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La pena de muerte es una forma de castigo que implica la ejecución de un individuo como consecuencia de haber cometido un crimen grave, según lo establecido por la ley. Se considera la sanción más extrema y ha sido utilizada por diversas sociedades a lo largo de la historia como forma de retribución o hacer justicia. Actualmente, 55 países aún la utilizan, entre ellos Arabia Saudita, China y Estados Unidos.
Sin embargo, la aplicación de la pena de muerte es un tema altamente controvertido y ha generado un intenso desacuerdo en todo el mundo hasta hoy. Incluso, a comienzos de este año, se dio un acalorado debate en torno a la ejecución de Kenneth Eugene Smith en Alabama, con quien se utilizó por primera vez en la historia el método de hipoxia de nitrógeno, cambiando el uso tradicional de la inyección letal.
Las opiniones de los cristianos con respecto a este tema están divididas. Los creyentes tienen un alto sentido de la justicia, ya que Dios mismo declara ser perfectamente justo en Su carácter, lo que implica que castiga y recompensa a las personas según sus obras. Pero también tienen un alto sentido de la misericordia, pues ese mismo Dios afirma ser “lento para la ira y grande en misericordia”, Sal 103:8 (NBLA). Si bien estos valores no se contradicen ni en el carácter de nuestro Señor ni en la Escritura, sí hacen que tomar una postura frente a la pena de muerte sea particularmente desafiante.
En el presente artículo, pretendo presentar de manera general las posturas cristianas a favor y en contra de la pena de muerte.
La postura cristiana a favor de la pena de muerte
En junio de 2015, hubo un trágico tiroteo en una iglesia de Charleston, Carolina del Sur, a manos de Dylann Roof, un joven que asesinó a nueve personas e hirió a una más. En ese contexto, Coalición por el Evangelio presentó dos ensayos con el ánimo de explorar las diversas perspectivas sobre la pena de muerte. Estos escritos reflejan las posturas divergentes dentro de la comunidad cristiana, una a favor y otra en contra de este tipo de castigo.
Charles Colson, fundador y director de Prison Fellowship, un ministerio que busca reformar el sistema de justicia penal de EE.UU., apoyar a los afectados y abogar por la reforma desde una perspectiva bíblica, desarrolló en su ensayo tres argumentos a favor de la pena de muerte:
1. La misericordia requiere justicia
La justicia divina exige que el castigo sea proporcional al delito. Aunque la ley del talión (“ojo por ojo”) servía como una limitación para asegurar que el castigo no fuera mayor al crimen, llevaba implícita la idea de que el castigo debía estar al mismo nivel de la falta. Así, según Colson, la llamada “ética del amor” de Jesús no elimina la necesidad de justicia civil; por el contrario, Él afirmó la base divina de la ética del Antiguo Testamento. Un ejemplo de esto es el ladrón en la cruz, quien halló la gracia de Jesús para estar con Él en el paraíso (Lc 23:43), pero no fue librado de la consecuencia terrenal por sus crímenes.
Luego explicó que es necesario que haya justicia para que haya misericordia, de forma que no son conceptos contrarios. El sacrificio del Cordero de Dios confirma el hecho de que el alma que peca merece castigo, y que alguien debía recibirlo. El autor basa su argumentación en las ideas de C.S. Lewis, quien afirmaba que el tratarnos con la justicia que merecemos es una forma de respetar la dignidad humana. De ahí surge la importancia de castigar acorde a los crímenes, pues ignorar la justicia por tener misericordia puede llevar al colapso del orden social. Según Colson, este es el punto de Pablo en Romanos 13: las autoridades fueron designadas por Dios para traer justicia sobre el mal humano de carácter moral.
2. Hay una necesidad de responsabilidad moral en la vida presente
Colson afirmó que en la actualidad hay una tendencia a no asignarle una responsabilidad moral a quienes cometen un crimen. Hoy cualquier falta puede justificarse si la persona viene de una familia disfuncional o experimentó abuso escolar en la infancia. Sin embargo, las personas deben hacerse responsables por sus acciones. Precisamente, el hecho de que no se rindan cuentas de manera consistente es lo que genera la decadencia y corrupción en todas las áreas de la sociedad.
