Nota del editor: Rudolf Bultmann fue y sigue siendo una figura controversial en los círculos teológicos debido a su método exegético. Aunque en BITE no compartimos muchas de sus propuestas, consideramos relevante exponer su vida y pensamiento por la notoriedad que alcanzó en el siglo XX y la influencia que ha ejercido en la interpretación del Nuevo Testamento.
Pocos personajes marcaron de forma tan decisiva el protestantismo del siglo XX como el exégeta y teólogo alemán Rudolf Bultmann. Movido por la urgencia de hacer comprensible el mensaje del Nuevo Testamento para una mentalidad moderna, Bultmann se embarcó en el polémico programa teológico con el que revolucionó la historia de la interpretación bíblica.
Lejos de encajar en una única escuela, su pensamiento transitó desde la teología liberal de su juventud hasta la teología dialéctica, manteniendo siempre una voz independiente y desafiante. Para comprender la magnitud de su legado, es necesario recorrer no solo las ideas que lo hicieron famoso, sino también el trayecto vital y académico que las forjó.
En este artículo nos introduciremos en su vida y progreso intelectual, desde sus años de formación hasta su consolidación como uno de los pensadores cristianos más influyentes del siglo pasado, presentando las claves de su aún debatido proyecto teológico.
Fe heredada y estudios provechosos
Rudolf Karl Bultmann nació en Wiefelstede, en la ciudad de Oldenburg, al norte de Alemania, el 20 de agosto de 1884. Nació y vivió sus primeros años en una localidad agrícola. Fue el primogénito de una familia profundamente religiosa con una marcada inclinación ministerial, de la cual Rudolf fue consciente desde niño. Su padre, Arthur Kennedy Bultmann, era misionero y pastor luterano; y Ludwig Rudolf Stern, su abuelo por parte de su madre Hellene, fue pastor en Baden.

A sus 8 años ingresó a la escuela primaria de la que sería su nueva ciudad: Rastede, al norte de Oldenburg, que fue muy importante para él. Al pasar los años, Rudolf recordó Rastede como el lugar en el que logró vivir su verdadera infancia, en medio de bosques, música, robando manzanas, rompiendo vidrios, yendo de expedición y teniendo su primer amor. Allí estudió hasta 1895. Luego, asistió al Instituto Humanista de Oldenburg hasta 1903, donde completó su educación media. Su padre también se encontraba en esa ciudad, ya que había sido nombrado pastor en 1897.

En sus notas autobiográficas, Rudolf mencionó lo provechosas que fueron ambas instituciones, sobre todo en el estudio de la religión, la historia de la literatura alemana y la instrucción en el idioma griego. Al pasar exitosamente sus exámenes en 1903, se abrió camino para iniciar sus estudios teológicos formales.
Un estudiante universitario calificado y crítico
Durante su formación académica en el campo de la teología, Rudolf Bultmann cursó estudios en tres importantes universidades alemanas. Entre 1903 y 1904 estuvo en Tubinga, donde su padre también había estudiado a finales del siglo XIX; entre 1904 y 1905 recibió formación en Berlín, y desde 1905 hasta 1912, en Marburgo.
Era un alumno altamente calificado y, cuando podía, criticaba fuertemente el estado de los estudios teológicos por ese entonces. En una carta de 1905, mencionó su descontento con la manera en que se enseñaba la teología dogmática. Acusó a los profesores de ser tradicionalistas, de enseñar doctrinas antiguas por simplemente seguir la tradición. Escribió que era desafortunado tener en casa a unos padres que se aferraban tenazmente a cuestiones del pasado y que en la universidad los profesores fueran por esa misma línea.

Para Bultmann, era necesario reformar los estudios dogmáticos incluyendo en ellos los estudios históricos y todos sus logros científicos, algo similar a lo que proponía el teólogo y filósofo Friedrich Schleiermacher, a quien consideraba un ejemplo —aunque más adelante criticó su tradición liberal y lo acusó de reducir la fe a un sentimiento subjetivo—. Sus posiciones de ese entonces deben ser comprendidas en el contexto de sus años como estudiante. Con el paso del tiempo, reconoció que había pertenecido a la tradición teológica liberal, pero salió de ella haciendo fuertes críticas, así como otros teólogos en su tiempo.
Durante sus años de estudio, Bultmann recibió instrucción de maestros que en ese entonces eran muy prestigiosos. Estaba particularmente agradecido con el historiador Karl Müller de la Universidad de Tubinga, así como con el erudito del Antiguo Testamento, Hermann Gunkel, y el historiador de los dogmas, Adolf von Harnack, quienes enseñaban en Berlín. También recordó al teólogo Wilhelm Herrmann; a Johannes Weiss y Adolf Jülicher, eruditos del Nuevo Testamento, y al filósofo Paul Natorp, quien lo adentró en el pensamiento de Kant. Todos ellos daban clases en la Universidad de Marburgo.

