De acuerdo a un reporte realizado por Lifeway, se iniciaron 3000 congregaciones protestantes en 2019, pero 4500 dejaron de funcionar. Esto representó un cambio importante si se tiene en cuenta que en 2014 las cifras fueron de 4000 y 3700, respectivamente. Ed Stetzer, plantador de iglesias y director ejecutivo del Wheaton College Billy Graham Center, afirmó durante el tiempo de la pandemia del COVID: “La plantación de iglesias está disminuyendo y el número de cierres está aumentando (...) Ciertamente, la pandemia mostrará números aún más desafiantes, y aunque puedan ser un punto atípico, la tendencia más amplia es preocupante”.
¿Por qué se está dando este fenómeno? Scott McConnell, director ejecutivo de Lifeway Research, dijo al respecto: “Durante la última década, la mayoría de las denominaciones han aumentado la atención que le están brindando a revitalizar congregaciones existentes que están teniendo dificultades. Esto ha sido más que una moda; ha sido una respuesta a una necesidad real y creciente de revitalizar congregaciones poco saludables”. Esto explica, al menos en parte, el preocupante número de iglesias que han cerrado sus puertas.
Pero el cese de actividades de algunas congregaciones está atado a otro fenómeno actual en Estados Unidos: la disminución en la membresía. Según un estudio realizado por Gallup, la cantidad de estadounidenses que se describieron a sí mismos como miembros de alguna casa de adoración fue menor al 50 % en el 2020. La firma ha realizado este estudio por ocho décadas y encontró, por un lado, que solo desde el cambio de siglo ese porcentaje comenzó a ser menor al 70 % y, por otro, que el 2020 fue la primera vez que menos de la mitad del país afirmó ser miembro de algún lugar de adoración.
Estos dos fenómenos en Estados Unidos —el cierre de iglesias y la disminución en la membresía– traen otro efecto consigo que requiere de mucha atención: el abandono de grandes inmuebles eclesiásticos. Suponiendo que 4500 congregaciones no abran más sus puertas este año y que las 3000 nuevas utilicen precisamente esas instalaciones, ¿qué sucederá con las otras 1500? A ellas se suman los grandes y antiguos edificios que hace décadas llenaban cientos de personas, pero hoy solo se ocupa un pequeño porcentaje de su capacidad.
Según Shannon Hopkins del grupo Rooted Good, el cual ayuda a organizaciones basadas en la fe a alinear sus recursos económicos con su misión, este fenómeno puede comunicar un mensaje de declive en el cristianismo y obstaculizar el impacto misional de las iglesias en el país. Por eso es necesario responder a la pregunta: ¿qué hacer con los edificios eclesiásticos?
¿Iglesias multiusos?
El pasado 25 de septiembre de 2023, David Roach, escritor de Christianity Today, publicó un artículo titulado 100 000 reutilizaciones que la iglesia debe descubrir, en el cual presentó dos perspectivas sobre la legitimidad de darle diferentes usos a los edificios congregacionales.
La primera es ofrecida por Mark Clifton, director de replantación de la Junta Norteamericana de Misiones de la Convención Bautista del Sur, quien afirma que dichos edificios deberían mantenerse como congregaciones. En sus palabras, “Cerrar iglesias le roba gloria a Dios (...) ¿Qué hay en una iglesia moribunda que diga que nuestro Dios es grande y su evangelio es poderoso? [La iglesia] no es una tienda. No es un restaurante. No es un centro comercial. Es la novia de Cristo. Vale la pena luchar y batallar para mantener esas iglesias como testimonio del poder del evangelio”.
Cuando una congregación está muriendo y busca la ayuda de Clifton, él les ofrece tres opciones:
- Una nueva iglesia podría adoptar su edificio e incorporar a sus miembros.
- Una comunidad cristiana más fuerte podría adoptar a la que se encuentra débil y establecer una nueva iglesia en su edificio.
- Contratar a un pastor capacitado para replantar la iglesia desde adentro.
