Anne Dutton (1692–1765) fue una escritora bautista inglesa cuya vida transcurrió en el intenso clima religioso del siglo XVIII, marcado por debates entre calvinistas y arminianos y el auge del avivamiento evangélico. Aunque durante su tiempo sus tratados, himnos y cartas circularon ampliamente en Inglaterra y América, con lectores tan influyentes como George Whitefield y John Wesley, su nombre quedó relegado en manuales generales de literatura inglesa y en tratados clásicos de historia de la teología.
Hoy, sin embargo, es una autora en creciente redescubrimiento. En las últimas décadas, ha despertado un interés particular tanto académico como eclesiástico. Investigadores del evangelicalismo del siglo XVIII y del calvinismo bautista han resaltado la riqueza y originalidad de sus escritos. Desde tesis doctorales hasta estudios especializados, diferentes trabajos han reconocido a Dutton como una de las escritoras teológicas más prolíficas y penetrantes de su tiempo, lo que la coloca en un lugar privilegiado para ser revisitada y valorada por nuevas generaciones de lectores y estudiosos.
Infancia, formación en un clima de disidencia
Anne nació en 1692 en Northampton, Inglaterra, en el seno de una familia congregacionalista marcada por la devoción y el rigor espiritual. La niñez de Dutton transcurrió en un ambiente religioso intenso: la Inglaterra de fines del siglo XVII y comienzos del XVIII, donde anglicanos, católicos y disidentes —tales como congregacionalistas, bautistas y cuáqueros— coexistían bajo una tolerancia limitada. En su autobiografía expresó:
Le agradó al Señor ordenarlo así, que yo tuviese la ventaja de una educación religiosa, siendo mis padres piadosos. Asistí con ellos al ministerio del Sr. Hunt, quien era pastor de una iglesia de Cristo en Northampton. Desde niña estuve familiarizada con las Santas Escrituras, y hallaba placer en leerlas, junto con otros buenos libros, especialmente los himnarios, que me deleitaba en aprender y memorizar. Quiso el Señor obrar eficazmente en mi corazón cuando tenía alrededor de trece años de edad.

La teología de la soteriología dividía los púlpitos: predestinación, libre albedrío, elección incondicional. Estas disputas, lejos de ser solo especulación escolástica, se vivían en las aldeas, en los cafés londinenses y en las imprentas que difundían panfletos por toda la nación. Ese suelo fértil y conflictivo fue el que nutrió la formación de Anne Dutton: un terreno donde una mujer cultivada podía encontrar voz tanto en las letras como en la doctrina.
Su primera gran confesión espiritual aparece en Selected Spiritual Writings of Anne Dutton: The Autobiography (Escritos espirituales seleccionados de Anne Dutton: la autobiografía), donde narra con sinceridad el descubrimiento de su condición de pecado. Allí describe el peso de la ley, la certeza de la condenación eterna y la incapacidad de sus propias obras para sanar la herida profunda de su alma.
De nuevo, la miseria de mi estado natural se me mostró, como transgresora de la santa ley: pensaba que todas las maldiciones en el libro de Dios me pertenecían a mí. Ya no necesitaba que nadie me dijera que yo era la persona destruida por el pecado; y que si moría en un estado de incredulidad y alienación de Dios, debía ser condenada para siempre.

Ese relato conecta con su obra en verso A Narration of the Wonders of Grace, in Verse. Divided into Six Parts (1734) (Narración de las maravillas de la gracia, en verso. Dividida en seis partes), especialmente en la sección Of the Conviction of Sin, and the Sight of her own Misery (De la convicción de pecado y la vista de su propia miseria). En esas páginas, Anne plasma con lirismo y precisión doctrinal la experiencia de hallarse deforme ante sus propios ojos, bajo el peso de la ley y de los pecados del corazón. A continuación un ejemplo de ello:



Estos pasajes revelan también el uso de proof-texting —textos de prueba bíblicos—, práctica común en la literatura devocional puritana y reformada. El recurso consistía en yuxtaponer la experiencia espiritual con el respaldo explícito de la Escritura, creando un paralelismo que unía autobiografía y exégesis. Dutton lo empleó con maestría no solo en sus narraciones poéticas, sino también en su colección Sixty-one Hymns composed on several Subjects (Sesenta y un himnos compuestos sobre diversos temas), confirmando así su capacidad para transitar con naturalidad de la experiencia íntima al lenguaje litúrgico.
Pérdidas, nuevos comienzos y una hábil escritura
La juventud de Dutton estuvo marcada por la fragilidad de salud y por pérdidas tempranas. A los 22 años, contrajo matrimonio con un hombre de apellido Coles, con quien vivió en Londres y Warwick. Pronto quedó viuda, y regresó con sus padres a Northampton en 1719. Ese regreso coincidió con el inicio del evangelicalismo naciente en Inglaterra.
En la década de 1720, volvió a casarse, esta vez con Benjamin Dutton, predicador bautista. Juntos se establecieron en Great Gransden, Huntingdonshire, donde Benjamin ejerció como pastor. Anne, lejos de pretender protagonismo eclesial, se convirtió en ayuda idónea en el sentido más profundo: con el talento literario y la agudeza teológica que Dios le había concedido, apoyó con escritos el ministerio pastoral de su esposo. Fueron años de edificación espiritual y material, pues junto a la congregación levantaron una capilla y consolidaron la vida comunitaria.

