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¿Alguna vez te has encontrado con un par de jóvenes con camisas blancas, pantalones formales y corbatas ajustadas, que caminan por tu barrio o pedalean en sus bicicletas? ¿O tal vez has abierto la puerta de tu casa solo para encontrarte con una pareja casada ansiosa por entregarte folletos que anuncian el inminente apocalipsis? Si estas experiencias te parecen tan comunes como el café, es porque lo son. La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (mormones) y los testigos de Jehová representan religiones comunes en la actualidad, de origen estadounidense, forjadas en los fuegos del avivamiento, el populismo y el milenarismo del siglo XIX.
Pero, ¿en qué aspectos difieren los mormones y los testigos de otros grupos cristianos? ¿Deberían considerarse “cristianos”? Para responder a estas preguntas, este ensayo abordará tres temas relacionados: (1) cómo se desarrollaron el mormonismo y los testigos de Jehová; (2) en qué se diferencian del cristianismo histórico; y (3) si deberían ser llamados sectas, cristianos o algo distinto.
1. El surgimiento de los mormones y los testigos
Los mormones y los testigos surgieron en Estados Unidos en el siglo XIX, un período marcado por una agitación espiritual significativa, diversidad religiosa, libertad de expresión y experimentación teológica. Varios factores contribuyeron a este ambiente, incluidos el Segundo Gran Despertar, la expansión hacia el oeste, el crecimiento poblacional, el descontento con el cristianismo tradicional y la democratización de las creencias y prácticas religiosas, quizás evidenciada de forma más aguda en el surgimiento de denominaciones cristianas y nuevos movimientos religiosos.
Este clima, sin precedentes en generaciones anteriores, creó un terreno fértil para innovadores religiosos como Joseph Smith, fundador del mormonismo, y Charles Taze Russell, cuyas enseñanzas sentaron las bases de los testigos. En este contexto, líderes religiosos con revelaciones frescas y convincentes, o interpretaciones novedosas y complejas de la Biblia, atraían seguidores al ofrecer alternativas a las tradiciones cristianas establecidas, como el episcopalismo y el presbiterianismo. Nathan Hatch, historiador de la religión estadounidense, se refiere a esta era como una de democratización religiosa, llegando incluso a argumentar que los movimientos religiosos que surgieron a finales del siglo XIX “hicieron más por cristianizar la sociedad estadounidense que cualquier cosa antes o después”.

Joseph Smith y los orígenes del mormonismo
Joseph Smith era un joven de catorce años que vivía en el norte del estado de Nueva York cuando afirmó haber tenido su primera revelación divina en 1820. Experimentaba lo que describía como “ansiedades” y “desesperación” espirituales, por lo que decidió poner a prueba Santiago 1:5, retirándose solo al bosque para orar y pedirle sabiduría a Dios para guiarlo hacia la verdad. Durante esta “primera visión”, Smith afirmó que Dios Padre y Jesucristo se le aparecieron de forma física y personal, confirmándole que las tradiciones cristianas existentes “estaban todas equivocadas” y que sus seguidores “eran todos corruptos”. Al regresar a su casa, la primera observación que hizo a su madre fue: “He aprendido por mí mismo que el presbiterianismo no es verdadero”.

Este fue un punto sin retorno. A medida que Smith relataba estos eventos a otros en los días y meses siguientes, la “amarga persecución” que sentía por parte de “hombres de alta posición” lo animó a apoyarse más en sus revelaciones y a verse a sí mismo como un colega de los apóstoles, cuya persecución por parte de líderes religiosos, según Smith, les había convencido de la verdad de su mensaje y la rectitud de su causa.
Tres años después, en 1823, Smith describió una “segunda visión”, en la cual un ángel llamado Moroni le reveló la existencia de unas escrituras ocultas hechas de planchas de oro, que él tradujo en el Libro del Mormón. Publicado en 1830, este texto, junto con la Biblia, se convirtió en la piedra angular de las escrituras del incipiente movimiento, así como también la “carta de presentación de Joseph Smith al mundo”. Escrito en el inglés del estilo de la Biblia King James, este libro relataba la historia perdida de los israelitas que navegaron hacia América tras el exilio babilónico y cuyos descendientes en los últimos días fueron visitados nada menos que por Jesucristo mismo después de Su resurrección.

