Hace 59 años empezó una campaña de cancelación de la música de los Beatles que terminó en protestas, quema de discos y un rechazo generalizado de la cristiandad hacia la famosa agrupación.
En la década de 1960, ningún nombre resonaba con tanta fuerza en la cultura popular como el de esa banda británica, conformada por John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr. Eran un fenómeno generacional: millones los adoraban, miles los seguían a donde fueran, y sus canciones se colaban en cada rincón del planeta. Pero en el punto más alto de su fama, una frase pronunciada por Lennon desató una tormenta que puso a prueba la relación entre fe y cultura, Iglesia y juventud, libertad de expresión y fanatismo religioso.
Este artículo repasa aquella controversia y analiza la reacción de la Iglesia cristiana ante este encontrón entre cultura y religión, que nos deja uno de los escándalos más recordados del siglo XX.
“Más populares que Jesús”
Datebook, una revista progresista estadounidense dirigida a adolescentes, había publicado una portada el 29 de julio de 1966 con la frase de John Lennon que revolucionó la relación entre la música pop y la religión: “No sé qué va a desaparecer primero, si el rock n’ roll o el cristianismo”. Dos días después, el 31 de julio, Tommy Charles y Doug Layton, locutores de la estación de radio WAQY en Birmingham, Alabama, leyeron el artículo y se indignaron por los comentarios del músico británico. Acto seguido, iniciaron una campaña para prohibir la música de los Beatles en sus emisoras y organizaron las famosas “quemas de discos” públicas.

La frase no era nueva. Había sido pronunciada por Lennon casi cinco meses antes, el 4 de marzo, en una entrevista publicada en el Evening Standard de Londres. Allí, la periodista Maureen Cleave —amiga del grupo y figura destacada del periodismo británico— tituló su perfil con una pregunta que resumía la curiosidad global de una generación: ¿Cómo vive un Beatle? Las respuestas de Lennon fueron (al menos desde mi perspectiva) excéntricas y aburridas a la vez, o hasta insulsas. Pero lo que menos se imaginaba él era que una de ellas terminaría siendo tan explosiva.
En el transcurso de una larga conversación, en su casa en Surrey, Lennon habló de religión, paternidad, aburrimiento, arte, política, su traje de gorila, los discos que no regaló en Navidad y su reciente fascinación por la música india. Pero la frase que eclipsó todo lo demás fue registrada por Cleave en el artículo bajo el subtítulo “Jesús, los discípulos y la religión”:
“El cristianismo desaparecerá”, dijo. “Se desvanecerá y se reducirá. No necesito discutir sobre eso. Tengo razón y se demostrará que tengo razón. Somos más populares que Jesús ahora; no sé qué desaparecerá primero: el rock n’ roll o el cristianismo. Jesús estaba bien, pero sus discípulos eran torpes y ordinarios. Son ellos los que lo distorsionan y lo arruinan para mí”.
Está leyendo extensamente sobre religión.

En Inglaterra, donde las iglesias se estaban vaciando y la fe tradicional anglicana perdía influencia entre los jóvenes, sus palabras no generaron escándalo. Nadie protestó en las calles ni exigió una disculpa. En palabras de la BBC, “la entrevista causó poca controversia en su publicación original en Inglaterra, donde fue considerada simplemente como otro ejemplo de la menguante relevancia de la Iglesia para la generación joven”. Fuera del Reino Unido, el comentario también pasó desapercibido durante meses.

Adicional a esto, decir que los Beatles en 1966 eran populares era quedarse corto. A tres años del estallido de la ‘beatlemanía’, su fama era, más bien, un fenómeno cultural, una devoción generacional y hasta una histeria global. Cleave escribió en su perfil que eran “tan conocidos como la reina, y mucho más útiles en términos prácticos”. Su música sonaba en cada radio; sus rostros decoraban carpetas escolares, paredes de habitaciones y vitrinas de tiendas. “Famoso y forrado”; así se describía el propio Lennon, sin falsa modestia. A su alrededor no había solo admiración, sino idolatría. En cierta medida, con su afirmación solo había reconocido esa realidad: en la vida de muchos adolescentes de su tiempo, los Beatles importaban más que cualquier tradición o fe.
Antes de la controversia, sus conciertos en Estados Unidos eran recibidos en medio de estadios llenos, gritos incontrolables, vendedores ambulantes y seguridad reforzada. Pero cuando Datebook desempolvó el asunto y puso parte de la entrevista en su portada cinco meses después, el incendio comenzó. La frase aparecía como destacada debajo del título “SHOUT-OUT ISSUE” (EDICIÓN DE FRASES CONTUNDENTES) y de otra cita provocadora de Paul McCartney sobre el racismo en Estados Unidos: “¡Es un país pésimo donde cualquier negro es un sucio negro!”, la cual —vale la pena anotar— pasó totalmente desapercibida.

