El artículo El auge del individualismo, publicado en BITE Project, describe este fenómeno con claridad: la felicidad y la comodidad se han convertido en los ideales más altos de vida para las nuevas generaciones, desplazando metas colectivas como el matrimonio, la familia o el compromiso comunitario. Este cambio no ha pasado desapercibido para la Iglesia cristiana. En palabras de Carl Trueman, profesor en Grove City College, “el individualismo expresivo impregna la vida cristiana moderna”, y esto ocurre incluso dentro del culto.
¿Qué es esto de “individualismo expresivo”? Él lo define como la tendencia a definir la identidad desde el interior, por medio de emociones, deseos y aspiraciones personales, y a exigir reconocimiento externo para esa identidad subjetiva. Así que, lejos de quedar confinado a las esferas del entretenimiento o el consumo, este fenómeno también ha impactado profundamente la forma en que los cristianos entienden la adoración. A medida que la sociedad se vuelve más centrada en el yo, muchas iglesias han adoptado una adoración más subjetiva, emocional y, a menudo, desconectada de su dimensión congregacional. Lo que antes era eminentemente comunitario ha comenzado a fragmentarse en experiencias individuales.
Teniendo en cuenta este contexto, resulta urgente examinar cómo la adoración congregacional ha sido afectada por este cambio cultural y qué criterios se pueden tener en cuenta para recuperar este medio de gracia que el Señor ha dispuesto para que lo exaltemos, nos edifiquemos unos a otros como hermanos y, por medio de esto, lo glorifiquemos a Él.
Cuando el “yo” eclipsa al “nosotros”
Uno de los ámbitos donde este individualismo se manifiesta con mayor claridad es en la música de adoración. En el blog de 3rd Day, se puede encontrar un análisis revelador bajo el título ¿Es la adoración moderna egocéntrica? Al tomar un conjunto de 50 letras de canciones de cinco compositores —Isaac Watts, John Newton, Hillsong Worship, Bethel Music y Elevation Worship—, se evidenció una disminución del 79.5% en el uso de pronombres en plural como “nosotros” o “nuestro”, desde el más antiguo hasta el más actual. El autor concluyó: “El próximo grupo de adoración que aparezca en escena habrá acabado con los pronombres en plural en la adoración”. Las cifras se ven así:

Como lo hice también en ¿Adoración o autoayuda? El debate sobre la música de adoración contemporánea, sumé a estos resultados un análisis sobre el uso de pronombres en 50 salmos en inglés. ¿El resultado? Mientras que los salmos reflejan un 74.5% de lenguaje individual y un 23.5% comunitario, los artistas modernos alcanzan hasta un 93.2% de enfoque individual.
Ahora, si en el análisis que hice de los salmos también hubiera tenido en cuenta términos que hacen referencia a una comunidad (como los términos en inglés para asamblea, congregación, pueblo, nación, Israel, Sion, Jerusalén, santos, justos, los rectos, hermanos, tribus, todos, cada uno), el promedio del enfoque en el “yo” disminuiría a 70.8%, y las expresiones comunitarias se quedarían con el 29.2%. Esto muestra que lo que antes era una invocación colectiva al Dios de Israel, ahora tiende a convertirse en una expresión emocional de cada adorador.
La introspección no es negativa en sí misma; de hecho, los salmos están llenos de ella. Pero cuando se convierte en el centro, se desvirtúa el propósito de la adoración. Al respecto, Trueman dice:
Muchos cristianos ven la adoración como un momento para “expresarse”; al hacerlo, destacan los beneficios de la “espontaneidad”, los arreglos musicales que apelan a las emociones o las letras centradas en sentimientos en primera persona del singular. Esto es una muestra evidente de que el cristianismo moderno está profundamente moldeado por el individualismo expresivo.

