El 13 de enero de 2018, los habitantes de Hawái recibieron una alerta que ponía en riesgo sus vidas: un misil se dirigía hacia ellos. La población estuvo en estado de alarma durante 30 minutos, hasta que el gobierno indicó en un comunicado que se trataba de una falsa alarma. Quince minutos después de que se les informara a los hawaianos que no estaban en peligro, las visitas a Pornhub desde dicha ubicación geográfica —quizás el sitio web más grande de pornografía del mundo— aumentaron un 48%.
Al parecer, esta conducta se ha convertido en una de las formas más comunes en que esta generación enfrenta sus temores: en marzo 11 de 2020, el COVID-19 fue catalogado como una “pandemia” y, solo dos semanas después, el número de vistas de Pornhub aumentó en un 24%. Sin embargo, lejos de traer paz y consuelo, la pornografía está destruyendo generaciones enteras y los cristianos no son inmunes a sus efectos.
Según el estudio de Barna y Pure Desire Beyond the Porn Phenomenon (Más allá del fenómeno del porno), publicado en octubre de 2024, tres de cada cinco adultos estadounidenses (61%) admiten usar pornografía con alguna frecuencia. A pesar de cuán generalizado se ha vuelto su uso, este hábito se mantiene en aislamiento: la mitad de ellos afirmó que nadie en su vida sabe acerca de este problema y el 84% dijo que nadie los estaba ayudando.
Estamos en una época en la que el uso de la pornografía no para de crecer. Este incrementó más del 6% desde que Barna realizó un estudio similar en 2015. Pero la problemática es mucho más alarmante si miramos más atrás, pues, según un artículo de investigación publicado el año pasado en la revista Cureus, el uso de la pornografía ha aumentado en un 91.1% desde el año 2000.
Podríamos pensar que ese número se debería reducir considerablemente entre la población cristiana, pero no es así: el 54% de quienes son practicantes —que asisten a una iglesia regularmente y consideran que la fe es muy importante— usa pornografía. Si bien la consumen de manera menos frecuente que los cristianos no practicantes (58%) y que los no cristianos (68%), la diferencia no es tan grande como esperaríamos. De hecho, una cantidad importante de ellos recurre a ella con una alta frecuencia: el 15% de manera semanal y el 7% a diario.
¿Qué consecuencias está trayendo esto a la Iglesia? ¿De qué maneras podemos estar fallando y qué haremos al respecto?
Los efectos de la pornografía
Según el estudio publicado en Cureus, el uso de pornografía está asociado a una importante disminución de interacciones sexuales íntimas entre dos personas y al aumento de la masturbación. Esto no solo ha afectado la estabilidad de los matrimonios (al exacerbar la desconfianza entre los cónyuges) y ha propiciado un incremento en las relaciones extramaritales y los divorcios; también ha tenido un impacto directo en las tasas de natalidad.
Pero la pornografía no solo afecta las relaciones amorosas. Cureus también encontró que los usuarios han demostrado un incremento en las conductas adictivas —como el uso de las redes sociales— y en los rasgos de personalidad del Cluster B, que se caracterizan por comportamientos dramáticos, emocionales e impredecibles. Estos incluyen trastornos de personalidad como el narcisista (egocentrismo y necesidad de admiración), el histriónico (búsqueda excesiva de atención) y el antisocial, afectando las relaciones y las emociones de manera intensa.
Por su parte, los datos de Barna revelan que los usuarios de pornografía a menudo experimentan un bienestar general más bajo, junto con sentimientos de culpa, vergüenza y aislamiento. “En general, hay una correlación directa entre cuanto más pornografía ves y menos saludable estás mental, emocional y relacionalmente”, dijo Nick Stumbo, director ejecutivo de Pure Desire. “No podemos estar bien con un comportamiento que socava nuestra salud mental, emocional y relacional”.
Pero, como resaltó Marshall Seagal en su artículo Never Harmless, Never Private, Never Safe (Nunca inofensiva, nunca privada, nunca segura), sus efectos son también profundamente espirituales:
La pornografía parece devorar tanto (o más) terreno espiritual como cualquier otra amenaza para los jóvenes cristianos hoy en día. Necesitamos tomar esta maleza más en serio donde sea que sus hojas espinosas comiencen a brotar. Por muy inofensiva o privada que parezca, no lo es.
