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Ya no es extraño. En los restaurantes, en el transporte público, en la parte de atrás de los carros familiares, en las playas, en los parques y hasta en los colegios. Se mire hacia donde se mire, las manos de la mayoría de los niños y los adolescentes parecen tener una extensión no natural, pero sí convencional: una pantalla digital. Pero esta dinámica, cada vez más generalizada y común, está teniendo consecuencias desastrosas en las nuevas generaciones.
Impacto profundo
Grooming Latinoamérica, una red que agrupa a 22 organizaciones civiles de once países, reveló que tres de cada diez niños y adolescentes de 9 a 17 años en la región accedieron a su primer dispositivo móvil antes de los 9 años. El estudio fue publicado el año pasado y se basó en cerca de 17.000 encuestas con las que se buscaba conocer la percepción de la niñez y la adolescencia sobre la interacción en internet y las conductas de riesgo.
Según los resultados, el 60% de esta población permanece conectada a la red al menos cuatro horas al día, y en Chile, Colombia y Argentina lo hacen durante siete horas diarias, lo que prácticamente equivale a una jornada de trabajo en la mayoría de los países latinoamericanos.

Estos resultados tienen alarmados a expertos y a organizaciones. Recientemente, la Clínica Mayo publicó una guía sobre por qué es importante que los padres controlen el acceso de sus hijos a las pantallas. Allí explicaron que tanto el exceso de tiempo frente a teléfonos inteligentes, tabletas digitales, televisores y computadores, como la exposición habitual a contenidos de poca calidad están asociados a consecuencias como: obesidad, horarios inadecuados de sueño, problemas de conducta, retrasos en el desarrollo del lenguaje y de las habilidades sociales, violencia y dificultades de atención, entre otros.
La escritora mexicana Ana Ávila, química bióloga clínica y autora del libro Lo que contemplas te transforma, afirma que es difícil realizar un estudio sobre los efectos que tienen las pantallas en los menores de edad. Los permisos, la casi imposibilidad de conseguir un grupo de niños que nunca haya estado expuesto a las pantallas y la necesidad de seguimiento continuo y prolongado, son algunos limitantes para realizar una investigación apropiada. Sin embargo, eso no ha impedido que varias organizaciones, neurocientíficos y académicos se hayan dado a la tarea de recopilar datos que terminan arrojando resultados similares a los ya mencionados.


Insistiendo en que todavía los resultados son preliminares, Ana habla de un estudio de la organización Screenstrong —dedicada a concientizar a los padres y educadores sobre este tema— en el que se ha observado que los niños que están, por ejemplo, más de dos horas en las pantallas, obtienen resultados más bajos en los exámenes de cognición y de lenguaje. Además, tiene efectos negativos en la inteligencia cristalizada, que básicamente es “el conocimiento que los niños van adquiriendo y solidificando. En aquellos que pasan mucho tiempo en pantallas se observaron promedio más bajos”, dice Ávila.
Sumado al impacto cognitivo que deja el uso de pantallas, ella explica que en el entorno académico se ha estudiado una sustancia clave para el funcionamiento bioquímico del cerebro: la dopamina. Sin embargo, en los ámbitos popular y mediático se le ha dado una “mala fama” a este neurotransmisor u hormona; se le ha asociado casi exclusivamente a la adicción y al placer desordenado, a pesar de que hace parte del diseño perfecto de Dios:
Es una de las sustancias en el cerebro que están relacionadas con la motivación. Todas las cosas que le sirven al organismo para sobrevivir y para florecer generan —de alguna manera— niveles naturales de dopamina. Una buena comida, una sesión de ejercicio, una charla con amigos, producen niveles de dopamina que le dicen al cerebro “esto es algo bueno, hay que hacerlo otra vez”.
El problema, según explica la escritora, se presenta con aquellas actividades, alimentos y sustancias que están diseñadas para generar niveles exagerados de dopamina en el sistema nervioso, como la pornografía, la comida chatarra, los juegos de casino, los videojuegos y las redes sociales. “Generan niveles no naturales que básicamente le dicen al cerebro esto es lo mejor del mundo y hacen que todo lo demás, en comparación, palidezca”.
Negligencia en la paternidad
Bien sea porque la niña está llorando y solo una canción específica la calma, o porque el niño está aburrido y un jueguito en particular lo entretiene, la mayoría hemos sido testigos, al menos una vez, de cómo se le “entrega” a una pantalla el “cuidado” de los pequeños durante una reunión familiar o una visita social.
También hemos visto los gritos, llantos, rabietas y hasta objetos que se han lanzado al aire cuando esa “niñera virtual” se descarga o simplemente no se entrega. Esto sucede incluso en familias que conocen el llamado de Romanos 12:2, que dice: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (RVR60).

Michael Denis, pastor de la Iglesia Bíblica Cristiana de Cali y consejero bíblico certificado por la Asociación de Consejeros Bíblicos Certificados, considera que los padres usan las pantallas para evadir sus responsabilidades. Lamentablemente, este mal aqueja tanto a incrédulos como a cristianos. “Yo he sido culpable de lo mismo”, confiesa Denis:
La realidad es que es una manera rápida, fácil y casi garantizada de callar a tu niño y no lidiar con él. Eso es egoísmo de los padres y pereza, porque es más difícil hacer las cosas de una manera correcta. Es más difícil pastorear los corazones de nuestros hijos, hablar con ellos y lidiar con los problemas de disciplina.