La segunda perspectiva es común entre —aunque no limitada a– iglesias de corte más liberal, las cuales han optado por transformar sus inmuebles en centros con propósitos distintos para la comunidad en general. Por ejemplo, la Iglesia Unida de Cristo de San Pedro en Louisville, Kentucky, estaba cerca de morir, y su edificio estaba vacío en su mayor parte. Sin embargo, el pastor de la iglesia, acompañado por el Fondo de Préstamo y Construcción de Iglesias de esa denominación, le dio una utilización diferente: construyó un centro multiusos que comprende una tienda de café, una cooperativa de crédito, una guardería infantil, entre otros negocios.
Hay quienes señalan que los edificios de las iglesias en Estados Unidos necesitan este tipo de cambios ya que han sido afectados de la misma forma que las tiendas minoristas, es decir, en los canales de distribución. Rick Reinhard escribió para Religion Unplugged lo siguiente:
Los feligreses suelen atribuir el declive de su lugar de adoración individual a deficiencias específicas: un pastor poco inspirador, música mundana, estacionamiento inadecuado y otros por el estilo. En cambio, ellos mismos pueden estar exhibiendo un comportamiento consumista con una base más amplia. Al igual que con los servicios minoristas y financieros, es posible que los lugares de adoración estén sufriendo un cambio en los canales de distribución; que los congregantes se estén alejando de lo no diferenciado hacia lo que es grande, lo que se hace en línea y lo que es pequeño pero especializado. La adoración ha sobrevivido durante siglos a través de todo tipo de fuerzas económicas que podrían haber amenazado su existencia. El desafío radica en que los lugares de adoración encuentren nuevas formas que se mantengan fieles a su fe y utilicen su propiedad raíz para beneficiar tanto a las instituciones de fe como a la comunidad en general.
David Roach concluyó su artículo describiendo este debate de la siguiente manera: “A pesar de las diferencias de opinión sobre qué hacer con los edificios de iglesias en declive, un hecho genera un acuerdo universal: debe surgir una estrategia nueva para abordarlos”.
A causa de los desafíos económicos que enfrentan la mayoría de congregaciones pequeñas en Latinoamérica, muchas de ellas ni siquiera poseen un edificio, sino que deben rentar el lugar en donde se reúnen. De hecho, cuando poseen uno, no se parece físicamente a una iglesia. Entonces, ¿este debate se encontrará lejos de nuestro contexto? La respuesta es: no del todo, hay preguntas bastante relevantes en torno a este tema para nuestras iglesias locales en Latinoamérica.
Por ejemplo, ¿qué debería determinar las decisiones que tomamos con respecto a nuestros edificios? Sin duda, la gloria de Dios y el impacto del evangelio en nuestra comunidad deben hacerlo, ¿pero cuáles acciones son más bíblicas y por qué? También vale la pena mencionar que la reutilización de las instalaciones eclesiásticas antiguas ya está ocurriendo en Latinoamérica, aunque no precisamente en el protestantismo, el cual no tuvo el mismo impacto histórico en nuestra región que en Estados Unidos. Sin embargo, sí se evidencia el cambio en el propósito de las construcciones católicas en diferentes lugares. Aquí hay algunos ejemplos:
- La Iglesia de San José de Gracia en San Miguel de Allende, México, es un teatro que solía ser una iglesia.
- En Porto Alegre, Brasil, la Iglesia de San Francisco ha sido transformada en la Biblioteca Pública del Estado.
- La Iglesia Matriz de Montevideo, Uruguay, alberga actualmente un centro gastronómico.
- La Iglesia de San Francisco en Quito, Ecuador, es ahora un centro cultural y museo.
Un problema antiguo
El desafío de darle un nuevo uso a edificios eclesiásticos no es solo un problema actual. El pasado 14 de junio publicamos en BITE un artículo acerca de ¿Por qué los protestantes dejaron de construir grandes catedrales? Allí, Giovanny Gómez explicó cómo las convicciones de los protestantes de la Reforma acerca de la liturgia los llevaron a apartarse de esa práctica católica. Para ellos, la iglesia de Cristo debía enfocarse en la enseñanza de la Palabra de Dios, por lo tanto, la ostentación y la extravagancia de dichas obras arquitectónicas eran una distracción de lo verdaderamente importante.
