Y si mañana se me ofreciera la vista terrenal perfecta hoy, no la aceptaría (…). Creo que fue Su intención que yo viviera mis días en oscuridad física, para estar mejor preparada para cantar Sus alabanzas.
Esto lo dijo Fanny Crosby, una de las compositoras de himnos más prolíficas de la historia: es conocida por haber compuesto entre 5000 y 10.000 himnos a lo largo de su vida. Esto significa que, si en cada servicio dominical de una congregación se cantaran cinco himnos compuestos por ella, se podría tener un repertorio para entre 19 y 38 años. Tal fue el impacto del ministerio de Fanny Crosby, que se desarrolló durante el siglo XIX.
Aunque la tragedia marcó su vida muy temprano —pues a muy corta edad quedó ciega—, aquello no fue obstáculo para que creciera en la fe, recibiera una educación apropiada, ni desplegara un gran talento literario y musical. No solo dedicó su tiempo y recursos al arte y la alabanza; aparte de ser letrista, poeta y compositora, se convirtió en misionera. Así pues, resultó ser una persona muy prominente para el mundo cristiano, no solo de su época, también del futuro.
Primeros años: un camino que no fue opacado por la tragedia
Un 24 de marzo de 1820 en Southeast, en el condado de Putnam, New York, nació Frances Jane van Alstyne. Sus padres fueron John Crosby y, quien fue su segunda esposa, Mercy Crosby. De acuerdo al compositor y profesor de música Woodman Bradbury:
Se pueden rastrear las dos líneas de su ascendencia hasta las primeras poblaciones de Nueva Inglaterra. Su madre, que también era Crosby, descendía de Simon Crosby, quien llegó a Boston en 1635 y fue uno de los fundadores del Harvard College, del cual se graduó su hijo Thomas en 1653.
En su autobiografía, ella misma ofreció un recuento sobre sus orígenes:
De la familia de mi padre, John Crosby, lamentablemente tenemos pocos registros; y de él no tengo ningún recuerdo, porque murió antes de que yo tuviera doce meses. Mi madre provenía de una raza muy resistente; gente seria y devota, que destacó por su longevidad. Ella misma vivió hasta los 91 años y su bisabuela alcanzó la hermosa edad de 103, y, después de cumplir 82, cabalgó desde el condado de Putnam, Nueva York, hasta Cape Cod y de regreso, a través del desierto medio despejado.
Cuando Fanny tenía apenas seis semanas de vida, ocurrió el hecho que más marcó su vida: quedó ciega. Ella misma describió lo sucedido, pero aportó la perspectiva que los años y la fe le entregaron sobre lo ocurrido:
Cuando tenía seis semanas de edad, un ligero resfriado me provocó una inflamación de los ojos, que pareció exigir la atención del médico de familia; pero como no estaba en casa, llamaron a un extraño. Recomendó el uso de cataplasmas calientes, que finalmente destruyeron el sentido de la vista. Cuando esta triste desgracia se hizo conocida en toda nuestra vecindad, el desdichado creyó mejor irse, y nunca volvimos a saber de él. Pero no he sentido ni por un momento, en más de 85 años, una chispa de resentimiento contra él, porque siempre he creído desde mi juventud hasta este mismo momento que el buen Dios, en Su infinita misericordia, por este medio me consagró al trabajo que todavía se me permite hacer. Cuando recuerdo Su misericordia y bondad; cuando he sido bendecida por encima de la común suerte de los mortales; y cuando la felicidad ha tocado los lugares más profundos de mi alma, ¿cómo puedo lamentarme? Y he pensado muchas veces en el pasaje de la Escritura: “La luz del cuerpo es el ojo; por tanto, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz. Pero si tu ojo es malo, todo tu cuerpo estará lleno de tinieblas. Por tanto, si la luz que hay en ti es tinieblas, ¡cuán grandes son esas tinieblas!”.
