Pocos días después de que el huracán Elsa arrasara el centro de Cuba, los cristianos de todas las denominaciones se unieron en una jornada nacional de oración y ayuno por su país el miércoles 7 de julio. El llamamiento se hizo después de meses de creciente tensión en la isla en medio de una grave escasez de alimentos y medicinas y cuando el número de infecciones por COVID-19 comenzó a aumentar precipitadamente y el sistema de salud, antes alabado, amenazaba con colapsar. Líderes eclesiásticos cubanos de todas las denominaciones informaron de que estaban cada vez más vigilados y habían sido interrogados y amenazados.
Cuatro días más tarde, el domingo 11 de julio, en un pueblo de las afueras de La Habana, la gente se echó a la calle y marchó de forma pacífica y entusiasta, pidiendo libertad y coreando “Patria y Vida” (título de una canción de éxito lanzada por artistas de hip hop cubanos pro-democracia a principios de este año y una vuelta de tuerca al lema del Partido Comunista Cubano “Patria o Muerte”). Gritaron al unísono: “¡No tenemos miedo!”. La manifestación fue grabada y compartida en directo a través de las redes sociales por participantes y curiosos y, en pocas horas, surgieron protestas similares con miles de personas en ciudades y pueblos de toda la isla.
La espontaneidad y la magnitud de las protestas, que no se habían visto en Cuba desde el triunfo de la revolución en 1959, cogieron desprevenido al gobierno. El presidente Miguel Díaz-Canel salió por televisión e hizo un llamamiento explícito a la violencia, diciendo a la población que daba la orden de combatir y llamando a los verdaderos revolucionarios a salir a las calles y reclamarlas por la fuerza. Los militares, la policía y los agentes de la seguridad del Estado, tanto de uniforme como de civil, inundaron las calles, atacando a los manifestantes y deteniendo a cientos de ellos.
Todavía no se conoce el número total de cubanos detenidos o desaparecidos, pero sigue aumentando. Aunque algunos han sido liberados, la mayoría siguen detenidos, incomunicados en prisiones, comisarías e instalaciones de la seguridad del Estado en todo el país. Muchos familiares de los detenidos han denunciado que el gobierno planea acusarlos de “incitación a la delincuencia” con el agravante de hacerlo durante la “calamidad pública” de la pandemia. Las penas de prisión amenazadas van de ocho a 20 años.
Debido a la naturaleza no planificada de las protestas, los que salieron a la calle eran de todas las clases sociales: cubanos de a pie, jóvenes y mayores, hombres y mujeres, y personas de todas las creencias. Mientras que algunos activistas de derechos humanos y pro-democracia se unieron a las marchas, muchos se quedaron en casa, preocupados de que el gobierno utilizara su participación como excusa para condenarlos a largas penas de prisión.
Los líderes religiosos se enfrentaron al mismo dilema. Un líder de una iglesia protestante explicó a CSW por qué había decidido quedarse en su casa, a pesar de simpatizar con los manifestantes. “Quería salir con todo mi corazón, pero llevo meses siendo vigilado por la seguridad del Estado. Sé que las autoridades buscan cualquier excusa para detenerme. Creo que puedo hacer más aquí en las trincheras de lo que hubiera podido hacer saliendo a la calle”.
El dirigente, que pidió permanecer en el anonimato por razones de seguridad, no se equivocaba. En los días que siguieron a las protestas y a las detenciones, actuó como puente, poniendo en contacto a las familias de los cristianos detenidos en su zona, incluidos pastores, otros líderes eclesiásticos y miembros de las bases, con organizaciones internacionales de defensa.
En cambio, dos pastores bautistas bereanos de la provincia de Matanzas, que ha sido una de las más afectadas por el COVID-19, decidieron marchar. Yarian Sierra Madrigal y Yéremi Blanco Ramírez, que también trabajan como tutores en el Seminario Bíblico William Carey, fueron detenidos violentamente y están incomunicados desde entonces. Un testigo dijo que vio cómo las autoridades hostigaban con perros a Sierra Madrigal mientras el pastor grababa con su teléfono la violencia policial antes de ser detenido.
