Por David Riaño
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¿Cómo crecer en el conocimiento de Dios? Esa es una de las preguntas más importantes que nos podemos hacer. Conociendo el mensaje de Dios es que somos rescatados de la condenación, conociendo su belleza es que tenemos verdadera satisfacción, y conociendo a Cristo es que seremos como él. Esa pregunta se la han hecho todas las generaciones de creyentes. Se la hizo Moisés, se la hizo David, se la hicieron los profetas, se la hicieron los apóstoles. También los reformadores se preguntaron lo mismo, y al responderla lograron cambiar todo Europa. Los misioneros del siglo pasado lograron llevar el Evangelio a lugares remotos en todo el mundo, solo buscando conocer la voluntad de Dios.
Pero es muy interesante que todo el pueblo de Dios, desde Moisés hasta los misioneros del siglo pasado, lograron llegar a una conclusión en cuanto al conocimiento del Evangelio a la que nosotros en el siglo XXI no hemos podido llegar. Es esta: la literatura es un instrumento esencial para comunicar la gloria de Cristo. Mi tesis central en este escrito es que la literatura nos capacita para entender mejor la Biblia y enseñar sus verdades con más profundidad. Eso lo digo teniendo en cuenta que “la literatura” no es solo aquello que está escrito; es aquello que es arte. La poesía, la novela, el cuento, la crónica. A diferencia de generaciones pasadas, nosotros hemos ignorado por completo el poder de la literatura.
Hagamos el siguiente ejercicio. Piensa en 5 buenos autores de libros cristianos escritos en este siglo, ya sean de teología o de ética cristiana, algo como El lugar apaciblede Nancy Leigh Demoss. Tenlos en mente. Ahora piensa en los 5 novelistas y poetas cristianos que más te gustan y que hayan escrito en las últimas décadas. Si haces una comparación entre ambos grupos, te darás cuenta de que el primero predomina. De hecho, es probable que el segundo no tenga candidatos (o solo esté C.S. Lewis). Si hay personas en el segundo grupo, no son influyentes, su producción primaria no es la literatura sino los textos de ética de cristiana, y, sobre todo, no son latinoamericanos.
Nadie va a negar que somos muy edificados con libros como Radicalde David Platt o El significado del matrimonio de Timothy Keller. Pero mi contención es que las ideas allí plasmadas serían mucho más profundas, hermosas y vivenciales si fueran expresadas a través de poemas y novelas. La razón es muy sencilla: la literatura invita a un diálogo vivencial entre ella y el lector, y es capaz de crear relaciones de ideas, de lenguaje y de significado que un libro de ética cristiana no podría crear jamás.
¿Son nuestros textos como la Biblia?
Es triste que, aunque todos los autores bíblicos tuvieran clara la importancia de la literatura y nosotros leamos nuestra Biblias todos los días (espero), nuestra cultura ha ignorado por completo el arte. No sé si sabías esto, pero todos los libros de la Biblia son de tipo literario, e irónicamente casi ninguno de los que leemos lo es. Pensemos un momento en Apocalipsis 21:1-3:
“Entonces vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existe. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, preparada como una novia ataviada para su esposo. Entonces oí una gran voz que decía desde el trono: "El tabernáculo de Dios está entre los hombres, y El habitará entre ellos y ellos serán Su pueblo, y Dios mismo estará entre ellos.”
La belleza de ese pasaje está en sus conexiones con todo el Antiguo Testamento. Si nuestra interpretación fuera literal, el texto sería bastante extraño. ¿El mar ya no existe? ¡Digamos eso en frente de un costeño! Luego viene una ciudad bajando. ¿Todos cabemos ahí? Además, Jerusalén es un sitio lleno de gente con barba y vestidos raros, que está en una montaña en medio de un desierto. ¿No sería mejor que viniera bajando Medellín con todos sus paisas? Estaba preparada como una esposa. ¿Tenía puras telas blancas en todo lado? Y el tabernáculo está entre la gente. ¿Qué es eso?
Es Isaías quién le dice al desconsolado Israel que vendrá un momento donde no habrá más lágrimas ni más dolor en una Tierra Nueva. Es Moisés quien nos habla del tabernáculo y la habitación de Dios entre el pueblo. El mar es una metáfora del mal que separa al pueblo redimido de aquél que está sentado en el Trono. Para el lector atento, el pasaje de Apocalipsis 21 es hermoso y está lleno de esperanza. El mensaje de un completo descanso se da a través de un escrito completamente artístico y osado, que usa la intertextualidad y la metáfora de una forma exquisita, dejando de lado la mera explicación.
Estoy seguro de que al interpretar ese pasaje no le estoy diciendo nada nuevo a la mayoría de los que me leen. Sin embargo, a pesar de cuánto conocemos el arte de nuestra Biblia, nuestros escritos cristianos no son así. ¿Cuándo fue la última vez que aprendiste sobre las misiones a través de una poesía osada e intertextual, o de una novela irónica? La gran mayoría son explicaciones de cómo hacer algo en la vida cristiana basándose en algún pasaje bíblico, y con eso me refiero a los grandes libros que han marcado a nuestra generación. Alguno dirá, “David, pero tú no sabes cuán importante fue para mí la lectura de Pacto Matrimonialde John Piper”, y a eso le respondo que sí, que ese libro también me llevó varias veces a oraciones profundas delante de mí señor, y por eso alabo a mi Dios, pero estoy plenamente convencido de que un libro de poemas o de cuentos habría llevado las mismas verdades a niveles mucho más profundos y complejos, logrando en mí una adoración aún más exquisita.
