Si bien existen varias perspectivas sobre cómo llevar un estilo de vida sencillo, la visión de John Wesley, John Newton y George Müller converge en cuatro elementos que llevan al hombre a amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo. Tales son: la fe, el contentamiento, la sabiduría y la generosidad.
Con el primer elemento, se reconoce al Señor como la base de todo, como el proveedor del dinero y de las buenas obras a las que el creyente podrá destinar los recursos. Con el segundo, el corazón se mantiene agradecido y satisfecho, se suplen las necesidades básicas y no se acumulan tesoros en la tierra.
El tercer elemento implica varios principios financieros que se pueden encontrar en la Biblia, como el trabajar duro y de manera honrada, o el ahorrar y evitar las deudas excesivas. La generosidad, por su parte, permite apoyar a los menos favorecidos, apoyar la Gran Comisión y la vida en comunidad.
A fin de cuentas, “la vida sencilla” consiste en dejar que el evangelio transforme la visión del mundo y del área financiera, la forma de administrar los recursos, y hasta la sociedad. No encaja ni con un voto de pobreza ni con las recomendaciones financieras que hoy en día se suelen escuchar en las megaiglesias, es decir, no promueve el ascetismo y está lejos de dar dinero para recibir bendiciones de Dios a cambio. En su libro Ministerios de Misericordia, el pastor estadounidense Timothy Keller brinda un panorama general de “la vida sencilla” en el cristianismo. A continuación presentamos un fragmento:
La vida sencilla
¿Es posible, entonces, que los occidentales de clase media nos comprometamos con el ministerio de misericordia sin alterar radicalmente nuestro estilo de vida?
Los defensores modernos
Muchos hoy llaman a todos los cristianos a tener una “vida sencilla”. Su principio es básicamente el siguiente: dona todo lo que produzcas al Señor y a los necesitados, excepto lo que sea necesario para lo esencial de la vida. Puede que el más famoso de los defensores del estilo de vida sencillo sea Ron Sider.
Sider insta a las familias a vivir de forma comunal, a dejar de comprar ropa por dos o tres años, y a disminuir radicalmente los gastos de su estilo de vida para que puedan dar del 20-50 por ciento de sus ingresos al Señor y a los necesitados. Hay iglesias que se han construido sobre tales principios. En un libro editado por Sider, se explica el perfil de varias de esas congregaciones. En una de ellas, Reba Place Fellowship [Comunión en Reba Place], muchos miembros viven en casas y apartamentos que son propiedad de la iglesia. Comparten los carros y hay una cooperativa para la comida. En 1980, el costo mensual promedio para vivir era de solo $240 dólares por adulto. Aproximadamente el 30 por ciento de todos los que ganaban un salario daban más del 50 por ciento de sus ganancias a la iglesia; otro 20 por ciento daba más del 30 por ciento.
Los defensores históricos
Si alguien objetara que el “estilo de vida sencillo” es una nueva moda y que es pasajera, tendríamos que decirle que no lo es. Es posible que el modelo más famoso del pasado sea John Wesley. Cuando murió, sus bienes consistían de un abrigo y dos cucharas de plata, y esto a pesar de que durante sus últimos años de vida ganaba mucho dinero anualmente por la venta de sus sermones y libros. Esto sucedió porque nunca gastó más de lo necesario para su sustento, incluso cuando sus ingresos se multiplicaron por cuarenta. Él mismo escribió: “Si me quedan 10 libras cuando muera, tú y toda la humanidad serán testigos de que viví y morí como un ladrón”. Otro hombre que vivió en circunstancias muy humildes fue el famoso George Müller de Bristol. Al morir, dejó $850 dólares, pero se calculó que dio $180,000 dólares para la obra del Señor.
La idea de un estilo de vida sencillo no se limitó a un par de líderes visibles. Más bien, era una enseñanza común en las iglesias evangélicas de los siglos dieciocho y diecinueve. Es fascinante leer la carta que el gran escritor de himnos y pastor John Newton le escribió a un joven esposo que estaba buscando consejo sobre cuánto dar a los pobres. Newton comienza expresando su desagrado por la manera mundana en que la mayoría de los cristianos manejan su economía.
