Durante sus veintes un joven alemán de nombre Lucas Müller se encuentra aprendiendo el arte de la pintura de manos del artista Hans Müller, quien resultaba ser su padre, en un taller de la villa alemana de Cranach. Estos años son algo oscuros, por lo que no se tiene nuevamente información de Lucas hasta que se encuentra (ya en sus treinta) en la localidad de Viena, presentándose no ya como Müller, sino como Cranach, o Lucas Cranach, el nombre de su lugar de nacimiento.
En la Austria vienesa Cranach seguiría los pasos de su padre y se dedicaría al arte, en especial a la pintura. Allí se adentró en el ambiente humanista de la universidad vienesa, donde conoció a los académicos Johannes Stephan Reuss y Johannes Cuspinian. De este último pintó un fino retrato junto con su esposa, titulado “Johannes Cuspinian y Anna”.
Pero su mejor obra de aquel tiempo fue una religiosa: la Crucifixión, en la que se presenta al Cristo crucificado delante de un fondo paisajista, un estilo entonces muy común de la Escuela de Danubio: un movimiento de pintores del siglo XV que se caracterizaban por la pintura de paisajes naturales con pinos, bosques y montañas.
Esta obra se consideró una importante contribución a la mencionada escuela, la cual era representativa del arte local de Austria. Así, la fama de Cranach creció rápidamente. Su trabajo también se incrementó, elaborando ahora no solo pinturas sino también grabados, siguiendo la técnica de otro gran artista alemán del renacimiento: Albrecht Dürer.
Aquellos breves años en Viena fueron muy formativos para Lucas, capacitándole para mejorar su técnica y habilidad con el retrato, lo que, como veremos, sería muy importante para su futura carrera. Por el momento y de inmediato la recompensa del trabajo en Viena es una invitación a la ciudad de Wittenberg por parte del Elector Federico el Sabio de Sajonia, la cual cambiaría su vida en adelante.
La oferta propuesta a Cranach por el Elector fue la de ser pintor de la corte civil, un trabajo de muy alto estatus y de muy buena paga; de hecho, se le ofreció el doble de dinero que a la persona que antes ejercía el mismo oficio. Pero Lucas lo merecía: su excelente trabajo en Viena le había traído mucha fama y respeto como artista entre el público, y con ello atrajo la atención y el interés de las autoridades de Wittenberg.
Wittenberg era una ciudad de Sajonia, un importante estado del Sacro Imperio Romano, que se encontraba a orillas del río Elba y que servía como residencia de los electores, es decir, de los más poderosos príncipes de la época que formaban parte del llamado “colegio electoral” y que escogían nada más y nada menos que al emperador del mismísimo imperio, quien finalmente era confirmado por el obispo de Roma (el Papa).
La relevancia política del lugar es obvia, y nos da una mejor idea de lo que significó para Lucas, quien se volvió un ciudadano excelso, incluso uno político, llegando con el tiempo a ser primero miembro del consejo municipal (una especie de concejal) y también Burgomaestre de la ciudad (una especie de alcalde). Con tal preeminencia política buscó hacer de Wittenberg una ciudad artística, convirtiéndola en un lugar apetecido por los jóvenes artistas que querían iniciar una carrera.
Está de más decir que siempre tuvo el apoyo de los ciudadanos y los Electores. Esta ciudad lo acogió con los brazos abiertos y él a ella. En Wittenberg también conoció a su esposa Barbara Brengbier, y pasaría el resto de su vida, hasta la muerte, trabajando para la ciudad desde el taller, el cual legó a sus hijos varones, Hans y Lucas, que siguieron los pasos de su padre y se hicieron artistas.
Pero seamos honestos: hoy Wittenberg no es conocida por Lucas Cranach el Viejo. Si algo motiva y lleva a personas de todo el mundo a visitar esta ciudad del norte-centro de Alemania es un monje agustino que publicó 95 tesis teológicas (criticando el sistema de indulgencias de la época) y que, se dice, las clavó en la puerta principal de la “iglesia de todos los santos” de la misma Wittenberg. Ese monje fue el reformador Martín Lutero, a quien casi puede llamársele “Martín Lutero de Wittenberg”; de hecho, como nota curiosa, hoy en día la ciudad es conocida como “la ciudad de Lutero”.
Pero ¿a qué viene Lutero aquí? Bueno, este y Cranach fueron amigos cercanos, llegando a tener una relación casi que familiar. Para muestra un botón: Lucas y su esposa Barbara fueron testigos del matrimonio entre el Dr. Martín Lutero y la Sra. Katharina von Bora. Pero no solo eso. Cranach fue padrino de bautizo de Johannes, el primogénito de Lutero, y este, a su vez, de Anna, la niña de Cranach.
Asimismo, Lucas sirvió a la familia de Lutero mediante su arte, proveyéndoles de retratos y pinturas personales que estos necesitaran. Por ejemplo, en 1525, para la misma boda de Lutero y Katharina, Cranach elaboró un retrato con los rostros de los esposos dentro de unas pequeñas siluetas redondas que estaba adornado por un elegante enmarcado de bronce. Este fue su regalo personal para ellos, e igualmente creó otras copias como recuerdo para los amigos y familiares invitados.
También en 1527 hizo una pintura de los padres del joven reformador: el Sr. Hans Luther y la Sra. Margaretha Luther, y en 1528 una pintura de Katharina, en óleo sobre tabla, que representa a una joven “Caty” (como cariñosamente la llamaba Lutero). Gracias a estos trabajos de Cranach hoy podemos conocer mejor el círculo familiar de Lutero.