Sin embargo, Trueman, quien también es autor del libro El orígen y el triunfo del ego moderno, no nos lleva a pensar solamente en “blanco” o “negro” con respecto al individualismo expresivo; más bien, nos insta a ver en qué tono de gris podríamos estar. Él no solo evidencia el auge del “yo” en la adoración moderna; también nos invita a no convertirnos en el fariseo que entra en la sinagoga y le da gracias al Señor porque él “no es como los demás hombres”.
Sí, es fácil apuntar a los cantos contemporáneos y culparlos de ser demasiado emocionales, espontáneos y hasta egocéntricos. Pero hay algo más inquietante: incluso quienes defienden estilos más tradicionales podrían estar haciéndolo por pura preferencia personal, no por convicción teológica. Al respecto, dice:
Si uno de los elementos centrales del individualismo expresivo es la noción de que el individuo toma decisiones sobre la vida basándose en preferencias personales, no hay razón para suponer que la elección tradicionalista de, por ejemplo, la liturgia del Libro de Oración Común en lugar de los cantos modernos sea en sí misma una evidencia irrefutable de que el individualismo expresivo no está presente. Las palabras pueden ser superiores y teológicamente más sustanciosas, pero eso no significa que mi elección no esté motivada principalmente por preferencias estéticas personales, en lugar de un valor verdaderamente objetivo.
Aquí está la pregunta clave que debemos hacernos: “¿Por qué adoramos?” No “nosotros” como una noción abstracta del pueblo de Dios, sino “nosotros” como individuos. ¿Adoramos para sentirnos bien o adoramos como respuesta al ser y a la obra de un Dios santo, y así conformamos nuestras vidas (y entendemos nuestras experiencias y sentimientos) a la luz de ese Dios? A menos que sea lo segundo, estamos permitiendo que nuestra complicidad en el individualismo expresivo sea la que guíe nuestra adoración.
El problema, entonces, no es solamente el estilo musical, sino la motivación que lo sostiene. ¿Qué buscamos cuando adoramos? ¿Conmovernos? ¿Sentirnos en paz? ¿O responder con reverencia a la gloria de Dios? Por lo mismo, vale la pena ahondar en lo que es la adoración congregacional y entender su importancia.

Más que emociones: la adoración como acto comunitario
La adoración no es simplemente una expresión emocional. En el libro La adoración, editado por Fabio Rossi y escrito por un total de 10 influyentes teólogos contemporáneos, Sugel Michelén afirma que la adoración es una forma de reflejar la imagen de Dios en nosotros: “proclamamos Su gloria y nos relacionamos con Él en una dimensión más plena de amor y comunión íntima”. Pero también es un acto eclesial. En el mismo libro, Juan Sánchez señala siete principios para la adoración congregacional, y cuatro de ellos son: la adoración verdadera se centra en Dios, se enfoca en Jesús, es empoderada por el Espíritu y se basa en la Palabra. Esto significa que la adoración debe nacer desde la revelación de Dios y no desde nuestras preferencias personales.

Trueman nos da un ejemplo de esto en su reflexión del Salmo 88:
El estado psicológico interno del salmista debe interpretarse siempre, en última instancia, a través del filtro de la revelación de Dios. Incluso el Salmo 88, el más sombrío y con las expresiones más dolorosas de desolación, se dirige a Dios desde el principio por su nombre de pacto. La desesperación aún debe situarse dentro del contexto del compromiso del pacto de Dios con Su pueblo. Sin embargo, en el mundo del individualismo expresivo, la verdad de las emociones no se encuentra en su conformidad con la revelación divina, sino en la sinceridad de su expresión. Cuando esto caracteriza a un canto de adoración, ya sea en sus letras o música, es altamente problemático.
Eric Reeves, pastor de adoración en la Primera Iglesia Bautista de Westwego, Luisiana, profundiza en esta idea al decir: “Creo que la adoración colectiva es el propósito más importante de la congregación local (...); es cuando el cuerpo se reúne con el único propósito de adorar a Dios juntos”. La adoración individual, aunque necesaria, debe ser una extensión de la adoración comunitaria, no su reemplazo. La iglesia no se reúne cada domingo como una suma de experiencias individuales, sino como un solo cuerpo que se presenta ante su Rey.
Desde esta perspectiva, el culto dominical es uno de los pocos momentos en que los creyentes se reúnen para escuchar la Palabra, cantar juntos, confesar, orar y participar de la Cena del Señor. Cuando este momento se reduce a una “experiencia personal de adoración”, se pierde parte de su esencia.