Aunque fue privada del sentido de la vista, esto no implicó que su infancia fuera menos divertida. De acuerdo a Bradbury, saltaba muros de piedra, jugaba a la mancha, trepaba a los árboles con la agilidad de un gato y montaba equinos. Además, su imaginación era muy vívida, sobre lo cual ella misma dijo: “el paisaje circundante, en su belleza nativa, era bastante real para mí; en un sentido, era tan real como para la mente de mis pequeños compañeros”. Un aspecto importante en la conformación de las capacidades de Fanny fue lo que ella denominó “las voces de la naturaleza”. Estas marcaron su infancia y así las describió en sus memorias:
Las voces de la naturaleza me encantaron; pero todas ellas hablaban un lenguaje familiar. A veces era la nota líquida de un solitario cantor al atardecer en los lejanos bosques; o el laborioso zumbido de una abeja al mediodía, cuando toda criatura, excepto él y las cigarras, dormía a la sombra; o el sonido de un grillo cuando la noche se acercaba.
Sin embargo, la vida puertas afuera no era lo único que consumía su energía y estimulaba su mente. La madre de Fanny trabajó arduamente en su educación: le leyó durante muchas horas literatura, poesía y, mayormente, la Biblia. Antes de cumplir ocho años, su mente tenía suficiente material como para empezar a crear fragmentos de versos, aunque ninguno de ellos fue publicado. Llegó a considerar la opción de mejorar algunos de los himnos que los diáconos de la congregación presbiteriana a la que asistían habían compuesto, aunque se catalogó a sí misma como “presuntuosa” por eso.
Entre tanto, Fanny escuchaba y memorizaba capítulos enteros del Antiguo y del Nuevo Testamento. Así, cuando apenas era una niña, aprendió de memoria e íntegramente los cuatro primeros libros de la Biblia y los cuatro Evangelios. Esto lo hizo con el acompañamiento de la Sra. Hawley, descrita por ella como “una amable dama cristiana en cuya casa residíamos y que no tenía hijos propios”. Así describió la ayuda que de ella recibió:
Bajo su supervisión adquirí un conocimiento completo de la Biblia. Me asignaba varios capítulos cada semana para aprender, a veces hasta cinco si eran cortos, y así, al final de los primeros doce meses, podía recitar una gran parte (...). En la escuela dominical, los niños se paraban en los pasillos y recitaban algunos de los pasajes que habían memorizado durante la semana anterior; y había una considerable rivalidad por tratar de recitar el mayor número. A menudo buscaba entre los recuerdos de mi memoria los versículos más largos y complicados con la idea de mostrar a mis mayores lo que una pequeña niña ciega podía hacer, y ellos, a su vez, me adulaban con halagos y me regalaron una hermosa Biblia por recitar más versículos que cualquier otro estudiante. Si mi creciente orgullo no hubiera sido controlado por mis amigos en casa, podría haber sido un obstáculo en los años venideros.
Esto, sin duda, fue uno de los fundamentos para su posterior labor como compositora de himnos. De ese don tan prolífico, mostró un primer destello a sus ocho o nueve años, cuando escribió su primer poema:
A los 15 años de edad, se abrió un cupo para que Fanny fuera estudiante del prestigioso New York Institution for the Blind (Instituto para Ciegos de Nueva York), fundado por Mr. Samuel Wood. Esto significó un gran cambio y el acceso a muchas oportunidades de aprendizaje, desarrollo y crecimiento para ella. En sus memorias registró el momento en el que su mamá le dio la noticia:
Cuando ella leyó el anuncio, aplaudí y exclamé: “Oh, gracias a Dios, Él ha respondido a mi oración, tal como sabía que lo haría”. Ese fue el día más feliz de mi vida, pues el oscuro laberinto intelectual en el que había estado viviendo parecía ceder ante la esperanza y la promesa de la luz que estaba a punto de llegar como un amanecer. No es que ansiara la visión física, ya que lo que buscaba era el esclarecimiento mental; y ahora mi búsqueda parecía estar casi realmente recompensada. El Instituto de Nueva York era un nombre desconocido para mí, pero bastaba con saber que existía algún lugar donde podría ser enseñada; y mi estrella de promesa, incluso entonces, se estaba convirtiendo en un gran orbe de luz.
