No hay un asunto más importante para el ser humano que un conocimiento claro y preciso de Dios. Algunos de los libros clásicos cristianos del siglo pasado estuvieron dedicados a este asunto.
A. W. Tozer comenzó su libro El conocimiento del Dios Santo afirmando que el conocimiento de Dios tenía un lugar primordial en la identidad del hombre. El teólogo dijo:
Por esta razón, la cuestión más importante que la Iglesia tiene delante siempre será Dios mismo, y la realidad más portentosa acerca de cualquier ser humano no es lo que él pueda decir o hacer en un momento dado, sino la forma en que concibe a Dios en lo más profundo del corazón.[1]
J. I. Packer, en el primer capítulo de su libro igualmente titulado en español El conocimiento del Dios Santo, también habló sobre cuán importante es en la práctica el conocimiento de Dios. El teólogo dijo:
El que descuida el estudio de Dios se sentencia a sí mismo a transitar la vida dando tropezones y errando el camino como si tuviera los ojos vendados, por así decirlo, sin el necesario sentido de la dirección y sin comprender lo que ocurre a su alrededor. Quien obra de este modo ha de malgastar su vida y perder su alma.[2]
Pero esta importancia del conocimiento de Dios en la vida del ser humano parece contraponerse a la realidad de la fe evangélica en el tiempo presente. A comienzos de octubre de 2022 publicamos en BITE un artículo titulado 5 doctrinas heréticas que creen los evangélicos, según un estudio reciente[3], en el cual Iván Gutiérrez hizo una recopilación de varios recursos de Coalición por el Evangelio, Christianity Today y Lifeway Research que analizaron los datos publicados en El Estado de la Teología el pasado septiembre de 2022[4], un estudio realizado por Ligonier y LifeWay cada dos años para revisar las creencias de la iglesia americana. Algunas de las creencias heréticas más notables dentro de la iglesia evangélica actualmente son evidentes en los siguientes resultados:
- 56% de los evangélicos encuestados, más de la mitad, está de acuerdo o parcialmente de acuerdo con que “Dios acepta la adoración de todas las religiones”, negando a Jesús como único camino al Padre.
- 73%, una cifra sorprendente, está de acuerdo o parcialmente de acuerdo con que “Jesús fue creado por Dios”, negando así la Trinidad.
- 43%, casi la mitad de los encuestados, afirma que “Jesús fue un gran maestro espiritual, pero que él no era Dios”, lo cual está de acuerdo con la teología arriana.
- 71% está de acuerdo o parcialmente de acuerdo con que “todos nacen siendo inocentes a los ojos de Dios”, negando así una parte fundamental del evangelio.
- 53% está de acuerdo o parcialmente de acuerdo con que “la Biblia, como todos los escritos sagrados, da explicaciones útiles de mitos antiguos, pero no es literalmente cierta.”
Paradójicamente, Lifeway y la Asociación Nacional de Evangélicos definieron a un ‘cristiano evangélico’ por medio de un grupo fundamental de cuatro creencias: que la Biblia es la fuente máxima de autoridad para la iglesia, que es importante animar a los no cristianos a confiar en Jesús como su salvador, que su muerte ha removido toda penalidad por el pecado, y que solo confiar en él nos lleva a la salvación. Sin embargo, los encuestados contradijeron varias de estas creencias fundamentales, junto con muchas otras que son consideradas clave en los círculos y comunidades evangélicas de hoy.
Para ahondar más en los hallazgos, recomendamos revisar directamente el Estado de la Teología y nuestro artículo en BITE, pero el punto está claro: la iglesia evangélica de hoy tiene creencias heréticas. ¿Qué ha originado esta profunda desviación de las verdades bíblicas en nuestros días? Si Tozer y Packer tienen razón, este no es un problema trivial, sino que afecta la misma identidad y práctica de la iglesia en todo sentido.
Partiendo de las reflexiones que otros autores han realizado en torno a los hallazgos del Estado de la Teología, quiero presentar aquí dos desafíos propios de nuestros días, uno de carácter interno y otro de carácter externo, que hacen que la iglesia tenga creencias heréticas.
