En la historia de la Iglesia, algunas personas han dejado una huella tan profunda que, aunque sus nombres no aparezcan en los titulares, su legado resplandece en los rincones más remotos del mundo. Katharine “Katy” Barnwell es una de ellas.
Desde los días en que traducía el Nuevo Testamento en medio de la selva nigeriana hasta las videollamadas que hoy sostiene desde su casa para brindarles acompañamiento a equipos africanos, Katharine Barnwell ha sido una incansable sembradora del Evangelio. No solo tradujo; enseñó a traducir, y lo hizo de tal forma que multiplicó su impacto exponencialmente. Hoy, millones leen, escuchan o incluso ven las Escrituras en idiomas que tiempo atrás ni siquiera tenían alfabeto. Detrás de cada uno de esos milagros cotidianos hay una semilla que alguna vez sembró Katy Barnwell.
De una biblia de regalo al llamado misionero
Katharine Barnwell nació en 1938, en Londres. Su infancia transcurrió entre refugios subterráneos y evacuaciones al campo, escondiéndose de los bombardeos nazis. En medio de la oscuridad de la guerra, su familia anglicana encendió en ella la luz de la Palabra de Dios. Su abuela le regaló su primera biblia cuando cumplió cuatro años, y sus tías oraban diariamente por ella desde su bautismo. Esa fe sencilla pero firme sería el cimiento de todo lo que vendría.
Durante su juventud, se trasladó muchas veces por motivos laborales de su padre, lo que le dio una gran capacidad de adaptación. Fue en la Universidad de St Andrews donde Katy entregó su vida a Cristo de forma personal. Mientras estudiaba lengua y literatura inglesa, comenzó a involucrarse con la Unión Cristiana Estudiantil. Allí escuchó al misionero George Cowan hablar sobre el trabajo de traducción de la Biblia. “En mi corazón supe inmediatamente: esto es para mí”, recuerda. A partir de entonces, su vida se alineó con un único propósito: poner la Palabra de Dios en manos de quienes aún no la tienen en su idioma.

Formación con propósito y envío con visión
Barnwell se formó con Wycliffe Bible Translators en 1960 y, al año siguiente, ya era instructora. En esa época, el campo misionero africano apenas comenzaba a abrirse a la traducción bíblica. Fue entonces cuando John Bendor-Samuel, pionero en la expansión de SIL (Summer Institute of Linguistics, por sus siglas en inglés) en África, la animó a realizar un doctorado en lingüística en la Universidad de Londres, bajo la dirección de M. A. K. Halliday, uno de los lingüistas más influyentes del siglo XX. Su tesis fue sobre la gramática de la lengua mbembe, un idioma hablado en el sudeste de Nigeria.
Antes de partir al campo misionero, asistió a la iglesia anglicana All Souls, en Langham Place, pastoreada por John Stott. En 1964, Katy llegó a Nigeria, un país recién independizado de Gran Bretaña con más de 500 lenguas, muchas de las cuales no tenían forma escrita ni acceso a las Escrituras. Trabajó entre los mbembe, aprendiendo su idioma desde cero, desarrollando un sistema ortográfico, recopilando textos orales y sembrando la semilla de la fe a través de la traducción. Lo hizo con humildad, siendo hospedada por las familias locales, comiendo su comida, durmiendo en el suelo y compartiendo la vida cotidiana de sus nuevos hermanos.

Su amor por la gente era tan genuino que no tardaron en aceptarla como parte de su comunidad. “Ella vino a darnos la Palabra de Dios”, decían. Con el tiempo, completó el Nuevo Testamento en mbembe, que fue publicado en 1985. Hoy en día, se continúa traduciendo el Antiguo Testamento, y el proyecto ha crecido a tres dialectos, todos con equipos formados por hablantes nativos, algunos de los cuales han alcanzado estudios en hebreo bíblico y formación como consultores.
Desde entonces, Katy se convirtió no solo en traductora, sino en mentora y madre espiritual de toda una generación de traductores nigerianos. Su influencia fue clave en la creación del Nigerian Bible Translation Trust (NBTT), una de las organizaciones más influyentes del continente africano en traducción bíblica.