Tras haber obtenido su doctorado, fue habilitado como profesor de Nuevo Testamento en esa última institución. Las obras que le acreditaron los títulos universitarios y la habilitación para ejercer la docencia definieron el camino de su especialidad académica: el estudio literario del Nuevo Testamento y la exégesis. En 1907, presentó la disertación para su doctorado: El estilo de la predicación paulina y la diatriba cínico-estoica. La dividió en dos partes, en un total de diez capítulos, y analizó filológicamente la retórica de la predicación de Pablo dentro del género de la diatriba griega.
Cinco años después escribió La exégesis de Teodoro de Mopsuestia, de aproximadamente 120 páginas (igual de extensa que la anterior), obra en la que procuró caracterizar el trabajo exegético de Teodoro, un obispo de Antioquía del siglo IV. Bultmann reconoció que este trabajo era solo un fragmento, ya que en aquel entonces el estudio de la historia de la exégesis en la Iglesia primitiva aún no había sido suficientemente desarrollado. Estos trabajos demostraron su esfuerzo en los dos temas que más le interesaban: la hermenéutica y la exégesis del Nuevo Testamento a partir de la historia del cristianismo primitivo.

Profesor Bultmann
Su habilitación como docente en Marburgo fue exitosa y se extendió hasta 1916. Más adelante mencionó que en aquellos años había entablado relación con diversos profesores y participado en profundas discusiones teológicas que agitaron el panorama cristiano tanto antes como después de la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, en 1916 lo llamaron de la Universidad de Breslavia para que se desempeñara como profesor asociado. En esa ciudad también contrajo matrimonio con Helene Feldman, con quien tuvo a sus dos primeras hijas: Antje y Gesine.
Si bien todo esto ocurrió hacia el final de la Gran Guerra, aquellos años resultaron profundamente difíciles para la familia. Bultmann mencionó en su autobiografía que fueron tiempos complejos, marcados por privaciones, gran necesidad y una constante miseria. Su hermano menor murió en las trincheras francesas un año antes de que el conflicto terminara. Es probable que estas experiencias lo hayan marcado intensamente, así como lo haría más tarde la muerte de otro de sus hermanos en un campo de concentración, durante la Segunda Guerra Mundial. A pesar de ello, en este mismo período trabajó en una de sus obras científicas más importantes, una que revolucionó los estudios exegéticos sobre los Evangelios: Historia de la tradición sinóptica, publicada en 1921 y reeditada en 1931.

En 1920, Bultmann dejó Breslavia tras ser llamado a Giessen para ocupar el cargo de profesor titular, sucediendo al prestigioso erudito del Nuevo Testamento Wilhelm Bousset. Entonces se integró a la facultad de Teología, donde forjó profundos lazos amistosos con sus colegas. Su experiencia allí fue especial y, como él mismo dijo, estuvo colmada de muchas alegrías. Sin embargo, al poco tiempo recibió una nueva invitación que no pudo rechazar: lo llamaron nuevamente desde Marburgo, así que en 1921 se convirtió en el sucesor de otro destacado teólogo del Nuevo Testamento, Wilhelm Heitmüller.
Bultmann solía llamar a Marburgo su “hogar científico”. Allí trabajó durante largas décadas, por lo que fue un espacio fundamental para el desarrollo de su pensamiento y obra literaria. Se retiró de esa universidad al jubilarse en 1951. Aquel escenario intelectual era especialmente propicio para él, pues se desempeñaba como profesor de Exégesis y Nuevo Testamento, y participaba en animadas discusiones académicas.
Él mismo comentó que aquel ambiente universitario era sumamente diverso, pues no había una perspectiva unánime en las discusiones teológicas. Esa pluralidad propiciaba una reflexión rica y profunda. Además, como centro académico de renombre, Marburgo recibía a importantes teólogos del momento, quienes acudían a compartir conferencias, entre ellos Karl Barth y Friedrich Gogarten.

