Desde que tengo memoria, he sido el guardián de los objetos, anécdotas y fotografías de la historia de mi familia.
Valoramos las imágenes y los recuerdos de quienes son especiales para nosotros. Nuestros lazos familiares terrenales, al igual que nuestras vidas, son preciosos, frágiles y efímeros. Pero tenemos, por gracia y únicamente en Cristo, otra familia. Durante más de veinte años he visitado a mi familia cristiana en los lugares más hostiles del mundo, viajando a más de ochenta países (desde los antiguos países detrás del Cortina de Hierro hasta la Bosnia en guerra, Irak y Afganistán) y compartiendo lo que he visto y oído.
Esta familia es creada por un segundo nacimiento a través de la sangre de Cristo. La familia de Cristo, en la cual Él nos ha adoptado, es eterna y abarca continentes, culturas y todos los siglos pasados. Estamos unidos al Cristo vivo y reinante junto con todos los creyentes, pasados y presentes. ¡Somos familia de cada santo de la Biblia! Es un misterio de gracia que, en esta gran, dispersa, multiétnica, multigeneracional, conflictiva y aparentemente disfuncional familia, tengamos un vínculo más profundo que la sangre y más fuerte que la muerte.
La historia de la iglesia, nuestra historia
Hace muchos años, estuve en Albania en un momento en que este pequeño país balcánico emergía de casi cincuenta años bajo una brutal dictadura comunista.
Entre los países de la Cortina de Hierro, Albania era considerada la “Corea del Norte” de Europa del Este debido a la aislación, privación y persecución que su pueblo sufrió durante décadas. Cuando el comunismo colapsó en 1990, no se conocía ninguna iglesia en todo el país. Pero Dios mostró gran misericordia al pueblo de Albania cuando se predicó el evangelio incluso en los rincones más remotos del país. ¡En menos de veinte años había congregaciones albanesas en cada ciudad y en la mayoría de los pueblos de la nación!
Durante esos primeros años de libertad y avance del evangelio, un amigo misionero me invitó a enseñar una breve serie sobre la historia de la iglesia a su pequeña congregación de cristianos de primera generación. Noche tras noche caminé con ellos a través de los siglos, compartiendo las historias de hombres y mujeres fieles —sus hermanos y hermanas— que habían seguido a Cristo en su tiempo.
Se hizo evidente para ellos que el evangelio que habían escuchado y creído era el mismo que Pablo, Policarpo y Perpetua habían creído y por el cual habían muerto. Era la misma fe que Lutero defendió y que Hudson Taylor llevó al otro lado del mundo para predicar en chino. Estas verdades se encontraban en la Palabra de Dios, la Biblia, las mismas Escrituras que Tyndale tradujo al inglés y Carey al bengalí; el mismo libro que su pastor predicaba en albanés.
Santos aquí y en el cielo
Cuando esta realidad se arraigó, sus ojos brillaron y sus rostros se llenaron de gozo. Sus familiares y amigos les habían dicho que estaban engañados, que formaban parte de un pequeño culto de tontos que habían bebido la misma mentira. Pero ahora veían que la iglesia no era solo las cuarenta o cincuenta personas reunidas en un apartamento sentados en sillas plegables. En cambio, eran inseparablemente parte de algo global.
Estaban conectados con la obra salvadora que Jesús mismo comenzó a través de los siglos y en todo el mundo mientras reunía —y sigue reuniendo— a los Suyos de cada nación y generación. Conocer a esta “compañía de héroes” de la historia de la iglesia puso hierro en sus almas y les dio mayor perspectiva para soportar la persecución y el ridículo que enfrentaban. Con una renovada confianza, tomaron su lugar en las líneas del himno de Charles Wesley:
Glory to God, and praise and love
(Gloria a Dios, alabanza y amor)
Be ever, ever given,
(Por siempre se le den,)
By saints below and saints above,
(Por los santos aquí y los santos arriba,)
The church in earth and heav’n.
