“¿Continuamos en inglés?”. Cinco palabras, ¡pero qué dulce alivio! La ansiedad de pronunciar correctamente y escoger el mejor término de un repertorio limitado, todo mientras prestaba mucha atención a lo que mi interlocutor tenía que decir, se derritió como un helado bajo el sol subsahariano. “Eso sería maravilloso. Gracias”.
Desde aquellos días vertiginososos en la tierra de Sinar, el idioma ha sido una barrera entre los pueblos dispersos por toda la tierra (Gn 11:1-9). Y desde que el Padre le dio el Espíritu a Cristo ascendido para que lo derramara sobre Su pueblo (Hch 1:4-5, 8; 2:1-12), la obra de proclamar el Evangelio ha incluido derribar esas barreras mediante el aprendizaje de nuevos idiomas y la traducción de textos; principalmente la Biblia, pero también credos, confesiones y tratados doctrinales.
La obra continúa. Ethnologue, una base de datos mantenida por SIL International, estima que el número actual de idiomas en el mundo es de 7164. La Alianza Global Wycliffe estima que unos 985 idiomas todavía no tienen ninguna traducción de la Biblia ni siquiera iniciada, mientras que para otros 1524 idiomas, aunque el trabajo ha comenzado, aún no se ha completado la traducción de ninguna porción de la Escritura.

Desde una perspectiva, tales estadísticas son alentadoras. Indican que más de 4500 idiomas tienen al menos algún acceso a la Escritura. También presentan un desafío. Queda mucho trabajo por hacer para siquiera empezar a proporcionar un acceso sustancial a la Biblia para unos 2500 idiomas. Pero todo esto pinta solo una parte de un vasto panorama. El trabajo de traducción de la Biblia es solo un aspecto —¡aunque vital!— de la traducción del mensaje de Jesucristo.
El principio de la Reforma de sola Scriptura —un principio que fomentó la traducción de la Escritura a las lenguas comunes— no significa nuda Scriptura. La traducción de la Biblia siempre ha ocurrido junto con una cuidadosa exposición y formación en la alfabetización bíblica y teológica. Para esta labor continua de enseñar a la Iglesia a obedecer todo lo que Él mandó (Mt 28:19), nuestro Señor ha dado líderes que capacitan “a los santos para la obra del ministerio” (Ef 4:11-12). Esta obra requiere exposición bíblica, interpretando y aplicando las Escrituras a cuerpos locales de creyentes en todo el mundo, en cada tribu, lengua y nación. De acuerdo con Su buen diseño, una de las maneras en que Dios hace esto es a través del intercambio de recursos teológicamente sólidos con pastores que luego son capacitados para enseñar mejor a la iglesia local.

En la providencia de Dios, uno de los idiomas que actualmente sirve a la misión global de la Iglesia es el inglés. Este ensayo ofrece algunas indicaciones sobre lo que la prominencia del inglés significa para la misión de la Iglesia en todo el mundo hoy. Procede en tres pasos. Primero, ofrece una breve descripción del concepto de lingua franca y demuestra, mediante el examen de datos, que el inglés es un idioma común vital en el mundo actual. Segundo, pregunta por qué Dios usa las linguas francas en Su propósito redentor en desarrollo. Finalmente, ofrece tres observaciones sobre por qué la Iglesia podría recibir con agrado el inglés como un regalo para su obra y por qué el inglés no es la solución mágica para la difusión del Evangelio. Estas observaciones son preliminares, ofrecidas por alguien cuya experiencia lingüística es limitada. Seguramente necesitarán un mayor refinamiento por parte de aquellos que puedan llevar el trabajo más allá.