Pionera de un nuevo paradigma
Pero Barnwell no se detuvo en un solo idioma. Pronto comprendió que, si quería que la Palabra de Dios llegara a todos los pueblos, debía capacitar a otros no solo en técnicas lingüísticas, sino en amor por las Escrituras y dependencia del Espíritu Santo. Su gran aporte fue su método de enseñanza para traductores de lengua materna. En lugar de exigir una formación académica de alto nivel, desarrolló un enfoque inductivo y práctico, que permitía que cristianos con vocación —aunque sin estudios universitarios— pudieran traducir la Biblia con fidelidad, claridad y naturalidad.
Así nació su famoso libro Bible Translation: An Introductory Course in Translation Principles, que fue publicado por primera vez en 1975 y reeditado por cuarta vez en junio de 2020. Este libro se ha convertido en la puerta de entrada al ministerio de traducción para miles de creyentes en África, Asia y América Latina. Ha sido el manual más usado en el mundo por traductores de primera lengua, se le ha traducido a múltiples idiomas y se ha actualizado a lo largo de los años. Su éxito se debe, en parte, a su claridad y enfoque pastoral: Katy no escribía solo para formar técnicos, sino discípulos de Cristo.
Muchos consideran a Katharine Barnwell la madre de la “traducción basada en el significado”, un enfoque que busca que el mensaje bíblico sea fiel al texto original, pero también comprensible y natural en el idioma receptor. Ella siempre defendió que en vez de palabras, se tradujera el sentido; para lograrlo, había que sumergirse no solo en el idioma, sino en la cultura y en la vida espiritual del pueblo.
Katy también fue pionera en el modelo de talleres en grupo, en el que se forman simultáneamente equipos de múltiples idiomas que colaboran entre sí. Gracias a ese enfoque, lenguas sin alfabeto pudieron recibir el Evangelio de Lucas —y más tarde, el Nuevo Testamento completo— en tiempo récord. Así se cumplía lo que ella siempre soñó: que cada pueblo tuviera la Palabra en su propio idioma, en su propio corazón.

Milagros, peligros y un corazón inquebrantable
La vida de Katy Barnwell ha estado marcada por la entrega y el riesgo. En 1967, durante la guerra civil nigeriana, conocida hoy como la guerra de Biafra —que cobraría más de un millón de vidas y provocaría una catástrofe alimentaria—, Katy escapó con otra misionera caminando kilómetros y cruzando un río en canoa hacia Camerún. Años más tarde, en 1976, el gobierno nigeriano ordenó la expulsión de todos los lingüistas extranjeros, acusándolos —sin pruebas— de espionaje. Sin embargo, los propios líderes cristianos nigerianos defendieron el trabajo de Barnwell y ella fue la única extranjera a la que se le permitió quedarse como asesora permanente.
Una noche de 2007, mientras dirigía un taller de traducción en Bayara (Nigeria), un grupo de hombres armados entró disparando a la casa donde se alojaban. Se llevaron nueve computadoras y casi todo el trabajo realizado (…) excepto una memoria USB colgada en una pared. Al encontrarla, Katy se sacudió el polvo y dijo con su sereno acento británico: “Bueno, no vamos a dejar que esto nos detenga”. En menos de tres días, gracias a la generosidad de las iglesias locales, todas las computadoras fueron reemplazadas. El trabajo continuó y el Evangelio de Lucas fue traducido a doce lenguas de Nigeria.
Katy tuvo malaria, recibió amenazas de Boko Haram y experimentó persecuciones políticas, pero nunca perdió el gozo ni la certeza de su llamado. Su confianza estaba en el Señor y en Su Palabra. “Es un privilegio servir”, dice ella con humildad.