La chispa que encendió el sur
Lo que en Londres fue una observación, en Alabama se convirtió en una blasfemia. Y lo que era una entrevista con un Beatle, pronto se transformó en una tormenta internacional. En palabras de Tommy, el locutor sureño de WAQY —más conocida como Wacky Radio—, “los Beatles, por mucho tiempo, han podido decir lo que quieran sin preocuparse por el juicio (…). Nadie los había desafiado en serio hasta ahora”. Decidió entonces prohibir su música e invitar a otros a unirse: “Desháganse de los Beatles, prohíban sus discos, quemémoslos o hagamos algo con ellos”, decía por la radio, convencido de estar defendiendo los valores de su comunidad.
En poco tiempo, al menos 22 emisoras imitaron la decisión. El escándalo se convirtió en cruzada. En varias ciudades del llamado Bible Belt (cinturón bíblico en español), región de Estados Unidos caracterizada por su fuerte tradición cristiana conservadora, pastores bautistas y metodistas denunciaban desde el púlpito la herejía del cuarteto británico. Algunas quemas de discos se dieron en medio de la escuela dominical. En este contexto, un adolescente dijo: “Tuvimos una reunión del grupo juvenil sobre los Beatles, y fue en nuestro patio trasero. Así que, después de terminar de asar los perros calientes, simplemente puse mis discos ahí”.

Las opiniones entre los jóvenes eran muy variadas. Estas son algunas de las que aparecen en un documental de ITN News sobre el tema:
(1) Muchas personas aquí son buenos bautistas. Y no digo esto en su contra. Es solo que toman todo lo relacionado con la religión de manera muy personal. Y tal vez ese sentimiento es demasiado intenso, pero es lo que sienten.
(2) Todavía me gustan, supongo (...) pero no puedo escucharlos sin pensar en esa frase. Creo que de algún modo esto hirió los sentimientos de las personas (...) ellos eran, de alguna manera, la voz de los adolescentes, todos pensaban que eso era genial (...) y luego salen con algo así, dicen eso como si se burlaran de todo.
(3) Pienso por mí misma y ciertamente no hay comparación entre Jesucristo y John Lennon. No creo que Cristo viniera a ser popular. De hecho, fue una de las personas más impopulares que jamás haya vivido. Simplemente no hay ninguna conexión entre los dos.
(4) Creo que la mayoría de las personas son cristianas y creen en Dios, y yo simplemente no estoy acostumbrada a este tipo de cosas. (...) Simplemente no lo aprecio, y creo que nadie en Estados Unidos lo hace.
(5) ¿Qué han hecho ellos por nosotros? Nosotros hemos hecho más por ellos. No les debemos nada. Y no podemos simplemente sentarnos y aceptarlo.
(6) — No creo que se estuvieran comparando con Jesús. Creo que estaban lamentando el hecho de que a los adolescentes les gusta más el rock and roll que el cristianismo.
— Pero John sí llamó “torpes y ordinarios” a los discípulos de Cristo. ¿No es eso bastante ofensivo?
—No realmente. Creo que estoy de acuerdo con él.
Por su parte, el pastor Alan Montgomery, de la Iglesia Metodista Canterbury, expresó su opinión sin matices: “Simplemente basándonos en estadísticas y hechos, su afirmación es falsa. Nadie es más popular que Jesús”. También comentó que sus impresiones después de haber hablado con Brian Epstein, el mánager de los Beatles, no fueron positivas:
…él quería que entendiera que este joven (John Lennon) era, según él, un joven muy bueno y muy religioso. Que lo que había dicho sobre la iglesia y sobre la popularidad de Jesús se refería únicamente a Inglaterra, a la gente de Inglaterra y a la Iglesia de Inglaterra, y que no tenía ninguna referencia a Estados Unidos.
Sin embargo, también aceptó que sus hijas escuchaban la música de los Beatles y que muy seguramente esto no haría que ellas dejaran de escucharlos; él tampoco se los prohibiría.
Pero, en oposición a estas perspectivas, la radicalidad del Ku Klux Klan hizo su aparición y se sumó a la campaña erigiendo hogueras como expresión de “celo cristiano”, al tiempo que acusaba a los Beatles de “vilipendiar a Cristo” y “ganar dinero rápido” buscando adherirse a lo más popular. Esas fueron algunas de las frases pronunciadas por Robert Shelton, el mago imperial (líder nacional) de la secta en ese momento. Y la prensa no se quedó atrás: columnistas conservadores escribieron editoriales incendiarios, y algunos municipios llegaron incluso a debatir sanciones simbólicas.

