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Los primeros protestantes no se asignaron a sí mismos ninguno de los diferentes nombres con los que los conocemos hoy en día. Aunque la mayoría prefería que se les llamara “evangélicos”, terminaron siendo conocidos por las escuelas doctrinales a las que se afiliaron o por cómo sus oponentes los llamaban.
Los luteranos eran seguidores de la doctrina de Lutero; los calvinistas, de los postulados teológicos de Calvino, etc. A los anabaptistas o anabautistas se les asignó ese nombre porque “rebautizaban” a sus miembro; a los protestantes en Francia se les llamó “hugonotes”, al parecer porque se veían obligados a reunirse por la noche, y se corrió el rumor de que lo hacían en honor de un fantasma llamado “el rey Huguet” (le roi Huguet).
Los reformadores no intervinieron en el surgimiento de estos nombres; en sus cartas y documentos, los primeros reformadores usaron simplemente la frase “nuestras iglesias”. Lutero, por ejemplo, decía simplemente que sus seguidores pertenecían a la Iglesia.
Pero el nombre “protestante” excede todos los apelativos anteriores y, contrario a lo que se podría pensar, se refiere más a un término político que a un nombre religioso. Esta es su historia.
La protesta de Espira
El 31 de octubre de 1517, Martín Lutero publicó las 95 tesis en la puerta de la catedral de la ciudad alemana de Wittenberg. Este hecho originó una serie de confrontaciones religiosas en las que se vieron involucrados varios principados y nobles alemanes, así como una gran cantidad de sectores populares.
En 1521, el Papa León X excomulgó a Lutero, y pocos meses después el emperador Carlos V sancionó el Edicto de Worms, con el cual declaró que Lutero era prófugo y hereje, y prohibió sus obras. Sin embargo, pese a la orden imperial, la reforma se siguió extendiendo.
En 1524, los territorios de Carlos V se vieron amenazados por el Imperio Otomano, por lo cual, convocó una reunión en la ciudad de Espira, que se realizó en 1526 y se conoce como “la Dieta de Espira”. En ella, resolvió dar cierta libertad de culto a los seguidores de Lutero a través de una suspensión del Edicto de Worms. La decisión fue utilizada por los príncipes alemanes, que eran seguidores de la Reforma, para expandir aún más el nuevo movimiento y establecer la Iglesia luterana.
En 1529, Carlos V volvió a convocar la Dieta de Espira, esta vez con la intención de dejar sin efecto la tregua de 1526 y restablecer el Edicto de Worms, con el objetivo último de acabar con el luteranismo e imponer de nuevo el catolicismo en el Imperio. A la asamblea asistieron representantes luteranos y católicos, pero esta finalizó sin ningún avance. Durante ese mismo año, varios príncipes firmaron y enviaron una carta en forma de protesta en contra de la intención de Carlos V. Por este documento, llamado La protesta de Espira, los partidarios de la Reforma recibieron el apelativo de “protestantes”.
A pesar de las diferencias en su teología, las ciudades del sur de Alemania, que estaban alineadas con el reformador suizo Ulrico Zuinglio (o Zwinglio según el original), se unieron a los demás territorios alemanes seguidores de Lutero, y firmaron con ellos la “protesta”.
Consolidación del protestantismo (y su nombre)
Luego de La protesta de Espira, Lutero y Zuinglio se encontraron en Marburgo en 1529. Allí discutieron sobre sus coincidencias y diferencias con la esperanza de unificar los dos movimientos. Casi simultáneamente, el emperador Carlos V convocó a una nueva dieta en Augsburgo, donde los luteranos presentaron las Confesiones de Augsburgo, redactadas por Philipp Melanchthon –discípulo de Lutero– y consideradas como uno de los textos básicos del protestantismo.
En 1531, los estados luteranos, una coalición de territorios y ciudades del Sacro Imperio Romano Germánico que habían adoptado las doctrinas de la Reforma, formaron la Liga de Esmalcalda, que se enfrentó en dos guerras contra el emperador Carlos V. Este conflicto finalizó con la Paz de Augsburgo, la cual dividió el Imperio alemán en dos confesiones cristianas –la luterana y la católica– y otorgó a los príncipes alemanes la capacidad de elegir la confesión a practicar en sus estados.
Mientras tanto, en 1529, había comenzado la separación política de la Iglesia de Inglaterra bajo el reinado de Enrique VIII, hecho que se completó en 1536 y que resultó en la incorporación del rey al movimiento protestante. En la misma década, el francés Juan Calvino se instaló en Ginebra y desde allí las ideas protestantes se difundieron por Escocia, Hungría y Alemania.
A pesar de las variaciones de pensamiento dentro de los seguidores de la Reforma, el término “protestante” se adhirió al grupo en general de manera progresiva. Los protestantes de hoy son todos aquellos que siguen alguna de las corrientes que se desprendieron de la Reforma iniciada por Martín Lutero en 1517.
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