De la industria al altar: ¿quién elige lo que cantamos?
La adoración congregacional también está siendo moldeada por la industria musical. El estudio From the Playlist to the Pews (De la lista de reproducción a las bancas) revela que las “cuatro grandes” marcas de música afiliadas a iglesias (Bethel, Elevation, Hillsong, Passion) dominan casi todas las canciones nuevas que se cantan en la mayoría de congregaciones. Otras estadísticas revelan que casi el 100% de las canciones nuevas más cantadas en las iglesias entre 2010 y 2020 estuvieron vinculadas a esas megaiglesias.
Un dato sorprendente que revela este estudio es que los líderes de adoración no están apercibidos de cuán condicionadas están sus decisiones por el mercado; creen que sus decisiones son autónomas, pero en realidad suelen ser actores clave dentro de este sistema. La encuesta realizada a 412 líderes de adoración en 2022 reveló que, aunque inicialmente decían no tener preferencias por marcas específicas, sus respuestas cambiaban al identificar nombres concretos. Esto sugiere que la familiaridad y la prueba social tienen más peso de lo que reconocen.

Además, la mayoría afirmó descubrir nuevas canciones a través de experiencias como eventos en vivo, listas de reproducción personales o solicitudes de pastores, mientras que mostraban escepticismo frente a medios comerciales como la radio cristiana o la publicidad. Lo que ellos no saben es que, al menos en la industria musical cristiana de Estados Unidos, existe un arquetipo de oyente llamado “Becky” —una mujer de entre 35 y 54 años que escucha radio cristiana y asiste a conciertos— que moldea las decisiones de las estaciones, las cuales a su vez alimentan los algoritmos de plataformas como Spotify. Así, una canción promovida en radio termina influyendo en lo que los creyentes escuchan y, eventualmente, en lo que las iglesias cantan.
Esto ha generado un modelo industrializado que limita la diversidad teológica y estilística del repertorio congregacional. En otras palabras, las canciones que el pueblo de Dios canta en adoración están siendo grandemente modeladas por dinámicas de consumo, no por su fidelidad bíblica. Nelson Cowan, director del Centro para la Adoración y las Artes de la Universidad de Samford, describe este canon de canciones como: “Un testimonio limitado de la diversidad del Reino de Dios. Expresiones limitadas de la belleza, a causa de un sonido moldeado por el mercado”.
Así pues, la selección de canciones ya no responde simplemente a criterios pastorales, sino también a presiones del mercado, el algoritmo y la marca. Chris Juby, compositor y gerente de Jubilate Hymns —una editorial británica de música cristiana en el Reino Unido—, advierte: “La gama de [música] que podría tener éxito a través de esos canales es mucho más estrecha que la gama de lo que la Iglesia debería estar cantando”.

Discernir con sabiduría: cómo elegir canciones congregacionales
Frente a este panorama, el desafío es claro: los líderes de adoración deben ejercer un discernimiento pastoral más riguroso, recuperar una teología del canto congregacional y resistir la tentación de elegir canciones solo por su atractivo inmediato o por su rendimiento digital. La Iglesia no puede dejar que el algoritmo decida su liturgia. Como pueblo redimido, estamos llamados a cantar “con el entendimiento”, no solo con el impulso de la moda (1 Co 14:15).
Jonathan Powers, profesor adjunto de adoración y decano asociado del Seminario Teológico de Asbury, advierte: “Mucha gente está obteniendo su teología de la música. Hay una piedad que se forma con la música en la Iglesia: ideas sobre quién es Dios, qué hace Dios”. Si esto es así, la selección musical no es un asunto menor; es y debería ser uno de los puntos más críticos en el ministerio de adoración.