Si hoy los niños de 10 años están aprendiendo tan rápido a convertir a las mujeres en objetos sexuales a través del reggaetón, y llaman a eso ‘arte’, ¿por qué no utilizamos la literatura para educar de forma creativa, profunda y dinámica a nuestra generación y a las que vienen, despertándolos de tan tremendo letargo? Alguno dirá “no necesitamos estrategias para atraer a la gente. Nosotros solo conocemos a Cristo, y a este crucificado”. Eso es falsa piedad. El Evangelio vino a nosotros en un medio creativo, profundo y dinámico. Nuestra entrada al cielo estuvo en narrativas, poemas y cartas. ¿Cuándo crearemos, entonces, la novela latinoamericana cristiana del siglo XXI? Mi objetivo no es desanimarlos en sus lecturas hoy. Mi objetivo es animar a esta generación a llevar el Evangelio a la profundidad con la que comenzó en la iglesia primitiva: con literatura.
Puedo hablar de lo mismo en términos personales. El hecho de que alguien haya leído Narnia no hace que tal persona sea una verdadera lectora de C.S. Lewis. Solo hasta que se ha disfrutado de El Gran Divorcioes que se puede osar haber disfrutado de tan grande escritor. Su novela corta parte del hecho de que los habitantes del infierno pueden hacer viajes turísticos al cielo de tiempo en tiempo, y que quienes quieran quedarse pueden hacerlo. De hecho, esas personas son recibidas por ‘espíritus divinos’ que tratan de convencerlos al hablarles de las delicias de la habitación de Cristo. Sin embargo, a través de muchas conversaciones, se nos muestra con ironía que aquél que no ha creído en Cristo no quiere estar en el cielo, aun si tuviera la oportunidad de quedarse. Me hizo temblar el hecho de que muchas de esas personas venidas del infierno deseaban sutilmente cosas aparentemente inofensivas que yo mismo deseo. Leyendo esta gran novela es que realmente entendí el mensaje de Pablo a los Romanos, cuando les dice que los judíos tropezaron con la piedra que es Cristo, pues teniendo todo el conocimiento de la justificación frente a ellos, decidieron quedarse en ignorancia; decidieron el infierno. Mi oración es que eso comience a suceder con literatura que salga de aquí, de Latinoamérica, y que use la creatividad de nuestras grandes novelas colombianas, que por cierto han impactado al mundo entero.
El comienzo: leer Rebelión en la granja
Ahora, para llegar allá hay que comenzar leyendo literatura. ¿Quién aquí tiene una novela en su mesa de noche que lea continuamente? De seguro alguien va a decir “yo apenas tengo tiempo para leer mi libro de R. C. Sproul. ¿Por qué gastaría ese precioso tiempo en leer un libro que no me habla de Dios?”. Pues bien, déjame darte un ejemplo desde el idioma inglés. La única forma de aprender un idioma es exponiéndose a él y usándolo en un contexto lo más parecido posible al real. Es imposible que alguien aprenda un idioma solo mirando a un tablero y anotando estructuras gramaticales. Incluso si alguien entiende cómo usar el presente perfecto, puede no entender lo que algún hablante estadounidense le diga. Necesita adquirir la habilidad que viene por el uso. Eso se extiende a todo: es imposible aprender a jugar fútbol sin usar un balón, o aprender a andar en cicla sin montarse y caerse. Mi pregunta es: ¿por qué pretendemos aprender a leer literatura (la Biblia) sin leer literatura?
Hay muchos académicos que nos pueden explicar las características propias de la poesía en la Biblia, que por cierto es un gran porcentaje de ella, pero eso no nos hace hábiles y creativos en su interpretación. En ese sentido, sí puede ser más importante leer un libro de poemas que leer otro libro de R. C. Sproul, sin poner en duda su profundidad. Para aquellos que están capacitando cristianos en el estudio de la Biblia, sepan que el entender la estructura de la poesía hebrea es tan útil como entender estructuras gramaticales en el inglés: son necesarias para refinar su aprendizaje en un punto, pero la verdadera habilidad viene de su uso. “¿Estás diciendo que es más importante leer Rebelión en la granjaque Pacto Matrimonial?”. Si estas al borde del divorcio, puede ser un caso distinto, pero si no leemos literatura difícil, jamás entenderemos la Biblia en toda su profundidad, y mucho menos escribiremos nueva literatura que muestre las más grandes obras de Dios. Quizá una alegoría de cerditos representando la revolución rusa nos haga un poco más creativos (aquí es donde escribes en Google “Rebelión en la granja, de George Orwell”).
Concluyo resumiendo. Primero, es necesario leer literatura si alguna vez queremos tener la creatividad necesaria para leer la Biblia naturalmente. Claro, la sola lectura de Biblia nos da esa habilidad después de mucho tiempo y con mucha ayuda externa, pero ¿por qué desaprovechar una forma natural y veloz de aprender a leer? Segundo, hay que leer literatura para, un día, poder escribir cuentos, poemas y novelas cristianas. Anhelo con todo mi corazón cuando la mitad de los libros en nuestras librerías sean literarios y superen en profundidad a aquellos que ya tenemos.
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