En el año 1516 un sacerdote comienza a predicar en la ciudad suiza de Einsiedeln en contra de la venta de indulgencias y la veneración a la virgen María; su nombre era Ulrico Zuinglio. Al año siguiente (1517), en Alemania, un monje advierte acerca de las mismas indulgencias; su nombre era Martín Lutero. Ambos hombres, de países vecinos, se convertirían en los líderes principales del movimiento reformista-protestante en Europa.
A pesar de ello, estos suelen ser vistos como figuras antagónicas, casi que totalmente opuestas, debido a sus diferencias teológicas. De ahí que suelan ser contrastados, no solo en cuanto a su pensamiento, sino también en cuanto a su vida y carácter. Lutero vs Zuinglio puede bien ser un rótulo, aunque sensacionalista, que describa el primer gran conflicto de la reforma protestante en su primera década, ya que esos dos hombres fueron los protagonistas.
Consideremos, pues, a aquellos dos personajes, que terminaron en un encuentro cara a cara. A lo largo de ese encuentro se manifestaron las similitudes y las diferencias teológicas y de carácter de los involucrados, las cuales iremos notando en el camino. Pero antes, contrastemos sus historias y personas de forma general.
Lo primero que se debe decir es que Zuinglio era de origen suizo y Lutero de origen alemán. Aunque Suiza y Alemania eran geográficamente regiones vecinas y culturalmente afines, sus relaciones no eran del todo buenas, habiendo cierto recelo entre las poblaciones de estas.
Ambos provenían del campesinado, aunque no por ello eran humildes, sino que eran de familias acomodadas. El padre de Zuinglio (Ulrich) era un próspero granjero y magistrado del pueblo de Wildhaus; y el de Lutero (Hans) era un próspero minero y un concejal de Sajonia.
Sus familias eran piadosas y cristianas, por lo que evidentemente fueron criados en el cristianismo católico europeo. Zuinglio, en especial, era sobrino del sacerdote de la localidad y del abad de un monasterio benedictino, por lo que su educación religiosa de infancia fue más estricta.
Ya en sus adolescencias, Zuinglio a los 14 y Lutero a los 17, acudieron a universidades respetadas: Zuinglio a la Universidad de Viena, y Lutero a la Universidad de Erfurt. Zuinglio luego continuó sus estudios en la Universidad de Basilea, donde se volvió Magister, mientras que Lutero abandonó los estudios universitarios y se volvió monje del monasterio agustino de Erfurt.
En sus etapas universitarias, Zuinglio fue educado en el pensamiento del teólogo medieval Tomás de Aquino (1225-1274), y Lutero en el de otro teólogo medieval: Guillermo de Ockham (1285-1347), ambos representando sistemas filosóficos y teológicos diferentes.
No obstante, tanto Zuinglio como Lutero fueron luego influenciados por el pensamiento del humanista Erasmo de Rotterdam, algo que a diferencia de Lutero Zuinglio sin problema admitió.
Debido a su erudición renacentista, Zuinglio se empapó de los clásicos griegos, los Padres de la Iglesia y el trabajo humanista de Erasmo, mientras que Lutero, movido más por su monasticismo, se entrenó en la teología agustina y mística de Johann von Staupitz.
Lutero terminaría siendo profesor de teología en Wittenberg, y Zuinglio sacerdote parroquial en Einsiedeln. Zuinglio era un republicano y un liberal, Lutero un monarquista y un conservador. Zuinglio era un patriota, Lutero no tenía mucho interés por la política nacional. Zuinglio hablaba en suizo-alemán, Lutero en alemán sajónico. Zuinglio moriría como un soldado en batalla (en la guerra de Capel), Lutero en una cama rodeado por sus amigos.
Ambos eran grandes exponentes de la Escritura. Ambos amaban la poesía y la música. Ambos vieron la necesidad de reformar la Iglesia de su tiempo. Ambos rechazaron la autoridad del Papa. Ambos sostenían el principio de sola Scriptura. Ambos creían en la justificación por la sola fe. Ambos se oponían a las ventas de indulgencias, las veneraciones, los peregrinajes y las misas. En fin, ambos fueron padres de dos tradiciones protestantes importantes: Zuinglio de la reformada y Lutero de la luterana.