Se cuenta que fue una estudiante muy destacada y se le abrieron muchas oportunidades para desarrollar su don con la poesía, puesto que la composición de versos se le daba con naturalidad. Por eso escribió estrofas para sus clases, para asambleas en la capilla de la escuela, eventos públicos y celebraciones del Instituto, pero también en su diario personal y en cartas para amigos. Sin embargo, en todo ello faltaba un elemento relevante: la fe, pues aunque creció en medio de un hogar cristiano, pasaban los años y no había experimentado la conversión.
Pero una noche tuvo un sueño vívido en el que un amigo cercano parecía estar muriendo y le preguntó: “¿Me encontrarás en el cielo?”. Posteriormente, Fanny confirmó que su amigo estaba sano y salvo, pero la pregunta la conmovió profundamente. Durante una reunión, mientras cantaba con sus compañeras ¡Ay! y mi Salvador sangró, al llegar a la línea “Aquí, Señor, me entrego”, definitivamente se entregó a Dios, sintiendo que llegaba un torrente de luz y una alegría que la inundó. Luego, decidió unirse a la iglesia metodista de Old John Street. Lo vivido en ese momento marcó su fuero interno y le dio un sello a sus posteriores obras.
Composiciones para altas esferas del poder político y servidora de los más necesitados
Luego de terminar sus estudios allí, Fanny Crosby continuó ligada al Instituto para Ciegos de Nueva York como profesora de Gramática y Retórica Inglesa, y de Historia Antigua. Enseñó hasta 1858, año en el que se casó. Se destacó en su labor pedagógica, por lo cual le extendieron invitaciones para escribir y hablar en diferentes instancias, incluidos el Congreso de los Estados Unidos y la Casa Blanca. Debido a eso, se relacionó e incluso cultivó amistad con cerca de veinte presidentes estadounidenses.
En medio de sus labores, también comenzó a abogar por la educación para ciegos. De hecho, fue la primera mujer en hablar en el Senado y el Congreso de su país con el ánimo de promover reformas educativas. En 1844, en un concierto que se realizó en el Congreso, Fanny recitó una composición original que fue muy bien recibida por el público, entre el cual se encontraba quien había sido el sexto presidente de la nación, John Quincy Adams. En ella, solicitó que en todos los estados existiera un institución que entregara educación de calidad para los ciegos. Se cuenta que un gran aliado en la educación para ciegos fue el presidente Grover Cleveland, quien además fue un amigo cercano de Crosby e incluso parece que participó en la transcripción de muchos poemas que ella le dictó.
Respecto a su vida dentro de las iglesias, se sabe que Fanny fue misionera, diaconisa, predicadora laica y miembro activo de las iglesias metodista, episcopal, congregacionalista (en congregaciones como la Bautista Bíblica de Brooklyn), reformada holandesa y presbiteriana central. También es sabido que Fanny frecuentaba la Iglesia de los Peregrinos de Plymouth, dirigida por el pastor abolicionista Henry Ward Beecher, quien también estaba innovando en la música góspel. Además, formó amistad con la evangelista y escritora metodista Phoebe Palmer y, en conjunto con su hija, la compositora Phoebe Knapp, escribió Bendita seguridad (Blessed Assurance en inglés).
Entre sus miles de composiciones, hay varios estilos, incluidas las intervenciones hacia y para políticos, hecho que ella misma relató en sus memorias:
Mientras estábamos en Washington, en 1847, el presidente Polk nos invitó a la Casa Blanca y, durante el transcurso de la conversación, él dijo: “Bueno, señorita Crosby, ¿ha escrito alguna poesía desde que la vi el año pasado?”. “Sí señor”, respondí rápidamente, “he compuesto una canción y se la he dedicado a usted”. Mi anuncio fue una gran sorpresa tanto para mis amigos como para el propio Sr. Polk, (…). Él pareció estar muy complacido y me pidió que lo tomara del brazo y lo acompañara a la sala de música, donde realizamos un recital improvisado. Durante esta comparecencia ante el Congreso, me solicitaron que recitara un poema, y con mucho gusto acepté. Algunos de mis amigos han insistido en que soy la única mujer que ha comparecido ante la sesión conjunta del Senado y la Cámara de Representantes para presentar una petición.