1. ¿Qué es una lingua franca?
Desde la dispersión de los humanos en diversas comunidades con idiomas distintos, la comunicación a través de una lengua común ha sido necesaria. La necesidad de tal comunicación surge cada vez que personas divididas por el idioma necesitan entablar una relación de intercambio. Históricamente, a medida que las comunidades que hablaban diferentes idiomas se encontraban y comenzaban a comerciar, desarrollaban idiomas para facilitar ese intercambio. En su estudio sobre la historia del inglés, Phyllis Ghim-Lian Chew señala la agricultura, el comercio, la urbanización y la colonización como algunos de los principales factores detrás del desarrollo de las linguas francas en todo el mundo.
A veces, un solo idioma ejerce una gran influencia sobre una población extendida de pueblos diversos. Por ejemplo, en su intento de unificar un vasto imperio, Alejandro III de Macedonia (conocido comúnmente por su apelativo “el Grande”) exportó su lengua griega adoptada como el idioma político y económico, estableciendo así el griego como una lingua franca sobre un imperio que abarcaba alrededor de dos millones de millas cuadradas. Otros idiomas, a menudo difundidos a través de la expansión política y económica, han funcionado de manera similar. El francés, el español, el mandarín, el árabe y el ruso son algunos ejemplos con profundas raíces históricas e influencia contemporánea continua.

Uno de los ejemplos más perdurables de una lingua franca es el latín. Oficialmente el idioma del Imperio romano, el latín mantuvo su prominencia mucho después de que el último emperador romano hubiera pasado a la memoria. Sus comienzos fueron menos impresionantes. El latín comenzó como el dialecto local del Lacio, la región que rodea a Roma. A medida que Roma creció en prominencia y comenzó a ejercer control político, primero sobre sus vecinos cercanos en la península itálica y luego más allá, el latín creció en influencia. Nunca impuesto como el idioma hablado del Imperio romano, el latín funcionó como una lengua que facilitaba el comercio de bienes e ideas a través de las barreras lingüísticas. Extendiéndose más allá del siglo IV, el latín continuó funcionando con carácter oficial en gran parte de Europa como el idioma del derecho, el gobierno, la política internacional, la educación y la Iglesia, en algunos casos incluso hasta el siglo XX.
En muchos casos, los idiomas comunes reemplazan a los dialectos locales. Los idiomas mueren. Pero este no es siempre el caso. En algunas instancias, los idiomas comunes simplemente se añaden a los repertorios lingüísticos de las comunidades, sirviendo para agilizar la comunicación en situaciones donde la necesidad continua de traductores inhibiría la cooperación productiva. Para gran parte del mundo de hoy, el inglés cumple ese propósito.

El inglés es el idioma más hablado del planeta. Las estadísticas de 2024 de Ethnologue sitúan el total de hablantes de inglés en 1500 millones, aproximadamente el 18% de la población mundial. Por sí solo, el porcentaje podría indicar poco más que el hecho de que muchas personas nacen en naciones de habla inglesa. Sin embargo, los datos ofrecen una imagen más amplia. Ethnologue también contabiliza a quienes hablan inglés como primera lengua —es decir, aquellos que crecen hablándolo como su lengua materna— y como segunda lengua. Como primera lengua, el inglés representa aproximadamente 390 millones de personas, ocupando el tercer lugar en el ranking mundial detrás del chino mandarín (990 millones) y el español (484 millones). Esto significa que de los aproximadamente 1500 millones de hablantes de inglés en el mundo, solo alrededor de una cuarta parte son hablantes nativos. El 75% llega al inglés como segunda lengua, aprendiéndolo en contextos fuera del hogar.

Como lingua franca, el inglés ha superado el alcance mundial de cualquier contendiente anterior, funcionando como el idioma común del mundo en los campos de la ciencia, la tecnología, la educación, los negocios, el entretenimiento, los viajes, el turismo y la prensa. Además, funciona como una lengua común digital, con aproximadamente el 50% del contenido web producido en inglés. El efecto del alcance global actual del inglés es que, más que nunca, personas de todo el mundo están adoptando el idioma. En un mundo de negocios globalizados, cooperación internacional y viajes frecuentes, aprender inglés se convierte para muchos en una necesidad práctica. Esto es especialmente cierto en las principales ciudades de todo el mundo. A medida que las personas, especialmente las generaciones más jóvenes que buscan oportunidades laborales, se mudan a los centros urbanos, la exposición al inglés —ya sea a través de la educación, el trabajo, los medios de comunicación o los círculos sociales— aumenta.
Algunos pueden ver la ubicuidad del inglés hoy en día desde una perspectiva predominantemente negativa, atribuyéndola a un orden mundial basado en políticas imperialistas y colonialistas. La difusión de cualquier idioma como lingua franca puede ser, en parte, una función del poder. Basta con pensar en las razones de la amplia influencia del griego o el latín (ver arriba). Sin embargo, esto no cambia la realidad de la situación lingüística actual en el mundo. En la providencia de Dios, el inglés es la actual lingua franca global. Eso es importante para la obra de la Iglesia. Sin embargo, antes de examinar por qué es importante, pasamos a otra pregunta: ¿Por qué Dios nos da el don del lenguaje en primer lugar?