Pero no todo se limitaba al diálogo teológico. También se daban intercambios intelectuales entre teólogos y filósofos contemporáneos, como Georg Gadamer (filósofo y filólogo), Karl Löwith (filósofo y estudioso del pensamiento), Heinrich Schlier (especialista en literatura cristiana) y Günther Bornkamm (profesor de Nuevo Testamento y autor de un importante estudio histórico sobre Jesús de Nazaret). En este ambiente académico tan fértil, Bultmann encontró el espacio ideal para seguir desarrollando su carácter científico.
Un personaje particularmente relevante para él en sus primeros años en Marburgo fue el filósofo Martin Heidegger, con quien mantuvo una amistad incluso después de que él abandonara la ciudad en 1928. No obstante, hacia 1933, se distanciaron considerablemente debido a la simpatía de Heidegger con las ideas del nacionalsocialismo.
Aun así, la amistad fue importante en su momento, pues permitió un diálogo enriquecedor de ideas. La influencia significativa que Bultmann recibió de la filosofía existencialista heideggeriana le permitió desarrollar conceptos e ideas centrales para su interpretación del mensaje del Nuevo Testamento. Por ejemplo, afirmó que algunos conceptos le ayudaron a comprender de forma más adecuada la existencia del creyente.

Ruptura con la tradición liberal
Pero en Marburgo Bultmann también experimentó un cambio trascendental. Como lo mencionamos previamente, la tradición intelectual en la que se había formado hasta entonces era la del liberalismo teológico. Sin embargo, aunque desconocemos muchos de los detalles, entre 1921 y 1922 Bultmann rompió con dicha corriente.
Bultmann reconoció el impacto que tuvo en la teología de su tiempo el movimiento fundado por Karl Barth, Eduard Thurneysen y Friedrich Gogarten. Identificó en esta nueva corriente, denominada “teología dialéctica”, una crítica legítima a las limitaciones de la tradición liberal, a la que él mismo había pertenecido. Por ello, se incorporó activamente a los debates que surgieron en ese contexto, y encontró en la teología dialéctica una comprensión renovada y profunda de lo que constituye la fe cristiana.
La teología dialéctica sostiene que el cristianismo no es un mero fenómeno vinculado a la historia de la religión, sino la respuesta al encuentro vivo con la Palabra de ese Dios que es trascendente y que sale al encuentro del hombre. Por tanto, si la religión cristiana no se origina en la naturaleza ni en la cultura, sino en el encuentro con Dios, entonces la teología debe ocuparse de esa Palabra de Dios y del hombre con quien Él se encuentra. Bultmann escribió en 1924 que el reproche contra la teología liberal era, precisamente, el no haberse tratado sobre Dios, sino sobre el hombre, con lo cual se eliminaba lo esencial de la teología: la palabra de la cruz como escándalo para el mundo.

A partir de entonces, para Bultmann, el trabajo orientado a crear condiciones dignas de vida humana no constituía por sí mismo la esencia del trabajo por el reino de Dios ni el sentido último de la acción cristiana. Si en dicho trabajo no estaba presente el escándalo de la cruz, entonces no se trataba de una acción para el reino.
Bultmann afirmó que todo se reducía a una sola cosa: escuchar el escándalo de la Palabra de Dios, la cual revela que el mundo y el hombre están en condición de pecado y no pueden realizar un servicio aceptable a Dios por sí mismos. Para él, sobre toda realidad humana, pesaba el juicio de Dios. Cualquier reducción del cristianismo a un ideal humano, a una ética o a un servicio era absolutamente incompatible con su esencia. La teología, por tanto, debe tratar de Dios y del hombre frente a Dios como creyente en Él.
Aunque Bultmann continuó utilizando metodologías de la teología liberal que consideraba útiles, se distanció de ella en lo que respecta a sus elementos fundamentales: la comprensión del hombre, de Dios y del mundo. Además, si bien es cierto que dejó de ser considerado un teólogo liberal y se adhirió al nuevo movimiento de la teología dialéctica. Esto no significa que sus relaciones con los demás representantes de este fueran ideales o estuvieran exentas de importantes diferencias. Su relación con Barth es un claro ejemplo de ello: sus posturas se distanciaban cada vez más de la teología de Barth, pero también estaba profundamente agradecido por todo lo que aprendió de él.

