Escucha una adaptación de este artículo en formato podcast:
Hace un tiempo hicimos un artículo en BITE titulado Lo que la obra más famosa de Orwell nos enseña sobre la relación del cristianismo con el poder. Su objetivo fue escarbar en la literatura, usando los lentes de la Biblia, en busca de ideas y reflexiones relevantes para los cristianos hoy. La idea fundamental de dicha empresa es que tenemos bastante que aprender sobre los grandes escritores de la historia. Ignorar las profundas meditaciones que vienen del arte en pro de un hermetismo bíblico, no solo es legalista, sino osadamente improductivo.
Por eso ha valido la pena repetir el esfuerzo con una obra corta del gran Charles Dickens (1812-1870).
Scrooge, enemigo de los pobres
Como dice una reseña publicada en The Atlantic, “Que dicho libro pueda hallar un lugar perdurable en la admiración afectuosa de toda la humanidad es un resultado inevitable de la más alta excelencia moral y mental.” Canción de navidad, publicada en 1843, es aún leída por millones en la actualidad, y sigue siendo el motivo de un sinnúmero de adaptaciones al teatro y escritos críticos.
La novela corta cuenta la historia de Scrooge, un millonario hombre amargado, tacaño y egoísta que piensa que es mejor que los pobres mueran de una vez por todas y reduzcan la población mundial. Su filosofía de vida lo lleva a conseguir dinero a toda costa como fuente de felicidad, aunque es de todas las personas la más infeliz. Su trato con los demás se caracteriza por la amargura y la indiferencia ante las carencias del prójimo.
Podría decirse que Scrooge representa todo lo que Dickens odia en el ser humano y en la sociedad: una aristocracia que pretende disfrutar de su bienestar, no solo ignorando las necesidades de otros, sino aprovechándose de éstas para aumentar sus riquezas. Scrooge maltrata a su empleado, niega dar caridad a los pobres en noche buena y responde toscamente a todos aquellos que le desean una feliz navidad, pues cree que tal sentir decembrino no es más que patrañas.
El día antes de navidad el espectro fantasmal de su antiguo socio en vida viene a atormentarlo por su forma de vivir y a darle una advertencia: vendrán a visitarlo tres espíritus, y dependiendo de cómo vaya todo con ellos, viviría o no el horror correspondiente a sus actos. Esos tres espíritus corresponden a la navidad pasada, la navidad presente y la navidad futura, y los tres llevarán a Scrooge a ver cosas que fueron, que son y que pueden ser, con el objetivo de quebrantar su corazón. ¿Cuál será el resultado final?
Con imágenes profundamente conmovedoras y reflexiones que despiertan sentimientos de todo tipo en el lector, Canción de navidad logra mostrar los horrores de la avaricia y la apatía. Esta corta novela hace que quien la lee se ponga en los zapatos del viejo Scrooge, tiemble ante los espectros que lo mueven por la tierra y examine su propio trato con otros.
Dios, enemigo de los apáticos
Haré una aseveración osada y resumiré la novela en tres grandes (pero sencillas) ideas, cada una correspondiente a uno de los viajes de los espíritus. Primero, el dinero no trae satisfacción ni plenitud. Segundo, el ignorar las necesidades de los demás lleva a la tristeza. Tercero, la apatía trae juicio. En lugar de tachar tales ideas de altruistas y románticamente sociales, es más valioso disfrutar del sabor artístico y bíblico en cada una de ellas.
¡Oigan ahora, ricos! Lloren y aúllen por las miserias que vienen sobre ustedes. Sus riquezas se han podrido y sus ropas están comidas de polilla (Santiago 5:1-2). Scrooge es la viva imagen de eso. Tiene riquezas inigualables y su vida no es sino amargura. ¿De qué le sirve? La persona que se dedica a conseguir riquezas no halla sino miseria y podredumbre en el tiempo eterno, y para esta vida solo insatisfacción. Cuando Scrooge es llevado a las navidades pasadas no puede sino acongojarse ante la tristeza de verse a sí mismo como un niño infeliz, y a medida que avanza la vida solo se aferra al dinero, lo cual lo hace aún más infeliz, lejos del amor de una esposa, de unos amigos o de una familia.
Luego, en el segundo viaje, se da cuenta de cómo sufre su empleado y su familia, todo a causa de la opresión del viejo jefe. Sin embargo, se les ve más felices con lo poco que tienen que lo que Scrooge jamás ha sido. Miren, el jornal de los obreros que han segado sus campos y que ha sido retenido por ustedes, clama contra ustedes. El clamor de los segadores ha llegado a los oídos del Señor de los ejércitos (Santiago 5:4). El clamor de la familia Cratchit era un juicio terrible contra el hombre que ahora los observaba desde la dimensión espectral.
En el tercer viaje Scrooge debe ver con horror su terrible destino en caso de seguir en el mismo camino frustrante de la avaricia. Su oro y su plata se han oxidado, su herrumbre será un testigo contra ustedes y consumirá su carne como fuego (Santiago 5:3). Scrooge debe ver cómo su forma injusta de vivir y su terrible apatía hacia aquellos que necesitan caridad termina por consumirlo del todo. Este hombre es la perfecta representación de lo que le espera a quienes ignoran al necesitado en esta vida, claros enemigos de Dios.
Una nueva imagen
Dickens evidentemente tenía una fuerte carga por los pobres y la religiosidad vacía de buenas obras que vivía la sociedad victoriana de su tiempo. La fe de Dickens es una extensa discusión objeto de otro artículo, pero al menos en ese aspecto tenía un sentir muy similar al de Santiago en su epístola. Interesante, ¿no? Alguien que no iba pensando en hacer una representación del rico injusto de Santiago nos ha provisto con una deliciosa y mágica de todas las imágenes. En una pequeña novela que se lee en un par de horas ha mostrado profundos valores bíblicos.
Este es, pues, el sinsabor con el que concluyo: ¿por qué puedo ser más edificado con una novela corta del siglo XIX, no cristiana en su esencia, que con muchos libros de ética sobre las riquezas hechos en nuestro día? Estoy a la expectativa de nuevas imágenes hechas en Hispanoamérica que usen el arte para hacer brillar las verdades de esa Biblia que guía y alumbra nuestras vidas. Por eso vale la pena seguir husmeando entre las obras de los grandes autores de la historia, hasta que un gran amor por Dios y un sensible sentido artístico enciendan la llama de la escritura de historias con brillo bíblico.
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En Cristo,
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