Ecuador pasó de ser un pacífico destino turístico a un lugar muy peligroso. De acuerdo con datos del Instituto Igarapé y la ONU, en 2019 la tasa de homicidios estaba por debajo de 7 por cada 100 000 habitantes, con lo cual se equiparaba a Estados Unidos y otros países desarrollados. Sin embargo, para 2023 había subido a 45 por cada 100 000. Durán, la ciudad con más crímenes de ese país, y del mundo, tenía una tasa de 148 por cada 100 000.
La violencia causada por el crimen organizado no para de crecer en toda Latinoamérica, en sí misma es la región con más homicidios a nivel global. La ONU señala que, aunque América Latina y el Caribe solo tienen alrededor del 8 % de la población mundial, representan actualmente el 29 % de todos los homicidios en el planeta. Lo que sucede en Ecuador solo sigue la tendencia regional: Colombia, México, Venezuela, Jamaica y Honduras, entre otros, también muestran tasas preocupantes de violencia, e incluso Uruguay y Costa Rica ya comienzan a experimentar un aumento en el crimen.
¿Cómo se están abordando los crecientes homicidios en Latinoamérica? Aún más importante, ¿qué rol juega la iglesia evangélica en la transformación de las sociedades violentas? En medio de las dificultades que han tenido los gobiernos de la región para enfrentar esta problemática, los cristianos tienen actualmente una gran oportunidad de hacer discípulos.
El alcance de las políticas de mano dura
Nayib Bukele, actual presidente de El Salvador, es uno de los líderes más populares del mundo. Algunas de sus políticas más famosas (y controvertidas) han sido de “mano dura”: ha desplegado miles de policías y soldados en las calles para combatir las pandillas, construyó una mega cárcel con la capacidad de albergar a miles de criminales, ha promovido reformas legales que facilitan el aumento de penas, ha implementado un régimen estricto en las prisiones, e incluso declaró un estado de excepción en 2022 que ha extendido en diferentes ocasiones. Como resultado, las tasas de homicidio han bajado a niveles cercanos a los de Europa.
Otros gobiernos latinoamericanos también han adoptado políticas de mano dura. El pasado 21 de abril, la población ecuatoriana aprobó gran parte de las preguntas de un referendo impulsado por el presidente Daniel Noboa; la mayoría de ellas se relacionaban con la lucha contra el crimen.
Sin embargo, muchos analistas afirman que estas políticas no tendrán en todos los países de la región el mismo efecto que tuvieron en El Salvador: mientras que las pandillas de esa región eran pobres y operaban abiertamente, las organizaciones criminales de otros estados latinoamericanos son más ricas, están mejor armadas y se han globalizado.
Un ejemplo de esto es el crimen organizado en Ecuador, que se ha fortalecido por las mafias internacionales (mexicanas y albanesas), las cuales se apropiaron de las actividades ilícitas que realizaban las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) antes de firmar el acuerdo de paz con el Gobierno colombiano en 2016. Ahora, el país ecuatoriano es una importante ruta por cuyos puertos se lleva cocaína a Estados Unidos desde Colombia.
El diario The Economist también explicó algunos problemas que tienen las políticas de mano dura:
- El encarcelamiento masivo puede tener un efecto contrario al esperado, como que aumente la violencia. Las cárceles se convierten en centros de reclutamiento para pandillas y la corrupción se incrementa.
- Cuando los militares son enviados a patrullar las calles, pueden ser ineficientes en su labor, pues no están entrenados para funciones policiales, lo que resulta en una potencial corrupción.
- Las políticas de mano dura operan a nivel global, pero carecen de efectividad para enfrentar a las organizaciones criminales más poderosas y globalizadas, cuya operación no depende de un solo país. Es decir, estas pueden desplazar con facilidad sus operaciones hacia donde haya menos vigilancia. Además, se mueven de tal forma que pueden aprovechar las diferentes políticas entre países.