Sin importar si las personas son creyentes o no, explicó Colson, las leyes deben aplicarse de la misma manera. Sin embargo, él afirmó esto con una carga en el corazón, pues algunos de sus hermanos más cercanos estuvieron en el corredor de la muerte, entre ellos Richard Moore y Rusty Woomer, de quienes habló en su libro El cuerpo. A pesar de ello, está convencido de la necesidad de la pena capital, particularmente en el caso del “asesinato premeditado”. El Antiguo Testamento hace una diferenciación importante entre dicho crimen y el “asesinato involuntario”: en el primero, el criminal debía ser ejecutado, mientras que en el segundo, había una oportunidad de preservar la vida (Num 35:31-33).
3. Dios tiene un estándar que no es negociable
Basándose en Génesis 9, Colson apeló al estándar divino para entender la santidad de la vida: ya que los humanos fueron creados a imagen del Creador, entonces Él mismo pedirá cuentas por el derramamiento de sangre (Gn 9:5-6). Según el autor, esta ética del pacto noético está fundamentada en el diseño original del universo y precede a la institución de la Ley mosaica, por lo cual, sigue aplicando para nosotros hoy. Por eso, ninguna sociedad que no distinga entre el acto criminal y el punitivo puede sobrevivir.
Pero Colson hace una aclaración: la pena de muerte no debe aplicarse por venganza, sino para equilibrar la balanza moral. Así, esta solo se ha de utilizar cuando haya pruebas suficientes de que en efecto hubo un homicidio premeditado y se tenga la certeza de que no hay ningún otro castigo que pueda satisfacer la demanda de justicia.
La postura cristiana en contra de la pena de muerte
El otro ensayo publicado en Coalición por el Evangelio es de la autoría de Matthew Arbo, PhD de la Universidad de Edimburgo, profesor asistente de estudios teológicos y director del Center for Faith and Public Life [Centro para la Fe y la Vida pública] en la Universidad Bautista de Oklahoma. En su trabajo, expuso la postura en contra de la pena de muerte por medio de tres argumentos: uno filosófico, uno práctico y otro teológico.
1. La pena de muerte no logra el restablecimiento del orden social ni respeta la vida
Siguiendo el pensamiento de Agustín de Hipona, el castigo debe cumplir dos propósitos en la sociedad: contar la verdad sobre el crimen y disciplinar al acusado de una manera proporcional y formativa. Según Arbo, la pena de muerte logra representar (simbólicamente) el crimen, contando así la verdad del mismo. También efectúa un “intercambio” de una vida por otra y una “retribución”. Sin embargo, es incapaz de cumplir el segundo objetivo, pues un muerto no puede arrepentirse de sus errores ni cambiar su conducta. En ese sentido, no logra el verdadero objetivo de la ley del talión (“ojo por ojo”), que es el restablecimiento del orden social, el cual no puede darse sin el aspecto pedagógico del castigo.
Para Arbo, afirmar que la pena de muerte expresa un respeto sincero por la vida humana es paradójico en sí mismo, por lo cual, -Génesis 9:6 no debería ser aplicable moralmente. De hecho, necesitamos considerar que los cristianos también tuvimos responsabilidad en la muerte de Cristo, como dice Isaías 53:4-5 (NBLA):
Ciertamente Él llevó nuestras enfermedades
Y cargó con nuestros dolores.
Con todo, nosotros lo tuvimos por azotado,
Por herido de Dios y afligido.
Pero Él fue herido por nuestras transgresiones,
Molido por nuestras iniquidades.
El castigo, por nuestra paz, cayó sobre Él,
Y por Sus heridas hemos sido sanados.
2. La pena de muerte no cumple su objetivo a causa de un sistema criminal defectuoso
Arbo señala el ejemplo de Estados Unidos y ofrece estas seis estadísticas que sugieren defectos en el sistema judicial de ese país:
- Primero, la mayoría de los reclusos en el corredor de la muerte son personas de color, lo cual puede sugerir sesgos por motivos de racismo.
