Después de que encarcelaron a Juan, Jesús se fue a Galilea a anunciar las buenas nuevas de Dios. «Se ha cumplido el tiempo —decía—. El reino de Dios está cerca. ¡Arrepiéntanse y crean las buenas nuevas!» (Mr 1:14-15).
Cuando Dios se hizo presente entre los hombres en la persona de Jesús, estaba anunciando el declive del reino de las tinieblas. Estaba anunciando que Satanás y su reino, que está enfocado en dañar al hombre por medio de la esclavitud a sus pecados, la pérdida de su libertad y autonomía, de la enfermedad, de la alineación de Dios, de la incredulidad, y finalmente, de la destrucción eterna, había llegado a su fin.
Había llegado el hombre más fuerte para vencer a Satanás, quitarle las armas y repartir el botín (Lc 11:21-22). Había llegado Dios mismo a anunciarnos la Buena Noticia de un reino de libertad y vida que pertenece a los pobres, a los que lloran, a los humildes, a los que tienen hambre de sed y justicia, a los compasivos, a los de corazón limpio, a los que trabajan por la paz y a los perseguidos por la justicia (Mt 5:3-10).
Jesús, durante su vida en la tierra proclamó Buenas Noticias a los pobres, los cautivos, los ciegos y los oprimidos. Aquel Salvador anunciado por medio de los profetas del Antiguo Testamento se hizo carne y caminó entre nosotros, pero no vino solo a traer un mensaje de parte de Dios, él mismo era el mensaje. Él mismo es la Buena Noticia.
Y aquí está la Buena Noticia:
[…] que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, que fue sepultado, que resucitó al tercer día según las Escrituras, y que se apareció a Cefas, y luego a los doce (1Co 15:3-5).
Es necesario empezar por aquí antes de hablar de la Gran Comisión. Es necesario empezar por aquí todos los días y es necesario que antes de ir a hacer lo que Jesús nos mandó a hacer, recordemos por qué es posible que lo hagamos. Necesitamos con urgencia, recordarnos una y otra vez las Buenas Nuevas de Salvación para que entonces con alegría podamos ir a proclamarlas a otros.
Somos una generación que se paraliza frente a la misión de Dios. No sabemos cómo se hace, no sabemos qué esperar, pretendemos salvar por medio de nuestras palabras elocuentes o argumentos extraordinarios, no sabemos por dónde empezar, tememos lo que nos pueda pasar, huimos ante la idea del rechazo y en últimas, resultamos dejándola a un lado.
No conocemos bien la Biblia y por ende no conocemos bien a Dios. Estamos hiperconectados y a la vez supremamente desconectados de la realidad. Tenemos demasiada información a nuestro alcance y a la vez, nos encontramos mudos frente al vacío que hay entre nosotros y alguien que necesita con urgencia conocer a Cristo.
Hay una desconexión entre nuestra vida el domingo en la mañana y el resto de nuestra semana, hay una desconexión entre el sábado de la reunión de jóvenes en la que servimos a otros con tanta pasión y un montón de expectativas, y nuestra relación con las personas en un salón de clases o en la oficina el lunes.
La percepción general, según un estudio de Barna, sobre cómo hacer las misiones globales y el evangelismo ha ido cambiando, especialmente entre las generaciones más jóvenes. Translating the Great Commission [Traduciendo la Gran Comisión] de Barna, mostró que solamente el 17% de las personas que asisten a la iglesia norteamericana han escuchado de la Gran Comisión y saben qué significa el término. El otro 83% no lo ha oído, no están seguros si lo ha oído, o lo han oído pero no recuerdan su significado exacto.
Más allá, investigaciones de Barna del 2018 demuestran que la edad hace una diferencia significativa en el reconocimiento de la Gran Comisión. Más de una cuarta parte de los ancianos (29%) y los boomers (26%) dijeron que conocían el término, en comparación con el 17% de la generación X y uno de cada 10 millennials (10%). Aunque ni la mitad de ningún grupo de edad conocía bien la Gran Comisión, era menos probable que la generación adulta más joven la reconociera.
Hay mucho de nuestra realidad posmoderna que explica nuestra manera de pensar y actuar tan poco bíblica, aun entre aquellos que somos creyentes. Sin embargo, el problema número uno siempre resulta ser nuestro corazón y nuestro pecado. Somos una generación muy distinta a las anteriores, eso es cierto. Tenemos retos y realidades diferentes, pero no somos tan diferentes.
Somos, al igual que las generaciones pasadas, personas que necesitan verse a la luz de la palabra de Dios, conocer más a Dios y ajustarse a Su verdad. Necesitamos entender, necesitamos ser corregidos, necesitamos aprender, necesitamos conocer la verdad, necesitamos a Cristo también.