- Finalmente, estas políticas no abordan las causas subyacentes del crimen, como la pobreza y la falta de oportunidades para los jóvenes, quienes recurren a las bandas para encontrar formas de sustento.
Por eso, The Economist sugiere un enfoque más paciente y centrado en el fortalecimiento de las fuerzas policiales civiles y los tribunales. Recomienda intervenir de manera focalizada, es decir, atacando a los individuos más violentos en lugar de intentar desmantelar todas las organizaciones criminales de una vez. Además, subraya la importancia de reducir el reclutamiento de pandillas y combatir la corrupción institucional para debilitar las redes criminales desde dentro.
En todo el análisis de este medio, hay algo claro: las políticas de mano dura tienen un alcance limitado, pues solo abordan el problema de manera superficial. Es necesario ir a la raíz del problema, y justo por eso, es evidente que la iglesia de Cristo tiene actualmente una gran oportunidad de impactar la sociedad con el evangelio.
La iglesia presente en las favelas y las cárceles
La Biblia es clara al afirmar que el propósito de la iglesia no es encargarse de que toda la sociedad funcione correctamente, sino de hacer discípulos (Mt 28:19-20). En cambio, sí es tarea de los gobiernos ejercer justicia y orden (Ro 13:1-7). Sin embargo, es innegable que el hacer discípulos es la mejor forma de transformar la sociedad, ya que no solo cambia las almas de las personas, sino también su conducta.
“La función del Estado es refrenar el mal; la función de la iglesia es guiar a las personas a la redención”, le dijo a BITE el psicólogo mexicano Emilio Yitzhak, conferencista de política y estudiante de teología reformacional. También afirmó que, aunque el evangelio existe para aplacar la ira de Dios:
…tiene tal poder que, no sólo redime individuos, sino culturas enteras. Todo el caos social en el que estamos es efecto de la caída del primer Adán; su pecado causó daño no sólo al individuo, sino a la creación entera. ¿Acaso la victoria del segundo Adán no tendrá impacto mayor en todas estas áreas?
En la actualidad, ya es evidente que la iglesia tiene una importante influencia en algunas de las zonas más asoladas por la violencia en nuestros países. Al respecto, Paul Freston, profesor de Sociología y titular de la Cátedra Byker en Perspectivas Cristianas sobre el Pensamiento Político, Social y Económico del Calvin College, explicó para Pew Research:
Se dice a menudo que en las favelas, los barrios marginales de Brasil (...) el Estado está prácticamente ausente. La Iglesia católica está prácticamente ausente. Realmente solo hay dos cosas que funcionan: una es el crimen organizado, y la otra son las iglesias evangélicas. Hay una relación muy interesante allí, en el sentido de que los evangélicos están teniendo un impacto en comunidades con mucho crimen. En estas áreas sin gobierno, hay una presencia evangélica que se basa en exorcizar los demonios de la violencia y también en predicar en las cárceles.
En la misma ciudad de Durán, la prensa reconoce que la iglesia evangélica tiene una importante influencia. El medio periodístico ecuatoriano Plan V, en un documental acerca de la violencia en la provincia de Guayas, describió cómo dos misioneras han cuidado de la sociedad y han asumido diferentes roles que, en teoría, le corresponden al Estado. “[En] Una Sola Fuerza, una de las invasiones más grandes de Durango (…) el papel del Estado lo han asumido dos misioneras, Fanny Bolaños y Gladys”, afirmó el medio, “...han tratado de parchear escasamente las inmensas necesidades de trabajo, alimentación y educación”.
Pero la influencia de la iglesia no solo está en las calles, sino también en las prisiones, las cuales se han convertido progresivamente en nidos de corrupción por las políticas de mano dura. El pastor Plinio Orozco, fundador de la Iglesia Bautista Reformada Trono de Gracia en Caracas, Venezuela, nos contó cómo el evangelio influencia hoy al sistema carcelario de su país:
Uno de los grupos más respetados son los evangélicos. Cuando un criminal está huyendo de una de las bandas ―así están divididos dentro de las cárceles―, la única forma de salvarse es que corra a la iglesia que está dentro del centro penitenciario. Eso sucede hoy en nuestro país. Es el área que se respeta.
