a facilitar los ‘Movimientos de plantación de iglesias’. Aunque la Junta no afirmaba que estas metodologías garantizarían ese resultado, desalentaba la innovación a favor de métodos que percibía como efectivos. Esta parcialidad hacia el pragmatismo también resultó en una misiología reduccionista, que descuidaba el papel crucial del Espíritu Santo en la misión y en estos movimientos.
En resumen, el cambio en la Junta de Misiones Internacionales que llevó a la rápida plantación de muchas iglesias entre grupos no alcanzados, se desvió al reducirse a una fórmula y desconocer la obra específica del Espíritu Santo en cada lugar y grupo. Después de leer el libro de Carlton, Caleb Morell concluyó lo siguiente: “Los pastores y misioneros deberían ser absolutamente alérgicos a cualquier metodología que afirme axiomáticamente obtener resultados”.
Ya dijimos que un ministerio puede afirmar que está preocupado principalmente por la Biblia y sus motivaciones, y aun así ser pragmático en la práctica, demostrando que su interés principal son los resultados. Pero el ejemplo de la Junta de Misiones Internacionales también nos deja ver que el pragmatismo se caracteriza por el reduccionismo, es decir, por atribuir los resultados del crecimiento de la iglesia a fórmulas y métodos, en lugar de hacerlo a la obra del Espíritu Santo. (Ver: La predicación en la plantación de iglesias).
Insensibilidad cultural y paternalismo
Jackson Wu, profesor de misiología para líderes chinos, abordó en una investigación el caso de la Junta de Misiones Internacionales como parte de un fenómeno más grande, llamado ‘el paradigma de los Movimientos de plantación de iglesias’. Lo explicó así:
Los teóricos de los ‘Movimientos de plantación de iglesias’ argumentan que, al igual que Pablo catalizó estos movimientos en el libro de los Hechos, también podemos esperar que Dios realice una obra similar en todo el mundo hoy en día. De hecho, estos practicantes derivan principalmente su teoría de lo que se ha llamado ‘ingeniería inversa’. En resumen, examinan varios “movimientos de plantación de iglesias” de todo el mundo para descubrir qué tienen en común. Estas características los ayudan a discernir lo que consideran ‘mejores prácticas’ para catalizar la reproducción rápida de iglesias plantadoras de iglesias. Según la teoría de los Movimientos, los misioneros deben esperar que Dios produzca movimientos entre los gentiles de la época moderna.
Wu argumentó que los teóricos de los ‘Movimientos de plantación de iglesias’ están errados por diferentes razones. Inicialmente, explicó, ellos sacan la Biblia de contexto, pues nada indica que lo sucedido en Hechos sea similar a los movimientos modernos; que muchos creyeran las palabras de Pedro y Pablo no se equipara a lo que vemos en la actualidad. Además, aseguró que ninguna de las prácticas desarrolladas en sus libros viene de una profunda exégesis bíblica.
Pero el problema no solo es exegético. Wu notó que estos teóricos están preocupados por “la rapidez, el crecimiento numérico, la novedad (nuevos creyentes, nuevas iglesias) y la independencia (no dejar que la tradición estorbe al progreso)”. Todos esos son aspectos propios de la cultura occidental. “También”, afirmó Wu, “el fuerte énfasis en ‘mejores prácticas’ demuestra una inclinación al pragmatismo occidental”.
Sin embargo, Wu no solo nota aspectos propios de la cultura occidental como un todo. Para él, los métodos propios de ‘subculturas’, propuestos por iglesias, denominaciones y agencias específicas, también influyen notablemente en las prácticas de los movimientos modernos. En Wrinkling Time in the Missionary Task: A Theological Review of Church Planting Movements Methodology, John Massey hizo referencia a las conclusiones de David Garrison sobre la Junta de Misiones Internacionales, y puso el problema de la siguiente manera:
La mayoría de las sociedades no occidentales no adoptan el ethos igualitario y la estructura de liderazgo eclesiástico propuesta por el paradigma de ‘Movimientos de plantación de iglesias’. Garrison importa un modelo de iglesia y liderazgo eclesiástico que no surge del Nuevo Testamento ni de la dinámica y forma de las culturas locales, lo que resalta una debilidad de un enfoque de "talla única" en la estrategia misionera.
Así, concluimos que el pragmatismo se caracteriza por ser insensible a la cultura del lugar en donde se planta una congregación, lo cual está estrechamente conectado con el ‘paternalismo’. Esto es, la creencia de que un grupo es superior a otro, y que la relación entre ambos está determinada por dicha superioridad. Así, el grupo inferior depende del superior y está agradecido por lo que este hace. El segundo no busca codependencia, sino una relación malsana en la que el primero necesita de él.
Esta es, claramente, la relación que existe entre los líderes de muchos ‘Movimientos de plantación de iglesias’ norteamericanos con las congregaciones que han plantado alrededor de todo el mundo. Como lo nota J. D. Payne en su investigación Ecclesiology: The Most Critical Issue in Church Planting Today (en español, Eclesiología: el problema más crítico en la plantación de iglesias hoy), el paternalismo fue muy común en los siglos XVIII, XIX y principios del XX, sobre todo entre las comunidades cristianas y las agencias misioneras americanas. De hecho, su influencia persiste hasta hoy. Payne explica el problema del paternalismo así:
Los plantadores de iglesias que siguen una eclesiología paternalista suelen decidir sobre un paradigma o modelo particular de vida eclesial para respaldar su preferencia cultural. En lugar de permitir que la expresión de la iglesia recién plantada se desarrolle desde el contexto, la eclesiología paternalista impone una expresión favorita de organización y estructura eclesiástica sobre las personas.
Conclusión: seguir la discusión
Sin duda, las características del pragmatismo sirven para que el lector cuide el ministerio de su propio contexto. También para continuar analizando dicha realidad en las misiones y la plantación de iglesias. “A menudo siento que, en gran medida, las revistas, libros y recursos misioneros han sido abandonados a los pragmáticos”, dijo el pastor Andy Johnson.
Por eso, cierro con un llamado que él hace a involucrarnos en la discusión sobre el pragmatismo: “Me gustaría terminar con un ruego a todos los misioneros y teólogos cualificados (de los cuales no soy ninguno) que estén de acuerdo con mis preocupaciones para que se involucren más activamente en esta discusión”.
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