En aras de animarnos en el privilegio de conocer más a Cristo y de entender Su misión, conversamos con varios hermanos misioneros o involucrados en la capacitación de misioneros, sobre este tema. Anhelamos que pueda avivar, animar, confrontar y aún redargüir sus corazones con respecto a la misión de Dios.
Hablamos con Rolando Campos, Coordinador de Movida (organización cristiana internacional con el objetivo de motivar a los jóvenes a crecer en sus relaciones personales con Jesús capacitándolos para usar sus dones y talentos para servir mejor a sus iglesias locales y en las misiones mundiales) para la zona Andina de Latinoamérica; con Jeanine Martínez misionera transcultural por más de 12 años y quien actualmente sirve en Guatemala en Iglesia Reforma; y David Puerto quien sirve como el Líder del Área Ministerial de Movilización para América Latina de TEAM (The Evangelical Alliance Mission) en Iglesia Reforma. (Más detalles sobre cada uno de ellos al final de este artículo).
¿Cómo crees que nuestro entendimiento, especialmente entre las generaciones más jóvenes, del evangelismo y las misiones ha ido cambiando a lo largo de los años?
David Puerto: Creo que primero es importante definir los términos:
“Misión” es el plan de redención Divino de reconciliar consigo mismo todas las cosas a través de Cristo. Dios desea redención para la humanidad y Su plan desde el inicio ha sido redimir a un pueblo de toda lengua, tribu, y nación para que le conozca, le adore y le disfrute por toda la eternidad (Génesis 12:3; Gálatas 3:8; Salmo 67; Mateo 28:19-20; Hechos 1:8; Apocalipsis 5:9, entre muchos otros pasajes bíblicos).
“Misiones” es lo que la iglesia hace al unirse a la Misión de Dios para llevar el evangelio a todos los pueblos de la tierra. Las Misiones tienen un inicio y un final (Mateo 28:19-20; Lucas 22:47; Hechos 1:8; Mateo 24:14; Apocalipsis 7:9). Las misiones son la actividad de llevar las Buenas Nuevas de Jesús ya sea local o globalmente a personas y lugares donde todavía no adoran al Señor Jesucristo (Romanos 15:20-21).
“Misionero” es la persona que vive su vida en una cultura diferente a la suya, ya sea completa o parcialmente, y tiene como meta llevar el evangelio de Jesucristo a personas y lugares donde no hay seguidores de Jesús. Muchos defienden que todos los creyentes somos misioneros y en eso tiene mucha razón, pero prefiero pensar en que todos los creyentes somos evangelistas y que los misioneros son aquellos que cruzan barreras culturales cercanas o lejanas geográficamente para compartir el evangelio de manera vocacional.
“Evangelismo” es la palabra que usamos para identificar la acción de evangelizar, esto es, compartir el evangelio o las Buenas Nuevas de Jesucristo en nuestro propio contexto cultural, a personas que no creen en la salvación por fe en el Señor Jesucristo.
Es importante aclarar los términos porque en ocasiones entendemos cosas diferentes con respecto a ideas o términos que solemos usar en nuestros círculos cristianos.
Dicho lo anterior, creo que la explosión y el crecimiento informático de las últimas décadas (IBM lanzó la computadora personal en 1981) ha producido cambios profundos en la manera en que entendemos la vida. Por lo tanto, aunque el mensaje sigue siendo el mismo, las formas de compartir el evangelio son sumamente diferentes a años anteriores.
¿Qué es lo que ha cambiado en nuestra percepción sobre el servicio a Dios, las misiones y el evangelismo que cada vez necesitamos animar y enfocar más, particularmente a los jóvenes?
Rolando Campos: Las nuevas generaciones —los denominados millennials y, en especial, los centennials— son un rango etario que posee un lenguaje, códigos y canales de comunicación considerablemente distintos a los que caracterizaban a las generaciones que les precedieron. Hablamos de una generación cada vez más técnica, con muchísima capacitación y con el acceso a formación académica más alto de la historia, con disponibilidad de información ilimitada e instantánea. Es un grupo que se auto percibe alienado de la misión y el trabajo de la iglesia. Ante esta compleja realidad, intentar involucrar y desafiar a los jóvenes de la misma forma y con las mismas estrategias que fueron quizá oportunas y efectivas para generaciones anteriores resulta hoy en un esfuerzo y un desgaste sin mucho fruto.