Aquí un criminal escucha que tú eres pastor y hay un respeto debido a la influencia que ha tenido el movimiento pentecostal y otros movimientos evangélicos. Ellos entraban a las zonas más rurales y complicadas a llevar el evangelio, y muchos de los que están en cárcel tienen una madre que fue a la iglesia por muchos años o una abuela que los llevó a la escuela dominical.
Bastantes personas que han sido transformadas de sus antiguas vidas criminales llegan a las iglesias locales y, por causa de su experiencia en el evangelio, ellas mismas se convierten en una importante influencia hacia otros criminales. Edgar Gómez, pastor de la Iglesia Comunidad Cristiana Redención, ubicada en el sur de Bogotá, Colombia, le contó a BITE cómo se ha manifestado el poder del Espíritu en la vida de sus propias ovejas:
En mi iglesia conozco a muchos que en algún momento estuvieron involucrados con bandas criminales en nuestro país y que, por la obra del Señor en sus corazones, salieron de allí. He visto a personas que participaron en secuestros y luego se arrepintieron, volvieron al Señor y salieron de aquella vida.
En el pasado serví como capellán en instituciones de rehabilitación para jóvenes que estaban saliendo de la drogadicción, las pandillas y la delincuencia. Puedo dar testimonio de muchos jóvenes que abandonaron las armas porque entendieron el evangelio y se volvieron al Señor. Hoy varios de ellos aún continúan esa misma tarea de evangelismo, compartiendo su testimonio de cómo Dios cambió sus vidas.
El pastor Orozco relató una experiencia similar respecto su congregación en Venezuela:
La mayoría de las personas en nuestra iglesia vienen de barrios muy peligrosos de nuestro país y están predicando el evangelio en sus comunidades (...) Hemos podido ver cómo muchas de esas familias han venido a escuchar el evangelio y algunas de ellas se han convertido.
Orozco y su iglesia actualmente trabajan para plantar iglesias en comunidades con alta criminalidad. Su anhelo es que los hermanos que allí se convierten no solo vayan a la Iglesia Trono de Gracia, sino que en el futuro hagan parte de congregaciones establecidas en esos lugares.
Claro, no hay estadísticas de cuántos criminales terminan convirtiéndose al cristianismo ni cuántos potenciales homicidios son evitados por medio de la predicación. Sin embargo, la influencia de la iglesia es clara, pues con el evangelio aborda el corazón y no permanece en los aspectos superficiales (como las políticas de mano dura). Por eso se puede extender en el largo plazo.
Un mayor involucramiento
Frente a la oportunidad de hacer discípulos y mostrar el poder del evangelio en nuestras sociedades violentas, ¿qué hará la iglesia de Cristo? Si bien ya hay una influencia creciente, aún es necesario un mayor involucramiento. En palabras del pastor Gómez:
Conozco iniciativas de varias iglesias que han hecho programas para jóvenes y para reinsertados de las bandas criminales en nuestra nación (…) Sin embargo, creo que hay iniciativas que deberían ser respaldadas de una manera más fuerte por parte de toda la iglesia. Aún no nos hemos dado cuenta ni hemos reaccionado correctamente ante esta difícil situación. Sí hay programas, pero hace falta que la iglesia pueda comprometerse.
Oremos para que las iglesias locales de nuestros países puedan involucrarse en el evangelismo hacia las zonas de mayor crimen y para que el evangelio siga transformando generaciones de grupos violentos.
Referencias y bibliografía
Monitor de homicidios | Igarape
La tasa de homicidio de Ecuador está incrementando rápidamente | Igarape
La región más violenta del mundo necesita un nuevo acercamiento al crimen | The Economist
Cristianismo y conflicto en Latinoamérica | PewResearch
Durán, tierra de sicarios | Plan V
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