En un conversatorio virtual sobre Teología de la adoración, Jonathan Jerez, Fabrizio Rodulfo y Sergio Villanueva ofrecieron algunos principios valiosos que pueden tener en cuenta no solo quienes lideran la adoración en sus congregaciones, sino los cristianos en general. Estos son:
1. Que la doctrina sea el combustible para el fuego: la emoción no es el problema, pero debería ser sostenida por verdades bíblicas.
2. Letras teológicamente claras: la música debería acompañar la letra, no reemplazarla, y la letra tiene que comunicar el Evangelio explícitamente, mientras la música lo facilita. “La música no transforma corazones, la Palabra de Dios sí”, afirmó Rodulfo.
3. Una dieta musical balanceada: Se recomienda que la adoración incluya “platos fuertes” (canciones con contenido teológico profundo), “ensaladas” (himnos con confesión y verdad) y “postres” (cánticos espirituales más simples que deleitan el alma). “Si sirves solo postres, estás alimentando mal a la congregación; si sirves solo carne, algunos no la van a poder digerir”, señaló Sergio Villanueva.
4. No todas las canciones son apropiadas para el culto: algunas letras pueden ser válidas para la vida personal, pero no edifican comunitariamente ni son teológicamente sólidas.
5. Más que como líder de adoración, pensar como pastor: se recomienda revisar canciones con preguntas como: ¿Reflejan la verdad bíblica? ¿Pueden ser causa de tropiezo? ¿Tienen frases equívocas? Según la madurez, el trasfondo y la tradición de esta congregación, ¿van a edificar a sus miembros o a distraerlos?
6. No descartar canciones por su longitud o simplicidad: el Salmo 117 es muy corto y el Salmo 119, muy extenso, pero lo importante es la verdad que comunican y su función dentro de la liturgia.
7. La madurez cristiana se refleja en la facilidad para ser edificado: un creyente maduro es edificado fácilmente; no necesita que todas las canciones estén en su estilo o sean de su tradición favorita.
8. Unidad en medio de la diversidad: en la adoración congregacional no se debería imponer un solo estilo. Se puede aprender y tomar lo bueno de diferentes tradiciones musicales cristianas si se filtra con discernimiento teológico.
9. Cristocentrismo en toda canción: las canciones deben apuntar a la gloria de Cristo. Las canciones antropocéntricas (centradas en el “yo”) deberían ser reevaluadas.

Conclusión: redescubrir el “nosotros” del culto
La adoración congregacional está en crisis, no por falta de creatividad o tecnología, sino por exceso de individualismo. Si no reconocemos cómo la cultura ha permeado nuestras líricas, liturgias y selecciones musicales, seguiremos alimentando una espiritualidad aislada, sin comunidad, sin corrección, sin Iglesia. La adoración centrada en el yo es una señal de que el mundo ha entrado por la puerta del templo, y la única forma de resistir esa corriente es volver a la Palabra, cultivar el discernimiento y cantar con humildad, no para reafirmar lo que somos, sino para recordar a quién pertenecemos.
Pero hay esperanza. Si cantamos juntos, si leemos la Palabra juntos, si oramos juntos, si nos edificamos unos a otros en salmos, himnos y cánticos espirituales (Col 3:16), entonces redescubriremos la belleza del “nosotros”. Adorar en comunidad transforma; nos recuerda que no somos cristianos aislados, sino parte de un pueblo redimido. En palabras de Sugel Michelén, “Dios quiere que Su pueblo le alabe cantando (...) porque ese canto es una manifestación tangible de la obra del Espíritu en nuestro ser interior”.
John Newton no escribió Amazing Grace como una expresión privada, sino como una proclamación de la gracia divina que todos podían cantar juntos. Juby también acotó: “Las canciones de adoración llevan tanta carga litúrgica que deberían ser seleccionadas con sumo cuidado. No se trata solo de lo que suena bien, sino de lo que la Iglesia necesita cantar”. La adoración congregacional nos forma como cuerpo, nos disciplina espiritualmente y nos recuerda el Evangelio.
Así que no se trata de apagar la voz individual, sino de sumarla al coro del pueblo redimido. Como dijo Sugel Michelén: “Todo lo que se requiere es un corazón creyente y una garganta dispuesta para dar a Dios la gloria debida a Su nombre”.
Nota de la autora: Para el análisis mencionado de los pronombres, se tuvieron en cuenta los salmos 4, 5, 6, 7, 12, 13, 15, 17, 20, 21, 23, 27, 28, 41, 43, 47, 48, 51, 52, 54, 57, 59, 60, 61, 66, 67, 70, 76, 77, 84, 88, 94, 98, 100, 111, 115, 120, 121, 122, 126, 129, 132, 135, 137, 140, 143, 144, 145, 147, 149, versión New American Bible. Los títulos de las 50 canciones por artista que se usaron para el estudio de 3rd Day han sido listados en la entrada de blog ya mencionada, la cual aparece referenciada al final.
Referencias y bibliografía
El auge del individualismo | BITE Project
Expressive Individualism and the Church de Carl Trueman | 9Marks
Is Modern Worship Self-Centered? | 3rd Day
Teología de la adoración 2 - Jonathan Jerez, Fabrizio Rodulfo y Sergio Villanueva | YouTube
From the Playlist to the Pews | Worship Leader Research
La adoración | Coalición por el Evangelio
What is Worship? Marrying Corporate and Individual Worship de Eric Reeves | SBC Voices
Enough With Me-Centered Worship Music | RELEVANT
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