La revolución silenciosa de la película Jesús y una madre de multitudes
A finales de los años 90, Barnwell asumió un nuevo desafío: liderar la traducción de la película Jesús —basada en el Evangelio de Lucas— a decenas de idiomas que no contaban con una traducción de la Biblia. En lugar de esperar décadas por un Nuevo Testamento completo, propuso comenzar por Lucas y producir rápidamente la película para que luego hablantes nativos hicieran el doblaje. Su método permitió que, en solo tres años, docenas de lenguas tuvieran el Evangelio en texto y en imagen.
Hoy, la película Jesús ha sido traducida a más de 2000 idiomas, y más de 361 millones de personas han indicado que tuvieron fe en Cristo después de verla. Muchos de estos frutos son resultado directo del modelo de traducción y colaboración que Katy diseñó. Para tener una mejor idea de su alcance, podría decirse que su ministerio ha sido cien veces más influyente que el de Billy Graham; pero, más allá de cualquier comparación, es evidente que son muy amplios los frutos de su labor.
A pesar de que nunca se casó ni tuvo hijos biológicos, quienes han trabajado con Katy la consideran una madre espiritual. Ha formado a cientos de traductores y consultores, muchos de los cuales ahora lideran proyectos en sus propios países. Su casa —ya sea en Jos (Nigeria) o en Goring-on-Thames (Inglaterra)— siempre ha sido un espacio de hospitalidad, oración y formación. Quienes se han cruzado con ella no solo han aprendido a traducir: han aprendido a amar la Palabra, a servir con humildad, a ser fieles.
Uno de sus aprendices dijo: “Ella no solo nos enseñó a traducir. Nos enseñó a seguir a Jesús mientras traducimos”. En una conferencia reciente, se pidió levantar la mano a quienes habían sido entrenados, animados o discipulados por Barnwell. Se levantaron cientos de diferentes continentes. Todos daban gracias por la influencia de una mujer que nunca buscó reconocimiento.

Su legado: la Biblia en lenguas que aún no existen
Hoy en día, hay más de 717 traducciones de la Biblia completas en idiomas del mundo, más del doble que hace 25 años. En curso, hay proyectos de traducción a más de 2600 idiomas. Cientos de millones de creyentes están recibiendo porciones, Nuevos Testamentos y películas con el Evangelio en su lengua materna. Detrás de esa expansión hay un hilo conductor: los métodos, el espíritu y el discipulado de los traductores bíblicos, entre ellos Katy Barnwell.
A sus más de 80 años, ella sigue trabajando desde su hogar, animando, guiando, corrigiendo y orando. Su artrosis la mantiene en el Reino Unido, pero “viaja a Nigeria todos los días” por medio de Zoom. Sabe que no se trata de ella. Nunca lo fue. Se trata de la Palabra viva que transforma vidas; se trata de Jesús, cuyo nombre ahora se pronuncia con amor en miles de lenguas donde antes no era conocido. Uno de sus colegas africanos dijo una vez: “Katy no nos trajo simplemente la Biblia. Nos enseñó a que la sembráramos nosotros mismos, y eso ha cambiado todo”.

Tanto en las páginas de la Escritura como en los testimonios cotidianos de creyentes alrededor del mundo, encontramos ejemplos conmovedores de servicio piadoso. Algunos, como Felipe en Hechos 8 o como Katy en nuestros días, son llevados por el Espíritu a cruzar fronteras y culturas para llevar la luz de Cristo. Muchos otros, quizá sin nombre ni reconocimiento humano, sirven con fidelidad en lo oculto, pero no pasan desapercibidos ante los ojos de Dios.
La Palabra nos recuerda una verdad poderosa: “y habiendo sido libertados del pecado, ustedes se han hecho siervos de la justicia” (Ro 6:18). Y tú, hermano, hermana, ¿estás usando tu libertad para servir al que llamas tu Dios y tu Señor? ¿Estás dispuesto a decir: “Heme aquí, envíame a mí”? El mundo necesita testigos valientes. ¡La mies es mucha y el tiempo es ahora!
Nota del autor:
Este artículo no busca emitir un juicio a favor o en contra del método de traducción —o sus variantes— utilizado por Barnwell. Más bien, se invita al lector a reflexionar y discernir con sabiduría sobre dicho enfoque, conforme a su propio criterio y a la guía del Espíritu Santo.
Referencias y bibliografía
La mujer que le dio al mundo mil nombres para Dios | Christianity Today en español
Bible Translation: An Interview with Katy Barnwell | SIL
Monson Publishes Biography on Renowned Missionary | Huntington University
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