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Orgullo y prejuicio (1813), Sentido y Sensibilidad (1811), y Emma (1816) son tres de las obras escritas por Jane Austen. Podrían verse como un cúmulo de historias románticas que idealizan el amor, y quizás las adaptaciones de Hollywood y la BBC han reforzado tal concepto. Esto es entendible, pues su hilo conductor suele ser la búsqueda de pareja por parte de las protagonistas, y lo mismo hacen algunos personajes secundarios.
Sin embargo, no sería pertinente reducir estas creaciones literarias únicamente a la temática del amor, pues se perdería mucha de su riqueza artística. Quienes han decidido ver las obras de Jane Austen más allá de ese tópico, han tomado una de dos posiciones. Una conservadora, en la que aseguran que la autora promovía en sus libros virtudes y moralidad; y otra más progresista, en la que dicen que ella cuestionaba su sociedad y el rol de la mujer en esa época.
A partir de esto, surge la duda sobre el objetivo y la motivación que tuvo la escritora al plasmar cada obra, y se asoman preguntas sobre la relación entre Jane Austen y el cristianismo: ¿está presente en sus obras?, ¿qué tanto y de qué forma?, ¿la autora tenía una buena relación con la religión o se oponía a ella?, ¿era practicante? A continuación trataremos de responder a estos interrogantes.
La controversia
Algunos han concluido que personajes como Elizabeth Bennet (‘Lizzy’), la protagonista de Orgullo y prejuicio, son irreverentes, desacatan lo tradicional y son independientes. Como consecuencia, se le han atribuido los mismos rasgos a su creadora. En su libro Jane Austen and the War of Ideas, la crítica de literatura Marilyn Butler explica: “en realidad es un error creer que Austen pretende que la rebelión de Elizabeth sea una cualidad heróica”.
De hecho, explica Butler, al final Lizzy y otros personajes (Jane, Bingley y Darcy) llegan a la conclusión de que tenían serias fallas al formarse una opinión sobre otras personas. Asegura que la historia literaria feminista ha querido reclutar las obras de la reconocida escritora para objetivos modernos, pero que quienes pertenecen a tal escuela no se han comprometido a estudiar realmente su contexto.
A Jane Austen se le conoce hoy por el talento que demostró al plasmar la sociedad en la que vivía, con todas sus vicisitudes, como si de un cuadro realista se tratara. En ese sentido, no dejó por fuera asuntos como la moralidad, el congregarse y los clérigos. Quienes no ignoran tales elementos han dicho que Austen le dio un papel muy pequeño a la religión en sus libros o que, incluso, quiso destruirla de forma activa. Sin embargo, lo que se sabe es que tuvo una relación estrecha con ella y, hasta podría decirse, una vida de fe. Eso es lo que veremos a continuación.
Una vida reflejada en su literatura
Mientras la Revolución Industrial tenía lugar en Inglaterra a finales del siglo XVIII y varios aspectos económicos estaban transformándose, la clase media empezó a aumentar. Así mismo, incrementó la cantidad de personas que sabían leer y escribir, y la novela tuvo un auge como género literario. En ese contexto nació Jane Austen, precisamente en la rectoría de Steventon, en Hampshire, el 16 de diciembre de 1775. Su nacimiento se dio en aquel recinto porque su padre era reverendo anglicano, así que el cristianismo estuvo presente desde su niñez.
George Austen se hizo cargo de la educación de sus ocho hijos y les ofreció una colección de libros para que alimentaran su intelecto. Ésta incluía obras de escritores como Samuel Richardson, Henry Fielding y Daniel Defoe, claras influencias para la joven, quien no tardó en empezar su producción literaria. Cabe resaltar que hoy en día se menciona el nombre de Jane al lado de tales escritores; se les describe como quienes retrataron la sociedad georgiana y sus preocupaciones.
Dos de los hermanos de Jane también se convirtieron en clérigos y años después uno de ellos, Edward, heredó posesiones en Kent y Hampshire, incluida una rectoría. El estar cerca a personas que cumplían tales roles en la sociedad pudo generar que la iglesia fuera “un elemento fundamental en sus novelas, en las que muchos de los personajes masculinos están relacionados con el ámbito eclesiástico”, según un programa publicado por la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).
Entre 1787 y 1793, Jane hizo un total de veintinueve obras de teatro, versos y novelas cortas. Leía lo que escribía delante de su familia y lo representaba. Vivió durante 25 años en la rectoría en la que nació, luego estuvo en la mansión de su hermano Edward y visitó a sus tíos en Bath. Estos recorridos le sirvieron como inspiración para crear el ambiente de los primeros borradores de Sentido y sensibilidad, Orgullo y prejuicio y Northanger Abbey (1817), en la década de 1790. Años después, Jane y su familia se fueron a vivir a Bath y los lugares de verano de la playa la motivaron a escribir Persuasión (1817).