Era un relato audaz y fantástico, pero ¿era cierto?
Desde el principio, las afirmaciones de Smith fueron polarizantes. Por un lado, su movimiento creció rápidamente y atrajo seguidores dispuestos a abandonar sus creencias fundamentales y su herencia familiar en favor de un ideal épico y la comunidad de fe que este inspiraba. La visión de Smith de una iglesia restaurada, libre de corrupción, resonó con muchos que se sentían marginados e ignorados por el protestantismo predominante, especialmente por aquellas expresiones religiosas impregnadas de credos, formalismos, estatus, riqueza y tradición. Por otro lado, el movimiento de Smith fue controversial, ya que “la mayoría de los estadounidenses no mormones veían a la iglesia mormona y a sus seguidores con sospecha y desdén”. La teología de Smith, particularmente su rechazo a doctrinas cristianas establecidas como la Trinidad, junto con su creencia en revelaciones continuas —sin mencionar la práctica del matrimonio plural (poligamia)—, llevó a muchos a considerar el mormonismo como heterodoxo en el mejor de los casos y herético en el peor. Este sentimiento polarizado hacia la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días perduró durante años, lo que finalmente llevó a la migración de los mormones a Utah bajo el liderazgo de Brigham Young tras la muerte de Smith en 1844.

Charles Russell y el “Movimiento de Estudiantes de la Biblia”
Charles Taze Russell era un joven escéptico cristiano de dieciocho años que vivía en Pittsburgh cuando, en 1870, escuchó por primera vez la predicación sobre el fin de los tiempos de Jonas Wendell. Wendell, un evangelista adventista, había sido seguidor del hombre que prácticamente inventó la práctica de predecir el fin del mundo y se especializó en divulgar fechas exactas para el regreso de Jesús a la tierra: William Miller.
Todas esas predicciones resultaron ser falsas, pero la obsesión de Russell con la especulación sobre el fin de los tiempos nunca se alejó mucho de la influencia adventista. Sus creencias lo llevaron a crear el Movimiento de Estudiantes de la Biblia (el precursor de los testigos de Jehová) y a convencerse de que Cristo había regresado de manera invisible en 1874. Vendió el negocio de su padre, asegurando así los medios financieros para dedicarse de tiempo completo a ser un estudiante de la Biblia del fin de los tiempos. Se sumergió en cronologías bíblicas y predicciones apocalípticas, produciendo publicaciones extensas de manera prolífica. Sin formación teológica ni conocimientos de lenguas bíblicas, logró escribir una serie definitiva de seis volúmenes sobre interpretación bíblica titulada Estudios en las Escrituras, además de fundar la revista La Atalaya. Rechazando los credos de la iglesia, la historia cristiana y las tradiciones establecidas, Russell concluyó que la doctrina de la Trinidad era falsa, argumentando que Jesús no era eternamente divino, sino el primer ser creado por Dios.

Tras la muerte de Russell en 1916, Joseph Franklin Rutherford, un abogado que había representado frecuentemente a Russell en los tribunales, se convirtió en el líder del movimiento. Fue bajo su liderazgo que el grupo adoptó el nombre de “Testigos de Jehová” en 1931. Las agresivas campañas de proselitismo de Rutherford, combinadas con la urgencia escatológica del movimiento, ayudaron a consolidar a los testigos como un cuerpo religioso distintivo, conocido por condenar prácticamente todas las prácticas cristianas históricas como paganas y considerar que otras tradiciones cristianas eran invenciones humanas en lugar de estar basadas en la Biblia. Y, al igual que su predecesor, Rutherford fue prolífico en sus escritos, llegando a publicar el equivalente a un libro por año durante el resto de su vida, prediciendo, modificando y reformulando regularmente fechas del fin de los tiempos. Este hábito se convertiría en una característica distintiva de los testigos, quienes en su breve historia han predicho sin éxito que el fin del mundo ocurriría en los años 1874, 1878, 1881, 1910, 1914, 1918, 1920, 1925 y 1975.