Sin embargo, las labores y esfuerzos de Fanny no se limitaron solamente al arte y la educación, sino que también realizó labores de apoyo a su comunidad y a los necesitados. De hecho, en 1849, cuando se desató una epidemia de cólera en Nueva York, se dedicó a cuidar a los afectados. En ese entonces, ayudó como enfermera voluntaria y le colaboró al Dr. J. W. G. Clements, uno de los médicos más hábiles de la ciudad, a utilizar la impotente medicina disponible.
Junto con su amiga Phoebe Palmer, fundadora del movimiento de santidad metodista, participó activamente en la “misión de rescate” (también llamada “misión de ciudad”). Aquel fue un movimiento internacional y no confesional que tuvo como objetivo atender e intentar ayudar a personas de escasos recursos, por lo general inmigrantes. Sin duda, fue una mujer con mucha determinación, que decidió encarar sus desafíos sin anteponer a ellos sus limitaciones. En su autobiografía señaló lo siguiente:
Siempre ha sido mi teoría favorita que los ciegos pueden lograr casi todo lo que aquellos que pueden ver. No piensen que los que están privados de la visión física están excluidos de lo mejor que la tierra tiene para ofrecer a sus hijos.
Melodías de amor
Evidentemente, Fanny tuvo una vida pública muy intensa. Respecto a lo privado, durante sus años en el Instituto conoció a Alexander Van Alstyne en 1844, quien ingresó como estudiante y fue alumno de sus clases. Con el pasar del tiempo, el joven Alexander completó su plan de estudios y se graduó, para estudiar posteriormente griego, latín y teología. Luego, regresó como profesor en 1855, y durante los años siguientes su relación con Fanny cambió, hasta que el 5 de marzo de 1858 se casaron. Ella entregó la siguiente descripción sobre él en sus memorias:
Por naturaleza estaba dotado con una habilidad musical superior, y antes de graduarse de nuestra escuela, se decía que era uno de los estudiantes graduados más destacados que alguna vez tuvimos allí. Él continuó su educación en Union College, donde, sumado a la música, hizo estudios clásicos y teología; y luego enseñó en Albion, Nueva York, hasta 1855 cuando regresó a enseñar en nuestra escuela, lo cual continuó haciendo, con especial habilidad y simpatía entre sus alumnos durante tres años.
Además, Alexander participó en la composición de la música para varios himnos de su esposa. Alrededor de 1859, el matrimonio concibió y vio nacer a un bebé que lamentablemente falleció a los pocos días de vida mientras dormía. Respecto a las causas de su deceso, se ha especulado que podrían estar relacionadas con fiebre tifoidea, mientras que la autora Darlene Neptune señala que, más bien, podría estar vinculada al Síndrome de muerte súbita del lactante y que el himno de Crosby Safe in the Arms of Jesus (en español, A salvo en los brazos de Jesús) se inspiró en su muerte.
Sin embargo, sobre este episodio se cuenta con muy poca información, aunque existe un testimonio entregado por una persona de su círculo cercano:
En 1859, ellos fueron bendecidos con el nacimiento de un hijo, pero perdieron el bebé mientras ella todavía era una infante. Esta fue la cosa más difícil que Fanny y Van jamás hayan tenido que enfrentar, y nunca hablaron de ello en público. Yo siento que ellos nunca superaron la pérdida de su hijo (...). Van se transformó en una especie de recluso y nunca fue el mismo.
En tanto que Fanny misma, se refirió brevemente al tema en algunas entrevistas hacia el final de su vida: “Ahora les voy a contar algo que sólo mis amigos más cercanos saben. Me convertí en madre y conocí el amor de una madre. Dios nos dio un bebé tierno, pero los ángeles descendieron y llevaron a nuestro niño a Dios y a Su trono”.