Durante este período, Anne comenzó a redactar poemas, meditaciones devocionales y cartas espirituales que circulaban primero a pequeña escala, pero que luego se imprimieron para un público más amplio. Estos primeros ejercicios evidenciaron la matriz de su obra posterior: convicción firme en la predestinación y en la elección incondicional, defendidas con fuerza literaria y precisión bíblica.
El valor de su obra no radica solamente en la doctrina que defendió, sino en la manera en que entrelazó letra y fe. Supo mantener un equilibrio singular entre narrativa autobiográfica, exégesis bíblica y prosa que alcanza a veces la altura de la poesía.
En cuanto a lo estilístico, empleó anáforas para reforzar ideas devocionales y paralelismos que recuerdan a la poesía hebrea. La metáfora náutica y bélica aparecen con frecuencia en sus obras: la fe como navío, la pluma como espada. También se adueñó de las coplas heróicas y estructuras duales, y recurrió a imágenes naturales: la ley como río que encauza y la gracia como fuente que desborda.

Y aunque no es el propósito de este artículo debatir la pertinencia del lenguaje en la confección de escritos cristianos, al presentar la vida de Dutton se demuestra cómo la doctrina y enseñanzas teológicas infunden poder a la letra. Se trata de un regalo divino puesto en manos de hombres mortales, pero que inmortaliza el contenido de sus versos y prosa, pues es ahí que se evidencia la gloria de Su Señor.
Estos recursos no son ornamentales; reflejan un modo de pensar donde la experiencia personal se valida a la luz de la Escritura, no al contrario, y donde la teología se encarna en la vida cotidiana. En este sentido, Dutton convierte la poesía en un espacio donde doctrina y experiencia danzan en un vals solemne, y cada circunstancia vital se vuelve testigo de ese movimiento.
Cartas y tensiones doctrinales
Entre 1743 y 1744, su esposo Benjamin viajó a América para recaudar fondos y difundir el ministerio, y aunque murió en el mar en 1747, su travesía abrió una red internacional que llevó los escritos de Anne hasta líderes del Gran Despertar. Fue entonces cuando Dutton entabló correspondencia con figuras centrales de dicho movimiento.
Su Carta al reverendo señor John Wesley; en vindicación de las doctrinas de la elección absoluta e incondicional, la redención particular, la vocación especial y la perseverancia final (1742), fue un alegato firme pero respetuoso contra el arminianismo metodista. Allí sostuvo que incluso la fe es un don divino y que la elección no se basa en mérito humano. Wesley respondió desde sus púlpitos con vigor, insistiendo en que la gracia era universal y resistible, y que la perfección cristiana podía alcanzarse en esta vida.

La carta inicia con una salutación de tono respetuoso y solemne: “Envío esto, Reverendo señor, no como quien desea perturbar; sino como quien desea ser fiel a usted, y a través suyo a muchas almas, para la gloria de Dios”. Luego se adentra con claridad en el argumento: “Es una verdad demasiado clara para ser negada que la elección de gracia es libre, soberana, inmerecida, solo del buen placer de Dios, sin tener respeto a obras; incluso la fe misma está incluida”.
Por medio de ella, Dutton insistió en que la salvación no depende de mérito humano, ni siquiera de la fe como acto humano, sino de la soberana voluntad divina. Además, expuso la doctrina de la perseverancia de los santos, siempre con un tono atento y pastoral, más fraternal que polémico (en concordancia con la figura femenina de sumisión y respeto bíblicos).
Poco después, Dutton escribió una Carta a George Whitefield sobre la doctrina de la perfección sin pecado (aprox. 1742–1743). Allí afirmó que en esta vida solo vemos a Cristo parcialmente, por lo que la santificación también es parcial, y que la perfección consumada ocurrirá únicamente en la vida venidera: “Reverendo y querido señor, a quien de veras honro en el Señor, me tomo la libertad de escribir estas líneas acerca de la doctrina de la perfección sin pecado, que en los últimos tiempos ha sido tan comentada e instada por algunos”.