Pero una vez que diferentes países adoptaron la teología protestante y una visión más austera del lugar en el que se reunían, surgió un problema: ¿qué debían hacer con las grandes catedrales que ahora quedaban desocupadas? Gómez dijo al respecto:
La solución fue bastante simple: confiscar y reutilizar las catedrales como iglesias protestantes. Un ejemplo de esto es la catedral de San Patricio en Dublín, Irlanda. Esta catedral fue construida originalmente en el siglo XIII como una iglesia católica. Sin embargo, después de la Reforma, fue tomada por la Iglesia de Irlanda y es ahora la iglesia principal del anglicanismo en el país. Otro ejemplo clásico es la catedral de Saint Giles en Edimburgo, Escocia. Esta edificación, construida en el siglo XII, es considerada hoy como la catedral madre del presbiterianismo y de la Iglesia de Escocia.
Sin embargo, lo que sucedió en el tiempo de la Reforma difiere con el fenómeno estadounidense actual en el que son los edificios construidos por protestantes los que necesitan ser reutilizados. Si bien no todos ellos son extravagantes y ostentosos, como solían ser las catedrales católicas, sí son mucho más grandes de lo que las congregaciones necesitan.
Otra diferencia importante es que, en general, los edificios eclesiásticos se reutilizaban con un objetivo religioso para que nuevas iglesias, con nuevas creencias, se reunieran. Lo que hace tan controversial la reutilización de las edificaciones modernas es que, aunque tiene el propósito de bendecir a alguna congregación y de impactar a una comunidad con el evangelio, en la práctica se utiliza el espacio para adquirir ganancias con diferentes actividades económicas que no están directamente relacionadas con la fe.
La Escritura y los edificios
La Biblia no nos muestra casos de edificios cristianos que necesitaron ser reutilizados, tampoco nos da una respuesta final sobre lo que se debe hacer con ellos. Pero lo que sí explica es su lugar en la adoración eclesial.
Primero, es importante recordar que “la iglesia” no es el edificio en el que las personas se reúnen, sino el cuerpo mismo de creyentes. Esto es claro en Efesios 1:22-23 (NBLA): “Y todo lo sometió bajo Sus pies, y a Él lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es Su cuerpo, la plenitud de Aquel que lo llena todo en todo”. Así, la edificación jamás tendrá la misma relevancia que la congregación de creyentes, y las decisiones que se tomen en torno a él, sin importar cuáles sean, no deberían dividirnos o distraernos de la Palabra de Dios.
Segundo, es importante recordar que no hay un mandato específico acerca del lugar en el que los congregantes deberían reunirse. Algunas iglesias locales del Nuevo Testamento se reunían en casas (Col. 4:15 y Fil. 2), otras en lugares distintos (1 Cor. 11:17-22). Lo importante era lo que sucedía durante la reunión, como la Santa Cena, la oración, la comunión y el estudio de la Palabra. El edificio dejó de ser importante desde que la iglesia se convirtió, en vez del templo físico, en el lugar de la habitación de Dios (2 Cor 6:16).
Así pues, este debate en torno a la reutilización de edificios en Estados Unidos (y, quizás en un futuro, en Latinoamérica) necesita abordarse con prudencia, pero deberíamos hacerlo sin que dichos lugares tomen una dimensión que no les corresponde.
Referencias y bibliografía
- Protestant Church Closures Outpace Openings in U.S. - Lifeway Research
- U.S. Church Membership Falls Below Majority for First Time - Gallup
- 100,000 Reuses for the Church to Find - Christianity Today (varias referencias del presente artículo fueron tomadas de este escrito).
- Church Building and Loan fund - United Church of Christ
- How Are Houses Of Worship Like Retail Stores? Changing Channels Of Distribution - Religion Unplugged
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