Escucha esta charla en formato podcast:
Quiero iniciar preguntándote:
- ¿Qué crees que tiene peores efectos a largo plazo en la vida de una persona?
- Abuso sexual,
- Negligencia
- Ambas
- ¿Por qué?
Algunas semanas atrás, realicé esta breve encuesta en mis redes sociales a amigos creyentes, miembros de diferentes iglesias en Guatemala. Únicamente el 10 % respondió “negligencia” y el porqué se resumía en el complejo impacto del abuso sexual.
Al trabajar con niños y niñas de orígenes difíciles que viven en hogares de protección o familias sustitutas, he visto las consecuencias de ambas problemáticas. El abuso sexual y diferentes formas de maltrato son muy reconocidos, pero se ha subestimado el impacto de la negligencia de tal manera que no se llegan a reconocer sus efectos ni a conocer que es un veneno letal. Mientras que el mensaje del maltrato es “no me sirves para nada”, el de la negligencia es “no existes”.
¿Por qué ese “no existes” puede impactar tanto la vida de una persona?
“Nacemos buscando a alguien que nos esté buscando”. Esta frase del Dr. Curt Thompson refleja el deseo más profundo que todos tenemos: ser conocidos. La Biblia y la ciencia afirman que nacimos para la conexión y la relación, por lo que crecer buscando a alguien que nos busque es parte de nuestras necesidades más profundas.
La respuesta a esta necesidad se puede ver de diferentes maneras desde los primeros segundos de nuestra vida en adelante: comida, atención, un abrazo, higiene, salud, bienestar, etc. Estas continuas respuestas traen beneficios en el desarrollo de una persona. Sin embargo, la ausencia de ellas, especialmente en los primeros años de vida, se conoce como negligencia. Esta puede llegar a ser severa en ambientes familiares o institucionales.
¿Por qué deberíamos hablar de esto?
A mediados de los 90, la CDC (Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades) y la organización de salud Kaiser Permanente realizaron una investigación sobre las experiencias adversas en la infancia. El estudio se conoce como ACE por sus siglas en inglés y consta de una breve encuesta sobre 10 tipos de traumas infantiles, que fueron identificados por los autores como los más comunes en la sociedad.
Los resultados revelaron que un mayor número de tipos de trauma aumentaba el riesgo de problemas de salud, sociales y emocionales en la vida adulta. Estas experiencias adversas en la niñez se sitúan como la base de una pirámide que va aumentando en riesgos, lo cual deja como consecuencias múltiples enfermedades físicas y mentales, e incluso la muerte de la persona veinte años antes de lo esperado.
¿Cuáles son esas experiencias adversas en la infancia que nos pueden llevar a una muerte temprana?
Este estudio incluye experiencias como maltrato físico y verbal, abuso sexual y negligencia infantil. Los efectos de las tres primeras son muy fáciles de identificar para la mayoría de la población, pero muy pocos pueden notar el daño de la última en la vida adulta. Ante ese desconocimiento, la negligencia llega a ser ese veneno silencioso que no reconocemos en la sociedad ni, lastimosamente, en la Iglesia.
Hemos mantenido en silencio el impacto de la ausencia de los eventos provechosos y necesarios para nuestra vida. El trauma psicológico no trata únicamente de lo malo que nos pasó, sino de los efectos graves por lo positivo que NO sucedió. De esto trata la negligencia: situaciones buenas que NO se dieron.
En general, la negligencia se conoce como el descuido u omisión en el cumplimiento de una obligación: la de un ingeniero civil puede ocasionar un edificio colapsado; la de un odontólogo causaría pérdidas definitivas de piezas dentales; la de un médico dañaría un nervio durante una cirugía. En las tres profesiones, la consecuencia incluso puede llegar a ser la muerte y, en ambientes familiares o institucionales, la apatía severa puede generar el mismo riesgo.
Las relaciones con nuestros cuidadores primarios son las que permiten que nuestro cerebro se desarrolle. Existen ciclos constantes de necesidad y respuesta paternal que se dan una y otra vez; en un bebé se pueden ver como un llanto, una inquietud o un balbuceo. El cuidador responde efectivamente a esa necesidad; puede ser dándole de comer, cargándole, ayudándole, hablándole, etc. En un ambiente ideal, este ciclo se repite múltiples veces en un solo día del neonato. Esas buenas experiencias acumuladas dan una estructura segura y saludable al cerebro.