- Segundo, desde 1977, el 77 % de los ejecutados en Estados Unidos fueron juzgados por asesinar a víctimas blancas, a pesar de que los afroamericanos constituyen la mitad de las víctimas de homicidio.
- Tercero, desde 1973, se ha exonerado a 140 personas que estaban en el corredor de la muerte. La gran mayoría de los reclusos que se encontraban allí no podían permitirse un abogado para su defensa.
- Cuarto, desde 1976, el 82 % de todas las ejecuciones se han llevado a cabo en el sur de Estados Unidos, lo cual puede evidenciar falta de uniformidad en todo el país.
- Quinto, de los 344 exonerados representados por el Proyecto Inocencia, una organización que busca exonerar a personas condenadas injustamente, 20 habían estado en el corredor de la muerte y dos tercios eran personas de color.
- Sexto, en el 71 % de esos casos había errores en la identificación por testigos, en el 46 % la aplicación de pruebas forenses era incorrecta, y en el 28 % las confesiones eran falsas o forzadas.
Estos números demuestran varios errores en el sistema, entre ellos, el sesgo racial, la tendencia a exonerar a quienes han recibido la pena capital, la desventaja de aquellos que no tenían los medios para costear una buena defensa, y la falta de rigor para aplicar el castigo a quienes realmente lo merecen. Así, según Arbo, no hay un contexto judicial saludable en Estados Unidos (y probablemente en ningún otro país) para aplicar la pena de muerte de manera justa.
3. La pena de muerte no es correcta moralmente y atenta contra la esencia provida del cristianismo
Arbo argumentó, a la luz del Sermón del Monte, que la muerte como método de castigo no es correcta moralmente. En Mateo 5:38-41 Jesús afirmó que la interpretación punitiva de la ley del talión es incorrecta y, en cambio, mandó a sus discípulos a “poner la otra mejilla”. En ese sentido, explicó el autor, Jesús quiere que evitemos cualquier proceder que implique venganza. Esto también explicaría Romanos 13, en donde Pablo dijo que, aunque las autoridades civiles pueden usar la fuerza (“la espada”) para ejercer justicia, no se les manda a hacerlo.
Además, Arbo expuso que el cristianismo, en su más profunda esencia, es provida, pues busca la dignidad tanto de la vida terrenal como de la espiritual. En cuanto al alma, una persona que es ejecutada ya no puede ser evangelizada o convertirse, mientras que el tener clemencia permite la posibilidad de salvación. En cuanto a la dignidad, Arbo concluye que ninguna persona hecha a la imagen de Dios debería experimentar el desprecio de la sociedad, incluso aquellos que han cometido crímenes terribles. Al respecto, Deuteronomio limita el número de veces que se puede azotar al culpable: “Puede darle cuarenta azotes, pero no más, no sea que le dé muchos más azotes que estos, y tu hermano quede degradado ante tus ojos”, Dt 25:1-3 (NBLA).
El problema del sistema judicial y el caso de Richard Glossip
Ahora, después de haber planteado las dos posturas, quiero profundizar un poco más en el razonamiento de Arbo acerca de los defectos en el sistema judicial. A mi modo de ver, ese argumento es problemático porque no está atado a lo que creen los cristianos desde el punto de vista teológico y moral, sino a la efectividad de las instituciones. El controvertido caso de Richard Glossip demuestra cuán difícil es asumir una postura desde el punto de vista bíblico cuando hay tantas fallas en la práctica.
Glossip fue condenado a la pena capital por la muerte de Barry Van Treese, el dueño de un motel, en 1997. La condena se basó en el testimonio de Justin Sneed, quien admitió el asesinato, pero afirmó que Glossip lo había contratado para llevar a cabo el crimen. A lo largo de los años, el caso ha atravesado numerosas apelaciones y revisiones, en las que se descubrieron problemas significativos, como la destrucción de evidencias y la posibilidad de que Sneed, el principal testigo, hubiera considerado retractarse de su testimonio. Además, se encontró que Sneed recibió guía por parte de los fiscales para que su testimonio “coincidiera con la evidencia”. La ejecución de Glossip ha sido reprogramada nueve veces (incluso ha tenido tres “últimas comidas”).