Cuando la polémica estalló, la agrupación se encontraba de gira, y pronto llegaría a Estados Unidos. Epstein consideró la opción de cancelarla para evitar cualquier peligro, e incluso llegó a ofrecer la opción de cubrir él las pérdidas. Sin embargo, en medio de todo el revuelo, ningún recinto canceló las presentaciones aunque se les presentó la opción. Para agosto, justo cuando los Beatles aterrizaron en Estados Unidos, el ambiente era el de una tormenta. La popularidad que habían disfrutado durante años se mezcló con un clima de tensión social, polarización religiosa, amenazas de muerte, temor por sus vidas e incertidumbre.
La conciencia de que incluso una banda tan querida podía enfrentarse a la controversia y la violencia, combinada con el agotamiento tras tres años de ‘beatlemanía’ y con el hecho de que su música difícilmente podía ser interpretada en vivo, marcó un punto de inflexión. Con excepción de unas pocas presentaciones más en vivo, los Beatles pasaron a ser desde entonces una banda de estudio.

“Si quieren que me disculpe (…) está bien, lo siento”
La banda llegó a Chicago el 11 de agosto de 1966. Epstein convenció a Lennon de ofrecer una conferencia de prensa para disculparse públicamente:
Supongo que si hubiera dicho que la televisión es más popular que Jesús no hubiera pasado nada. Estoy apenado por haber abierto la boca. No soy antiDios, ni antiJesús, ni antirreligión. En ningún momento se me cruzó por la cabeza pensar que éramos más importantes o mejores que Jesús. (...) Nunca quise que fuera algo asquerosamente antirreligioso.
No obstante, según lo narra Infobae, “los periodistas insistían, se amontonaban, querían más de él, otro titular”. Así que Lennon lanzó esta frase antes de retirarse de la sala: “Pido disculpas si eso los hace felices. Todavía no entiendo bien qué fue lo que hice. He tratado de explicar lo que sí dije, pero si quieren que me disculpe, si eso los hará felices, entonces (…) está bien, lo siento”. Aunque la disculpa de Lennon ponía gran parte de la culpa en quienes habían malinterpretado sus palabras más que en él mismo, logró el efecto deseado: la mayor parte del fervor anti-Beatles en el país se apaciguó. Sin embargo, pequeñas multitudes de manifestantes religiosos y miembros del Ku Klux Klan insistieron en su oposición.
Según algunos, como lo afirma el blog aficionado The Beatles Bible (cuyo lema irónico traducido al español es “no tan populares como Jesús…”), “la cita fue republicada fuera de su contexto original”. Para quienes tienen esta perspectiva, la frase de Lennon hacía parte de una conversación larga, doméstica, casi íntima, en la que hablaba de su padre ausente, de la música india, de su disfraz de gorila y de la posibilidad de que el fondo de su piscina fuera como un espejo. Fue ahí, entre un comentario sobre lo buena que era la música india y otro sobre la torpeza de los discípulos de Jesús, que soltó las declaraciones que terminaron siendo polémicas, particularmente por cómo fueron expuestas.
Cleave, la periodista que hizo la entrevista, quiso aclararle a la prensa: “John ciertamente no estaba comparando a los Beatles con Cristo. Simplemente observaba que, dado lo débil que estaba el cristianismo, los Beatles eran, para muchas personas, más conocidos”. En la rueda de prensa, Lennon también dijo:
Originalmente, yo señalé ese hecho en referencia a Inglaterra: que significábamos más para los chicos que Jesús o la religión en ese momento. No lo decía para despreciarlo ni criticarlo. Solo lo decía como un hecho (...). No estoy diciendo que seamos mejores o más grandes, o comparándonos con Jesucristo como persona, o con Dios como ser, o lo que sea.
A su férreo opositor Tommy le preguntaron: “¿Pero no fue esto precisamente un desafío? ¿No era este un artículo serio preguntando a John Lennon cómo se sentía respecto a las cosas? ¿No estaba simplemente siendo honesto?”. La respuesta que dio fue:
Supongo (...) uno nunca puede saber con él. Sus respuestas son tan frívolas, y su actitud tan extraña en muchos casos, que nunca sabes si es honesto o no. Y la honestidad es algo relativo, depende de la seriedad del momento o del estado de ánimo de la persona.
Esa era la tensión de Lennon como personaje: hablaba con la misma ligereza sobre el cristianismo que sobre los autos de carreras en miniatura. Era profundamente irreverente, pero todo lo decía con un aire desenfadado, simple. Pero de su boca terminaban saliendo, ya fuera en palabras o en canciones, frases contundentes, como la que entonó con frialdad años más tarde en su canción God (Dios): “No creo en Jesús”.