2. Las linguas francas y los propósitos de Dios
Dios creó a la humanidad para la comunión; con otros seres humanos, sí, pero principalmente con Él mismo. “Nos escogió (...) para adopción como hijos para Sí (...) conforme a la buena intención de Su voluntad” (Ef 1:4-5). La comunión no es mera proximidad. Implica conocer a Aquel que nos llama a Sí mismo. La principal forma en que Dios creó a los humanos para expresar ese conocimiento de Él —tanto a Él como entre nosotros— es a través del lenguaje. Nuestro hablar es una función del propósito eterno de Dios de crear para Sí mismo un “pueblo para posesión” Suya que proclame las excelencias del Dios que salva (1 P 2:9). Con nuestro hablar, damos expresión a lo que conocemos. Como aquellos que han sido sacados de las tinieblas a la luz, el objeto principal de nuestro conocimiento es Dios mismo. Dios dio el don del lenguaje como un vehículo para alabar Su nombre.
El lenguaje humano, entonces, sirve al propósito eterno de Dios. Cae bajo el dominio de la creación y la providencia. En el acto de la creación, Dios establece y ordena lo que John Webster llama la “realidad creada”. ¿Con qué fin? El bien supremo de las criaturas, que no es otro que Dios mismo. Por Su providencia, que es Su “santísima, sabia y poderosa preservación y gobierno de todas Sus criaturas y todas sus acciones”, Dios “ordena y ejecuta” todas las cosas para llevar a Sus elegidos al cumplimiento de su fin. El pueblo de Dios, llevado a la comunión con Él mismo, da voz a Sus obras salvadoras con palabras al responderle.

Las palabras también son vitales para la misión que han recibido. Enviados como testigos de Su obra, llevan el mensaje de reconciliación, sirviendo como embajadores de Cristo a través de quienes Dios hace Su llamado (2 Co 5:19-20). En diferentes momentos de la historia, Dios ordena que varios idiomas operen como linguas francas para facilitar Su obra a través de la Iglesia en el mundo. El propósito no es ahogar la multiplicidad de idiomas, sino atraer a Sus elegidos de todos los rincones del mundo y llevar el cuerpo de Cristo a la madurez.
Uno de esos idiomas fue el griego común (koiné) del mundo mediterráneo en el siglo I. El griego que Pablo habría hablado en sus viajes misioneros no era el griego de, digamos, Platón. Ya había una larga historia de desarrollo detrás del idioma. Esta historia incluía luchas de poder entre las regiones de Jonia y Atenas, las invasiones de Persia y el ascenso de Macedonia en el siglo IV a. C. Cuando Filipo II de Macedonia (r. 360/359-336 a. C.) comenzó a ejercer control sobre la península del Ática, empleó el griego ático como lengua administrativa y cultural para preservar la unidad a través de una diversa gama de territorios recién conquistados. Su hijo continuó esa política mientras expandía el imperio a través de una vertiginosa serie de conquistas. El resultado en el siglo I fue un medio de comunicación a través del cual el Evangelio pudo extenderse rápidamente desde Jerusalén hasta los confines de la tierra (helenizada) durante las primeras décadas de la expansión de la Iglesia. En el presente, el inglés es un don de la divina providencia a la Iglesia para ese mismo propósito.