1. El problema interno: la falta de conocimiento bíblico
Quizá la raíz más importante de las creencias heréticas de los cristianos hoy es que hay una gran carencia de conocimiento teológico al interior de la iglesia. En general, las personas parecen preocuparse cada vez menos por sumergirse en un estudio profundo de las doctrinas de la teología sistemática, considerándolas algo demasiado académico y con poca aplicación a la vida del día a día.
Al respecto, Trevin Wax, vicepresidente de investigación y desarrollo de recursos en la Junta Norteamericana de Misiones, describe esta tendencia de manera precisa. En su artículo titulado El perturbador estado de los evangélicos y la teología afirmó lo siguiente:
Si vamos a compartir los resultados que vemos en encuestas como esta, debemos ayudar a los cristianos a entender que la teología no es solo una ardua tarea de organizar detalles relevantes. Es una invitación a un conocimiento mayor de este Jesús que nos ha salvado. Nos preocupamos por los detalles doctrinales porque amamos al Dios que esas doctrinas describen.[5]
Por algún motivo, como deducimos de lo que afirma Wax, los cristianos consideran que el conocimiento profundo de ese Jesús que da salvación no es algo de crucial importancia. Por eso es importante que los pastores y líderes de la Iglesia lleven a su congregación a considerar que el conocimiento preciso de la doctrina tiene que ver con una relación profunda con Jesús.
Pero esa falta de conocimiento doctrinal es producida por un problema todavía más fundamental: la falta de lectura bíblica. Russell Moore, principal editor de Christianity Today, en su artículo titulado El surgimiento del hereje evangélico, afirmó lo siguiente:
La pieza faltante en este momento no es la habilidad para articular doctrinas, sino un conocimiento más fundamental de la Escritura […] A veces, incluso las personas más inclinadas teológicamente, saben cómo utilizar la Biblia para debatir, tanto dentro como fuera de la iglesia, sobre controversias de género, predestinación, y temas por el estilo. Sin embargo, no conocen la diferencia entre Melquisedec y Mardoqueo, entre Josías y Josafat. Ven la historia bíblica como un detalle “menor.”[6]
En otras palabras, este conocimiento de la doctrina, fundamental en una relación de amor con Jesús, no proviene de memorizar catecismos o capítulos de un libro de teología sistemática (aunque ambas cosas son sumamente útiles). El conocimiento doctrinal viene principalmente de una lectura a conciencia de la Biblia, no solo para extraer pasajes que ayuden en un debate, sino para entender su trama y su desarrollo teológico con claridad.
Este problema desafía a la iglesia evangélica de hoy a fortalecer el estudio de la Escritura en todos los ámbitos de su vida, desde el estudio devocional personal y familiar, hasta los estudios en grupos pequeños y la predicación dominical.
2. El problema externo: una iglesia abrumada por la sociedad
El segundo problema, el cual tiene un carácter externo, es que la iglesia está demasiado abrumada por la sociedad y sus problemas éticos y políticos. En otras palabras, la preocupación que la iglesia debería tener por un conocimiento doctrinal profundo es reemplazada por opiniones fuertes sobre los desafíos éticos y políticos.
Ahora, aquí no estamos diciendo que la iglesia no deba estar informada y no deba dar a conocer su posición acerca de los temas éticos en boga. Por el contrario, sabemos que la Iglesia está llamada a ser la “luz del mundo”, lo cual implica, entre muchas cosas, oponerse a lo que es pecado y demostrar el corazón de Dios por medio de sus acciones y palabras.