Personalmente, sin haber sido nunca una fanática de los Beatles ni habiendo estado en contacto con su música antes, la sensación que me quedó al leer todo el perfil escrito por Cleave fue que la vida de Lennon estaba inundada de intelectualismo, genialidad artística y placeres, pero también mucha indecisión, insatisfacción y contradicción. Aquel escrito solo dejó ver que Lennon estaba en busca de algo que claramente ni su fama ni sus lujos habían logrado llenar. Y como cristianos, sabemos que ese “algo” más bien es un “Alguien”.
Así como parecía que pocas cosas en la vida le importaban, el escándalo no lo afectó en absoluto. Los Beatles siguieron creciendo en impacto, en innovación y en ventas. Hoy, con más de 600 millones de dólares en ventas, siguen siendo el grupo más exitoso de la historia. Pero, al mismo tiempo, sabemos que el nombre de Jesús no solo sigue siendo conocido, sino que seguirá siendo proclamado; que Su gloria es mayor que la de cualquier hombre y que ningún triunfo en este mundo se compara con Su magnificencia.
Pues ¿qué provecho obtendrá un hombre si gana el mundo entero, pero pierde su alma? O ¿qué dará un hombre a cambio de su alma? Porque el Hijo del Hombre ha de venir en la gloria de Su Padre con Sus ángeles, y entonces recompensará a cada uno según su conducta (Mt 16:26-27).
Ahora, sería fácil mover a pasión el corazón del lector diciendo que el cuerpo efímero de Lennon ya ha desaparecido de esta tierra, a diferencia del cuerpo del Cristo encarnado, quien resucitó y vive para siempre. Pero precisamente algo relacionado con toda esta polémica, e incluso con la muerte del músico británico, resultó bastante controversial para la Iglesia cristiana.

El lodo del fanatismo religioso y la doble moral
¿La Iglesia hizo bien? No hay forma de rodear esta pregunta sin enfrentarla con seriedad: ¿la Iglesia cristiana respondió de manera coherente con el Evangelio? Porque más allá de lo polémico que pudiera ser lo que dijo Lennon, el escándalo no lo generó tanto su frase como la forma en que algunos cristianos la enfrentaron.
Si bien el suceso sirvió para que a los ojos de algunos se cayeran esos ídolos, muchas de las voces que se alzaron o de los actos que se realizaron parecían defender más bien un honor cultural. En estas reacciones de quemas de discos, como si fueran ídolos cananeos, no hubo una clara predicación del Evangelio. Mientras tanto, las mismas iglesias que ardían en celo por la frase de Lennon parecían estar en silencio frente al racismo estructural que atravesaba su región y por el cual personajes como Martin Luther King Jr. estaban luchando (él terminó siendo asesinado dos años después de la polémica).
Cuando el periodista del documental publicado en ITN News le preguntó al pastor Montgomery cómo había continuado la conversación con el mánager de los Beatles, este no temió en desestimar el asunto racial:
Llegó un punto en que se volvió algo incómoda. Me dijo: “¿Cree usted que es correcto que alguien de Birmingham critique a los Beatles, siendo que Birmingham es conocida en toda Europa como el lugar donde los negros son tratados tan mal?”. Bueno, pensé que esos dos temas estaban muy alejados uno del otro. Por supuesto, ese no era el propósito de su llamada. Fue un mecanismo defensivo de su parte, me pareció completamente fuera de lugar y no debía haber sido mencionado.
Montgomery tuvo razón al identificar ese contraataque, pero el hecho de hacer el tema a un lado como si no fuera nada es algo desconcertante. Por eso me llamó la atención que la frase de Paul McCartney impresa en la misma portada que la de Lennon no haya generado ninguna reacción, como lo resalté. Por supuesto, es positivo que en vez de reaccionar con un nacionalismo excesivo las iglesias le dieran importancia a Cristo, pero en todo esto se percibe una suerte de doble moral.

