Francis Turretin, cuyo nombre completo en latín era Franciscus Turrettinus, es una figura destacada en la historia de la teología reformada. Nacido el 17 de octubre de 1623 en Ginebra, Suiza, vivió en una época tumultuosa, pues las cuestiones religiosas y teológicas desafiaron y moldearon el pensamiento europeo; en ese entonces había cambios históricos y religiosos significativos.
La ciudad que lo vio nacer había sido profundamente influenciada por la Reforma protestante, que fue liderada por Juan Calvino. Los Turretin, de ascendencia italiana, se habían establecido allí debido a la persecución religiosa en su tierra natal. Ese fue el entorno en el que Francis creció y se formó.
Antecesores protestantes
Los Turretin, hoy conocidos en Ginebra como Turrettini, tienen sus raíces en Italia. Son originarios de la antigua nobleza de Lucca y parecen haber desempeñado roles destacados.
Su abuelo fue Francis Turretin, quien nació en 1547 y se distinguió por ser el primer miembro protestante de la familia. Por su nueva fe, renunció a su hogar y perspectivas, exiliándose voluntariamente. Después de enfrentar una serie de desafíos en su vida itinerante, finalmente se estableció en Ginebra y obtuvo la ciudadanía en 1627. Poco después, falleció, dejando un legado significativo para obras de caridad pública, una reputación intachable y varios hijos, el mayor de los cuales fue el padre de nuestro autor.
Su padre, Benedict Turrettini, nacido el 9 de noviembre de 1588 en Zurich y fallecido en marzo de 1631, fue un renombrado pastor y profesor de teología. En 1620, participó en el Sínodo de Alès, del cual Peter du Moulin fue moderador. Su vida estuvo marcada por la piedad, el amor a la unidad, la resolución, la erudición, la gentileza y la elocuencia. Pictet lo describió como la gloria de su iglesia y escuela. Fue un hombre altamente respetado en su época, pero su carrera se vio truncada hacia su mediana edad.
Tuvo seis hijos, siendo el tercero de ellos Francis Turretin, quien nació el mismo año en que fallecieron Mornay du Plessy, el padre Pablo y el papa Gregorio XV, y en el que se celebró el importante Sínodo de Charenton.
Primeros años y formación educativa
Desde temprana edad, Francis Turretin demostró un gran talento. Cuando su padre se encontraba en su lecho de muerte, llamó a Francis, quien entonces tenía ocho años, y afirmó con voz débil: “este niño está marcado con el sello de Dios”.
La educación de Francis comenzó en la Universidad de Ginebra en 1640, donde fue influenciado por la rica herencia teológica y reformada de la ciudad. Allí, bajo la tutela de prominentes profesores, comenzó a desarrollar su amor por la teología y la filosofía. Sin embargo, su búsqueda de conocimiento no se detuvo, pues estaba destinado a convertirse en una de las mentes teológicas más influyentes de su tiempo.
Después de completar sus estudios en Ginebra, se trasladó a los Países Bajos, específicamente a la prestigiosa Universidad de Leiden (1644). Esa mudanza no fue casualidad, pues aquel lugar era conocido por su ambiente intelectual y su énfasis en la teología reformada. Durante su tiempo allí, demostró una capacidad intelectual excepcional y un profundo compromiso con las doctrinas de esa postura; su dedicación y habilidad para abordar temas complejos lo hicieron destacar rápidamente entre sus compañeros.
Fue en Leiden donde comenzó a desarrollar las ideas doctrinales que posteriormente lo harían famoso. Tras completar sus estudios, Turretin regresó a su ciudad de origen y se convirtió en profesor de teología de la Academia de Ginebra. Este fue un paso crucial en su carrera, ya que le permitió no solo enseñar a las generaciones más jóvenes de estudiantes, sino también influir en el desarrollo de la postura reformada en su conjunto.
Francis se destacó notablemente en su carrera académica y mostró un entusiasmo por diversificar sus áreas de estudio. Al adentrarse en la teología, tuvo el privilegio de contar con eminentes instructores. Uno de los más destacados fue John Diodati, otro protestante italiano que ocupó el lugar de Calvino y Beza, y que fue conocido por sus trabajos bíblicos. Diodati también sobresalió en el Sínodo de Dort y en la Convención de Saumur, en donde contribuyó a calmar las aguas de la controversia, lo que la Reina de Francia le agradeció repetidamente.
Otro de los instructores de Turretin fue Theodore Tronchin, también miembro del Sínodo de Dort y un firme defensor de la verdad. Vivió hasta una edad avanzada y contribuyó significativamente a la prominencia teológica de Ginebra. Su familia, originaria de Provenza, mantuvo su preponderancia en la pequeña república durante mucho tiempo, y aún hoy en día tiene representantes allí. Uno de ellos, el distinguido coronel Tronchin, es ampliamente reconocido entre los cristianos evangélicos.