En enero de 2024, tras haber detenido su ejecución en mayo de 2023, la Corte Suprema estadounidense aceptó escuchar su caso nuevamente. Este movimiento fue inusual ya que incluso la fiscalía y el fiscal general de Oklahoma, quienes inicialmente habían ordenado la ejecución, estuvieron de acuerdo con Glossip en pedirle al tribunal que reconsiderara el caso. La fiscalía admitió errores en el manejo del caso, llegando a declarar que sería impensable proceder con la ejecución bajo tales circunstancias.
De acuerdo con lo que explicó Emily Belz para Christianity Today, este caso “Alteró las perspectivas evangélicas sobre la ejecución”. Diversas figuras conservadoras en Oklahoma, incluyendo legisladores republicanos como Kevin McDugle, líderes evangélicos y el director de la Conferencia Católica, han cambiado su postura sobre la pena de muerte tras notar las fallas en el sistema judicial, las cuales sugieren la posibilidad de ejecutar a personas inocentes.
Don Knight, el abogado de Glossip, le dijo a CNN el pasado mes de enero que “Si [Glossip] consiguiera un nuevo juicio, será fácil mostrar que es inocente”. Esto fue después de que la Corte Suprema decidiera escuchar el caso nuevamente. Glossip lleva 26 años tras las rejas, y hoy es posible que sea declarado inocente. Aaron Griffith, historiador y autor de God’s law and order (en español, La ley de Dios y el orden), afirma que muchos cristianos estadounidenses cambian de posición porque ven “tantas instancias de fallo en la aplicación del sistema”.
Ahora, aunque muchos han tomado una postura en contra de la pena de muerte por el caso de Glossip, esto no demuestra que los argumentos a favor sean inválidos. Más bien, surgen preguntas como: ¿realmente es posible tener una postura teológica y moral hacia esta forma de castigo en un sistema judicial defectuoso? Y, para quienes han tomado una postura, ¿sus convicciones están basadas en razones teológicas y morales? ¿O solamente en los errores mencionados?
Más allá de si alguien está a favor o en contra, esto es preocupante.
¿Cómo asumir una de las dos posturas?
Ha quedado claro que ambas posturas sobre la pena de muerte tienen desafíos importantes desde el punto de vista bíblico, moral, filosófico y, sobre todo, judicial. Sin embargo, parece necesario asumir alguna de las dos posiciones. Así, quiero cerrar dejando algunos cuestionamientos que los creyentes podrían considerar para formar su opinión respecto a este tema.
Antes de asumir una posición en contra de la pena de muerte, es necesario preguntarse:
- ¿Es posible abandonar la pena capital sin poner en riesgo los criterios para ejercer justicia? ¿Se pondrían en riesgo los criterios por las cuales Cristo tuvo que sufrir en la cruz en nuestro favor?
- ¿No es la pena capital un método necesario para que las autoridades hagan una diferenciación entre el crimen premeditado y el crimen involuntario, guardando así la estructura moral de la sociedad?
- ¿No deberíamos guiarnos por el hecho de que Dios, desde antes de la Ley de Moisés, demandó la sangre de quien arremetiera contra Su imagen?
Y antes de asumir una posición a favor de la pena de muerte, es necesario preguntarse:
- ¿La pena de muerte realmente le da al criminal lo que merece, o simplemente calma la ira de las personas cercanas a quien fue asesinado?
- ¿Realmente podemos extraer de las enseñanzas de Jesús la posibilidad de actuar vengativamente en contra de una persona que ha hecho mal?
- Al permitir la pena de muerte, ¿estamos dando prioridad al respeto a la vida humana y, sobre todo, a la posibilidad de que las personas sean salvas?
Referencias y bibliografía:
Estos son los 55 países que aún ejecutan la pena de muerte | Infobae
Why I Support Capital Punishment de Charles Colson | The Gospel Coalition
Why I Oppose Capital Punishment de Matthew Arbo | The Gospel Coalition
Supreme Court to hear death row appeal por Richard Glossip | CNN
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