En una declaración y exhortación a la oración enviada a CSW, su esposa Claudia Salazar dijo: “Mi esposo Yarian y nuestro amigo y hermano Yéremi son honrados ciudadanos cubanos. Han dedicado toda su juventud y su vida a servir a la Iglesia y a los demás. Son hombres de familia: padres amorosos, esposos amorosos, con un testimonio de vida impecable. No son ningún tipo de delincuente, ni son malvivientes como los llaman los que gobiernan este país. Son hombres de bien. Son hombres de Dios”.
A sus esposas no se les ha permitido comunicarse con los dos pastores, que según las autoridades estaban recluidos en la Prisión de Mujeres de Matanzas, pero ahora han sido trasladados a una prisión de máxima seguridad. El 15 de julio, las mujeres fueron informadas de que los casos de sus maridos habían sido entregados a la fiscalía y el lunes 19 de julio recibieron la noticia de que los dos hombres se enfrentarán a cargos penales. Las condiciones de hacinamiento y falta de higiene en las cárceles de todo el país, en medio de la pandemia, han provocado preocupación por el bienestar de todos los detenidos. Las familias de los pastores están especialmente preocupadas, dado que Sierra Madrigal aún se está recuperando de un caso grave de COVID-19 y Blanco Ramírez sufre de asma grave.
En lo que parece ser otro intento de presionar a la familia, Salazar, esposa de Yarian Sierra Madrigal, y el hijo pequeño de los dos fueron desalojados de su casa el domingo 18 de julio. El propietario dijo a Salazar que la seguridad del Estado había amenazado con confiscar la vivienda si no los echaba. Sin ningún lugar al que ir, ella y su hijo se han refugiado en su iglesia.
Castor José Álvarez Devesa, sacerdote católico romano de la provincia de Camagüey y conocido defensor de los derechos humanos y promotor de la libertad religiosa, también decidió marchar. Fue detenido y encarcelado tras recibir un fuerte golpe en la cabeza cuando intentaba ayudar a otro manifestante herido. Se acercó a la policía y solicitó asistencia médica, que le proporcionaron antes de encarcelarlo junto a otros manifestantes. Al día siguiente fue puesto en libertad bajo la custodia de su arzobispo; sin embargo, varios líderes católicos laicos y juveniles y otras personas, incluido el organista de la iglesia, de la ciudad de San Nicolás de Bari, siguen detenidos.
Aunque el gobierno cubano intentó paralizar el movimiento de protesta cortando la electricidad en algunas partes del país y bloqueando o restringiendo gravemente el acceso a Internet, las protestas han continuado. La violencia también ha continuado y, a pesar de las dificultades, algunos cubanos han conseguido subir a las redes sociales vídeos gráficos de manifestantes siendo golpeados y disparados. Al parecer, ha habido varios muertos.
Desde la década de 1960, las organizaciones religiosas cubanas, incluidas la Iglesia Católica Romana y las denominaciones protestantes, han dudado en criticar abiertamente al gobierno de cualquier manera. Las represalias por hacerlo han sido severas. Sin embargo, en los días transcurridos desde el 11 de julio, esto también ha cambiado.
La Conferencia Episcopal Católica, otros grupos católicos y las principales denominaciones protestantes, como la Liga Evangélica de Cuba, la Iglesia Metodista de Cuba y las Asambleas de Dios, han publicado múltiples declaraciones en las que condenan la invocación a la violencia por parte del gobierno, afirman el derecho a la libertad de expresión pacífica y la validez de las demandas de los manifestantes, y piden a las autoridades que los escuchen y respondan. En la última semana, las declaraciones de las denominaciones evangélicas han cobrado fuerza.
