Las pandemias no son un fenómeno nuevo para la historia, de hecho fueron fenómenos recurrentes en diversas latitudes del mundo lo cual ha ido formando la por así decirlo “biblioteca de inmunidad” que todos portamos.
Sin embargo, y a propósito de una recientes declaraciones de John Lennox gran parte de los brotes pandémicos registrados fueron de alcance local[1], esto hace que nuestra actual situación con el COVID- 19 sea inédita y nos despierte dudas, inquietudes y a veces angustias. En ese mismo sentido Lennox complementa:
“Un pequeño virus, invisible y que no tiene inteligencia en su cabeza, puede entrar en mi cuerpo y matarme. Eso despierta preguntas mucho más grandes, que la gente no se hace habitualmente, cuando la vida parece estar bajo control”.
Entonces esas grandes preguntas, parecen no tener respuesta debido a lo inédito de nuestra situación. Pero, revisando la Historia de la iglesia, en especial la época de la Reforma encontramos en su contexto un aspecto fundamental que nos ayuda a conectar sus desafíos con los nuestros, y cómo esto influyó en el desarrollo de su fe y legado teológico.
Durante los siglos anteriores y posteriores a la Reforma, los brotes de peste, entre otras enfermedades fueron una realidad recurrente. Así lo largo de los siglos, distintas epidemias afectaron a Europa cada pocos años: tifus, disentería, entre otras. Una de ellas resultó especialmente nociva, hasta el punto de que su nombre se utiliza aún para designar cualquier patología, infecciosa o no, que provoca una gran mortandad: la peste.
Las crónicas sobre epidemias en diversos siglos muestran cómo el peligro de contagio desataba episodios de crueldad. En la ciudad alemana de Wittenberg, durante la peste de 1539, se produjo un auténtico "sálvese quien pueda". Martín Lutero, el gran líder de la Reforma protestante, observó que sus conciudadanos huían en medio de la histeria. Los enfermos no tenían quien les prestara cuidado. Según Lutero, el miedo era un mal aún más terrible que la propia enfermedad. Perturbaba el cerebro de la gente y la empujaba a no preocuparse ni siquiera de sus familias
De allí que la Reforma protestante, de la que ya se ha celebrado el V Centenario, supuso una nueva forma de entender el mundo y las relaciones sociales, fundamentada en un retorno a la Biblia. Esta transformación afectó a todas las áreas de la actividad humana, desde la música a la política, desde la economía a la ciencia, y sus consecuencias perduran hasta hoy; el Mundo Occidental no se puede comprender sin el Protestantismo, debido a que transformó profundamente la investigación y la práctica médicas; desde entonces, buena parte de los avances médicos se han producido en países de cultura protestante.
Así como la alegría de la amistad y la calidez de la vida familiar visitó a los reformadores también lo hicieron las tragedias en sus núcleos familiares,. Estas tragedias tuvieron un profundo impacto en las vidas de dos de los grandes pilares de la Reforma Protestante: Martín Lutero y Juan Calvino.
Por su naturaleza y carácter extrovertido, contamos con amplios registros de la vida y pruebas de Martín Lutero, a través de diversas fuentes sabemos que los Lutero tuvieron tres hijos y tres hijas, su crianza no estuvo exenta de preocupaciones debido a las varias plagas que amenazaron su salud y lamentablemente dos de sus hijas fallecieron a temprana edad.
Sin embargo, y en contraste con el panorama de Lutero, la vida de Juan Calvino parece estar encubierta, debido a la intensa labor pública del reformador y su poca tendencia a referirse a lo que en términos contemporáneos llamaríamos vida privada. Aún así contamos con fascinantes antecedentes sobre su núcleo familiar y cómo este se vio fuertemente sacudido por los efectos de brotes pandémicos.
En la casa de los Calvino, la conformación familiar desde un inicio fue especial pues Idelette de Bure, viuda de una anabaptista y esposa de Calvino, tenía un hijo de su primer matrimonio (cuyo nombre se desconoce) y una hija llamada Judith. Calvino se preocupó de la hija como su verdadero padre, el hijo mayor de Idelette se había quedado en Alemania, sin embargo, gracias a los esfuerzos de Calvino logró llevarlo a Ginebra.
