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Durante el mandato del papa Gregorio I (540-604), más tarde conocido como Gregorio Magno, la música medieval conoció una etapa próspera que se expandió por el continente. Este papa fue un impulsor, reformador y organizador de lo que hoy llamamos el Canto Gregoriano. Algunas de sus características eran:
- Era un canto monódico, compuesto por una sola melodía que se cantaba al unísono por todos los integrantes.
- No tenía grandes saltos de intervalos o distancia entre las notas musicales.
- El idioma oficial de la iglesia era el latín, por lo que las canciones también se cantaban en latín. No siendo éste el idioma vernáculo del pueblo era imposible comprender las letras.
- Quienes participaban del canto eran los sacerdotes.
- Era el único estilo de música permitida por la iglesia para las misas y los servicios. A pesar de que perteneciera a la iglesia, había otras manifestaciones musicales del canto.
Todas estas características ponían una gran distancia entre quienes asistían a los servicios y el mensaje que se comunicaba allí. Como lo expresara también Donald P. Hustad en su libro Regocijaos (1998)1, “el típico adorador entendía poco de lo que decía o cantaba, ya que el servicio era en latín. Su participación oral era casi nula…”
Lutero, el músico
Pero el reformador Martín Lutero quería que el creyente común pudiera, no solo participar del servicio, sino entender lo que allí se decía. Con esto en mente, propuso algunos cambios. Como amante de la música, tocaba el laúd y la flauta, cantaba con una voz de tenor ligero, y componía música. Estaba bien familiarizado con los estilos de su época y utilizó sus variados talentos e intereses para reformar la música religiosa y litúrgica de la emergente iglesia luterana. Con justa razón se le considera "el padre de la música protestante en Alemania".
Un legado que todavía se puede sentir hoy en día es la creencia de Lutero de que debe haber un equilibrio entre un estilo musical simple y accesible y el uso de la lengua vernácula en el texto. En sus palabras, "Tanto el texto como la música, la acentuación, la melodía y la forma de caminar deben provenir de la verdadera lengua y voz materna". De hecho, aunque Lutero era un hábil compositor, su verdadero legado musical reside en la forma en que incorporó nuevos textos a la iglesia protestante. Lutero insistía en que los himnos hablaran clara y directamente:
Tenemos la intención de seguir el ejemplo de los profetas y los antiguos Padres de la iglesia, y hacer una colección de un cierto número de salmos para la gente, para que la palabra de Dios se mantenga viva en sus corazones mediante el canto.
Cambios en el culto
Para lograr su propósito, Lutero introdujo por lo menos tres cambios en la liturgia del culto de la iglesia. En primer lugar, reformuló el estilo de la música. Lutero usó melodías sencillas que ya se cantaban en el pueblo con una letra no religiosa para así componer himnos, muchas veces basados en pasajes específicos de las Escrituras. Claros ejemplos de ello son Castillo fuerte es nuestro Dios, basado en el Salmo 46 y De lo profundo clamo a ti, basado en el Salmo 130.
El segundo cambio fue el idioma. Como ya lo mencionamos, una de las barreras que las personas tenían en los servicios era la supremacía del latín. La persona común del pueblo no dominaba ese idioma, pues era para académicos e intelectuales. Lutero cambió esto al componer himnos que reforzaban el contenido de su enseñanza en un idioma que el pueblo podía entender. El tercer cambio fue la participación. Al cambiarse el estilo y el idioma, el servicio dejó de estar enfocado en los sacerdotes y el clero. El espectador común también era un participante que entendía, asentía y participaba en la música del culto.
Legado
Lutero alentó un nuevo estilo de participación congregacional: el canto coral al unísono, con una configuración de texto principalmente silábica. Las palabras individuales ya no se extendían en varias notas diferentes, en forma de estrofas, en la que todas se cantan con la misma música. Los coros en sus iglesias a menudo cantaban desde dentro de la congregación para proporcionar enseñanza y apoyo.
En 1524, Martín Lutero y Johann Walter publicaron el Primer himnario protestante. Tanto Lutero como Walter escribieron melodías distintivas y cantables que se movían entre notas consecutivas y no requerían demasiado de un rango vocal. Lutero adaptó libremente las canciones populares de su tiempo de varias formas: las palabras eran reemplazadas mientras la música permanecía, o las palabras eran reemplazadas y la música adaptada, o incluso las palabras eran adaptadas y la música era tomada de una fuente secular.
Muchas de las composiciones y adaptaciones de Lutero fueron usadas posteriormente por compositores como Samuel Scheidt (1587-1654), Andreas Hammerschmidt (1611-1675), Michael Praetorius (1571-1621), Sebastian Knüpfer (1633-1676) y Johann Sebastian Bach (1685-1750), entre otros.
La Reforma cambió la manera en cómo las personas comunes se acercaban a las Escrituras. Para lograrlo, Lutero utilizó la música como una herramienta que no opacara el mensaje, sino que por el contrario lo hiciera brillar más, llevando la Biblia al lenguaje del pueblo y poniéndola en la boca de la gente común a través de melodías.
¿Y tú? ¿Qué piensas? ¿Qué tipo de teología crees que refleja la música de alabanzas de hoy? ¿Crees que la iglesia de hoy debe participar más del canto congregacional?
1 Hustad, D.P. (1998). Regocijaos: la Música Cristiana en la Adoración. Casa Bautista de Publicaciones.
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