2. Diferencias entre mormones y testigos con el cristianismo histórico
Podemos resumir las diferencias entre mormones y testigos de Jehová con el cristianismo histórico en cuatro aspectos principales: la revelación, la doctrina de Dios, la salvación y la escatología.
Revelación
Comencemos con la revelación. Tradicionalmente, los cristianos sostienen que el canon de la Biblia está cerrado, especialmente a la luz de pasajes como Apocalipsis 22:18–19, que advierte contra añadir nuevas revelaciones, así como pasajes como Colosenses 1:15–23 y Hebreos 1:1–3, que indican que no es necesaria ninguna revelación adicional tras la encarnación, crucifixión y resurrección de Cristo.
Sin embargo, como es bien sabido, los mormones sostienen que Dios continúa revelando verdades a la humanidad a través de profetas. Por eso, aceptan no solo la Biblia, sino también el Libro de Mormón, Doctrina y Convenios, y La Perla de Gran Precio como textos autoritativos, conocidos colectivamente como las “Obras Canónicas”. De hecho, incluso hoy en día, los profetas-presidentes actuales pueden recibir revelaciones oficiales en nombre de la iglesia.

Por el contrario, los testigos de Jehová adoptan una postura extrema en dirección opuesta. Aunque afirman que la Biblia es la única fuente de teología, sostienen que todas las traducciones han sido corrompidas y mal traducidas. Por ello, utilizan su propia versión de la Biblia, llamada la Traducción del Nuevo Mundo, publicada por primera vez en 1961.
A diferencia de otras traducciones bíblicas realizadas por comités académicos, la Traducción del Nuevo Mundo es profundamente sectaria. No solo modifica miles de versículos llamando al Dios del Antiguo Testamento “Jehová”, sino que también reinterpreta todos los pasajes del Nuevo Testamento que afirman o insinúan la divinidad de Jesucristo. Además, cambia todas las referencias a la palabra griega para “cruz” por “estaca” o “estaca de tormento”, en un intento evidente de respaldar su afirmación no fundamentada de que Jesús no murió en una cruz. Además, a diferencia del cristianismo histórico, que permite el uso de diversas traducciones bíblicas, los testigos de Jehová solo autorizan el uso de esta.

Doctrina de Dios
Una de las razones fundamentales por las cuales tanto los mormones como los testigos de Jehová quedan fuera del cristianismo histórico es su rechazo a la doctrina de la Trinidad. La teología cristiana clásica enseña que Dios posee una sola naturaleza y existe eternamente como tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
En contraste, los mormones enseñan que Dios Padre solía ser un ser humano, que Jehová es Jesús y que el Espíritu Santo es un hombre con poder limitado. Según enseñó Smith sobre Dios Padre: “Dios mismo fue una vez como nosotros ahora somos y es un hombre exaltado”. Además, el teólogo mormón Bruce McConkie explica: “Cristo es Jehová; son una y la misma persona”. Estas creencias contradicen las descripciones clásicas de la naturaleza de Dios expresadas en el Credo de Nicea y el Credo Apostólico.