Nuevas vivencias y últimos años
Aunque Bultmann dejó Marburgo en 1951, sus actividades trascendieron su permanencia en la universidad. Su extensa labor académica dio lugar a nuevos textos y a múltiples viajes, tanto en el territorio alemán como en el ámbito internacional.
Durante su prolongada labor en Marburgo surgieron obras como El Evangelio de Juan (1937–1941), Nuevo Testamento y mitología (1941), Historia y escatología (1957), y diversas colaboraciones en el reconocido diccionario teológico Theologisches Wörterbuch zum Neuen Testament. Su obra teológica central fue Teología del Nuevo Testamento (1948–1953). Si bien esta no fue pionera en su género, se convirtió en un manual que marcó un antes y un después en los estudios del Nuevo Testamento. De hecho, no es una exageración afirmar que, para muchos, ocupa un lugar imprescindible en el estudio teológico de la literatura y del mensaje del Nuevo Testamento, especialmente en lo concerniente al pensamiento de los apóstoles Pablo y Juan.
Bultmann visitó países como Holanda y Suiza, y en 1951 fue invitado por diversas universidades en Estados Unidos, entre ellas Princeton. Respecto a su estancia de tres meses allí, dijo que fue provechosa y que los debates en los que participó con académicos estadounidenses le resultaron de gran valor. Ese mismo año, en 1951, se unió a la Iglesia Confesante, una comunidad cristiana de resistencia frente al régimen de Hitler.

Bultmann se jubiló de su cátedra en Marburgo, pero no de su condición de erudito e influyente pensador cristiano. Tras su retiro formal, continuó escribiendo, completando obras que requerían más de uno o dos volúmenes, manteniendo correspondencia con otros pensadores cristianos y filósofos, dictando conferencias y recibiendo a estudiantes y profesores. Asimismo, respondió a sus críticos, aunque sin dedicar a ello el grueso de su vida.
Las experiencias posteriores a su jubilación lo confirmaron como el erudito que era, aun sin un aula formal. Sus últimos años transcurrieron en gran serenidad: en su tierra natal, junto a su familia, en relación constante con su comunidad religiosa y rodeado por la compañía fiel de estudiantes y discípulos. Murió por causas naturales en julio de 1976 y fue enterrado en Marburgo.
Un proyecto teológico controvertido
Aunque Bultmann se formó en la escuela liberal y, tras romper con ella, se adhirió al movimiento de la teología dialéctica, su pensamiento siempre fue independiente. Por ello, su programa teológico no se puede definir como liberal ni neoortodoxo ni evangélico.
De hecho, el gran problema al intentar comprenderlo siempre ha sido el mismo: reducir su pensamiento a una categoría estrecha, encajándolo en un grupo cerrado o, en el peor de los casos, situándolo en uno de los dos bandos opuestos de la ortodoxia y el libre pensamiento cristiano. Estos siempre serán los mayores impedimentos para comprender verdaderamente su programa. Este artículo tampoco es un intento de abarcar su complejo sistema de ideas. Cumplir tal misión en un texto tan corto sería imposible e irresponsable.
¿Qué decir, entonces, del proyecto de Bultmann? Podemos limitarnos a afirmar que su programa consistía en hacer comprensible para el hombre moderno el mensaje primitivo del Nuevo Testamento. La forma en que ejecutó esa misión le trajo tanto críticas como aplausos, aceptación y a la vez condena. El propio Bultmann reconocía que su programa hermenéutico no era definitivo ni estaba completamente acabado: afirmaba que era tarea de los teólogos de las generaciones posteriores llevar a cabo toda la misión de la desmitologización del mensaje del Nuevo Testamento.
Además, su uso de ideas existenciales heideggerianas respondía a su contexto histórico: era la reflexión filosófica más importante del momento y la que más había influido en él. Probablemente, si el programa de Bultmann se hubiera desarrollado a finales del siglo XX o, por imaginarlo, en nuestro siglo, la historia sería diferente.

