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Durante el Día de Acción de Gracias, millones de estadounidenses y canadienses, y ahora otros más alrededor del mundo, se reunirán en familia para comer y celebrar uno de los días más importantes en la tradición norteamericana. Pero la mayoría de los que celebran este día no pensarán mucho en los creyentes o en los indígenas que le dieron origen a esta fiesta.
El principio en el Mayflower
Todo empezó con los Peregrinos Puritanos que viajaron en el barco Mayflower y desembarcaron en Cape Cod, Massachusetts, en 1620. Estos cristianos devotos, llamados “Puritanos Separatistas”, que eventualmente abordaron el Mayflower, habían renunciado a la Iglesia Anglicana en Inglaterra y huyeron de su tierra natal en busca de la tolerancia religiosa de Holanda. Salieron también de Holanda porque temían no poder criar niños con ideas afines a sus creencias en una cultura que consideraban poco apropiada, y porque al parecer era increíblemente difícil ganarse la vida allí. Los nuevos migrantes, en resumen, fueron peregrinos antes de convertirse en colonos; fue una peregrinación espiritual y no principalmente geográfica.
Pero, contrario a lo que se piensa hoy, estos peregrinos no eran patriotas, capitalistas o creyentes estadounidenses en la libertad religiosa, como lo entendemos hoy en día. Ni siquiera fueron los primeros en llegar a este territorio o en celebrar un día de acción de gracias; otros europeos ya habían organizado servicios en Florida, Maine y Virginia, pero la celebración de estos peregrinos le daría origen al Día de Acción de Gracias que conocemos hoy.
Durante el primer invierno que los peregrinos pasaron en Norteamérica, murieron 44 de los 102 colonos originales. En un momento, la ración diaria de comida se redujo a cinco granos de maíz por persona, pero luego llegó un comerciante inesperado, intercambiándoles pieles de castor por grano, cubriendo su grave necesidad e impidiendo que murieran de hambre.
Un momento para dar gracias
Posteriormente, a finales de septiembre o principios de octubre de 1621, los peregrinos celebraron su cosecha recién recolectada. Uno de los colonos, — Edward Winslow (1595-1655) — registró que comían algún tipo de “ave”, muy probablemente un ganso o pato. El festín también pudo haber incluido mariscos, tal vez anguila y vegetales como nabos y zanahorias, que en su mayor parte habían sido provistas por la tribu indígena invitada de los Wampanoag.
No se sentaron frente a sus contrapartes nativas en una mesa larga. Algunos afirman que deberíamos imaginar una fiesta al aire libre en la que casi todos estaban sentados en el suelo y comiendo con las manos.
La cosecha del siguiente verano trajo esperanza, y el gobernador William Bradford (1590-1657) decretó que el 13 de diciembre se reservara como un día de fiesta y oración para mostrar la gratitud de los colonos porque aún continuaban con vida. Junto con el festejo y los juegos de los colonos y más de 80 aborígenes amigos que se sumaron a la fiesta, las oraciones, los sermones y las canciones de alabanza fueron centrales en la celebración.
Estos peregrinos dieron gracias a Dios por su provisión al hallar tierra despejada para establecerse, por el hecho de no haber encontrado hostilidad en esa área, por la libertad de practicar su fe y por la provisión divina de un intérprete para comunicarse con los indígenas a su alrededor.
A partir de ese momento, el Día de Acción de Gracias ha sido una ocasión para agradecerle a Dios por su amor y provisión. En 1863, el presidente Abraham Lincoln (1809-1865) dejó oficialmente libre el último jueves de noviembre como “un día de acción de gracias y alabanza a nuestro benévolo Padre”.
En 1941, el Congreso dictaminó que, después de ese año, el cuarto jueves de noviembre se celebrara el Día de Acción de Gracias y se convirtiera en un feriado legal. De forma temporal, las generaciones posteriores de estadounidenses lograron convertir aquella fecha en un tiempo de adoración y agradecimiento centrados en la fe, pero finalmente aquello se desvaneció al darle un mayor enfoque tanto a las comidas familiares como a los juegos de fútbol y el consumismo.
Se ha dejado su tradición espiritual y se le ha convertido en otro feriado más, que anticipa la temporada del año en la que hay mayor consumismo. Así, se ha desdibujado el sentido original de la conmemoración.
¿Un Día de Acción de Gracias hoy?
Entonces, ¿cuál debería ser el enfoque correcto del Día de Acción de Gracias? Algo que es necesario rescatar de esta celebración es la preocupación que todos deberíamos tener por el pasado. El pasado y la historia fueron guiados por el Señor y eso debería despertar nuestro interés por ella.
En esa misma línea, debemos recordar que la fe, las dificultades y la necesidad de encontrar espacios para adorar al Señor, fueron retos con los que otros creyentes en el pasado tuvieron que lidiar. Pero, a diferencia de muchos cristianos de ayer, como los peregrinos, hoy estamos demasiado cómodos en este mundo. Los cristianos en los países en los que se celebra Acción de Gracias raramente tienen que pasar por necesidades. Los Peregrinos, entonces, nos enseñan a poner nuestras mentes en las verdades de Dios y a acumular tesoros en el cielo.
Por otro lado, la historia del día de Acción de Gracias nos recuerda que como creyentes debemos marcar posiciones firmes en contra de la cultura materialista que nos hace olvidar que no podremos evitar el envejecimiento, la enfermedad y la muerte, que sí tenían en mente los primeros en celebrar esta fiesta. Debemos recordar que somos "peregrinos y extranjeros" en esta sociedad y que, por mucho que la amemos, no somos de aquí.
La tierra prometida para los creyentes no es vivir en una sociedad desarrollada y próspera, o tener abundancia de bienes materiales. Nuestra tierra prometida está en la infinita abundancia espiritual del evangelio y en la morada que Cristo está preparando para nosotros. Nuestra final y auténtica cena de Acción de Gracias será el día en el que finalmente Cristo y su iglesia sean reunidos para habitar eternamente. Mientras tanto, celebremos esa verdad.
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