Casi siempre, de lo primero que nos aseguramos es de estar bien abastecidos, si es posible, con todas las necesidades básicas, comodidades y no pocas de las elegancias de la vida; tener un cómodo fondo guardado por cualquier emergencia... de manera que cuando veamos a nuestros niños y parientes cercanos, podamos decir en nuestro interior: “Ahora tienen todo lo que necesitan”. Y cuando hayamos conseguido todo esto y más, quizá nos sintamos contentos de, por amor a Cristo, darle a los pobres una miseria de nuestras superficialidades, una décima o veinteava parte de lo que gastamos o acumulamos para nosotros. Pero, ¡ay! ¿Qué nos distingue de los demás? Multitudes que no saben nada del amor de Cristo lo harán así.
Después Newton le describe sus propias pautas para el ministerio de misericordia. En primer lugar, escoge un estándar de vida que sea “apenas decente”; es decir, con las necesidades básicas más sencillas de la vida cubiertas, sin (lo que él llama) “comodidades” y “elegancias”. Además, dice que debemos gastar en los pobres en la misma medida en que gastemos en nosotros. En otras palabras, debemos donar la mitad de nuestros ingresos disponibles. En ciertos sentidos, este es un plan menos austero que el de Sider, pero sigue siendo un gran reto para la mayoría de los estilos de vida occidentales.
En segundo lugar, Newton anima al cristiano a no esforzarse tanto en mostrarle hospitalidad o entretener a los amigos que no sean pobres. Dice que debemos decirles que les amamos, pero que no podemos dedicarnos a entretenerlos “ni por una noche”. ¿Por qué? “Uno casi pensaría que el pasaje, Lucas 14:12-14, no es parte de la Palabra de Dios”. Newton creía que la Biblia nos mandaba a alimentar y a hospedar a los extraños y a los pobres en nuestra propia casa. Por último, Newton parece moderar su conclusión, diciendo: “No creo que sea ilegal entretener a nuestros amigos; pero si estas palabras [Lc 14:12-14] no nos enseñan que, en ciertos sentidos, nuestro deber es darle preferencia a los pobres, entonces no las entiendo”. En otras palabras, Newton exhortó a los cristianos a tomar ese dinero que normalmente gastarían entreteniéndose con amigos, y usarlo como familia para ministrar a los pobres.
También cabe destacar que, cuando Newton instó a un estilo de vida sencillo, no lo hizo pensando en que una gran cantidad de nuestros ingresos pasarían a ser ahorros.
Alguien podría preguntar: “¿No estás contemplando la posibilidad de que podrías dejar a tu esposa y a tus hijos desprovistos?”. Todo lo contrario; lo tengo muy pendiente, y así deberían hacer todos, pues las Escrituras nos muestran el camino más excelente. Si tuvieras un poco de dinero para gastar, ¿no me lo prestarías si yo te asegurara que te lo pagaría cuando lo quisieras? [...] Proverbios 19:17 dice: “Servir al pobre es hacerle un préstamo al Señor; Dios pagará esas buenas acciones”. ¿Qué piensas de este texto? ¿Es la Palabra de Dios o no? [...] Me atrevo a asegurar que si actúas de acuerdo a este principio, con un espíritu de oración y fe, y pensando únicamente en Su gloria, no serás defraudado.
John Newton aconsejó a este hombre a (1) escoger un estándar de vida que cubriera sus necesidades básicas, (2) usar los fondos usualmente destinados a su entretenimiento para llevar a cabo un ministerio familiar hacia los pobres, y (3) a priorizar la generosidad hacia los pobres sobre sus ahorros. Todo parece indicar que los criterios de Newton no eran raros para un ministro evangélico en esos días.