3. El inglés y la obra de la Iglesia
Cuando el Espíritu fue derramado sobre los 120 discípulos mientras esperaban —según el mandato de Cristo— en Jerusalén, las magnalia Dei fueron proclamadas en las lenguas nativas de personas “de todas las naciones bajo el cielo” (Hch 2:5-11). Cuando Pedro alzó la voz para dirigirse a esa multitud, habló en un idioma que podían entender para rectificar la confusión, proclamar a Cristo y llamar al arrepentimiento a los que oían. Desde los primeros días, los testigos del Señor han tenido que sortear barreras lingüísticas mientras cumplen la obra de llevar el Evangelio hasta los confines de la tierra y enseñar a la Iglesia a guardar todo lo que Jesús manda.
La ubicuidad del inglés es un don para la Iglesia que facilita la difusión del mensaje del Evangelio y sus implicaciones para toda la vida. Dos formas importantes en que lo hace son a través de la producción de recursos teológicos y la formación de pastores.

Proveyendo recursos a la Iglesia global
El Señor ascendido no deja que Su Iglesia dependa de sus propios recursos. Por el Espíritu, Él da habilidades a los creyentes individuales para que ellos, a su vez, las usen para el bien común (1 Co 12:7). El bien común de la Iglesia incluye la madurez teológica. “Él dio a algunos el ser apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y maestros, a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo”, para que la Iglesia se mantenga firme contra la engañosa y astuta supuesta sabiduría de los hombres (Ef 4:11-14). Esta obra pertenece a las iglesias locales; también pertenece a la Iglesia global.
A lo largo de la historia de la Iglesia, los sermones, cartas y tratados doctrinales de pastores que servían en congregaciones locales han sido frecuentemente difundidos ampliamente y utilizados para equipar a creyentes en regiones mucho más allá de la audiencia original prevista (tanto en tiempo como en espacio). El Cristo resucitado usa idiomas comunes para facilitar esa labor de capacitación.
Por ejemplo, un tratado en latín del siglo IV leído en el siglo XVI por un pastor alemán formado para leer latín le ayuda a comprender y articular mejor la verdad bíblica para el bien de los cristianos locales de habla alemana. O, para un ejemplo más contemporáneo, un pastor camerunés de habla francesa que aprendió inglés en la escuela lee un análisis en inglés sobre los peligros del evangelio de la prosperidad. La falsa enseñanza es expuesta y el pastor camerunés enseña a su iglesia de habla francesa a rechazar el falso evangelio de la salud y la riqueza. En ambos casos, la capacitación y edificación de la Iglesia se lleva a cabo por medio de una lingua franca.

La prevalencia del inglés en todo el mundo hoy presenta oportunidades para tal labor de capacitación como nunca antes. Las percepciones exegéticas obtenidas por un pastor en la India podrían ayudar a los creyentes en Australia o América del Norte. Un tratado teológico de Atanasio, escrito originalmente en griego y traducido al inglés contemporáneo, puede ayudar a los pastores a protegerse contra la herejía cristológica en el Congo o Croacia de hoy.
Esto no significa que los pastores-teólogos deban escribir recursos con la Iglesia global en mente. La mayor parte del trabajo teológico será utilizado por el Espíritu para servir a una congregación particular. Sin embargo, los recursos publicados en el sitio web de una iglesia o escritos hace cuatrocientos años podrían llegar a audiencias en lugares inesperados. Además, tener el inglés como lingua franca no significa que la Iglesia global deba ser servida principalmente por recursos producidos en Occidente. La iglesia local en todo el mundo se beneficia al escuchar las voces de creyentes que no comparten sus prejuicios culturales pero que pueden comunicarse en una lengua común.
Una de las formas en que las iglesias pueden servir a la obra de las misiones es apoyando el despliegue de recursos teológicos fieles escritos o traducidos al inglés en todo el mundo. Si bien la traducción sigue siendo una obra vital (más sobre esto a continuación), la realidad de las limitaciones temporales y financieras significa que muchas obras teológicas definitivas seguirán sin estar disponibles en la mayoría de los idiomas que se hablan en el mundo. El hecho de que muchos aprendan inglés como segunda lengua significa que la riqueza de los recursos teológicos actualmente disponibles solo está limitada por los recursos de una biblioteca teológica local, ya sea física o digital. A medida que las iglesias buscan plantar otras iglesias en todo el mundo, quizás uno de los rubros presupuestarios que podrían buscar incluir podría ser una biblioteca teológica que contenga algunas de las mejores obras de maestros pasados y presentes de la Iglesia.