Por su parte, los testigos de Jehová rechazan por completo la Trinidad, calificándola de doctrina pagana introducida en el cristianismo por la filosofía griega. Sostienen una forma de unitarismo, donde solo Jehová (Dios Padre) debe ser adorado y Jesús es visto como un ser subordinado y creado, identificado con el arcángel Miguel. Esta enseñanza se basa en una interpretación sesgada de textos como Juan 1:1, donde su Traducción del Nuevo Mundo traduce de forma controvertida la frase “el Verbo era Dios” como “el Verbo era un dios”, relegando a Jesús a un ser creado por Jehová.
Esa cristología arriana —una reedición de la antigua herejía que negaba la plena divinidad de Cristo— ha sido rechazada consistentemente por la iglesia cristiana durante siglos. De hecho, historiadores como J.N.D. Kelly, experto en doctrina cristiana primitiva, señalan que la iglesia primitiva afirmó inequívocamente la completa divinidad de Cristo.

Salvación y escatología
La teología de los mormones y los testigos de Jehová también difiere del cristianismo clásico en sus enseñanzas sobre la salvación y la escatología. Los mormones creen en una vida después de la muerte de varios niveles, en la cual los individuos son asignados a uno de tres reinos de gloria según su fe y obras: el celestial, el terrestre y el telestial.
Aunque reconocen la importancia de la expiación de Cristo, los mormones también enseñan que es esencial cumplir ciertas ordenanzas (como el bautismo por los muertos, que se realiza en templos a los que no pueden acceder los no mormones) para alcanzar la exaltación. Esto contrasta con la enseñanza cristiana tradicional, que afirma que la salvación es por gracia, mediante la fe en Cristo y que las buenas obras son el fruto y la confirmación de la aceptación total de Dios, no el medio para obtenerla (Ef 2:8–10).
Los testigos de Jehová también sostienen un sistema de salvación escalonado, aunque diferente al de los mormones. Creen en dos clases de personas salvadas: por un lado, los 144.000 “ungidos”, que reinarán con Cristo en el cielo y ya poseen cuerpos espirituales resucitados; por otro lado, el resto de los fieles —la llamada “gran muchedumbre”— que vivirán eternamente en un paraíso terrenal restaurado. Esta enseñanza se basa en una interpretación literal de Apocalipsis 7:4–9, aunque no concuerda con la escatología cristiana histórica, que interpreta el número 144.000 como un símbolo de la totalidad del pueblo de Dios.

¿El mormonismo y los testigos de Jehová son únicos?
Ya que este ensayo se centra en la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y los testigos de Jehová, podría ser tentador pensar que son los únicos movimientos religiosos surgidos en la América del siglo XIX que no permanecieron dentro de los límites del cristianismo histórico. Sin embargo, no es así. Aunque surgieron varias tradiciones teológicas en ese siglo que se mantuvieron más o menos alineadas con las creencias cristianas clásicas —como el movimiento adventista (por ejemplo, los adventistas del séptimo día), el movimiento de santidad (por ejemplo, la Iglesia wesleyana) y el movimiento de restauración (por ejemplo, los “discípulos de Cristo”)—, también emergieron otros movimientos que se apartaron de esos límites. Entre ellos destacan la ciencia cristiana, la teosofía y el espiritismo, todos surgidos en el noreste de Estados Unidos aproximadamente al mismo tiempo que el mormonismo y los testigos de Jehová.
Por ejemplo, la ciencia cristiana, fundada a finales del siglo XIX por Mary Baker Eddy, rechazaba la realidad de la enfermedad física y la muerte, considerándolas ilusiones del mundo material. También negaba la divinidad de Cristo y la comprensión tradicional de la expiación. Además, al igual que la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, los “científicos cristianos” elevaban los escritos de su fundadora al mismo nivel de autoridad que la Biblia.