Son muchas las críticas que se le pueden hacer al sistema de Bultmann en cuanto al significado y uso que le otorgaba a la idea de mito aplicada al Nuevo Testamento, o respecto a la apropiación de ideas existencialistas para explicar su mensaje. En todo caso, su participación en la historia de la exégesis e interpretación del Nuevo Testamento llevó a que hoy el panorama sea muy diverso. Guardando las proporciones, podríamos decir que el lugar que Bultmann ocupó en la teología del siglo XX fue similar al que tuvo Orígenes de Alejandría en el cristianismo antiguo.
Su pensamiento partía del reconocimiento de que la cosmología de las Escrituras cristianas resulta diferente a la comprensión moderna de la realidad. Así, la visión del mundo en las Escrituras resultaba obsoleta e increíble para la mentalidad actual. Esto generaba preguntas decisivas: ¿cómo creer en el mensaje del Nuevo Testamento, que pertenece a una visión antigua del mundo y la vida, sin taparnos los ojos ante una realidad completamente distinta? ¿Qué debemos creer del mensaje evangélico? ¿Hay que aceptar solo el mensaje del Evangelio o también la visión del mundo en que se encuentra? ¿Puede haber verdad independiente en el Evangelio fuera de su marco cosmológico de carácter mítico?
Bultmann entendía que el mensaje cristiano, aun siendo verdadero, estaba expresado bajo un marco antiguo de pensamiento, denominado mítico y dualista, lo cual constituía una barrera para la comprensión cristiana moderna del mundo y del propio mensaje evangélico. Entonces, ¿qué hacer? ¿Cómo aplicar e interpretar el mensaje del Nuevo Testamento al hombre de hoy? Para Bultmann, no se debía desmenuzar ni mutilar la Biblia, eliminando pasajes selectivamente; él no era un nuevo Marción.

Su propuesta consistía en interpretar antropológicamente, y no de forma cosmológica, este mensaje, “presentado en términos mitológicos” con la ayuda de las categorías de la filosofía existencialista. Según él, esa era la única solución posible al dilema. No se trataba, por tanto, de eliminar el mito y, junto con él, el mensaje del Evangelio —como lo habían hecho décadas atrás los representantes del liberalismo teológico—, sino de interpretarlo como lo que es mediante un programa hermenéutico específico.
Es cierto que la aplicación de su proyecto teológico conducía a conclusiones significativamente distintas a las del cristianismo tradicional. Ni él ni sus colaboradores lo negaban. Su propuesta no era un fin en sí mismo ni fue completado. Aún hoy, aunque muchos redescubren su pensamiento, este sigue siendo una visión en muchos casos superada o relegada a grupos específicos. El gran mérito de su trabajo, sin embargo, fue haberse centrado en diferentes temas del mensaje cristiano desde una perspectiva inédita hasta entonces, lo cual ha sido reconocido de forma transversal por estudiosos de diferentes corrientes.
Por lo tanto, aunque condicionado por su época, el programa teológico de Rudolf Bultmann debe ser consultado con madurez, seriedad y buena información. En todo caso, teniendo en cuenta su extenso desarrollo intelectual, la revisión de su obra resulta un ejercicio interesante.
Referencias y bibliografía
Rudolf Bultmann. Werke und Wirkung (1984) de B. Jaspert. Darmstadt: Wissenschaftliche Buchgesellschaft.
Entwicklungslinien im Liberalen Protestantismus (2017) de W. Zager. Leipzig: Evangelische Verlagsanstalt.
Rudolf Bultmann-eine Biographie de M. Dreher en Evangelische Theologie (2010).
Rudolf Bultmann. Eine Biographie (2012) de K. Hammann. Tübingen: Mohr Siebeck.
Bultmann Unlocked (2011) de T. Labron. London: Publishing T&T Clark International.
Bultmann Handbuch (2017) de Ch. Landmesser. Tübingen: Mohr Siebeck.
Autobiographical Reflections (1956) en Existence and Faith. Shorter Writings of Rudolf Bultmann (1960) de Sch. M. Ogden. New York: Living Age Books.
The Young Bultmann: Context for His Understanding of God,1884-1925 (2008) de P. Lagn. New York: American University Studies.
The Mission of Demythologizing (2015) de D. W. Congdon. Minneapolis: Fortress Press.
Rudolf Bultmann. Modern Theology 2 (1973) de E. J. Tinsley. London: Epworth Press.
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