Un aspecto que resulta llamativo es el hecho de que Fanny siguió siendo conocida por Crosby, su apellido de soltera, y no Van Alstyne. En otras palabras, no adoptó el apellido de su esposo como es costumbre en Estados Unidos y otros países anglosajones. Pero esto no fue por desavenencias entre ambos, sino que él mismo la instó a conservar su apellido, al menos en lo que a la esfera pública y creativa se refería. Pero, a pesar de la estima mutua, el matrimonio no logró consolidarse: se sabe que convivieron de manera intermitente y que posteriormente se separaron cuando Fanny llegó a la edad de 60. Sin embargo, a lo largo de los años siguientes, la pareja mantuvo una relación cordial e incluso trabajó en algunos proyectos musicales. Para él, Fanny dedicó estas cálidas palabras:
Los vientos murmuran una canción, suave y bajo;
Mientras las estrellas plateadas, esa joya del arco de la noche,
En tonos de respuesta, repiten la melodía coral:
Duerme, oh trovador, que tu reposo esté tranquilo.Puro como tu espíritu, sin engaño como tu corazón,
que los sueños dorados del año pasado y futuro,
de las hazañas realizadas, los laureles noblemente ganados,
engañen tu sueño con su poder mágico
y te lleven hacia los valles clásicos,
donde en pensamiento has vagado una y otra vez.
Has bañado tu frente en dulces manantiales arcadios,
y capturado la música de la lira de Apolo:
duerme, oh trovador, los ángeles cuidan tu descanso,
hasta que, en su carro tirado por corceles flamígeros,
venga la hermosa diosa de la aurora sonrojada,
y con su belleza sonriente te invite a despertar.
El matrimonio asistió a una iglesia reformada holandesa en Manhattan. Allí, gracias a algunas conexiones que establecieron por medio de algunos de sus miembros y conocidos, conocieron a un editor de música, quien comenzó a pagarles por escribir himnos, dos dólares por cada uno.
Las dificultades en la vida privada de Fanny Crosby no minaron su capacidad creativa. Ella siguió desarrollando una prolífica labor, alimentada por una gran habilidad para escribir poesía y versos. Esto la condujo a trabajar con algunos compositores de gran influencia. Sin embargo, siempre reconoció la fuente de inspiración de sus composiciones:
Los himnos más perdurables nacen en el silencio del alma, y a nada se le puede permitir interponerse mientras están tomando forma en el lenguaje. Algunas de las melodías más dulces del corazón nunca ven la luz en la página impresa. A veces, la canción sin palabras tiene un significado más profundo que las combinaciones más elaboradas de palabras y música. Pero en la mayoría de los casos, estas dos deben unirse en matrimonio; y a menos que sean mutuamente complementarias, el himno resultante no será satisfactorio.
En otro lugar, también dijo:
Que algunos de mis himnos han sido dictados por el bendito Espíritu Santo no tengo ninguna duda; y que otros han sido el resultado de una profunda meditación que sé que es verdadero; pero que el poeta tenga algún derecho a reclamar un mérito especial para sí es ciertamente presuntuoso. A veces he sentido que había un pozo profundo y claro de inspiración de la que se pueden extraer borradores chispeantes que son tan esenciales para la buena poesía.
En su obra, se notan también referencias a su propia vida. Al respecto, y en especial sobre sus poemas autobiográficos, ella comentó:
Durante los últimos 50 años he escrito una gran cantidad de poemas que podrían llamarse autobiográficos. En el sentido más verdadero ellos registran mi propia historia de vida, porque la mayoría expresa alguna emoción profunda; o recuerdan algún evento en la vida de mis amigos más queridos; o reviven algunos tiernos pensamientos que no he querido que pasen desapercibidos por aquellos que no me conocen tan bien. Varios de ellos han sido elegidos para este libro, no tanto por su mérito literario como por los sentimientos que se perpetúan. Algunos han sido incluidos a pesar de las protestas de almas modestas cuyo valor se reconoce debidamente en ellos, pero este es solo uno de los medios inadecuados que tengo para expresar mi agradecimiento y devoción a quienes me han brindado innumerables y tiernas atenciones en tiempos pasados y presentes.