Además, todo esto muestra la cercanía e intimidad existentes entre aquellos hombres. Cranach fue para Lutero un amigo con el que podía compartir el calor de la familiaridad, pero también un aliado con el que podía contar para la fría guerra eclesiástica en la que se hallaba enredado Martín. Y la mejor arma de aquel pintor era su pincel.
De Lutero hizo varios retratos, los cuales han inmortalizado la figura del reformador y son identificados casi que por cualquier persona hoy en día. Uno de ellos es el de un joven Martín como monje en su hábito agustino, el cual realizó luego de la muerte del reformador. Otro famoso es del mismo Lutero pero ahora mayor y con su vestimenta de doctor en teología. Sus retratos captan la sencillez y firmeza del reformador pero también su erudición y piedad.
Un trabajo muy importante de Cranach para Lutero fue el grabado que adornaría la primera traducción al alemán del Nuevo Testamento de 1522, y luego hizo lo mismo con la traducción del Antiguo Testamento dos años más tarde. Estas traducciones también contenían toda una imaginería inspirada por las historias bíblicas, siendo la función de las imágenes enseñar mejor al pueblo el significado de la Biblia. Estas traducciones fueron impresas y publicadas por el mismo Cranach en su taller.
Otro personaje de la reforma luterana que Lucas representó fue al teólogo y pupilo de Lutero Felipe Melanchthon, y esto en varias ocasiones. Una de estas representaciones es la de 1532, en la que un joven Melancthon posa con su toga académica en un fondo azul celeste. Tan satisfecho estaba Felipe con sus retratos que animó a Cranach a que creara arte que expresara y transmitiera las ideas religiosas y teológicas de la Reforma luterana.
Lucas, entonces, comenzó a abordar temas “protestantes” en sus pinturas, como en la obra Cristo bendice a los niños, en la que presenta a Jesús cargando y bendiciendo a algunos niños junto con sus madres, mientras los apóstoles miran desde atrás con cierta incomodidad; o como en Cristo y la mujer atrapada en adulterio, en la que Cristo defiende y toma la mano de la mujer mientras un grupo de hombres religiosos y civiles la rodean con saña. Aunque estos temas son originales y propios del evangelio, sin embargo, fueron tomados por los protestantes ortodoxos como representaciones del bautismo infantil y la justificación por la fe sola en contra de los anabautistas y “romanistas”.
Pero la pintura “protestante” más famosa de Cranach fue su Ley y evangelio, una alegoría pictórica con la que muestra la condenación de la ley, por un lado, y la justificación del evangelio, por otro lado. Del lado de la ley se puede ver la caída de Adán, el demonio, la muerte, el infierno, las tablas del decálogo, el campamento israelita y Cristo en juicio, mientras que del lado del evangelio está Juan el Bautista hablando con un esperanzado Adán y apuntándole al Cristo crucificado y resucitado. En la parte inferior derecha un curioso Cordero pisotea al demonio y la muerte.
Pero toda esta elaboración artística con fines religiosos no pasaría desapercibida y sin critica. Otro teólogo protestante como Lutero, Andreas Karlstadt de la Universidad de Wittenberg, dirigiría sus ataques contra el arte de Cranach, ya que consideraba que el primer mandamiento prohibía la creación de imágenes que representaran a Dios, Jesucristo o cualquier otra representación divina. Este estaba promoviendo “reformas” que buscaban eliminar y destruir cualquier escultura o pintura religiosa que se hallara en las iglesias, y a menudo con el uso de la violencia.
Lucas expresó su preocupación a Lutero, quien pronto abordó el asunto. Este condenó como radicales y fanáticas las “reformas” iconoclastas de Karlstadt. Lutero no acordaba con su entendimiento del primer mandamiento, ya que lo que le parecía que este prohibía era la adoración de esculturas e imágenes religiosas, no su mera composición.
Además, el reformador pensaba que pinturas como las de Cranach podían estar sin problema en las iglesias, siempre y cuando no fueran veneradas o adoradas. Sin embargo, creía que mediante un uso correcto podían ilustrar y transmitir para el pueblo el mensaje bíblico de salvación por Cristo. Y, sin duda, una pintura como Ley y evangelio, que seguramente fascinó a Lutero, cumplía con este cometido.
Así, y con vía libre de parte de Lutero, Lucas se convirtió en un propagandista visual de la Reforma, en especial de la vertiente luterana, elaborando diferentes retratos, pinturas y grabados de expresión y tono protestantes, y llegando a ser “el artista de la Reforma”. De esta manera siempre estuvo asociado al movimiento protestante hasta el final de su vida, cuando murió en 1553.
La historia de Cranach es un ejemplo de que el protestantismo del siglo XVI no fue un movimiento necesariamente opuesto a la imaginería religiosa, aunque ciertamente hubo oposición. La Reforma, tal como la concebía Lutero, no era una destrucción de lo ya elaborado, sino una restauración de algo a su estado original y bueno. La imaginería religiosa no escapaba de esta concepción de "reforma". Así, con la ayuda de Lucas, la reforma luterana mantuvo las imágenes pero con un mejor uso, el uso original y bueno, que era instruir visualmente a los fieles y glorificar también a Dios por medio del arte visual.
Bibliografía: Lucas Cranach the Elder en luther.de; Shearer West, The Bulfinch Guide to Art History: A Comprehensive Survey and Dictionary of Western Art and Architecture; Lucas Cranach, the Elder en britannica.com; Lucas Cranach the Elder en nationalgallery.org.uk; Lucas Cranach the Elder Artist and resourceful businessman en utherstadt-wittenberg.de; Lucas Cranach the Elder en lucascranach.org; Lucas, The Elder Cranach Biography en sothebys.org; Lucas Cranach the Elder en reformation500.csl.edu; Lucas Cranach the Elder: The Artist en reformation2017.ca; Victoria Charles, El Renacimiento.
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