Frederick Spanheim fue otro de los influyentes tutores de Turretin. Además, en Holanda, tuvo el privilegio de escuchar los sermones de hombres notables como Poliandro, el venerable Rivet, ampliamente conocido por sus extensas obras y su destacado legado; Salmasius, uno de los eruditos más destacados de su época; Heinsius, Trigland, Voet, Hoornbeek y Golius, el experto en lingüística.
Durante su estancia en Utrecht, Turretin tuvo la oportunidad de conocer a la prodigio de su tiempo, Anna Maria van Schurman. En 1645 (sólo dos años antes de la publicación de la Confesión de Westminster), se trasladó a París, donde residió bajo el techo del ilustre Daille. Durante su tiempo en la ciudad, se reunió con distinguidos intelectuales como Falcar, Drelincourt, Albertini y Blondel.
Además, realizó estudios en física y astronomía bajo la guía de Gassendi. Luego, visitó Saumur, una pequeña ciudad a orillas del Loira, famosa por su universidad protestante. Allí pudo escuchar a Placaeus, Amyrauld y Capellus, cuyos conocimientos, sutileza y enfoque particular de la teología quedaron plasmados en las Tesis Salmurienses.
Su obra como pastor y profesor
A su regreso a casa en 1648, Turretin asumió el cargo de pastor en la Iglesia de Ginebra y se convirtió en predicador de la congregación italiana, un servicio requerido debido al gran número de personas que provenían de esa región europea y buscaban refugio en aquella ciudad. Cuando comenzó a predicar, su conocimiento era sólido, y su elocuencia tenía una majestuosa gracia y fluía de manera notable, lo que le otorgó una inmensa popularidad.
En 1650, el gobierno le ofreció en varias ocasiones la cátedra de Filosofía. Sin embargo, después de la muerte de Aaron Morus en Leiden, fue llamado para ocupar su puesto como pastor. Aceptó la invitación y permaneció allí durante un año aproximadamente, pero pronto sintió el llamado de Ginebra, su ciudad natal, y regresó.
Tras la lamentable pérdida de Tronchin, quien había servido públicamente hasta su capacidad, Turretin fue llamado a ocupar su lugar y asumió la cátedra de teología en 1653. Como maestro público, se mantuvo firme y comprometido, combatiendo vigorosamente contra el papado, el socinianismo y el arminianismo.
Desde el púlpito, denunció las inmoralidades prevalecientes y, con lágrimas en los ojos, instó a los pecadores a reconciliarse con Cristo. Su elocuencia tenía un carácter persuasivo e irresistible. Pictet elogió su amabilidad, su compasión por los pobres, su atención a las viudas y los huérfanos, su hospitalidad y su discurso edificante.
En 1661, Turretin fue llamado a un nuevo servicio. El pueblo de Ginebra no podía costear la fortificación de sus murallas y, por lo tanto, solicitó ayuda a los Estados Generales de Holanda, designando a Turretin como su comisionado para esta tarea. Cuarenta años antes, su padre había sido enviado en una misión similar.
Mientras viajaba, fue honrado con gran respeto en Basilea, donde Wettstein y otros distinguidos académicos de la universidad lo recibieron con honor. En Holanda, obtuvo un gran reconocimiento, siendo condecorado por las autoridades con una cadena de oro y una medalla. A pesar de los serios intentos en Leiden y La Haya para retenerlo, finalmente regresó a casa, haciendo escala en París y Charenton.
Matrimonio e hijos
En 1669, Turretin contrajo matrimonio con Isabella, hija de John de Masse, señor de Sauvet, cuyos antepasados habían ostentado el marquesado de Saluzzo. De esa unión nacieron cuatro hijos, pero solo uno sobrevivió: Jean Alphonse Turretin, quien vino al mundo en 1671 y fue ordenado al ministerio hacia el año 1694.
Jean Alphonse se destacó como un predicador de notable poder y ocupó sucesivamente las cátedras de Historia Eclesiástica y de Teología en Ginebra. Fue uno de los más destacados escritores de su época en temas relacionados con la religión natural y las defensas externas del cristianismo. Aunque quizás no igualó a su padre en vigor, lo superó en elegancia; su estilo rico y clásico añadió encanto a sus escritos, que atrajeron lectores y elogios incluso más allá de los círculos calvinistas.
Ocaso de su vida
Los últimos años de la vida de Turretin estuvieron marcados por la angustia que sentía por sus hermanos reformados en Piamonte y Francia. En este último país, la revocación del Edicto de Nantes en 1685 resultó en la demolición de cientos de iglesias y la expulsión del protestantismo del reino. A pesar de estas preocupaciones, se puede decir que disfrutó de una vejez feliz y rara vez estuvo enfermo, excepto por algunos episodios.
El 24 de septiembre de 1687, sufrió un repentino ataque de violentos dolores. Expresó su disposición a morir al profesor Pictet y mencionó que la intensidad de su dolor le dificultaba orar como lo deseaba, aunque sabía en quién había puesto su fe. Repitió numerosos pasajes de las Escrituras, incluyendo las palabras del Salmo 38: “Oh Señor, no me reprendas en tu ira”, las cuales había predicado a la congregación italiana unos días antes.