El contentamiento bíblico
Los cristianos difieren ampliamente en cuanto a estos asuntos que hemos comentado. Como hemos visto, algunas personas ven ese llamado a través de toda la Biblia. John Wesley, en un sermón sobre Mateo 6:19-23 (“No atesoren para ustedes tesoros en la tierra”), afirma rotundamente que cualquier cristiano que tenga más de las “necesidades básicas de la vida vive negando al Señor de una manera pública y habitual; ha ganado riquezas y fuego del infierno”.
Otros no están de acuerdo con esta perspectiva. David Chilton escribe: “El único requisito de Dios es que demos el diez por ciento de nuestros ingresos; una vez que hayamos pagado eso, sabemos que no se demanda más”. Según este punto de vista, nadie puede ser obligado a dar más del diezmo, no importa qué tan rico sea. Esto rechaza completamente los llamados de Sider, Wesley y Newton a tener un estilo de vida sencillo.
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La perspectiva de George Müller: el hombre que no limitó su fe
Conocido como el padre de los huérfanos, fue un evangelista cristiano y filántropo que fundó orfanatos en Bristol, Inglaterra, en el siglo XIX. Su perspectiva sobre las finanzas fue modelada por la fe que tenía en que Dios proveería para sus necesidades. Creía que los cristianos no se deben preocupar por el dinero sino confiar en Él a través de la oración, que no debían depender de recursos propios o ajenos. Decidió que sólo en su comunión con Dios daría a conocer las necesidades de sus orfanatos, así que aceptó donaciones y apoyo financiero únicamente de Él.
Para Müller, no había fórmulas ni reglas en cuanto a finanzas, solo una profunda confianza en Dios. Creía que los creyentes deben disponerse a renunciar a sus propias comodidades y a su seguridad para seguir la voluntad del Padre. [Puedes leer más sobre su vida y testimonio en este artículo]
Un poco más sobre Wesley y su posición con respecto a las finanzas
El fundador del metodismo predicaba el principio “gana todo lo que puedas, ahorra todo lo que puedas, da todo lo que puedas”. Así pues, promovía la obtención de dinero a través del trabajo arduo y honesto, recomendaba a los cristianos administrar sus recursos con sabiduría a través del ahorro (evitando gastos innecesarios) y de las buenas inversiones.
Para Wesley, los seguidores de Jesús deberían usar su riqueza para el bien de la sociedad y el avance del reino de los cielos, no para satisfacer sus propios deseos egoístas. Esto concuerda con su idea de que la verdadera riqueza no es el dinero que se acumula, sino la cantidad de bien que se hace con él.
¿Vida sencilla o con “privilegios”?
Como lo evidencia el texto de Keller, el aspecto financiero está lleno de perspectivas y matices. Lutero también dio la suya y criticó el ascetismo tan propio del catolicismo. En Lecturas sobre el Génesis, sostuvo que la plata y el oro no son cosas malas per se, sino que han sido sometidas a la vanidad y el mal, pero se pueden utilizar para las necesidades del prójimo y para la gloria de Dios. Razonó, entonces, que el abstenerse de ellas, el cristiano terminaría siendo ingrato. “El problema no es el dinero, sino su uso. Los codiciosos lo utilizan mal al esforzarse por adquirirlo; los monásticos, al esforzarse por renunciar a él”, así se resume su punto de vista en este artículo de BITE.
Sin embargo, tanto la vida sencilla como la privilegiada, por así llamarla, convergen en un mismo punto: la generosidad. Para la muestra, dos botones. Por un lado, encontramos al ya mencionado George Müller, quien les brindó un hogar a unos diez mil niños huérfanos. Por otro lado, el empresario Truett Cathy, fundador de la cadena de comida rápida Chick-fil-A, acogió a unos 150 niños, dejó a su familia un gran patrimonio y un legado, que incluye una fundación.
Con lo anterior en mente y teniendo en cuenta que, según Efesios 2:10, Dios preparó de antemano las buenas obras que haríamos, podríamos preguntarnos: ¿Cuáles fueron las obras que preparó para cada uno de nosotros? ¿Cómo quiere Él que le demos gloria a través de nuestras finanzas?
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En Cristo,
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