Al hablar de las consecuencias en el alma, Seagal nos invita a considerar estos resultados de ella:
- Nos ciega hacia Dios y Su belleza.
- Nos enseña a tratar a las mujeres como objetos y posesiones desechables.
- Alimenta la esclavitud sexual a nivel mundial, incluso en ciudades cercanas a nosotros.
- Menosprecia la verdadera belleza y la reemplaza por una imitación barata.
- Reduce el sexo a un acto efímero, en lugar de ser duradero en el matrimonio.
- Detiene nuestro desarrollo emocional y espiritual.
- Nos entrena en el egoísmo, pues nos enfoca solo en nosotros mismos.
- Nos aparta del ministerio, lo cual descalifica o desmotiva a muchos.
- Enseña a los niños una distorsión maligna del amor.
Una lucha de creencias y acciones palpables
¿Qué podemos hacer para enfrentar este fenómeno tan destructivo? Quizás el mayor desafío que debemos superar es el de nuestras (falsas) creencias generalizadas acerca de la pornografía.
El estudio de Barna reveló que más de dos de cada cinco cristianos (44%) creen que “ver pornografía tiene poco impacto en otros aspectos de la vida de una persona”, como si se tratara de un simple gusto inofensivo. Así mismo, los datos mostraron que tres de cada cinco cristianos (62%) afirmaron estar de acuerdo en que una persona puede ver pornografía regularmente y llevar una vida sexualmente saludable.
“No es algo importante para ellos (…) no hay ningún sentido de urgencia”, dijo Sean McDowell, profesor en la Universidad Biola y presentador del podcast Think Biblically. “Creo que este es un ejemplo de cómo la gente sigue mucho más las señales de la cultura y las ideas que los rodean que las de las Escrituras y su cosmovisión cristiana”. Esto desafía cada vez más a los líderes a enseñar insistentemente sobre la pureza sexual en la Biblia. De hecho, Barna encontró que hay una buena disposición para hablar del tema, pues más de la mitad de los cristianos (58%) consideran importante que su iglesia trate temas de comportamiento sexual compulsivo.
Otra creencia en la que se debe intervenir tiene que ver con el rol de la Iglesia en la lucha contra la pornografía. Es claro que los pastores están sirviendo a sus ovejas que lidian con esta adicción: según el estudio de Barna, el 75% de los pastores en Estados Unidos afirman que están ministrando individualmente a quienes batallan con la pornografía. Sin embargo, ¿qué tan intencionalmente se está involucrando toda la comunidad eclesial?
Aunque lo relacionado con los deseos sexuales requiere mucha prudencia, eso no implica que solo los pastores puedan participar en el cuidado de los cristianos que luchan. Juli Slattery, psicóloga fundadora de Authentic Intimacy que hizo parte del desarrollo del estudio de Barna, estuvo de acuerdo en que ofrecer una comunidad segura para las personas que luchan con la pornografía es clave:
Puedes decirle a la gente: ‘Dios dice que dejes de ver pornografía’, pero si no proporcionas las herramientas y la comunidad para que aborden esos problemas más profundos, muchas personas se sentirán realmente atrapadas. [Muchos cristianos] no entienden lo que se pierde cuando la sexualidad está rota porque la ven más en términos de una ética de comportamiento y no como un campo de batalla profundamente espiritual.
Además, Barna mostró que solo el 10% de los cristianos y adultos que se congregan en Estados Unidos dicen que su iglesia ofrece programas para ayudar a quienes luchan con la pornografía. ¿De qué manera podemos pensar en iniciativas que promuevan la honestidad y el cuidado mutuo al interior de la congregación?
Finalmente, es fundamental que las iglesias vean la pornografía como un problema que afecta a todos, no solamente a los hombres jóvenes. Por ejemplo, podemos asumir que se trata de un problema que es solo recurrente en varones, pero las investigaciones evidencian que el género femenino se ve afectado cada vez más: según el estudio de Barna, hoy 44% de las mujeres ven pornografía, 5% más que en 2015.
¿Quién les está enseñando a los jóvenes sobre sexo?
Uno de los aspectos más preocupantes del consumo de pornografía es el efecto que está teniendo en las generaciones más jóvenes. Según un reporte realizado por Common Sense en 2022, el 73% de los adolescentes reportó haber visto pornografía, y más de la mitad de ellos afirmó que la primera vez que tuvo contacto con ese contenido fue antes de los 13 años.