A su único hijo le dio cuatro instrucciones solemnes: cuidar de la iglesia si alguna vez fuera llamado a hacerlo, amar la verdad, mantener la humildad y practicar la caridad. A su pariente, el Dr. Michel Turretin, pastor y profesor, le expresó su fe y esperanza, y le confió la solemnidad de cuidar del cuerpo de Cristo. Hubo muchas otras exhortaciones y recomendaciones. Su semblante reflejaba más un triunfo que una agonía.
A medida que sus dolores aumentaban, algunos presentes le recordaron su último sermón sobre las palabras: “Lleguemos con valentía al trono de la gracia”, exclamó impacientemente: “¡Eamus, eamus!” (¡Vamos, vamos!).
Sus obras
En 1664, Turretin publicó un trabajo en contra de los papistas y en defensa de los reformados. Dos años después, presentó sus disquisiciones sobre la satisfacción de Cristo. En 1674, sus sermones vieron la luz y fueron recibidos con gran aclamación. En ese mismo año, publicó su obra magna de teología, la Institutio Theologiae Elencticae. Se dice que mostró cierta reticencia en cuanto a entregar ese trabajo para su publicación, y finalmente lo hizo en respuesta a numerosas cartas de eruditos de toda la comunidad reformada.
Francis publicó un escrito sobre la necesidad de la separación de la Iglesia de Roma y abordó otros temas de gran relevancia. Otro trabajo destacado es De Satisfactione Christi Disputationes, en el cual Turretin abordó la cuestión de la satisfacción de Cristo de manera exhaustiva. Además de presentar argumentos sólidos sobre este asunto crucial, incluyó discusiones sobre el papado y la concordia entre Santiago y Pablo en el asunto de la justificación. Su enfoque claro y sus argumentos sólidos hicieron de este una referencia importante en la teología reformada sobre la obra redentora de Cristo.
Su obra magna y su impacto
Su obra más destacada fue Institución de Teología Eléntica (Institutio Theologiae Elencticae). La palabra “eléntica” es un término técnico relacionado con la filosofía y la retórica, específicamente se refiere a la rama de la lógica llamada “elencho” o “elenchus”, es decir, el método de argumentación que utiliza preguntas y respuestas para refutar argumentos erróneos o para llegar a conclusiones lógicas.
El tratado fue originalmente escrito en latín, consta de tres volúmenes y se ha convertido en un pilar de la teología reformada pues hace una exposición completa de ella, abordando una amplia gama de temas. Lo que lo distingue es su enfoque en la argumentación lógica y la defensa rigurosa de las doctrinas reformadas. Turretin utilizó un estilo de debate o diálogo, presentando preguntas y luego respondiéndolas con profundidad y claridad. La estructura que le dio permite que los lectores comprendan y defiendan estas posiciones de manera más efectiva.
Su teología
Su adhesión a la doctrina reformada es tan uniforme y estricta que no hay escritor que tenga más autoridad en lo que respecta a la definición de la misma. Su intelecto estaba preparado y entrenado para percibir y expresar los principios reales involucrados en cuestiones teológicas; por lo que fue un notable ejemplo de la máxima “pi bene distinguit, bene docet” (quien bien distingue, bien enseña).
A esta excelencia primaria agregó un juicio admirable, manifiesto en la moderación característica de sus opiniones y en la solidez general de sus argumentos. Su método es simple y lógico. Bajo cada título, comenzó con el Status Quaestionis (“el estado de la cuestión”) y, con precisión discriminadora, liberó el tema de todo asunto accesorio y destacó el punto preciso a considerar.
Luego, siguieron sus argumentos en sucesión lógica, en apoyo de la posición que defendía. Después, las Fontes Solutionum o respuestas a objeciones. Prácticamente no existe una pregunta que los teólogos hayan discutido y que el estudiante no encuentre resuelta, o al menos considerada, en las páginas de Turretin.
Su legado duradero
La influencia de Francis Turretin en la teología reformada y en el cristianismo en general es innegable. Sus escritos y su enfoque riguroso en la defensa de tales doctrinas han dejado un legado perdurable. Algunos aspectos de su relevancia duradera incluyen: la fundamentación teológica, la apologética sólida y el desarrollo de la ética protestante. También fue educador y mentor en la Academia de Ginebra.
Su obra cumbre sigue siendo objeto de estudio y referencia en la corriente reformada contemporánea. Ha sido traducida a varios idiomas y es citada en seminarios y obras académicas en todo el mundo. Además, muestra su enfoque en el diálogo lógico y el razonamiento sólido, que continúa siendo relevante en la formación de teólogos y pastores en la actualidad.
Bibliografía
James R. Wilson, “Francis Turretin,” consultado el 7 de octubre de 2023, https://www.vbru.net/src/theologiens/francois_turretin.htm
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