Formando pastores para la obra del ministerio
La difusión de recursos escritos es solo una forma en que el inglés sirve a la Iglesia global. Otra es facilitando la instrucción cara a cara.
Cualquiera que haya enseñado a través de intérpretes sabe lo lento que es el proceso y, dependiendo de la habilidad de los traductores individuales, cuánto puede perderse en el camino. La capacidad de compartir una lengua común evita significativamente las dificultades inherentes a las situaciones que involucran la traducción de terceros. La difusión del inglés y su creciente inclusión como opción de lengua extranjera en las escuelas de países no angloparlantes significa que muchos pastores tendrán cada vez más cierta competencia en inglés.
Las oportunidades que esto ofrece son realmente grandes. Pastores y profesores de todo el mundo pueden viajar y enseñar con una extensión y profundidad que serían prácticamente inconcebibles sin un idioma común. La interacción entre líderes de la Iglesia de todo el mundo ayuda a eliminar las anteojeras culturales y promueve el reconocimiento de la unidad dada por el Espíritu en la Iglesia. Sermones, series de conferencias y cursos completos pueden estar fácilmente disponibles a través de medios en línea y difundirse por todo el mundo. Aquellos que carecen de acceso a oportunidades de formación fácilmente disponibles en algunas partes del mundo, aún pueden recibir muchos de los beneficios que otros obtienen. En resumen, el inglés ofrece un medio de comunicación que puede fomentar una maduración más profunda del cuerpo universal de Cristo.

A menudo, la influencia en las congregaciones locales ocurre de manera indirecta. Los creyentes en una iglesia rural pueden no hablar inglés. Sus pastores pueden no hablar inglés tampoco. Pero los recursos disponibles en inglés pueden tener un efecto de goteo —pueden tener un alcance que va más allá de los destinatarios directos—. Así, la formación obtenida por un pastor de habla inglesa en la región podría compartirse informalmente con otro pastor mientras toman una taza de té. O un grupo de pastores de habla inglesa podría recibir formación formal y luego ser enviado a iglesias rurales donde la labor de pastoreo se lleva a cabo exclusivamente en un idioma local.
En lo que respecta a la obra de las misiones, existe una oportunidad única para compartir la perspectiva y la sabiduría bíblica obtenida a lo largo de años de ministerio pastoral que no requiere años de adquisición de un idioma. Las iglesias de todo el mundo que han recibido el don de la formación ofrecida a sus pastores harían bien en considerar cómo podrían administrar tales dones en la obra global de la Iglesia. Esto podría implicar enviar a un pastor a un viaje internacional para formar a otros. Podría significar oportunidades de formación más cerca de casa con pastores ubicados en comunidades de inmigrantes. Cualquiera que sea el contexto, el inglés puede facilitar una formación que busca edificar a la Iglesia en todo el mundo hacia una mayor madurez en Cristo.
La obra capacitadora del Espíritu tiene lugar a través de la Iglesia global para la Iglesia global. Dios no está limitado por los idiomas que las personas hablan o no. Cristo edificará Su Iglesia. Él utiliza los medios del lenguaje humano para enseñar a Su pueblo el camino por el que deben andar. En la actualidad, el inglés como lingua franca global es un medio que Dios ha dado para hacer discípulos de muchas tribus, naciones, pueblos y lenguas.

¿Importan las lenguas maternas?
En este punto, podría plantearse una fuerte objeción: ¿Qué pasa con la primera lengua de las personas? ¿Estás sugiriendo que el inglés suplante los idiomas de las personas en todo el mundo?
La respuesta es un no definitivo. El inglés representa un pequeño porcentaje de la primera lengua aprendida por las personas en todo el mundo (aproximadamente el 5%). Es posible que ese porcentaje disminuya en las próximas décadas. Las personas aprenden mejor en el idioma que crecen hablando, ya que un idioma hablado implica más que la mera transferencia de información; el lenguaje es portador de cultura. El objetivo al entregar recursos bíblicamente fieles y ofrecer formación teológica no es simplemente impartir una verdad doctrinal que luego pueda transmitirse a otros. Más bien, el objetivo es alentar a otros a asimilar esa verdad en su propio idioma del corazón y cultura y, en el proceso, crecer en el doble amor que es el cumplimiento de toda la ley (Mt 22:37-40; Ro 13:8).