Aún más alejadas de las doctrinas y prácticas cristianas clásicas estaban la teosofía y el espiritismo. La teosofía, liderada por Helena Blavatsky, cuyas obras místicas dieron origen al movimiento, adoptó creencias esotéricas más cercanas al hinduismo y al budismo que al cristianismo. El académico Robert Ellwood señala: “Probablemente más que cualquier otro, ha sido la teosofía la que ha familiarizado a varias generaciones de estadounidenses con conceptos como la astrología, el karma y la reencarnación, junto con la idea general de maestros espirituales e iniciaciones espirituales internas”. De manera similar, el espiritismo, aunque surgió de un contexto cristiano, afirmaba que “los seres humanos sobreviven a la muerte y que los vivos pueden comunicarse con quienes han fallecido”, concentrándose así en la sesión espiritista, un ritual religioso que intenta comunicarse con los muertos.
3. ¿Los mormones y los testigos de Jehová son sectas?
A diferencia de los teósofos o espiritistas, ha sido un desafío constante tanto para los sociólogos de la religión como para los practicantes de la fe determinar si los mormones y los testigos de Jehová deben describirse más precisamente como ramas del cristianismo o como sectas. Esto depende, sin duda, de a quién se le pregunte. En general, tanto mormones como testigos de Jehová se consideran verdaderos cristianos, mientras que los miembros de iglesias tradicionales los rechazan como tales. De hecho, en el caso de los mormones, estos no solo consideran que su iglesia es cristiana, sino que creen que es la única iglesia cristiana verdadera. Por ello, suelen negar la afirmación de que el mormonismo es una secta. Desafortunadamente, no existe una definición universalmente aceptada para la palabra “secta”. En cambio, los académicos de diversas corrientes la definen de diferentes maneras.

Definición sociológica de secta
Comencemos con las definiciones sociológicas. En su libro Understanding New Religious Movements (Comprendiendo los nuevos movimientos religiosos), John Saliba prefiere evitar el uso del término secta, utilizándolo solo de forma limitada. Cuando lo hace, lo emplea “para referirse a los grupos religiosos (o cuasi-religiosos) y espirituales relativamente nuevos que han surgido en Occidente, especialmente desde la década de 1960”. Además, señala que “a pesar de sus limitaciones, [el término] apunta a dos hechos innegables: que las nuevas religiones se distinguen de la sociedad y la religión tradicional y requieren atención especial”.
Otro académico, Timothy Miller, describe una secta como “un grupo religioso pequeño e intenso cuyos vínculos con la religión y la cultura dominante tienden a ser menos pronunciados y que a menudo está bajo la dirección personal de un líder carismático”. Esta definición es similar a la de Philip Jenkins, quien define las sectas de manera más estricta como “grupos religiosos pequeños y culturalmente impopulares”. Jenkins sostiene que el término es completamente subjetivo, incuantificable y, por lo tanto, arbitrario, “diciéndonos mucho sobre quienes aplican esa etiqueta como sobre el grupo al que se describe”. El sociólogo Thomas Robbins coincide con esta perspectiva. Llega al fondo del asunto al escribir que, “en efecto, una ‘secta’ es cualquier grupo que ha sido estigmatizado como una ‘secta’”.

Definición teológica de secta
Al alejarnos de las definiciones sociológicas, el término secta adquiere un significado más concreto desde una perspectiva teológica. Como cristianos clásicos, analizamos e interpretamos las sectas desde un contexto explícitamente cristiano. Esto no invalida ni contradice las definiciones sociológicas, pero implica que debemos explorar cómo una cosmovisión cristiana discierne y evalúa los movimientos religiosos que se desvían de las creencias y prácticas bíblicas e históricas del cristianismo.
Walter Martin, fundador del Christian Research Institute, dedicó gran parte de su obra al estudio de las sectas, especialmente en su libro The Kingdom of the Cults (El reino de las sectas). Este libro ha pasado por varias ediciones y ha ejercido una influencia considerable en el protestantismo evangélico. Martin definió a las sectas como aquellas que difieren “significativamente en uno o más aspectos de creencias o prácticas respecto a los grupos religiosos que se consideran expresiones normativas de la religión”, añadiendo que estos grupos suelen congregarse alrededor de la “mala interpretación de la Biblia” de una persona en particular. No es sorprendente que el enfoque apologético de Martin en el Christian Research Institute se centrara en exponer formas aberrantes de religión que distorsionaban y se desviaban de las creencias y prácticas cristianas tradicionales e históricas.