Él va más allá de una acción y apunta al corazón: a sus ojos, las pantallas revelan los corazones pecaminosos de los padres. “Cada padre se siente justificado porque ‘todos lo hacen’, pero a lo largo de la historia ese no ha sido el caso. La idea de que en 2025 necesitamos las pantallas para educar a nuestros hijos es absurda”.
Ávila tampoco considera necesario que sus tres hijos usen pantallas; para ella y su familia, simplemente no son una opción. Tiempo atrás hizo una pequeña prueba con la que evidenció los efectos contraproducentes de las pantallas en la dopamina de uno de sus pequeños:
Hace un par de años, la abuela de los niños me consultó si les podía comprar un videojuego que se pudiera jugar en familia, con juegos sencillos. Investigué, y como no eran adictivos, pensé que podían ser una actividad en familia. Pero el que entonces era mi hijo menor comenzó a preguntar todos los días apenas se levantaba si era día de videojuegos. Si la respuesta era ‘no’ se ponía triste, era devastador para él, y si la respuesta era ‘sí’, se ponía muy contento y todo el día preguntaba cuándo era la hora para jugar. Dejó de pensar en la pelota y en las figuras de acción. Todo lo que antes disfrutaba palideció.
Entonces, necesitamos preguntarnos: ¿dependiendo del contenido las pantallas pueden tener un impacto positivo? Al respecto, Ávila nos invita a reflexionar sobre el diseño mismo de los dispositivos: “La plataforma es igual de importante que la información que recibimos. Una cosa es consumir contenido y otra es digerirlo. Uno tiene que reflexionar para integrar la información, así que el medio sí importa”, afirmó.
En sus libros, el doctor en neurociencia Michel Desmurget ha enfatizado en los diversos efectos que el uso temprano de pantallas puede generar en la salud física y mental de niños y adolescentes. No obstante, Ávila destaca que uno de los principales aportes de este experto francés ha sido el análisis de todo lo que se deja de lado cuando se opta por encender uno de estos dispositivos.

Especialmente, este científico ha mostrado lo que perdemos a causa de la sustitución. Las pantallas sustituyen cosas que necesitamos para el desarrollo emocional, mental y físico. Si un niño pasa tres horas delante de la pantalla, eso significa que no leyó o no salió a tomar aire fresco. En consecuencia, está perdiendo actividades que sabemos que son necesarias para su desarrollo.
Pero Ávila también señala que esto no solo afecta a los más pequeños; los adultos estamos viviendo las mismas consecuencias e incluso la vida espiritual de los cristianos se está viendo afectada:
Por estar en una pantalla adictiva, estamos perdiendo las cosas que sabemos que necesitamos para nuestro desarrollo espiritual: la lectura de la Biblia, la oración, la comunión con los santos. Esto está siendo sustituido por copias baratas en la pantalla y estamos quedando atrofiados espiritualmente, así como los niños están quedando atrofiados intelectual, social y académicamente.

Un camino difícil
La Escritura es clara al decir “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Pro 22:6, RVR60), y los padres que no habían tenido en cuenta las implicaciones del uso de las pantallas todavía están a tiempo de hacer una pausa, reconocer el error y cambiar de camino. En palabras del pastor Denis:
En la soberanía de Dios, aprendemos lo que aprendemos cuando lo aprendemos. El Señor quiere que, de ahora en adelante, actuemos como cristianos y no que lamentemos el pasado. Nunca es demasiado tarde para obedecer. La meta es glorificar a Dios. Si nunca ha disciplinado a sus hijos y entiende que debe hacerlo al leer la Biblia, seguramente será difícil, pero el objetivo es hacer lo que Dios quiere.

El pastor también dice que debemos ser un estorbo para el pecado de nuestros hijos. Si cuando les quitamos la pantalla ellos actúan mal y hacen berrinche, se demuestra lo que dice la Palabra: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna” (Ga 6:7-8, RVR60).
Para él, el entretenimiento fácil, que ofrece un aparente momento de paz, no es más que un engaño. Ávila se pregunta: “Cuando acostumbras a tu hijo a depender del entretenimiento, estás alimentando su carne y también tu comodidad. Si siembras en él una vida de pereza, ¿qué pasará cuando tu hijo tenga que trabajar?”. Para ella, los padres deben aprender a abandonar la idea —que ha sido impuesta por el mundo— de que deben entretener a sus hijos 24/7:
Debes dejar que se aburran y descubran cómo divertirse ellos mismos. Lógicamente puedes hacer actividades con ellos, pero no tiene que ser todo el tiempo. Los pequeños se entretienen incluso con una caja, a menos que interrumpas ese proceso con una pantalla. Dales el espacio y el tiempo para hacerlo.

Tanto Ávila como el pastor Denis coinciden en que no será fácil. La presión social, las amistades y las diferencias en la crianza de cada familia —incluso al interior de las propias iglesias—, suponen grandes retos para que los padres se mantengan firmes y los hijos entiendan las normas.
Definitivamente, no hay fórmulas o un formato estándar. Sin embargo, los cristianos podemos acudir a la Palabra y acercarnos al trono de la gracia para, como dice Ana, “pedirle al señor que nos ayude a tomar decisiones no para nuestra comodidad, sino para Su gloria y para el bienestar de nuestros hijos”.
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