Este trabajo de toda la vida no ocurre simplemente leyendo un libro o tomando una clase (aunque a menudo lo ayudan); requiere la labor diaria del discipulado que se llevará a cabo principalmente en la lengua materna de las personas. La gran mayoría de pastores, profesores, misioneros y creyentes de todo el mundo no usarán el inglés en el discipulado diario. Con ese fin, la traducción de la Biblia y otros recursos teológicos debe continuar. Con ese fin también, los misioneros que cruzan barreras culturales y lingüísticas deben continuar con la ardua labor de aprender idiomas desconocidos y adaptarse a las diferencias culturales. El inglés no elimina ni eliminará nunca un trabajo tan vital. Tampoco deberían los creyentes en ninguna época esperar que otro idioma lo haga. Sin embargo, debemos recibir el inglés como un buen don de nuestro Padre celestial en la era actual mientras derramamos nuestras vidas por causa de Su nombre.

Conclusión: claridad común
Mi conversación en aquel día caluroso en África Occidental fue un simple intercambio. Necesitaba registrar un vehículo con las autoridades locales, no convencer a mi interlocutor de la centralidad de la expiación para el Evangelio. En cualquier caso, mi limitada adquisición del idioma no habría estado a la altura de la tarea. El don del inglés como lengua común significó que el proceso de registro, aunque no necesariamente sencillo, fue al menos exitoso. Quizás bajo diferentes circunstancias, una facilidad común con el inglés habría llevado a una presentación clara del Evangelio o a la clarificación de un punto teológico vital. En cualquier caso, la comunicación clara es necesaria, sin la cual nuestros planes se frustran y somos dispersados por toda la tierra, separados por la barrera audible del balbuceo. Las lenguas comunes tienden un puente sobre esa brecha.
El mundo está sujeto a cambios. Hoy, el inglés es la lingua franca emergente. Como tal, sirve como una herramienta valiosa y vital para la edificación de la Iglesia en todo el globo. Puede que no siempre sea así. Los cambios en el comercio y la diplomacia internacionales moldearán la situación de la Iglesia. Pero sin importar el caso, la obra de la Iglesia continúa. Ya sea que el inglés o el francés, el latín o el griego, el maninka o el chino mandarín surja como una lingua franca, la necesidad de una instrucción cuidadosa en las Escrituras nunca cesará hasta el día en que Cristo regrese y haga nuevas todas las cosas.
Este artículo fue traducido y ajustado por David Riaño. El original fue publicado por Seth Porch en Desiring God. Allí se encuentran las citas y notas al pie.
Apoya a nuestra causa
Espero que este artículo te haya sido útil. Antes de que saltes a la próxima página, quería preguntarte si considerarías apoyar la misión de BITE.
Cada vez hay más voces alrededor de nosotros tratando de dirigir nuestros ojos a lo que el mundo considera valioso e importante. Por más de 10 años, en BITE hemos tratado de informar a nuestros lectores sobre la situación de la iglesia en el mundo, y sobre cómo ha lidiado con casos similares a través de la historia. Todo desde una cosmovisión bíblica. Espero que a través de los años hayas podido usar nuestros videos y artículos para tu propio crecimiento y en tu discipulado de otros.
Lo que tal vez no sabías es que BITE siempre ha sido sin fines de lucro y depende de lectores cómo tú. Si te gustaría seguir consultando los recursos de BITE en los años que vienen, ¿considerarías apoyarnos? ¿Cuánto gastas en un café o en un refresco? Con ese tipo de compromiso mensual, nos ayudarás a seguir sirviendo a ti, y a la iglesia del mundo hispanohablante. ¡Gracias por considerarlo!
En Cristo,
![]() |
Giovanny Gómez Director de BITE |