La negligencia hacia los niños se da cuando sus cerebros no reciben lo que necesitan, por lo que no tienen lo esencial para un desarrollo saludable. Cuando es severa, se caracteriza por la ausencia prolongada de atención emocional, alimentación, higiene y otras necesidades. Este es un veneno letal que debe ser conocido.
¿Por qué llega a ser letal este veneno desconocido?
- Iniciemos por esto mismo: es un pecado silencioso que, como todo pecado, destruye y mata.
- Lo hemos normalizado y contextualizado en los patrones de crianza, justificándolo con la historia familiar.
- La negligencia no es una experiencia concreta que se pueda reconocer fácilmente, por lo que procesar los daños que ha dejado puede tomar más tiempo que otros eventos traumáticos. El hacernos conscientes de las buenas situaciones que no vivimos necesita conocimiento y madurez.
- La cadena de consecuencias de la negligencia incluye sufrir maltratos y abusos por la falta de protección y cuidado. A esto le podemos agregar otros problemas como: alcoholismo, depresión, deterioro de la salud, drogadicción, problemas laborales, promiscuidad sexual, problemas económicos, bajo rendimiento académico, intentos de suicidio, entre otros.
El mensaje de “no existes” sí tiene consecuencias graves que tenemos que identificar y validar. No podemos procesar lo que no somos capaces de identificar. Y aún más, tampoco podemos acompañar a alguien que ha sufrido negligencia si no validamos el impacto de la misma.
La negligencia de un ingeniero civil, odontólogo y médico puede tener consecuencias hasta de muerte, los resultados de la negligencia en un ambiente familiar o institucional son similares. ¿Qué pasará con una Iglesia negligente? ¿Estará la Iglesia dando el mensaje de “no existes” a ciertas personas? ¿Cuál será el impacto?
La iglesia está llamada a atender las necesidades de los débiles, de los más vulnerables:
- Salmo 82:3-4 (NBLA): “Defiendan al débil y al huérfano; Hagan justicia al afligido y al menesteroso. Rescaten al débil y al necesitado; Líbrenlos de la mano de los impíos”.
- Isaías 1:17 (NBLA): “Aprendan a hacer el bien, Busquen la justicia, Reprendan al opresor, Defiendan al huérfano, aboguen por la viuda”.
- Santiago 1:27 (NVI): “La religión pura y sin mancha delante de Dios nuestro Padre es ésta: atender a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y conservarse limpio de la corrupción del mundo”.
Los hogares de protección, las comunidades en riesgo, las calles peligrosas y las iglesias tienen personas con necesidades que no estamos atendiendo. Estos mismos lugares tienen personas vulneradas por la negligencia, con síntomas de muerte, a las que no hemos acompañado y ni siquiera hemos validado su trauma o su historia porque no conocemos el impacto de este veneno silencioso.
Defender al débil, hacer justicia, abogar, atender las necesidades en medio de aflicciones es un mensaje opuesto a la negligencia que la Iglesia ha sido llamada a dar. Formar discípulos requiere que las personas sean vistas, conocidas, amadas, atendidas en medio de sus necesidades. El mensaje de la Iglesia para los vulnerables debería ser: “sí existes”.
Hay una esperanza grande en medio de una iglesia negligente que esta misma debe conocer: Lo que se daña en una relación, puede ser sanado en otra relación. Nuestra relación con Cristo ha redimido nuestra historia. Antes éramos huérfanos, ahora somos hijos. Hemos encontrado a Aquel que nos buscaba. Somos vistos, conocidos, amados… sí existimos. Nuestras necesidades más profundas son atendidas por el buen y perfecto Padre. Ahora somos comisionados a manifestar esa esperanza, esa relación de gracia y amor con otros, con nuestro prójimo, con los vulnerables.
“Si alguien que posee bienes materiales ve que su hermano está pasando necesidad, y no tiene compasión de él, ¿cómo se puede decir que el amor de Dios habita en él? Queridos hijos, no amemos de palabra ni de labios para afuera, sino con hechos y de verdad”, 1 Juan 3:17-18 (NVI).
Iglesia, ¿estás siendo negligente aun cuando tienes un Padre que atiende tus necesidades?
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