Lo anterior es muestra de la afirmación que se lee en la web janeaustensociety.es: “las novelas de Jane reflejan el mundo de la nobleza rural inglesa de la época, tal y como ella misma lo vivió”.
La religión en Inglaterra (s. XVIII y XIX)
Hacia la segunda mitad del siglo XVIII se popularizó un pensamiento filosófico que se resume bien en la famosa frase de Rousseau: “el hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe”. En contraste, en ese siglo también surgió el metodismo y sus representantes se ocuparon de llevar el evangelio a la gente del común, enseñando la necesidad de creer en el pecado y la salvación.
Por su parte, los sacerdotes anglicanos tenían beneficios que, según el profesor David Cody, eran unos “ingresos fijos derivados de las tierras y diezmos de la Iglesia vinculados a una parroquia determinada”. Había menos beneficios que sacerdotes, y como algunos eran escasos, llegaban a tener más de uno. En esto también incidían las influencias políticas y sociales, por lo cual, algunos clérigos controlaban más de un beneficio acaudalado.
En general, la iglesia estaba controlada por los intereses económicos y políticos, pues eran los terratenientes quienes cedían la mitad de los beneficios, el gobierno nombraba a los obispos, asignaba las prebendas, etc. Además, había bastantes parroquias sin sacerdote, pero los metodistas aprovecharon tal circunstancia para propagar su mensaje.
En el siglo XIX, muchos anglicanos no querían seguir en medio de disputas teológicas, empezaron a tener una perspectiva latitudinaria, es decir, a defender la salvación fuera de la iglesia, a rechazar los dogmas y a poner la razón por encima de la Biblia. También se interesaron por la moral más que por la doctrina. Así que la iglesia decidió ampliar esos aspectos y, por ejemplo, absorber el movimiento evangélico.
La espiritualidad de Austen
Michael Haykin, profesor del Southwest Baptist Theological Seminary, descarta que la escritora fuera evangélica, pues en una carta que le envió a su hermana Cassandra en 1809, le dijo que no le gustaban los adeptos a ese movimiento. Aunque años después, en 1814, su perspectiva cambió y le comentó a su sobrina Fanny Knight lo siguiente: “De ninguna manera estoy convencida de que todos debamos ser evangélicos, y estoy persuadida de que aquellos que lo son por razón y sentimiento, deben ser los más felices y seguros”.
En su novela Mansfield Park (1814), plasmó simpatía con dicho movimiento al abordar la abolición de la esclavitud que ellos promovían. Austen coincidía con los evangélicos en que los cristianos debían estar activos en el mundo. A pesar del cambio, Brenda S. Cox, lectora apasionada de Jane Austen y escritora, afirma que ella “era una cristiana anglicana profundamente comprometida”, que asistía al culto con regularidad, leía sermones y devocionales, escribía oraciones y hacía obras de caridad.
De hecho, hoy en día se puede acceder a tres oraciones que fueron escritas por Jane Austen y que acompañan al Libro de Oración Común del anglicanismo. Una está exhibida en la iglesia de St. Nicholas, en Steventon, en donde su padre y su hermano oficiaron como pastores. Los siguientes son fragmentos de dos de sus oraciones:
1. Mira con misericordia a tus siervos aquí reunidos y acepta las peticiones que ahora te ofrecen. Perdona, ¡oh, Dios!, las ofensas del día pasado. Somos conscientes de muchas debilidades; recordamos con vergüenza y contrición, muchos pensamientos malvados y deberes descuidados; y quizás hayamos pecado contra ti y contra nuestros semejantes en muchos casos de los que no tenemos memoria.
2. Danos la gracia, Padre Todopoderoso, para orar, para merecer ser escuchados, para dirigirnos a ti con nuestro corazón, como con nuestros labios. Estás presente en todas partes, de ti no se puede ocultar ningún secreto. Que el conocimiento de esto nos enseñe a fijar nuestros pensamientos en ti, con reverencia y devoción para que no oremos en vano.
Austen fue enterrada en la Catedral de Winchester, en Hampshire, debido a las contribuciones que hizo a los clérigos. En su epitafio, su hermano James escribió “dejó esta vida el 18 de julio de 1817, de 41 años, tras una larga enfermedad sostenida con la paciencia y la esperanza de un cristiano”.
La fe en las novelas de Austen
La doctora Tammie Grimm, profesora del Seminario Wesley en Indiana y diácono ordenado en la Iglesia Metodista Unida, asegura que si bien “la intención de Jane Austen no era hablar de la fe cristiana en sus novelas románticas”, finalmente desarrolló unos personajes que dejaron en evidencia su cosmovisión cristiana y su fe. A algunos de ellos, explica la profesora, les dio la característica de cultivar la virtud a través de la autorreflexión, del examen a la luz de los acontecimientos que van surgiendo.
