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Los escritos de este hombre son un importante testimonio de muchos eventos y personajes del primer siglo que guardan relación con las narraciones del Nuevo Testamento. Su trabajo literario se considera hoy una fuente primaria para comprender mejor el mundo en el que Jesús y la primera iglesia vivieron.
Josefo el comandante
Flavio Josefo nació en el año 37 d.C en Jerusalén en una familia sacerdotal aristocrática. Según su propio relato, desde que era un niño se distinguió por su capacidad para aprender, hecho que hizo que a los 14 años fuera consultado por los sumos sacerdotes sobre asuntos de la ley judía. A los 16 Josefo se unió a una secta judía ascética que vivía en el desierto, liderada por un ermitaño llamado Bannus. No obstante, en poco tiempo se desencantó de su vida aislada y regresó a Jerusalén.
Al regresar a la Ciudad, Josefo se unió a los fariseos. Cuando tenía 26 años viajó a Roma con el objetivo de interceder ante el emperador Nerón (37-68) para que algunos sacerdotes judíos, que eran amigos suyos y que fueron capturados en una de las revueltas judías, fueran liberados, pero fue capturado y puesto en una prisión. Sin embargo, Popea Sabina (30-65), la segunda esposa del Emperador y a quien Josefo había conocido previamente, intercedió por él para que fuera liberado. Durante este viaje, Josefo quedó muy impresionado por la sofisticación de la cultura romana y por el poder de su ejército.
Cuando Josefo regresó a Jerusalén, sucedió un hecho que cambiaría para siempre su vida. En el año 66 d.C. un grupo de judíos liderados por los zelotes se rebeló contra el Imperio, derrocó al procurador romano y estableció un gobierno revolucionario, en lo que se conoce ahora como la Gran Revuelta Judía. Josefo sería elegido por el sanedrín de Jerusalén como comandante del ejército judío en la región de Galilea, cargo que al parecer aceptó de mala gana. Su trabajo era defender y administrar el territorio. Una vez allí, se dedicó a fortificar las ciudades de la zona contra un inminente ataque romano.
Pero en el año 67 un gran ejército romano rodearía la ciudad de Jotapata, en la que Josefo se encontraba. La ciudad logró mantener la fortaleza durante 47 días, pero una vez que los romanos entraron en la ciudad, Josefo y cuarenta de sus compañeros lograron refugiarse en una cueva cercana. El objetivo era huir del ejército romano y, si en última instancia quedaban acorralados, suicidarse antes de rendirse. Pero Josefo los persuade de no suicidarse, diciéndoles que era un acto inmoral. En cambio, les propuso que cada hombre asesinara a su vecino, cuyo orden se determinaría echando suertes. Josefo se las arregló para quedarse hasta el final solo con otro hombre y lo convenció de rendirse y de entregarsen al ejército romano.
¿Traidor?
Josefo entonces sería capturado por el ejército a cargo del general Vespasiano (9-79). Con astucia, llegaría al general asumiendo el papel de profeta y diciéndole que él se convertiría en emperador, premonición que se haría realidad casi dos años después. Los romanos no asesinaron a Josefo, así que los dos años siguientes permaneció como prisionero. Pero a finales del año 69 d.C., tan pronto como Vespasiano se convirtió en emperador, se le otorgaría el perdón. Además, al parecer por la profecía cumplida, sería adoptado como parte de la familia Flavia, por lo cual cambió su nombre a Tito Flavio Josefo.
Como Vespasiano tuvo que ir a Roma para asumir su cargo como emperador, el ejército en Judea quedó a cargo de Tito (39-81), hijo de Vespasiano. Tito continuaría con la campaña en Judea con todo su ejército, incluyendo a Josefo. Así que éste sería testigo de la destrucción de Jerusalén a manos del ejército romano. El rol de Josefo sería el de mediador entre los romanos y los judíos. Sin embargo, no tuvo mucho éxito en este papel, pues los judíos lo consideraban un traidor y los romanos no confiaban en él lo suficiente por ser judío.
En el 71 d.C. Flavio Josefo viajó a Roma ya que durante ese año se le había otorgado una pensión, la ciudadanía romana, una residencia y una gran hacienda en Judea. El problema para Flavio Josefo de ser considerado un traidor por su propio pueblo impulsaría su trabajo posterior. Parece ser que, para quitarse esa mala imagen, dedicó los próximos años de su vida a defender al judaísmo, con el objetivo de ganar algo de favor de la comunidad judía.
En busca de favor: su obra literaria
La primera obra de Flavio Josefo, escrita entre los años 76 y el 79 d.C., fue titulada “Historia de la guerra judía”. Allí, Josefo esboza la historia judía desde mediados del siglo II a.C., y finaliza dando detalles de lo que fue la Gran Revuelta judía del año 66 al 70 d.C. Josefo se presenta muy hostil hacia el patriotismo judío en esta obra, a la vez que alaba el poderío militar romano.