Entre las opiniones sobre este tema, un joven también dijo:
En nuestra iglesia, una iglesia bautista aquí en Birmingham, tomamos una postura firme el domingo durante el culto de la mañana. El presidente de los diáconos hizo una declaración que todos los diáconos habían acordado respaldando la declaración que hizo Wacky de prohibir a los Beatles. Pensaron que era bueno, y creen firmemente en hacer todo lo posible para básicamente arruinar a los Beatles.
“¿Quieres arruinar a los Beatles?”, preguntó el entrevistador. “Bueno, realmente no importa. Creo que sería gracioso. Pero eso suena un poco feo de mi parte”. Comentarios como este y algunas acciones que se dieron en ese entonces pueden revelar o una indignación desmedida, o una causa justa mezclada con falta de amor.
No todo el que dice ser cristiano lo es. Jesús mismo lo advirtió: “No todo el que me dice: ‘Señor, Señor’, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de Mi Padre que está en los cielos” (Mt 7:21). Pero cuando multitudes dicen representar a Cristo y se comportan de manera contraria a Su carácter, no se da testimonio. Las campañas de cancelación, la violencia simbólica de las hogueras, los llamados a destruir personas y no argumentos, han dejado una mancha que la historia no olvida; han ofrecido al mundo una caricatura del cristianismo. Como también ocurrió luego durante el Pánico Satánico de los años 80, el miedo fue amplificado por los medios masivos, y la Iglesia, en vez de discernir, respondió con una mezcla de histeria moral y oportunismo mediático.
El alcance más delicado de esta polémica se evidenció catorce años después: el 8 de diciembre de 1980. John Lennon fue asesinado en Nueva York por un hombre que se identificaba como cristiano. Su nombre era Mark David Chapman. Llevaba consigo un ejemplar de El guardián entre el centeno y había leído obsesivamente el perfil de Lennon escrito por Maureen Cleave. Más tarde confesó que una de sus motivaciones era castigar a Lennon por haber dicho que los Beatles eran más populares que Jesús. Aunque en su comportamiento se evidencia algún tipo de desorden mental menor, las autoridades siempre han sostenido que actuó con plena premeditación; el crimen fue deliberado. Y aunque su autor no representa al cristianismo, el hecho de que mencionara estos motivos religiosos pudo haber vinculado la violencia con la fe cristiana ante los ojos del mundo.
Es cierto: la Iglesia no puede controlar lo que otros digan sobre ella, pero sí puede y debe cuidar cómo responde. Cuando se responde con fuego al fuego, no se apaga el incendio; se alimenta. La indignación religiosa sin discernimiento suele confundir la defensa del Evangelio con la defensa del prestigio. Al final, el mundo no vio a una Iglesia ofendida por la distorsión del mensaje de Cristo, sino a una comunidad más preocupada por silenciar a un joven descarado que por encarnar al Salvador crucificado.
Lo cierto es que hoy, 59 años después de la afirmación de Lennon, el cristianismo no ha desaparecido. Por la obra de Dios, el cristianismo continúa expandiéndose en todo el mundo, la Biblia sigue siendo el libro más impreso y traducido de la historia, y el nombre de Cristo sigue siendo proclamado en diferentes regiones del mundo. Sabemos que toda tribu, lengua, pueblo y nación lo reconocerá como Dios y Rey. Es cierto, los discípulos de Cristo somos torpes y ordinarios, pero a pesar de que muchas veces distorsionemos y arruinemos el mensaje de Cristo, el propósito del Señor se cumplirá simplemente porque así lo ha prometido, a pesar de nosotros.
¿Cómo ves hoy esta frase? ¿Qué harías tú ante una afirmación como esta? ¿Crees que la Iglesia cristiana debe reaccionar así ante declaraciones de personas que no tienen a Dios?
Referencias y bibliografía
How Does A Beatle Live? No 1: John Lennon - By Maureen Cleave | One Sweet Dream Podcast
John Lennon remembered: bigger than jesus | BBC
29 July 1966: Datebook republishes John Lennon's 'Jesus' comments | The Beatles Bible
Press conference in Chicago #1 | The Paul McCartney Project
The Beatles in America (1966) – “More popular than Jesus” | ITN Archive
100 Greatest Artists | Rolling Stone
Greatest of All Time Artists | Billboard
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