El problema realmente radica en que la iglesia concibe su fe y sus perspectivas teológicas simplemente como medios con los cuales participar en el debate de los asuntos éticos y políticos de la sociedad. Joe Carter lo pone de la siguiente manera:
Así como esta y otras encuestas lo han demostrado, el término “evangélico” muchas veces puede decirnos más sobre las convicciones políticas y sociológicas de una persona, que de aquello que esta cree sobre la fe cristiana.[7]
¿Cuál es el resultado de reducir la fe a asuntos políticos? Que la unión de la iglesia y su celo por la doctrina comienzan a ser determinados en términos políticos y no bíblicos. Carter lo dice así:
El resultado es que consideramos que las personas tienen ideas teológicas anti bíblicas por sus opiniones políticas, o asumimos que son ortodoxos porque votan de “manera correcta” (con nuestro mismo voto). Pero ese no siempre es el caso. Perspectivas no ortodoxas son compartidas por un rango amplio de personas que profesan una “creencia evangélica.”
Reitero: la participación de la iglesia en este tipo de asuntos sociales no es mala. De hecho, como lo afirma Stefani McDade, la iglesia evangélica demuestra estar de acuerdo con la Escritura en aquellos asuntos más relacionados con los debates sociales, lo cual es bueno. McDade lo pone de la siguiente manera:
Aunque se encontró que los evangélicos se están alejando de las creencias ortodoxas en varias cuestiones relacionadas con Dios, cada vez están más seguros en sus posturas sobre asuntos culturales y éticos.[8]
El problema radica en que la iglesia está tan abrumada por la cultura y sus debates éticos y políticos, que toda su doctrina se reduce cada vez más a responder ante dichos debates, dejando de lado los temas doctrinales que, aunque no estén siendo debatidos en la sociedad, resultan de fundamental importancia para una relación profunda con Dios.
Conclusión: un llamado a volver a la prioridad
Estos dos problemas que hemos expuesto en este artículo, el poco conocimiento bíblico y teológico al interior de la iglesia, y la tendencia a ser abrumados por los problemas éticos y políticos fuera de la iglesia, nos desafían a hacer un trabajo profundo al interior de nuestras congregaciones. Comenzando por los pastores y líderes, y abarcando el resto de la comunidad evangélica, todos tenemos un llamado hoy a priorizar el estudio de la Biblia como un fundamento central en nuestra existencia cristiana.
Cierro con las palabras con las que J. I. Packer cierra su libro, las cuales hablan sobre la prioridad que tiene el conocimiento de Dios por encima de los asuntos sociales que hemos mencionado en este artículo:
Finalmente, hemos llegado al punto en que podemos y debemos poner orden en las prioridades para la vida. Si nos llevamos por algunas publicaciones cristianas actuales podríamos llegar a la conclusión de que la cuestión más vital para todo cristiano real o en potencia en el mundo de hoy es la de la unión eclesiástica, el testimonio social, el diálogo con otros cristianos u otros cultos, refutar este o aquel –ismo, el desarrollo de una filosofía o una cultura cristianas, o cualquier otra cosa. Pero nuestra línea de estudio hace que la concentración de la atención en estas cosas en el día de hoy parezca como una gigantesca conspiración para desorientar. Desde luego que no es eso; las cuestiones mismas son reales y tienen que ser consideradas en su lugar apropiado. Pero resulta trágico que, al prestarles atención, sean tantas las personas que en nuestros días hayan sido distraídas de lo que era, es, y siempre será la prioridad verdadera para todo ser humano, a saber, el aprender a conocer a Dios en Cristo.
[1] Tozer, A. W. (1996). El Conocimiento del Dios Santo. Editorial Vida. P. 7. Estados Unidos de América. Publicación original en inglés: The Knowledge of the Holy (1961).
[2] Packer, J. I. (2006). El Conocimiento del Dios Santo. Editorial Vida. P. 21. Estados Unidos de América. Publicación original en inglés: Knowing God (1975).
[3] Disponible en: 5 doctrinas heréticas que creen los evangélicos, según un estudio reciente
[4] Disponible en: The State of Theology
[5] Disponible en: The Distressing State of Evangelicals and Theology
[6] Traducido por el equipo de BITE. Artículo original en inglés disponible en: The Rise of the Evangelical Heretic
[7] Disponible en: The State of Theology: What Evangelicals Believe in 2022
[8] Disponible en: Top 5 Heresies Among American Evangelicals
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