Lo más aterrador es que muchos de ellos se encuentran con estas páginas de internet sin buscarlas de forma directa: poco menos de la mitad de todos los que habían consumido pornografía (44%) señaló haberlo hecho de manera intencional, mientras que un poco más de la mitad (58%) indicó haberla encontrado accidentalmente.
Además, lastimosamente, los espacios educativos se han prestado para estos encuentros. Muchos de estos encuestados (41%) dijeron haber visto pornografía durante el horario escolar, incluyendo aproximadamente uno de cada tres (31%) que afirmó haberla visto mientras asistía a la escuela de manera presencial. Además, entre los adolescentes que dijeron haber visto pornografía durante su jornada de estudio, casi la mitad (44%) reportó haberla visto en dispositivos que son propiedad de la escuela.
El consumo de pornografía se mantiene hasta la adultez y trae consecuencias desastrozas. En una investigación desarrollada por el Institute for Family Studies (Instituto para los estudios familiares) se encontró que casi 1 de cada 3 adultos jóvenes (32%) que ven pornografía al menos una vez al día informan que se sienten “tristes, deprimidos o sin esperanza” la mayor parte o todo el tiempo, y más de 1 de cada 3 (36%) informan que se sienten solos la mayor parte o todo el tiempo.
Por eso, la labor de los padres es fundamental: ellos son la primera línea de defensa en la educación y crianza de los niños. Cuando Barna encuestó a los líderes de jóvenes en las iglesias, el 89% de ellos afirmaron que desearían que los adolescentes fueran educados sobre salud sexual y comportamientos por sus padres; sin embargo, el 69% dijo que, en realidad, “los amigos” y “las redes sociales” tienen la mayor influencia en lo que los jóvenes aprenden sobre el sexo hoy en día.
Estas perspectivas están bien fundamentadas: según Common Sense, el 45% de adolescentes que ven pornografía sintieron que esta les brinda información “útil” sobre el sexo y el 27% dijeron que la pornografía “muestra de manera precisa cómo la mayoría de las personas tienen relaciones sexuales”. También Barna preguntó a los encuestados quién o qué ha tenido el mayor impacto en sus puntos de vista sobre el sexo y el comportamiento sexual, y “Mi mamá” y “mi papá” se ubicaron por debajo de “mis amigos”, “la televisión o las películas”, “la investigación en internet” y la misma pornografía.
Terreno perdido
Este problema está ganando terreno día tras día. Según Common Sense, el 54% de los adolescentes que indicaron haber consumido pornografía han estado expuestos a formas agresivas o violentas de ella. En un estudio publicado en la revista médica PubMed, se encontró que el 88% de las escenas en videos de pornografía popular involucraban agresión física y el 49% contenían agresión verbal. En resumen, la pornografía no solo ha invadido a nuestra generación y a las más jóvenes; también ha permeado el mundo de una violencia brutal.
¿Qué haremos al respecto? El fenómeno actual de la pornografía requiere que la veamos como una amenaza y que nos pongamos en posición de guerra para defender a nuestros jóvenes e iglesias. En esta batalla podemos usar armas como la educación y softwares que cuiden nuestro contenido. Sin embargo, la pelea se dará principalmente en el corazón, cuando los afectos por Cristo sean mayores que los deseos efímeros que ofrece el sexo barato y violento de la pornografía. En palabras de Marshall Seagal:
Cada vez que nos exponemos y nos entretenemos con la impureza, estamos sacrificando nuestra conciencia y conocimiento de la bondad más elevada, la majestad más plena y el amor más grande que cualquiera haya experimentado. Y cada vez que rechazamos la pornografía u otro material sexualmente estimulante, nos preparamos para ver y disfrutar más de nuestro mayor Tesoro. (...) Cuando nos negamos a hacer clic en busca de una mayor alegría en Jesús, estamos vendiendo lo que este mundo tiene para ofrecer y comprando un tesoro invaluable lleno de verdadera belleza y felicidad real.
Referencias y bibliografía
Over Half of Practicing Christians Admit They Use Pornography | Barna Group
Beyond the Porn Phenomenon | Pure Desire Ministries
More Christians Are Watching Porn, But Fewer Think It’s a Problem | Christianity Today
Never Harmless, Never Private, Never Safe | Desiring God
2022 Teens and Pornography | Common Sense MediaAggression and sexual behavior in best-selling pornography videos: a content analysis update | PubMed
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