Como se evidencia, su tono es solemne y al mismo tiempo afectuoso, sin dejar de ser firme en la convicción. De hecho, es más fraternal que polémico. Whitefield halló en sus palabras un apoyo frente a los excesos de la perfección wesleyana, respondiéndole con estima y reconocimiento.
Estas cartas no eran solo exhortaciones doctrinales, sino piezas condensadas de teología que ponían a Dutton en el centro de las tensiones de su época entre arminianos y calvinistas, las cuales definían identidades y fracturaban comunidades. Al mismo tiempo, el hecho de ser una autora, es decir, una mujer que escribía, provocaba recelos: algunos ministros objetaban que hiciera esa actividad públicamente y la acusaban de exceder los límites de su género.
Debido a esto, ella misma redactó defensas sobre la legitimidad de la escritura femenina en asuntos espirituales. Sus tratados, que Dutton justificaba como escritos para edificación privada y no para enseñanza pública, levantaron el desagrado de varios contemporáneos. Esto no solo la situó en el debate teológico de fondo, sino también en el frente cultural de la disidencia no conformista.

Marco doctrinal, voces contemporáneas y últimos años
Para comprender el lugar de Dutton, es necesario situarla en la constelación de voces del siglo XVIII. En el campo arminiano, John Wesley publicó A Plain Account of Christian Perfection (Una clara explicación de la perfección cristiana) en 1766, donde afirmaba que la perfección consistía en un amor pleno hacia Dios que era posible en esta vida. Este énfasis en la cooperación humana con la gracia contrastaba con el calvinismo evangélico de George Whitefield, quien en sus sermones de la década de 1740 insistía en la soberanía divina en la salvación: el ser humano no tiene libre albedrío, sino que está esclavizado por el pecado y, por tanto, rechaza a Dios; no puede aceptarlo sin intervención del Espíritu Santo.
John Gill, un bautista particular que era bastante cercano a Dutton, publicó entre 1735 y 1738 su obra The Cause of God and Truth (La causa de Dios y la verdad), donde refutaba versículo por versículo las objeciones arminianas. Dutton compartía con Gill la convicción de que la fe misma es don divino, aunque lo expresó en tono más pastoral y lírico. Mientras tanto, en Nueva Inglaterra, Jonathan Edwards publicaba La libertad de la voluntad (1754), donde argumentaba filosóficamente la compatibilidad entre determinismo divino y responsabilidad humana.

Aunque los debates entre arminianos y calvinistas se expresaron en tratados, cartas y sermones, su trasfondo no fue solo teórico. Como observa Justo L. González en su Historia del Cristianismo, estas controversias funcionaron como espiritualidades en pugna que moldearon comunidades enteras.
El arminianismo metodista ofrecía a las masas una espiritualidad de disciplina y responsabilidad personal, en la que la perfección cristiana se entendía como posibilidad concreta en esta vida. En contraste, el calvinismo evangélico —con Whitefield, Gill, Edwards y también Dutton— ofrecía una espiritualidad de seguridad en la gracia soberana, en la que el creyente podía descansar en la elección divina y perseverar en medio de la incertidumbre del mundo. Así, los fieles no recibían estas ideas como abstracciones dogmáticas, sino como formas de vivir la fe: unos encontraban consuelo en la posibilidad de progreso moral, otros en la certeza de la elección inmutable.
Tras la muerte de su esposo, Dutton permaneció en Great Gransden. A pesar de la soledad y de su salud frágil, continuó escribiendo hasta el final de sus días. Falleció en 1765. Sus últimos textos revelan un tono más íntimo y sosegado, como campanas menores que, aunque ya no son tan sonoras, siguen vibrando en el aire mucho después de que cesa el tañido.
Su legado se conserva en poemas, himnos, narraciones y un vasto corpus epistolar. No fue una teóloga de cátedra, sino de pluma; sus palabras atravesaron mares y llegaron a debates que marcaron el rumbo del evangelicalismo moderno.

Anne Dutton en la mirada contemporánea
El legado de Anne Dutton no se mide únicamente como prosista consumada ni en la lírica sobriedad de sus versos, ni siquiera en su precisión exegética —aunque muchos académicos podrían resaltar que así lo fue—. En cambio, su vida se colmó en el designio santo de Dios para la mujer: fue ayuda idónea en el ministerio de su esposo, servidora fiel de su iglesia local y, mediante la fuerza divina en su pluma, edificadora de la iglesia universal. Esta mujer, que se mantuvo anegada en la Palabra, desplegó su inteligencia y su talento literario en obediencia al propósito divino, sin romper con su diseño bíblico como mujer.
Hoy muchas mujeres conservadoras de la iglesia contemporánea han encasillado a sus congéneres piadosas del Siglo de Oro o de la era puritana en un cuadro hermoso, pero limitante. A las que no contradecían a sus esposos en público se les juzga sumisas, y a las que hablaban poco se las considera sabias, aunque tal vez su silencio se debía a la falsa idea de que no tenían nada relevante que aportar. Así, las hemos reducido a hornear pan y tejer mantas, tareas que son nobles, pero insuficientes para definir su llamado más profundo.
El eco de Anne Dutton no se limita a cartas o tratados; su teología se encarnó en comunidades de creyentes que hallaban en sus escritos un modo de comprender su propia experiencia. Para la gente común, que escuchaba los sermones de Whitefield en las plazas o leía con devoción los panfletos de Wesley, la voz de Dutton daba a conocer una gracia que no depende de la volubilidad humana, sino del designio eterno de Dios.