El único hijo en común de la pareja, Jacques, sólo vivió unos pocos días. Desde su nacimiento y muerte en agosto en 1542, la salud de Idelette se vio afectada y no pudo volver a recuperarse por completo de los problemas de salud que le acarreó el alumbramiento. Calvino aceptó la muerte de su hijo como expresión de la voluntad de Dios:
“El Señor me dio un hijo, pero pronto se lo llevó. Se reconoce esto entre mis desgracias, que no tenga hijos. Tengo miríadas de hijos a lo largo del mundo cristiano[2]”.
Pero Idelette sufrió una serie de enfermedades y murió siete en el año 1549 de una “enfermedad del sueño”[3]. Este hecho está documentado brevemente en correspondencia que Calvino mantuvo con Pierre Viret y Jean Sturm en aquel año[4]. Luego del fallecimiento de su querida esposa, Calvino se volcó de lleno en el trabajo para olvidar el dolor de esta pérdida. Él mismo señaló que:
“Perdí la mejor compañera de vida, una persona que de haber llegado a tal punto no sólo me habría acompañado gustosamente en el exilio y la pobreza, sino hasta la muerte. Mientras vivía fue una fiel ayudante en mi ministerio, jamás me importunó con sus problemas, nunca temió o se preocupó de sí misma[5]”
A pesar de su profundo dolor, reflexionando sobre los sufrimientos Calvino comenta:
“El apóstol declara que Dios tiene destinado este fin a Sus hijos: que sean conformados con Cristo. De este hecho surge una singular consolación que consiste en que, soportando toda suerte de desdichas y desventuras a las que nosotros llamamos adversidad y mal, participamos en la cruz de Cristo... Cuanto más nos sintamos afligidos por la miseria, más es confirmada nuestra aproximación con Cristo”[6].
Además del dolor por su situación familiar,el inmenso esfuerzo de Calvino por la Reforma tuvo sus consecuencias: padecía de migrañas, cólicos renales y de gota en sus últimos años de vida, además tenía trastornos digestivos y las hemorroides le causaban grandes molestias. Por recomendaciones médicas, Calvino trató de mantener a raya sus enfermedades mediante el reposo en cama, el ayuno y caminatas. Con ayuda de la equitación también logró expulsar en varias oportunidades los atormentadores cálculos renales[7].
Es por ello que describiéndose a sí mismo lo hace de la siguiente manera:
“Juan Calvino, siervo de la Palabra de Dios en la iglesia de Ginebra, debilitado por las enfermedades ... muchas gracias a Dios que no sólo ha mostrado misericordia para mí, su pobre criatura ... y sufrió conmigo en todos los pecados y debilidades, pero lo que es más que eso, me ha hecho partícipe de su gracia para servirle a través de mi trabajo…[8]”
Sin embargo, esas enfermedades, sufrimientos personales y de su entorno, le fueron útiles para tener conciencia de la fragilidad humana, escribiendo de esta manera en la Institución de la Religión Cristiana:
“Innumerables son las miserias que por todas partes tienen cercada esta vida presente, y cada una de ellas nos amenaza con un género de muerte. Sin ir más lejos, siendo nuestro cuerpo un receptáculo de mil especies de enfermedades, e incluso llevando él mismo en sí las causas de las mismas, doquiera que vaya el hombre no podrá prescindir de su compañía, y llevará en cierta manera su vida mezclada con la muerte. Pues, ¿qué otra cosa podemos decir, si no podemos enfriarnos ni sudar sin peligro?
Y continúa...