Un legado que ha resonado a través de los siglos
Desde 1864, Fanny Crosby comenzó sus labores como compositora de himnos. La cifra ascendió a entre 5500 y 9000, pero es difícil dilucidar un número exacto, pues la posible autoría de muchas creaciones quedó escondida debido al uso de pseudónimos. Al respecto, la autora Sylvia St. Cyr señaló: “Como humilde sierva del Señor, Crosby utilizó hasta 200 seudónimos para algunos de los himnos que escribió, por lo que es difícil saber el número exacto”. Entre los más conocidos están: Safe in the Arms of Jesus, Rescue the Perishing, The Bright Forever, Savior, More Than Life to Me y Pass Me Not (en español, Seguro en los brazos de Jesús; Socorre al caído; La clara eternidad; Salvador, más que la vida para mí; y Oh, buen Salvador, óyeme).
Durante su larga trayectoria desarrolló su trabajo en conjunto con otros compositores y asesores. Sin embargo, a pesar de que sus libros vendieron más de 100 millones de copias, se dice que cuando tenía 54 años parecía vivir casi en la indigencia. De acuerdo a la profesora e investigadora June Hadden Hobbs la suya fue “una triste y representativa historia de explotación a las escritoras”, debido a que los derechos de autor se asignaban al compositor de la música y no a el o la letrista.
Fanny escribió su último himno el 11 de febrero de 1915, un día antes de morir. Falleció a causa de un derrame cerebral después de una larga enfermedad, a sus 95 años. Hay varios homenajes importantes a su figura. Uno de ellos fue la creación del Día Anual de Fanny Crosby.
Pero, más importante que la fama de sus composiciones, fue su modelo de actitud servicial. A modo de ejemplo, en 1907 Fanny se trasladó a Bridgeport, Connecticut, para cuidar a un amigo enfermo. Sin embargo, su compromiso con la misión hacia las personas en dificultades materiales y espirituales trascendió a su propia vida y esfuerzos. En su testamento dejó estipulado que se dispusieran unos fondos para iniciar un lugar de acogida para hombres sin hogar en la ciudad de Connecticut. A eso se sumó la recaudación que hicieron las mujeres de la Primera Iglesia Metodista y la federación local de iglesias. Así nació el Hogar Fanny Crosby Memorial para ancianos, que funcionó desde 1925 hasta 1966, cuando se fusionó con la Misión de Rescate de Bridgeport.
Probablemente, en los próximos Días del Señor (y ocasiones especiales) muchos seguiremos cantando, incluso sin saber, canciones compuestas por Fanny Crosby. Sin duda, su legado es muy profundo y permanente en medio de las iglesias cristianas, pero un estudio más acabado de su biografía nos lleva más allá de las notas musicales y versos: nos revela a una mujer de fe y acción, con virtudes y defectos. Sin duda alguna se supo receptora de un talento superlativo en las artes, alimentado por una excepcional y temprana exposición a las verdades de las Escrituras.
Referencias y bibliografía
Fanny Crosby de Woodman Bradbury | Wholesome Words Home
Memories of Eighty Years (1906) de Fanny Crosby. Boston, Massachusetts: James H. Earle & Company. Pp. 10, 17, 19, 26, 27, 32, 38, 41, 80, 92, 113, 166, 167, 210
Fanny Crosby de Andrés Hernández | Historias de himnos
Fanny Crosby, la creadora ciega de más de 9.000 gospel | El mundo entre nosotras
Crosby, Fanny (1820-1915). Hymn Writer, Urban Missionary | School of Theology, History of Missiology
Síndrome de muerte súbita del lactante (SMSL) | Mayo Clinic
Fanny Crosby Still Lives (2001) de Darlene Neptune. Pelican Publishing, pp. 78, 79, 86.
Her Heart Can See: The Life and Hymns of Fanny J. Crosby (2005) de Edith Waldvogel Blumhofer, Wm. B. Eerdmans Publishing, p. 98.
Fanny Crosby de Stephen Nichols | Ligonier Ministries
Remembering Hymnwriter Fanny Crosby on International Women’s Day de Sylvia St Cyr | Julie Roys
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