Esa convicción sostenía a artesanos, mujeres, campesinos y familias enteras, para quienes la elección no era solo un concepto abstracto, sino el cimiento de su perseverancia diaria. Por medio de sus escritos no solo dialogó con teólogos de renombre, sino que marcó la vida práctica de congregaciones que aprendieron a orar, trabajar y esperar en la gracia inmutable.
Hoy, redescubierta por estudios contemporáneos, Anne Dutton ha suscitado un interés renovado tanto en la academia como en instituciones eclesiásticas. Ejemplo de ello es la tesis doctoral de Michael Sciretti en Baylor University, que examina su labor de acompañamiento espiritual a través de cartas y tratados; o la conferencia impartida por Tim Whelan en el Centre for Baptist Studies de Oxford (2023), donde se analiza la historia editorial y el alcance literario de su obra.

A este interés se suma el proyecto Nonconformist Women Writers 1650–1850 (Mujeres escritoras no conformistas 1650-1850), que ha compilado la bibliografía completa de Dutton y examina su producción en el marco de la disidencia femenina. Estos trabajos, junto con investigaciones comparativas sobre su lenguaje himnódico y estudios de teólogos bautistas contemporáneos como Michael Haykin, muestran el creciente reconocimiento institucional de su legado.
En este contexto, Dutton se perfila como una figura histórica en quien se armonizan erudición y devoción, convicción y ternura, sabiduría y obediencia, y en quien la fuerza de la letra y la prosa se entrelazan con la teología. Su femineidad, lejos de diluirse, abraza con firmeza su diseño y propósito, desplegando dones y talentos en fidelidad al llamado divino. Su eco no se apaga: vibra en el cruce entre teología y literatura, recordándonos que la fe puede expresarse con la belleza de la palabra y la solidez de la doctrina.
Referencias y bibliografía
Letter to the Reverend Mr. John Wesley, in Vindication of the Doctrines of Absolute, Unconditional Election, Particular Redemption, Special Vocation, and Final Perseverance (1742) de Anne Dutton
Letter to the Reverend Mr. George Whitefield, on the Doctrine of Sinless Perfection (1742–1743) de Anne Dutton
A Narration of the Wonders of Grace, in Verse. Divided into Six Parts (1734) de Anne Dutton
Sixty-One Hymns, Composed on Several Subjects (1734) de Anne Dutton
Selected Spiritual Writings of Anne Dutton: Autobiography (2003) de Anne Dutton. Ed. por JoAnn Ford Watson. Macon: Mercer University Press.
Freedom of the Will (1754) de Jonathan Edwards
The Cause of God and Truth (1735–1738) de John Gill
A Plain Account of Christian Perfection (1766) de John Wesley
The Method of Grace (1740) de George Whitefield
Historia del cristianismo. Volumen II: La expansión de la fe cristiana, desde la Reforma hasta los tiempos modernos (1994) de Justo L. González. Miami: Editorial Unilit.
Reason, Grace, and Sentiment: A Study of the Language of Religion and Ethics in England, 1660–1780 (1991) de Isabel Rivers. Cambridge: Cambridge University Press.
Nonconformist Women Writers, 1650–1850 (2011) de Jennifer C. Snead. Cambridge: Cambridge University Press.
Anne Dutton: A Spiritual Biography (2003) de JoAnn Ford Watson. Macon: Mercer University Press.
Selected spiritual writings of Anne Dutton, Volume 2 | Google Books
Two Defences for Women’s Writing de Anne Dutton | Nonconformist Women Writers 1650–1850
The Spiritual Direction Ministry of Calvinistic British Baptist Anne Dutton (2009) de Michael Sciretti. PhD diss., Baylor University.
The Lispings of a Babe? Anne Dutton’s Publishing History and Literary Legacy de Timothy Whelan. Ponencia presentada en el Centre for Baptist Studies Seminar, Regent’s Park College, University of Oxford, 8 de junio de 2023.
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