Sin embargo, hemos entendido que las estrategias realmente efectivas no descansan solo en el cambio de estilo, lenguaje, canales y códigos, que efectivamente han cambiado para los más jóvenes, sino también en el mensaje movilizador que muchas veces resultó antropocentrista en el pasado. Hoy, enfatizamos que el motor que impulsa las misiones es el mismo que ha impulsado a la iglesia por siglos. La gloria de Dios. Una misión cristocéntrica, sin dobles lecturas, sin agendas terrenales.
Hemos entendido que, más que inspirar con números, urgencias y la contingencia, el compromiso con la misión de Dios comienza con una relación real, íntima y honesta con el Dios de la misión. Con un reconocimiento de que la misión comienza con el servicio en la iglesia local de cada joven. Que la Biblia nos revela que no solo algunos, sino todos los cristianos hemos sido convocados a ser parte de esta misión, sin importar edad, dones, vocaciones o denominaciones. Todo aquel que ha conocido a Cristo ha sido llamado a ser testigo de Él. Ser testigos es un llamado a dar testimonio de Cristo; un llamado a toda la iglesia a servir a una misión global y un Dios global.
¿Cuál percibes tú que es el entendimiento general de la iglesia de Cristo en Latinoamérica sobre las misiones y el evangelismo y cómo eso nos ha impactado negativa o positivamente como sociedad?
David Puerto: Creo que las misiones y el evangelismo se han asociado con los profesionales cristianos. Le dejamos esos trabajos a los misioneros vocacionales, a los pastores pagados o a los líderes laicos de nuestras congregaciones.
Un asunto que ha reforzado esta idea, desde mi punto de vista, es la manera en que se enseñan los dones espirituales. Si vemos las listas de los dones espirituales que las personas de nuestras congregaciones han descubierto, muy pocas veces veremos “evangelistas”. Esto no es porque no hayan personas que han recibido este don en nuestras iglesias, sino porque muy pocas personas se perciben como evangelistas.
Asociamos a los evangelistas con los predicadores en las cruzadas evangelísticas o con personas extrañas sosteniendo altoparlantes en los mercados o plazas de nuestros pueblos que son ignorados por la mayoría de las personas que pasan cerca. Nadie se quiere identificar con alguien así. Necesitamos entender que a todos los creyentes se nos ha dado el privilegio de ser parte de la misión de Dios, y esa misión incluye compartir el mensaje del evangelio con nuestras palabras.
¿Cuáles crees tú que son los retos u obstáculos que los jóvenes de hoy enfrentan para servir al señor particularmente en el evangelismo y las misiones?
Rolando Campos: Existe una gran lista de factores que hemos identificado en Latinoamérica y que obstaculizan el compromiso de jóvenes con la misión. Pero podríamos compartir 6 de los que identificamos más frecuentemente:
- Primero, la idea de que para servir —ya sea local o interculturalmente—, hay que tener alguna especie de llamado místico especial.
- Segundo, la trampa de la rueda de la rata. En resumen, que los jóvenes vivan en esta ruta cultural consumista y sin sentido, motivada por el materialismo y la búsqueda incesante de poder adquisitivo. Esto es un distractor y obstáculo para las nuevas generaciones frente a la oferta del sistema.
- Tercero, la cultura evangélica ha devenido en una desconexión con la misión de Dios en Latinoamérica. Las estadísticas actuales nos muestran que en especial los miembros más jóvenes no poseen mucha carga o responsabilidad espiritual para con su propia generación. Hay una holgazanería social y espiritual de delegar toda la obra evangelística a los pastores y líderes. Observamos un muy bajo compromiso espiritual por los amigos y compañeros de estudios al extremo de que ni siquiera hay un ánimo de invitarlos a las reuniones de iglesia, que sería el acto más elemental para ser parte activa de la misión local.
- Cuarto, las corrientes de pensamiento humanista que han permeado nuestras iglesias y que han sembrado la falsa idea de que Dios existe para nosotros, y no nosotros para Dios y sus propósitos. Jóvenes que comprenden a Dios más bien como un genio de la lámpara que existe para garantizar nuestra felicidad y ponernos en el centro de la historia autorrelatada.
- Quinto, el automarginamiento de aquellos que, producto de los pecados y adicciones característicos de las generaciones virtuales, se están descartando del servicio al Reino por sentirse indignos.
- Sexto, el profundo desconocimiento que hay respecto al mundo aún no alcanzado, respecto a las etnias sin acceso al evangelio, respecto a la necesidad de traducción bíblica, envío misionero, iglesia perseguida, etc. No deja de sorprendernos como la inmensa mayoría de jóvenes cristianos desconoce los aspectos más esenciales de la misión y aquello que la Biblia dice respecto al rol de la iglesia y de todo cristiano frente al mundo que aún espera las Buenas Nuevas.