(La iglesia en la tierra y el cielo.)
Rostros diferentes en la familia
La obra creativa de Dios se muestra maravillosamente en lugares y cosas. He adorado al Creador en muchos lugares: un majestuoso atardecer que colorea el día; al encontrar un nido lleno de crías de azulejos; o en una noche profunda en un valle desértico en Afganistán, donde la Vía Láctea parecía a punto de romperse bajo el peso de su gloria mientras una lluvia de meteoros añadía fuegos artificiales al cielo estrellado.
Pero, así como la obra creativa de Dios se muestra en lugares y cosas, Su obra redentora se muestra en Su pueblo. He sido impactado por las historias y ejemplos de esta gran nube de testigos, pasados y presentes; su fervor por Cristo ha avivado mi propio andar.
Pienso en un pastor con quien estuve recientemente en el Medio Oriente. Hace diez años, Mohammad plantó (y aún pastorea) una iglesia en un bastión de Hezbollah. Afuera de la iglesia, que está bajo la sombra de una mezquita, las calles están llenas de carteles que honran a los suicidas locales. Pero dentro, la iglesia está llena de personas ansiosas por escuchar acerca de la vida en Cristo. Las amenazas y las rejas de la prisión no han silenciado a este hermano, quien en su momento estuvo encadenado al islam, pero fue liberado por Cristo, quien libera a los cautivos y levanta a los muertos. Es difícil amenazar a un hombre que ahora vivirá para siempre. El ministerio de Mohammad (incluso su nombre) me recuerda el asombroso y poco probable alcance del evangelio.
Mira a quienes vinieron antes
También pienso en mi amiga Cheryl, quien escribió estas letras inspiradas en Isaías 43 poco antes de ser martirizada en Afganistán:
The waters came today, the rivers ran deep.
(Hoy llegaron las aguas, los ríos profundos.)
I saw the waves today; I watched them crashin’ over me.
(Vi las olas hoy; las vi chocar sobre mí.)
I was drownin’ in despair, and I couldn’t get up for air.
(Me ahogaba en la desesperación; no podía salir a respirar.)
Then I heard Your voice callin’ out to me:
(Entonces oí Tu voz llamándome:)
Fear not! I have redeemed you.
(¡No temas! Yo te redimí.)
Fear not! For I have summoned you by name.
(¡No temas! Por nombre te llamé.)
I’m takin’ you by the hand. I’ve placed your feet upon dry land.
(Te tomo de la mano. Tus pies puse en tierra firme.)
I will be with you. You will not be swept away.
(Estoy contigo. No serás barrido.)
Incluso ahora escucho su canto, y en su voz oigo la comunión en sus sufrimientos.
Semejanza familiar inconfundible
Luego está la carta que recibí de mis amigos Iván y Oksana, quienes están sirviendo en otra de las regiones de Asia Central y Asia del Sur. Me llenó de tanta alegría leer:
Algunos radicales musulmanes comenzaron a presionar a nuestros hermanos. Un mulá visitó Berezovka y les exigió que negaran a Cristo, dándoles tres días para decidir. Nuestros hermanos respondieron que no necesitaban tres días, porque ya habían decidido firmemente seguir a Cristo y no lo negarían. Respondieron con amor y mansedumbre, pero con firmeza.
La semejanza familiar es inconfundible. Ya sean los hermanos de Berezovka, Mohammad, Cheryl u otros en esa creciente “multitud que nadie podía contar” (Ap 7:9), todos reflejan de alguna manera la imagen de Jesús y dan testimonio del poder de Su resurrección. Su rostro resplandece aún más, Su salvación es aún más dulce para mí, al contemplar su valentía y su gozo que desafía a la muerte. Aprende de los santos que caminaron antes y sé animado por el Dios que obró en sus vidas.
Este artículo fue traducido y ajustado por David Riaño. El original fue publicado por Tim Keesee en Desiring God. Allí se encuentran las notas y referencias.
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