Además, asegura Grimm, “las heroínas de Austen son miembros fieles de la Iglesia de Inglaterra, que asisten regularmente a los servicios de adoración y oración”, lo cual también genera un espacio para desarrollar la trama, porque allí hay interacciones. Esto da espacio a un tema muy importante del cual se habló al inicio de este artículo: el amor. Por supuesto, no se trata solamente del romántico.
En el libro A Jane Austen Devotional se encuentra una compilación de fragmentos de las novelas de la autora con breves reflexiones devocionales hechas por Steffany Woolsey. En la introducción, ella escribió que Jane: “nos muestra a través de sus palabras lo que es el amor. El suyo no es un amor superficial y vano, sino un amor de 1 Corintios 13, construido sobre acción, carácter, y honor. (...) A través de los variados y coloridos personajes de Austen, aprendemos no solo sobre el verdadero amor sino sobre un carácter significativo”.
Crítica a la religión
Cox, quien ha realizado abundantes lecturas de artículos y libros sobre Austen, destaca que todas las novelas de su autora favorita incluyen clérigos, pero no necesariamente de una forma positiva. Más bien, la británica usó la sátira humorística como pincel para crear a cada uno de estos personajes y así poder destacar sus faltas de carácter.
También aprovechó para “ilustrar las percepciones populares del clero y muchos de los problemas” de la Iglesia de Inglaterra. Por ejemplo, presentó a un Sr. Collins orgulloso e imprudente, que humillaba a otros; también a un Sr. Elton materialista y ambicioso. Ahora, esto no quiere decir que haya “castigado” a todos los clérigos. Vale la pena destacar que también dio a conocer personajes ejemplares en tales posiciones, como Edward Ferrars, Edmund Bertram y Henry Tilney.
De todas formas, respecto a esto, el autor y presidente de Theopolis Institute, Peter Leithart asegura que “algunas de las sátiras más severas del clero en la historia de la iglesia provienen de cristianos devotos indignados por los abusos de sus líderes. Como ellos, Austen ataca al falso clero”, pero no para destruirlo, sino para defender al verdadero.
Contrario a lo que dirían los opositores a la fe que ven en Austen una voz para sus propósitos, Ia historiadora Irene Collins afirma: “ella no quiso hacer daño. (...) Al igual que muchos miembros de la Iglesia de Inglaterra, tanto entonces como ahora, contemplaba las imperfecciones y los absurdos en el comportamiento del clero con tolerante diversión”. Lo cierto es que, con respecto a ese tema, su pluma llegó a dividir opiniones entre sus familiares y amigos
Vínculos con el metodismo
La única referencia directa que Austen le hizo al metodismo se encuentra en la novela Mansfield Park. En esa historia, el vicario Edmund menciona un comentario burlesco que Mary Crawford le dijo: “Se habría reído si hubiera podido. Fue una especie de risa, ya que ella respondió: A este paso, pronto reformarás a todos en Mansfield y Thornton Lacey; y la próxima vez que escuche de ti, puede que sea como un célebre predicador en alguna gran sociedad de metodistas, o como misionero en el extranjero”. No se trata de un texto que dé muchas luces sobre la opinión de Austen acerca de ese movimiento cristiano, sólo deja ver que conocía su existencia y notoriedad.
Ahora bien, la doctora Grimm ha propuesto una relación entre John Wesley y Austen. En su blog, mencionó que ellos, y un personaje ficticio creado por la escritora Charlotte Brontë, estaban en la misma página cuando de integridad se trataba, especialmente si esto comprometía la identidad y el carácter:
Puede que la piedad no sea la virtud predominante en las novelas de Austen, pero cada una de sus heroínas, ya sean las hermanas Dashwood o Emma Woodhouse, Anne Eliot, la joven Catherine Morland o incluso Elizabeth Bennet, son esencialmente personas virtuosas que buscan convertirse en mejores personas a través de la autorreflexión.
Conclusión
Al navegar por las páginas de Jane Austen se puede concluir que ella creía en la importancia de que el ser humano creciera en carácter, y esto se tiende a lograr sólo cuando se ven los errores propios antes que los de otros. Jesús también lo hizo notar cuando habló de la viga en el ojo y la paja en el ajeno.
Marilyn Butler concluyó que la percepción de Austen sobre la humanidad se acercaba bastante a la creencia del mundo y la naturaleza caídos, propia del cristianismo ortodoxo. No podemos saber exactamente qué pretendió transmitir esta autora con cada personaje, giro y novela, aunque ahora tenemos un contexto que nos da más idea. Sin embargo, una conclusión innegable de sus historias es que el corazón humano no es fiable, y la buena noticia es que ser conscientes de ello nos lleva a necesitar a Cristo.
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