James Sire, ampliando la definición de Martin, describió una secta como “cualquier movimiento religioso que sea organizacionalmente distinto y cuyas doctrinas y/o prácticas contradigan las Escrituras según la interpretación del cristianismo tradicional, expresadas en declaraciones como el Credo de los Apóstoles”. Ron Rhodes, enmarcando el asunto dentro de estas definiciones teológicas, entendió que el término representa, al menos dentro del cristianismo histórico, “un grupo que afirma ser cristiano pero que en realidad no lo es porque niega explícita o implícitamente una o más doctrinas centrales de la fe cristiana histórica”.
Una última clasificación teológica de las sectas podría atribuirlas a la influencia demoníaca o a un daño espiritual. Por ejemplo, el erudito del Nuevo Testamento Clinton Arnold argumentó que una secta no solo se sitúa fuera de la ortodoxia bíblica o teológica, sino que también podría involucrarse en actividades demoníacas o prácticas espiritualmente peligrosas, ya que un espíritu maligno, un ángel caído o un demonio podría ser la fuente de su adoración.

El corazón del asunto es que tanto las definiciones sociológicas como las teológicas del término secta ofrecen perspectivas valiosas. Sin embargo, debido a la falta de precisión y consenso en torno a este término (lo mismo ocurre con la palabra “culto”) para describir los miles de movimientos religiosos surgidos en América en los últimos dos siglos, su uso ha disminuido entre investigadores y académicos. Aunque el término fue comúnmente utilizado en el pasado, sigue siendo popular en la cultura general y a veces es sensacionalizado por los medios de comunicación. No obstante, el término más utilizado y extendido en el ámbito académico es “nuevo movimiento religioso”. A muchos les guste o no, este es el término preferido entre los estudiosos críticos.
Preservando la iglesia
Al mismo tiempo, es fundamental para la identidad y preservación de la iglesia reflexionar sobre los casos mencionados. En resumen, ¿deberíamos considerar al mormonismo y a los testigos de Jehová como sectas y, por ende, no como iglesias ni como cristianos? Basándonos en las características y definiciones teológicas previamente expuestas, los defensores del cristianismo tradicional deberían considerarlos como tales. Para estar seguros, el término histórico secta es comúnmente controvertido, pero los teólogos lo utilizan para referirse a grupos que se desvían de doctrinas cristianas esenciales mientras afirman representar el verdadero cristianismo. Tanto el mormonismo como los testigos de Jehová cumplen con esta definición de dos maneras: primero, rechazan creencias y prácticas cristianas fundamentales y, segundo, añaden otras nuevas.
Frente a movimientos heréticos, el cristianismo clásico debe reafirmar constantemente su compromiso con los límites doctrinales claros establecidos por la Escritura y los credos históricos de la iglesia. Nuevos movimientos religiosos como el mormonismo y los testigos de Jehová son ejemplos claros de cómo las desviaciones de la enseñanza cristiana ortodoxa terminan produciendo religiones completamente nuevas que añaden o eliminan verdades fundamentales. Estos grupos, aunque profesan lealtad a Cristo, difieren significativamente en sus doctrinas sobre Dios, así como en sus teologías sobre la salvación, la revelación y la escatología.
Estamos llamados a contender ardientemente por la fe que ha sido dada una vez a los santos (Jud 3) y a interactuar con el mundo desde una base profundamente arraigada en la Palabra de Dios. Al mantenernos firmes en las confesiones históricas de fe y en la autoridad de la Biblia, la iglesia protege su identidad y preserva la integridad del evangelio para las generaciones futuras.
Este artículo fue traducido y ajustado por David Riaño. El original fue publicado por Derek Cooper en Desiring God. Allí se encuentran las citas y notas al pie.
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