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El metodismo es probablemente uno de los movimientos protestantes más grandes e influyentes de la historia. La iglesia metodista está hoy presente en más de 180 países en los cinco continentes y su importancia e influencia sobre el protestantismo en general y en la cultura es mucho más amplia e importante de lo que muchos pueden percibir.
Jóvenes devotos
Las iglesias metodistas derivan su nombre de un apelativo despectivo que se le impuso a un grupo de estudiantes ingleses del siglo XVII, cuya piedad y disciplina espiritual era muy característica. De este grupo surgieron los fundadores del movimiento. El nombre “metodista” se consolidó para referirse a toda la denominación. Pero para hablar del metodismo, sin duda tenemos que remontarnos a John Wesley, quien nació en 1703 en la pequeña población de Epworth en el noreste de Inglaterra.
Wesley sería educado en Oxford y fue ordenado en la Iglesia de Inglaterra en 1725. En Oxford se uniría a su hermano Charles Wesley (1707-1788) y a otro grupo de estudiantes en la labor de visitar a los presos, cuidar de los enfermos, estudiar seriamente las Escrituras y orar. Debido a su devoción estricta y su lucha en contra del creciente deísmo en la Universidad, y aunque también se autodenominaban el “Holy Club” (Club Santo), se les impuso el apodo de “metodistas.”
Pero en 1735, los dos hermanos, John y Charles Wesley, viajaron a América para servir en la colonia británica de Georgia, en donde se esperaba también que ayudaran en la evangelización de los indígenas americanos. Sin embargo, después de una misión frustrada allí, regresaron a Inglaterra. En poco tiempo los dos hermanos tendrían contacto con algunos moravos que se preparaban para ir como misioneros a América. El contacto con estos hermanos condujo a Charles y posteriormente a John a una dramática conversión, a pesar de profesar la fe desde la infancia.
A partir de entonces, la vida de John Wesley cambiaría radicalmente. Poco tiempo después se reunió nuevamente con su antiguo compañero metodista George Whitefield (1714-1770), quien invitó a John a la ciudad de Bristol para predicar en medio de una comunidad empobrecida. Sin embargo, esta invitación tenía una particularidad: tendría que ser al aire libre, algo que de entrada no le agradaba mucho a Wesley, ya que había sido educado en un ambiente eclesiástico que veía que la Biblia debía predicarse en los templos y no en otro lugar. Pero, a pesar de la resistencia de Wesley, este tipo de predicación se haría más y más popular hasta convertirse en un sello distintivo de estos ministros y en parte esencial del posterior avivamiento metodista.
Wesley y Whitefield trabajaron incansablemente a lo largo de toda Inglaterra y, posteriormente, en el resto del Reino Unido, especialmente entre aquellos olvidados por la iglesia oficial, como los pobres, los campesinos y los trabajadores. Charles Wesley también hizo un gran aporte a la expansión del movimiento al componer al menos 6.000 himnos que dotaron la nueva corriente de una vitalidad y un espíritu renovadores.
Tensión y ruptura
Sin embargo, a medida que el movimiento se expandía más y más, comenzaron a crearse tensiones entre los Wesley y Whitefield, y junto con ellas también se dificultó la relación con la iglesia de Inglaterra, pues los tres hombres eran ministros ordenados, pero realizaban muchas de sus actividades fuera del marco eclesiástico oficial.
El momento más álgido en la difícil relación de los predicadores llegó en 1784 debido a diferencias soteriológicas: Wesley era arminiano y Whitefield calvinista, pero también por diferencias en la definición de la “justificación imputada” y la visión perfeccionista en la santificación que tenía Wesley. La separación definitiva entre metodistas arminianos, seguidores de Wesley, y calvinistas, seguidores de Whitefield, se dio seis meses después del fallecimiento de Whitefield, con la consecuencia de la desaparición casi total del “metodismo calvinista.”
El metodismo se extendía rápidamente por América, gracias en parte a los varios viajes evangelísticos que realizó George Whitefield, mientras las colonias se independizaban y se convertían en los Estados Unidos de América. El crecimiento metodista en América requirió de más ministros ordenados de la Iglesia de Inglaterra, pero el obispo de Londres se negó a ordenar a un metodista como ministro en los Estados Unidos.
Este hecho hizo que John Wesley se sintiera obligado a tomar una decisión, así que él mismo nombraría a Thomas Coke (1747-1814) como el primer superintendente metodista y de paso nombró a otros dos hombres como presbíteros. En ese mismo año, 1784, se nombró a otros 100 hombres para gobernar la Sociedad Metodista. De esta manera, nació oficialmente la Iglesia Metodista.
Sin embargo, la ruptura definitiva con la Iglesia de Inglaterra se dio en el año 1795, cuatro años después de la muerte de Wesley. Aunque la intención de los metodistas no era crear una ruptura definitiva con la Iglesia de Inglaterra, su capacidad de crecimiento y su vigor la lanzaron rápidamente por Irlanda, Escocia y Gales.
Expansión americana
Los metodistas calvinistas desaparecieron casi en su totalidad. Solo permanecieron algunos en la región de Gales, donde la Condesa de Huntingdon (1707-1791), una amiga de Whitefield, auspició la fundación de iglesias. Muchos atribuyen el predominio del metodismo wesleyano al talento organizacional de Wesley, el cual proveyó una base doctrinal sólida, lugares de reunión y una estructura para reuniones en casas, llamadas “sociedades metodistas.”