El 18 de julio, las Asambleas de Dios de Cuba publicaron una declaración en la que reafirmaban el derecho de todas las personas a expresarse a través de manifestaciones pacíficas y reiteraban el papel de los cristianos y las iglesias de ser pacificadores. La declaración también se dirigía directamente a las declaraciones del presidente Díaz-Canel:
“Rechazar la actitud del Presidente de Cuba al declarar: “La orden de combate ha sido dada”, lo cual ha desatado violentos enfrentamientos en todo el país. Un gobierno que proclama la inclusión y equidad de todos los ciudadanos ha de tener la sabiduría de propiciar el diálogo y no la confrontación entre cubanos. Creemos que consignas y convocatorias que enardezcan al pueblo, carentes de paz y cordura, no resolverán la situación en la que el país se encuentra, sino que destina a la nación a un total caos y destrucción”.
En particular, el Consejo de Iglesias de Cuba, un grupo ecuménico de asociaciones religiosas que mantiene una buena relación con el gobierno, y sus dirigentes han guardado un llamativo silencio.
Alexis Pérez, pastor de la Iglesia Bautista Nueva Vida en La Habana, dijo en una carta abierta publicada en Coalición por el evangelio:
“La razón es bíblica y sencilla: ninguna filosofía ni gobierno terrenal solucionará el problema del hombre, ni el hambre, ni la desigualdad, ni la injusticia, ni el racismo, ni ningún otro problema al que nos enfrentamos en este mundo; solo el evangelio de Jesucristo puede realmente hacer todo esto y, aún así, tendremos que esperar a llegar al otro lado de la eternidad para poder ver estas cosas en su estado perfecto. Pues aún los seguidores de Cristo en esta parte de la eternidad somos en cierta medida, inconsciente y conscientemente, parte del problema por el pecado que habita en nuestro cuerpo mortal”.
Frente a la labor de la iglesia cubana, el Pastor Pérez agregó:
“Como cristianos, debemos enfocarnos en seguir predicando el evangelio de Jesucristo a nuestro pueblo. Cuba lo necesita, ahora más que nunca, porque solo al que el Hijo hace libre es verdaderamente libre (Jn 8:36)”.
Parece claro que Cuba, que celebra un hecho clave de la historia de su revolución el lunes 26 de julio (el aniversario número 68 del asalto al cuartel Moncada), ha llegado a un punto de inflexión. Lo que suceda a continuación dependerá en parte de la severidad con la que el gobierno decida tomar medidas. Las detenciones masivas y las amenazas de largas penas de prisión parecen indicar que está siguiendo una estrategia similar a la de la Primavera Negra de 2003, cuando unos 75 activistas pro derechos humanos y pro democracia fueron detenidos en toda la isla y condenados a penas de hasta 25 años.
Sin embargo, hay marcadas diferencias entre la situación de 2003 y la de 2021. El presidente ya no es miembro de la familia Castro. A pesar de los esfuerzos del gobierno, todavía hay cierto acceso a Internet, a las redes sociales y a las aplicaciones de mensajería, y una población experta en tecnología puede comunicarse dentro y fuera de la isla de una manera que no era posible hace 18 años.
Otra diferencia fundamental es que parece estar desapareciendo el profundo temor a parecer que se critica al gobierno, que ha caracterizado a gran parte de la población, incluidas las iglesias, durante décadas. Las denominaciones protestantes que estaban profundamente divididas y desconfiaban unas de otras en 2003 se han unido desde entonces, lanzando la Alianza Evangélica Cubana en 2019. La filial de la Alianza Evangélica Mundial (AEM) se ha mantenido fuerte a pesar de las medidas punitivas del gobierno y las amenazas contra su liderazgo.
Para la mayoría del mundo hispanohablante, la situación de la iglesia en Cuba parece confusa y un tanto nublada por la falta de información, pero los últimos acontecimientos parecen mostrar que la situación de los cubanos, y de la iglesia en el país, parece estar tomando un rumbo completamente nuevo, quizás para siempre.
Con información de Christianity Today
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