Pero si en verdad queremos contrastar el carácter y el pensamiento de aquellos hombres, debemos considerar y analizar el único encuentro personal que hubo entre ellos, el cual tuvo lugar durante el año 1529 en Marburgo, Alemania, en medio del llamado “Coloquio de Marburgo”. Allí se descubrirán mejor sus temperamentos e ideas, tal como los revelaron en sus palabras e interacciones, cuando ambos tenían 46 años de edad.
El Coloquio fue organizado por Felipe I, “el magnánimo”, quien era Landgrave de la región alemana de Hesse, y quien fue uno de los primeros príncipes/políticos en apoyar el movimiento de la Reforma. La naturaleza del coloquio era teológica, ya que se buscaba que los teólogos protestantes invitados pudieran llegar a un acuerdo en las creencias esenciales del protestantismo; no obstante, este tenía un fin político, el cual era alcanzar una mayor unidad eclesial para hacer frente a la Iglesia de Roma y el emperador Carlos V.
A este Coloquio asistieron teólogos alemanes, suizos y alemanes sureños. Unos eran teológicamente más cercanos a Lutero, otros a Zuinglio y otros buscaban un equilibrio entre estos. Sea como sea, entre aquellos teólogos estaban Felipe Melanchthon, Andreas Osiander, Stephan Agricola, Johannes Brenz, Juan Ecolampadio, Martín Bucero y Caspar Hedio, los cuales estaban entre los mejores teólogos protestantes del momento.
El 1 de octubre fue la primera sesión del Coloquio en un castillo apartado para ello. Hubo debates entre Lutero y Ecolampadio, y Melanchthon y Zuinglio. Los primeros temas discutidos fueron la justificación y el pecado original, en los que acordaban. Así que enseguida pasaron a discutir el tema de la presencia de Cristo en la Cena o Eucaristía, en el que diferían.
Al día siguiente llegó el enfrentamiento esperado entre Lutero y Zuinglio. Este último empezó con un largo discurso sobre su interpretación de Juan 6: no se puede hablar de una presencia física en la Cena, ya que Cristo mismo dice que “la carne de nada aprovecha”. A esto Lutero responde con otro discurso. Más allá de la interpretación de Juan 6, Lutero se enfoca en las palabras de la institución: “Esto es mi cuerpo”, las cuales para él deben leerse en su sentido simple y llano, lo que favorece su postura.
Más adelante, en el intercambio de palabras, Zuinglio lee un texto del Nuevo Testamento en griego; esto molesta a Lutero, más cómodo con el latín, pero Zuinglio irónicamente señala estar muy acostumbrado con la lectura del griego. El día termina con una discusión sobre si el cuerpo de Cristo puede estar en más de un lugar a la vez, lo cual cansa a Lutero, y queriendo este acabar con la discusión, arguye no estar interesado en “matemáticas”. A esto Zuinglio responde con una áspera pregunta: “¿Entonces todo debe hacerse según tu voluntad?”.
La mañana siguiente ambos retoman el debate, con Zuinglio argumentando de nuevo que el cuerpo de Cristo no puede estar en más de un lugar a la vez; por lo tanto, no puede estar físicamente presente en cada celebración de la Cena alrededor del mundo. Lutero replica que Dios es poderoso y puede hacer que esto ocurra. Cuando Zuinglio le pide una prueba escriturística, Lutero responde: “Esto es mi cuerpo”.
La discusión se alarga sin poder llegar a una conclusión. Al final Lutero agradece a Zuinglio por el debate y pide que se le perdone si sus palabras han sido duras. Zuinglio hace lo mismo y con voz llorosa confiesa: “Siempre ha sido mi anhelo tenerte como amigo, y aún lo pido. No hay hombres, ni siquiera en Italia y Francia, a los que me gustaría ver más que a ti”. Lutero fríamente responde: “Pide a Dios que seas iluminado”. Ecolampadio interrupe y responde: “Debes pedir lo mismo por ti”.
Cuando llega el día final, Zuinglio y Lutero no han podido ponerse de acuerdo en el tema de la presencia del cuerpo de Cristo en la Cena. Y en una reunión privada, interactúan por última vez en sus vidas. Zuinglio trata de establecer la paz y hermandad entre todos los presentes del Coloquio, diciendo:
“Confesemos nuestra unión en todo lo que estamos de acuerdo; y, en cuanto al resto de cosas, recordemos que somos hermanos. Nunca habrá paz en las iglesias si no podemos permitir las diferencias en los puntos secundarios”.