En América, el metodismo fue introducido principalmente por inmigrantes irlandeses que se habían convertido gracias a la predicación de John Wesley. Wesley mismo envió predicadores a continuar con la obra, entre los cuales quizá el más famoso fue Francis Asbury (1745-1816), un herrero, que llegó a América en 1771. Asbury fue clave en la expansión del metodismo ya que adaptó los principios metodistas a las realidades americanas. Asbury también llegó a apoyar la Revolución, contrario a Wesley, quien no apoyaba el establecimiento de una nueva nación. Tras la independencia, en América se fundaría la Iglesia Metodista Episcopal, con Thomas Coke y Francis Asbury como obispos.
Durante las siguientes décadas, el metodismo se seguía expandiendo gracias a predicadores itinerantes que llevaban un evangelio sencillo hasta los límites del país. El impacto del movimiento fue tal que los metodistas superaban a los bautistas en una proporción de 10 a 6 y en igual proporción a la membresía combinada de presbiterianos, congregacionalistas, episcopales, luteranos e iglesias reformadas.
Controversias
Pero pronto los metodistas en América se vieron inmersos en las controversias alrededor del tema de la esclavitud. La situación política y social de los Estados llevaría a la fundación de algunas iglesias enfocadas en las personas de color. La primera de ellas sería la Iglesia Metodista Episcopal Africana, fundada en 1821, seguida por la Iglesia Metodista Africana de Sión del mismo año. La división llegó a ser tan importante, que incluso se crearían dos organismos distintos para regir a iglesias metodistas de color e iglesias metodistas para blancos.
Mientras tanto, al otro lado del Atlántico en las Islas Británicas, el metodismo se expandía rápidamente. Esto ocurría especialmente en las zonas industriales en crecimiento en las que la fe metodista ayudaba a los hombres y a las mujeres a soportar los rigores económicos y las fuertes condiciones laborales.
A medida que el metodismo crecía en el Reino Unido y en los Estados Unidos, se expandía también por otros territorios. Después de ser introducido por metodistas estadounidenses y luego reforzado por metodistas británicos, el movimiento llegó a Canadá. En el transcurso del siglo XIX se extendió a los países nórdicos, Francia, las colonias británicas en el Caribe, Alemania, Rusia, Hungría, varios territorios de África, China, India y otros países de Asia. También a Australia, Nueva Zelanda y varios territorios de Oceanía. A Latinoamérica llegó oficialmente a Brasil en 1867, a México en 1872 y luego al resto del continente.
Hoy en día, el metodismo cuenta con alrededor de 80 millones de miembros que están repartidos en 138 países a través de los cinco continentes y que están agrupados principalmente en el Consejo Metodista Mundial.
Cuadrilátero y Orden
Para comprender la base de la doctrina metodista debemos remontarnos de nuevo a John Wesley. Wesley nunca sistematizó su teología y todo su pensamiento está basado en sus sermones, cartas, artículos y libros. Sin embargo, es claro que, en consonancia con el protestantismo en general, el núcleo de la fe cristiana para Wesley debía estar basado primariamente en la Escritura.
Después de ello, para Wesley esa base bíblica debía estar ‘de acuerdo con la tradición ortodoxa cristiana’, especialmente con los Padres de la Iglesia orientales. Al ser un hombre práctico, Wesley también creía que la ‘experiencia personal’ era importante en la construcción de la fe colectiva de la iglesia. Por último, Wesley consideraba que la fe también debería poder ser ‘entendida racionalmente’ con la ayuda del Espíritu Santo, es decir, que la fe no podía divorciarse de la razón. Esta interacción entre Biblia, razón, tradición y experiencia, es lo que se conoce hoy como el “Cuadrilátero Wesleyano.” Vale la pena notar que este Cuadrilátero no fue desarrollado por el mismo Wesley, sino por Albert C. Outler (1908-1989), quien interpretó las enseñanzas de Wesley y las sistematizó en esta figura.
También el Ordus Salutis u Orden de Salvación de Wesley, es considerado el corazón de la teología, y en específico de la soteriología arminiana wesleyana. Este se compone de cuatro fases de la gracia de Dios, que son, Gracia preveniente, Gracia convincente, Gracia justificante y Gracia santificante. Sin embargo, no se trata de cuatro gracias, sino cuatro etapas de la gracia de Dios.
Ser metodista se podría resumir en los siguientes rasgos distintivos. Primero, se debe mantener la creencia de que todos pueden ser salvos y estar seguros en el amor de Dios. Segundo, un metodista busca vivir una vida santa siempre buscando la perfección en amor mientras considera que la iglesia debe ejercer como un movimiento de laicos. Tercero, el metodismo se considera un movimiento de canto y de grupos pequeños. Cuarto, también son muy importantes la lectura y los estudios bíblicos. Finalmente, los metodistas consideran al cuadrilátero wesleyano como la base de su doctrina. Todas estas creencias deben ser renovadas cada año por un pacto con Dios.
En cuanto a su organización, la estructura metodista puede variar de acuerdo a cada país, pero en general cada congregación es parte de una conferencia nacional con un obispo y de un distrito con un superintendente, el cual abarca administrativamente de 40 a 80 congregaciones. La congregación local es gobernada por una junta de administradores o conferencia de cargo con un concilio que actúa como agente supervisor todo el año.
El legado del metodismo nos enseña que la iglesia no puede ser contenida en templos o retenida por estructuras rígidas e inflexibles. También nos enseña que la iglesia puede y debe crecer de forma natural en una santidad personal y social. Por último, también nos señala cómo podemos encontrar puntos de encuentro bíblicos para tener unidad en medio de la diversidad, lo cual es de gran importancia para la iglesia hoy.
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