Asimismo, a cualquier parte que nos volvamos, todo cuanto nos rodea, nosolamente es sospechoso, sino que casi abiertamente nos está amenazando y no parece sino que está intentando darnos muerte. Entremos en un barco; entre nosotros y la muerte no hay, por decirlo así, más que un paso. Subamos a un caballo; basta que tropiece, para poner en peligro nuestra vida. Si vamos por la calle, cuantas son las tejas de los tejados, otros tantos son los peligros que nos amenazan. Si tenemos en la mano una espada o la tiene otro que está a nuestro lado, basta cualquier descuido para herirnos. Todas las fieras que vemos, están armadas contra nosotros. Y si nos encerramos en un jardín bien cercado donde no hay más que hermosura y placer, es posible que allí haya escondida una serpiente Las casas en que habitamos, por estar expuestas a quemarse, durante el día nos amenazan con la pobreza, y por la noche con caer sobre nosotros. Nuestras posesiones, sometidas al granizo, las heladas, la sequía y las tormentas de toda clase, nos anuncian esterilidad y, por consiguiente, hambre. Y omito los venenos, las asechanzas, los latrocinios y las violencias, de las cuales algunas, aun estando en casa, andan tras nosotros, y otras nos siguen a dondequiera que vamos. Entre tales angustias, ¿no ha de sentirse el hombre miserable?; pues aun en vida, apenas vive, porque anda como si Ilevase de continuo un cuchillo a la garganta”[9]
Habiendo analizado el asunto y teniendo en consideración la vida y mundo del autor, la conclusión podría ser muy negativa, sin embargo a la luz de las Escrituras, Calvino termina su balance señalando que:
“Por el contrario, tan pronto como la luz de la providencia de Dios se refleja en el alma fiel, no solamente se ve ésta libre y exenta de aquel temor que antes la atormentaba, sino incluso de todo cuidado… Nuestro consuelo, pues, es comprender que el Padre celestial tiene todas las cosas sometidas a su poder de tal manera que las dirige como quiere y que las gobierna con su sabiduría de tal forma, que nada de cuanto existe sucede sino como Él lo ordena. E igualmente, comprender que Dios nos ha acogido bajo su amparo, que nos ha encomendado a los ángeles, para que cuiden de nosotros; y, por ello, que ni el agua, ni el fuego, ni la espada nos podrán dañar más que lo que el Señor, que gobierna todas las cosas, tuviere a bien”[10]
[1] Fuente: https://www.latercera.com/la-tercera-domingo/noticia/john-lennox-ninguna-de-las-plagas-biblicas-tenia-proporciones-globales/QKQCADGTWNCPLIKKBSTHRG2W24/)
[2] Chapman, William. “Idelette de Calvino”. (1884). En: http://www.contra-mundum.org/castellano/chapman/Idelette.pdf
[3] Prof. Dra. Irena Backus “Las mujeres en torno a Calvino. Idelette de Bure y Marie Dentière" Ciclo de conferencias de la Facultad de Teología de la Universidad de Basilea 16 junio 2009, Pág. 8 en: http://www.calvin09.org/media/pdf/theo/Backus_Frauen-um-Calvin_Sp.pdf
[4] Prof. Dra. Irena Backus “Las mujeres en torno a Calvino. Idelette de Bure y Marie Dentière" Ciclo de conferencias de la Facultad de Teología de la Universidad de Basilea 16 junio 2009, Pág. 2 en: http://www.calvin09.org/media/pdf/theo/Backus_Frauen-um-Calvin_Sp.pdf
[5] Prof. Dra. Irena Backus “Las mujeres en torno a Calvino. Idelette de Bure y Marie Dentière" Ciclo de conferencias de la Facultad de Teología de la Universidad de Basilea 16 junio 2009, Pág. 9 en: http://www.calvin09.org/media/pdf/theo/Backus_Frauen-um-Calvin_Sp.pdf
[6] Juan Calvino, “Institución de la Religión Cristiana”, Tomo III, viii, 1
[7] A. Detmers “Calvino como persona”; Pág. 7-8 en: http://www.calvin09.org/media/pdf/bio/Detmers_Calvin-als-Mensch_SP.pdf
[8] Última voluntad de Calvino (25 de abril 1564), Cartas de Juan Calvino, Pág. 29
[9] Calvino, Institución de la Religión Cristiana, FELIRe, Barcelona, España, 2006, Libro 1, Capítulo XVII, página 145
[10] Calvino, Institución de la Religión Cristiana, FELIRe, Barcelona, España, 2006, Libro 1, Capítulo XVII, página 145
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