Al final de su vida Josefo escribió dos obras más: Vida y Contra Apión. En la primera busca defenderse de las acusaciones contra él que lo presentan como responsable de la revuelta judía. En la segunda busca presentar una defensa del judaísmo y lo muestra como una forma superior en cuanto a ética frente al helenismo. Flavio Josefo disfrutó el resto de su vida de una pensión y de la ciudadanía romana mientras participaba en las cortes de Vespasiano, Tito y Domiciano. Sin embargo, su obra sobre la guerra judía no le había traído mucha simpatía del lado judío.
Es entonces cuando se dispondría a escribir la que es quizá su obra más famosa: Las antigüedades de los judíos. Allí Flavio Josefo hace un recorrido histórico de la historia del pueblo judío desde la creación hasta el año 70 d.C. El objetivo de este trabajo era presentar al judaísmo como una religión racional.
Pero también esta obra es clave para el cristianismo, pues presenta alusiones directas a Jesucristo, Santiago el hermano de Jesús y Juan el Bautista. La referencia que Flavio Josefo hace de Jesucristo es hoy conocida como Testimonium Flavianum. A continuación, una de las citas más famosas:
Por este tiempo vivió un hombre sabio llamado Jesús, y su conducta era buena, y era sabio que era virtuoso. Muchos de entre los judíos y de entre las otras naciones se hicieron discípulos suyos. Pilato lo condenó a ser crucificado y a morir. Pero los que habían venido a ser sus discípulos no abandonaron el discipulado. Informaron que se les había aparecido tres días después de la crucifixión, y que estaba vivo. Por ello, quizá fue el Mesías, acerca de quien los profetas han dicho maravillas. Y la tribu de los cristianos, así llamada por él, no ha desaparecido hasta día de hoy. (Antigüedades, XVIII, 63)
Esta es la referencia que hace de Santiago (o Jacobo) en la misma obra:
Festo había fallecido y Albino que todavía estaba en camino, reunió al Sanedrín. Llamó a juicio al hermano de Jesús, quien era llamado Cristo, cuyo nombre era Jacobo, y con él hizo comparecer a varios otros. Los acusó de ser infractores a la ley y los condenó a ser apedreados. (Antigüedades, XX, 9).
Finalmente, Josefo menciona a Juan el Bautista, también en la misma obra:
Algunos judíos creyeron que el ejército de Herodes había perecido por la ira de Dios, sufriendo el condigno castigo por haber muerto a Juan, llamado el Bautista. Herodes lo hizo matar, a pesar de ser un hombre justo que predicaba la práctica de la virtud, incitando a vivir con justicia mutua y con piedad hacia Dios, para así poder recibir el bautismo. Era con esta condición que Dios consideraba agradable el bautismo; se servían de él no para hacerse perdonar ciertas faltas, sino para purificar el cuerpo, con tal que previamente el alma hubiera sido purificada por la rectitud. Hombres de todos lados se habían reunido con él, pues se entusiasmaban al oírlo hablar. Sin embargo, Herodes, temeroso de que su gran autoridad indujera a los súbditos a rebelarse, pues el pueblo parecía estar dispuesto a seguir sus consejos, consideró más seguro, antes de que surgiera alguna novedad, quitarlo de en medio, de lo contrario quizá tendría que arrepentirse más tarde, si se produjera alguna conjuración. Es así como por estas sospechas de Herodes fue encarcelado y enviado a la fortaleza de Maqueronte, de la que hemos hablado antes, y allí fue muerto. Los judíos creían que en venganza de su muerte fue derrotado el ejército de Herodes, queriendo Dios castigarlo. (Antigüedades, XVIII, 5).
Existen varios argumentos en contra de la autenticidad de estas referencias, particularmente sobre la primera referencia a Jesús que mencionamos, pero la segunda referencia, en la que se menciona a Santiago o Jacobo y en la que se dice que es “hermano de Jesús, quien era llamado Cristo”, es poco discutida. Por eso, esta referencia es muy importante: como mínimo, confirma la existencia de un hombre llamado Jesús.
La relevancia de Jesús fue tal que Josefo consideró fundamental registrarla en la historia de su pueblo, aunque él mismo no fuera cristiano. Otras referencias, como la que hace sobre Juan el Bautista, validan la historicidad y el contexto de los evangelios sinópticos en los que se encuentran estas narraciones.
Flavio Josefo moriría cerca del año 100 d.C a la edad de 63. Uno de los logros más importantes de Flavio Josefo fue unir en él mismo las tradiciones del judaísmo y del helenismo. Al hacerlo, logró crear un vínculo entre la Roma secular y la fe bíblica. Su obra también nos ayuda a conocer de primera mano la diversidad de las diferentes sectas judías del tiempo de Jesús. En sus obras se incluyen detalles sobre la forma en la que estos grupos funcionaban y sus particularidades. Esto es importante ya que sus registros literarios confirman el testimonio de los Evangelios.
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