Pero Lutero responde: “Tú espíritu es diferente al nuestro”. Para él la cuestión de la Cena era un artículo fundamental de la fe e impedía que Zuinglio y el resto fuesen sus hermanos en la misma fe. De hecho, Lutero pensaba que Zuinglio no le daba mucha importancia a la verdad, ya que si lo hiciera tampoco lo reconocería a él como hermano. Pero el espíritu más liberal de Zuinglio permitía que pudiera afirmar una verdad sin dejar de considerar hermanos a los que difirieran con él.
No queriendo que el Coloquio fuese infructuoso, Felipe pide a Lutero que redacte una confesión común que todos puedan aceptar, lo cual Lutero hace sin problemas. Pero para su sorpresa, Zuinglio firma la confesión y la acepta. Esta confesión fue llamada Los artículos de Marburgo y consistía de 15 puntos doctrinales, en los que Lutero y Zuinglio pudieron acordar de forma general; sin embargo, en el último punto sobre la Cena se hizo la siguiente aclaración (por sugerencia de Felipe):
“Aunque no hayamos podido ponernos de acuerdo en este momento en cuanto a si el verdadero cuerpo y la sangre de Cristo están corporalmente presentes en el pan y el vino [de la comunión], cada parte debe mostrar a la otra el amor cristiano, en la medida en que cada conciencia respectiva lo permita, y ambos deben pedir persistentemente a Dios Todopoderoso que nos guíe para que a través de su Espíritu nos lleve a un entendimiento adecuado. Amén”.
Habiendo finalizado el Coloquio, los participantes se despidieron con un tenso estrechón de manos. Lutero volvió a Wittenberg, revisó los artículos y se arrogó la victoria. Zuinglio volvió a Zúrich y también se arrogó la victoria, pero se quejó en una carta a un amigo del espíritu testarudo de Lutero. A pesar de todo, Lutero, en una carta a Enrique Bullinger (pupilo de Zuinglio), reconoció que Zuinglio le pareció “un muy buen hombre” en Marburgo.
Del evento del Coloquio es evidente la diferencia de carácter entre Zuinglio y Lutero: el primero uno más abierto y el segundo más cerrado. El uno más liberal y el otro más conservador. De ahí que estos hombres no pudieran ser amigos: sus personalidades chocaban fuertemente entre sí. Además, a su manera ambos podían ser altaneros y obstinados, aunque uno se pregunta si no era algo necesario, considerando que eran los líderes de un movimiento tan complejo y demandante como el de la Reforma Protestante.
Zuinglio leyó algunos escritos de Lutero y siempre lo respetó y deseó su amistad, mientras que Lutero lo rechazó como un hereje, aunque ciertamente su visión negativa de Zuinglio parece haberse aminorado después de Marburgo. Sin embargo, Zuinglio siempre estuvo a la sombra de Lutero, lo cual despertó celos en él. Siempre quiso aclarar que descubrió y predicó el “verdadero evangelio” antes que Lutero. Esto no cambió tras su muerte en 1531, y hasta hoy por lo general es una nota al pie de la historia de Lutero.
No obstante, ambos hombres en su contexto y tiempo fueron fundamentales para la Reforma en Europa. Sin Zuinglio no habría una reforma suiza ni un Calvino ni una tradición reformada. Sin Lutero no habría una reforma alemana (y de casi toda Europa) ni una Confesión de Augsburgo ni una tradición luterana. La obra de Zuinglio continuó en Bullinger, y la de Lutero en Melanchthon, y así quedaron en la historia como los padres de dos tradiciones hermanas, o al menos cercanas, que hasta el día de hoy componen una parte importante del cristianismo protestante.
Bibliografía: Philip Schaff, History of the Christian Church, “§ 9. Zwingli and Luther” y “§ 106. Luther and Zwingli”; Samuel Macauley Jackson, Huldreich Zwingli: The Reformer of German Switzerland (G. P. Putman's Sons, 1901); "Marburg Colloquy Archives" en davenantinstitute.org; John B. Payne, Zwingli and Luther: The Giant vs. Hercules en christianitytoday.com; Rev. Jesse Burns, Luther and Zwingli en lutheranreformation.org.
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