¿Cómo empezaste a involucrarte en misiones y cómo era tu perspectiva cuando iniciaste?
Jeanine Martínez: Yo creo que mi perspectiva sobre las misiones se volvió realista al conocer mis límites como misionera y también al depender más de la soberanía de Dios. Yo recibí mi llamado misionero a los nueve años, desde niña estaba en mi corazón el ser misionera y Dios abrió muchas puertas en el sentido en que pude adquirir mucha experiencia trabajando con misiones en República Dominicana. Esto fue así hasta mis veintes en los que detuve un poco mi trabajo misionero, luego el Señor me llamó a tiempo completo cuando tenía casi 31 años.
Crecí trabajando con misiones y sirviendo porque tenía toda esa energía de la adolescencia y la juventud, pero no fue sino hasta que me fui con una mentalidad de largo plazo a un lugar donde el idioma y la cultura eran completamente distintos al mío que me volví más realista. A mis límites como humana y a la soberanía de Dios, es decir, que hay una parte que me toca a mí, como mi responsabilidad humana, pero que hay una parte que es del Señor y que mi labor misionera no es convertir a la gente.
Mi labor misionera es predicar el evangelio, discipular, entrenar líderes y apoyar la iglesia local para que ella se fortalezca. Así fue que evolucionó mi entendimiento de las misiones y los misioneros. Pero mi mayor toque de realismo fue darme cuenta que el pecado no se quita cuando uno se sube al avión.
Los misioneros, a veces, yo creo que ingenuamente, y de manera orgullosa, sentimos que vamos a salvar al mundo y no es así. El mundo ya tiene un Salvador y es Cristo. Nosotros simplemente somos obedientes a su llamado y hacemos lo que Él nos llamó a hacer.
¿Por qué las generaciones más jóvenes tenemos visiones de las misiones y el evangelismo que distan tanto de la realidad bíblica?
Jeanine Martínez: Yo creo que es por nuestros valores generacionales. O sea, ¿qué valora esta generación? Hemos creído el discurso errado de que el ser humano es eminentemente bueno, pero la realidad es que el ser humano es eminentemente depravado.
Además, todo lo que hacemos, lo hacemos con motivaciones mezcladas, aun las cosas que hacemos con las mejores intenciones del mundo. Tenemos que desconfiar de nuestras motivaciones porque no siempre van a ser 100% puras y no siempre se verán en que anhelemos ver personas salvas, siguiendo a Cristo y amando a Cristo cuando nosotros mismos luchamos con esas deficiencias en nuestras vidas. No amamos a Dios lo suficiente ni amamos a otros lo suficiente, pero les decimos a otros que Dios los está llamando a una vida obediencia y a rendir sus vidas a él, mientras que nosotros, si somos honestos, siempre estamos luchando con estas cosas. Con áreas de nuestra vida que aún nos falta rendir y con áreas en las que aún estamos desobedeciendo al Señor.
Entonces creo que lo primero que nosotros debemos saber es que en nada de lo que nosotros hagamos para el Señor seremos mejores que el Señor. El evangelismo, discipulado ni nada de lo que hacemos, lo vamos a hacer mejor que Dios.
Por otro lado, la misión está centrada en Dios. Primero es la misión de Dios y luego la nuestra, que forma parte de la misión de Dios. Quien cambia corazones es Dios, no nosotros. Nosotros predicamos el evangelio y este mensaje impacta y el Espíritu Santo es el que hace el trabajo de convicción de pecado. Pero como generación damos demasiado crédito a nuestros logros y se nos olvida que muchos de nuestros logros los hacemos con motivaciones mezcladas.
Aquí también hay un tema que es muy popular y es que esta generación ama la fama y el libertinaje. ¿A qué me refiero con eso? Nosotros vivimos en una generación en la que se valora más el talento que el carácter. Los influencers son un ejemplo. Pensamos que si la persona tiene mucha influencia, es bonita y parece cool, entonces debemos seguirlo, aunque no sabemos cómo está el matrimonio de esa persona, su familia, su carácter y si es una persona conflictiva o no, por ejemplo. Twitter o Instagram no necesariamente reflejan el carácter de las personas, aunque a veces sí.
Entonces yo creo que las personas de nuestra generación quieren ser reconocidas como héroes y heroínas, y se nos olvida que el héroe de la historia es Cristo. Nuestra generación quiere la fama y el reconocimiento, quiere significado. Pero las misiones no se hicieron para que tu encuentres significado. El llamado pastoral, misionero ni de ningún tipo fue diseñado para que encontráramos el propósito de nuestra vida. El llamado es parte de la obra de Dios que por su gracia quiere hacer, pero yo no puedo poner mi identidad en mi trabajo, es decir, en mi llamado misionero.
Como jóvenes creo que muchas veces ponemos nuestra identidad ahí. Yo tuve una época en la que Dios abrió mis ojos a la realidad de que las misiones se habían convertido en un ídolo en mi corazón, obviamente mucho antes de irme a hacer misiones a largo plazo. Eso sucedió porque yo tenía un deseo de aprobación, significado y trascendencia, pero ese no es el corazón de las misiones, no es la motivación correcta ni es lo que te va a mantener en el campo misionero.
En el campo misionero te va a sostener una visión grande de Dios, saber que él es grande, soberano y capaz de hacer su misión, y que él nos ha escogido para caminar con él en esto. Eso es todo. Pero sí creo que nuestra generación ha mezclado el llamado con muchas otras cosas como las que mencioné pero también con el deseo de aventura porque el mundo se ha globalizado y es mucho más fácil viajar de un lugar a otro. A veces encontramos personas que creen que tienen un llamado misionero, pero realmente son aventureros que simplemente quieren viajar por el mundo y de paso “hacer algo bueno”, pero con una visión centrada en el hombre y no en la visión de Dios.
Como generación necesitamos obedecer, pero debemos asegurarnos que nuestra obediencia es realmente por amor y como una excusa para salir de mi casa porque tenemos problemas con nuestros padres o porque no estoy conforme con mi iglesia o por cualquier razón. He visto y he conocido misioneros que han salido al campo y no son historias que terminan bien.
¿Cómo puede un cristiano común, sumarse al plan de Dios hoy?
David Puerto: Lo primero que diría es que un creyente común puede comenzar quedándose en su iglesia. Es fácil buscar “una iglesia mejor o más saludable”. Ahora, si no es parte de una iglesia o tiene evidencia de que su iglesia no tiene buenas prácticas ministeriales o creencias doctrinales, creo que es una buena idea buscar una iglesia donde pueda madurar espiritualmente y servir concretamente.
Lo segundo es que junto a su iglesia local pueda encontrar maneras de erradicar ese pensamiento en el cual el cristiano es un ser dividido entre lo sagrado y lo secular, entre lo sacro y lo profano. Aprender a integrar su vida, ser un hijo de Dios en todo lo que hace. Y, a partir de ahí, en tercer lugar, vivir una vida en misión con Dios y con su iglesia local. Ya sea que Dios lo prepare vocacionalmente para tener una carrera como empleado, emprendedor o cualquier oficio o trabajo que pueda tener en su propio contexto, o ser un misionero vocacional mudándose para vivir en contextos donde el Nombre de Cristo todavía no ha sido conocido.
Los misioneros también son cristianos comunes con una vocación específica. Todo lo anterior, comprometido profundamente con su iglesia local.
David Puerto es guatemalteco-hondureño, esposo de Natalia Morales y padre de Felipe y Sara. Radica en la Ciudad de Guatemala donde cursó una Maestría en Ministerio del Seminario Teológico Centroamericano (SETECA) y forma parte del equipo pastoral de Iglesia Reforma. Sirve como el Líder del Área Ministerial de Movilización para América Latina de TEAM (The Evangelical Alliance Mission).
Jeanine Martínez es misionera en Guatemala y sirve con Iglesia Reforma. Es enviada por la Iglesia Bautista Internacional, República Dominicana. Tiene una Maestría en Artes en Estudios Teológicos y Liderazgo Intercultural por el Seminario Bautista del Sur (SBTS), y una Maestría en Ciencias en Ingeniería Sanitaria y Ambiental (INTEC). Sirvió como misionera transcultural, con enfoque en enseñanza bíblica, entrenamiento misionero y discipulado, en el Sur y el Este de Asia por casi 9 años. Es apasionada por hacer discípulos de Cristo, de todas las naciones, a través de la enseñanza bíblica. Le gusta cocinar, la música, y conocer personas de distintas culturas, apreciando la multiforme gracia. De vez en cuando, recuerda detenerse y oler las flores.
Rolando Campos es chileno, tiene 37 años y es misionero movilizador de MoVida. Ha servido en distintos países de Iberoamérica desafiando e involucrando jóvenes a la misión. También ha servido por años capacitando en liderazgo relacional, entrenando en consejería bíblica y en el área de restauración personal. Actualmente es el coordinador de Movida Internacional para los países de la región Andina. Es psicólogo, máster en liderazgo estratégico cristiano y diplomado en consejería bíblica. Está casado con Rode y juntos esperan a su primer hijo en Perú.
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