La Ciudad de México (CDMX) es compleja e interesante, pues constituye el área metropolitana más grande de Hispanoamérica. Es el centro histórico del país, pues ahí comenzó a formarse la identidad de los mexicanos con la conquista de Tenochtitlán en el siglo XV por los españoles y, desde entonces, el poder de la nación ha estado concentrado allí.
Como tal, en la capital hay 9.2 millones de personas, pero en todo su valle viven más de 22 millones. En su interior hay una importante mezcla de culturas y tradiciones, desde miles de turistas de todo el mundo, hasta inmigrantes que han formado sus propias colonias, como los barrios chino y coreano. En términos geográficos, Ciudad de México está ubicada en un punto estratégico del continente americano.
Pero, a pesar de su larga historia, tradición y mezcla, algo está cambiando en CDMX y el resto del país. Aunque México siempre se ha caracterizado por ser preponderantemente católico, en las últimas décadas ha ocurrido lo imposible: el crecimiento de una minoría de cristianos evangélicos se ha acelerado y su influencia se ha hecho más perceptible. Esto ha generado cambios en el panorama religioso de una de las naciones que son bastión de la Iglesia católica en el mundo.
Sin embargo, este crecimiento no ha venido sin obstáculos, y en este artículo pretendemos abordar algunos de ellos. ¿Cómo es que la Iglesia evangélica está surgiendo en un país sin orígenes protestantes? ¿Cuáles son los desafíos que debe enfrentar a medida que intenta impactar a la sociedad con el evangelio?
1. Primer desafío: su crecimiento
El primer problema es, paradójicamente, el crecimiento de la Iglesia evangélica. La disminución del número de católicos se ha acelerado: entre los años 1950 y 2000, pasaron de ser el 98 % de la población a ser el 88 %, pero solo se necesitaron otros 20 años, entre el 2000 y el 2020, para que dicho porcentaje descendiera otros 10 puntos.
De acuerdo con el último censo realizado por el Gobierno mexicano en 2020, aunque una inmensa mayoría de la población sigue afiliada al catolicismo (77.7 %), más de 14 millones de personas se consideran evangélicas (11.2 %). A estos dos grupos les sigue un 8.2 % de personas que afirman no tener religión, un 2.5 % de agnósticos y un 0.2 % de otras religiones, como el judaísmo, el islam y las espiritualidades africanas.
A pesar de que el censo de 2020 reunió en la misma categoría a los cristianos protestantes y a otras sectas seudocristianas, como los Testigos de Jehová, una verdad es evidente: el panorama religioso ya no es el mismo y los evangélicos son el segundo grupo religioso más grande del país. La CDMX es una de las mayores exponentes de este cambio en el panorama, con una población evangélica de aproximadamente 700 000.
Pero el censo también reveló que solo cerca del 7 % de las personas en CDMX se identifican como protestantes, cifra que aún se encuentra por debajo del promedio nacional. De hecho, la población sin religión en la ciudad es una de las más grandes del país, así que la iglesia tiene un gran reto aun en este contexto.
El crecimiento del protestantismo en México se debe a varios factores:
- Se han realizado esfuerzos significativos para llegar a comunidades indígenas, traduciendo la Biblia a diferentes dialectos.
- El movimiento pentecostal ha llevado a cabo varias campañas evangelísticas de gran tamaño en las últimas décadas.
- Muchas personas van a Estados Unidos, conocen allí el evangelio y después vuelven para compartir su fe con sus familias.
- Al ver la injusticia en la sociedad, algunos han buscado respuestas en la fe cristiana.
- El país es muy abierto y sensible a lo espiritual, así que la gente busca guías espirituales.
Con respecto a esto último, aquellos que se convierten del catolicismo a la fe protestante tienen una gran expectativa, no solo en cuanto a sus creencias y prácticas, sino también en cuanto al acompañamiento que reciben de sus líderes. De acuerdo con algunas encuestas realizadas en 2014, mientras que había un sacerdote católico por cada 6000 feligreses, había un pastor evangélico por cada doscientos creyentes.
Entonces, es pertinente preguntarnos: ¿la Iglesia evangélica está plantando congregaciones y ordenando pastores en la medida suficiente para atender a la creciente necesidad? Pero no solo es una cuestión de números, sino también de influencia: ¿el evangelicalismo mexicano está impactando la sociedad de manera positiva?
El desafío de satisfacer una creciente necesidad numérica mientras se impacta la sociedad requiere también de obreros capacitados, y eso es en sí mismo un desafío. Algunos pastores, principalmente de corte reformado, insisten en el cuidado que debe tener la iglesia a la hora de entrenar nuevos líderes.
Según ellos, una congregación será saludable dependiendo de su predicación, la cual debe tener tres componentes a la luz de la mala predicación que hay en muchas iglesias en México: primero, debe ser bíblica y a la vez energética y dinámica; segundo, debe enseñar el evangelio a las personas que nunca lo han escuchado correctamente; y tercero, debe reeducar a aquellos que no han aprendido bien los fundamentos básicos y primordiales de la fe.
2. Segundo desafío: cuidar de una teología bíblica y saludable
El siguiente desafío, y quizá el más complejo, es cómo mantener, defender y promover una teología saludablemente bíblica en las iglesias de la ciudad.
De acuerdo con estudios realizados por ministerios como City to City, las iglesias reformadas y de denominaciones históricas no están viendo un gran flujo de incrédulos llegando a las congregaciones. En cambio, gran parte de los nuevos asistentes vienen de otras denominaciones, buscando la solidez doctrinal que no tenían allí. A esto se suman aquellos que han dejado el evangelio de la prosperidad, que es muy popular en México y otros países de la región.
Esta debilidad doctrinal de muchas denominaciones se suma a las concepciones erróneas que ya existen en el pueblo mexicano. De acuerdo con una encuesta realizada por la Junta de Misiones Internacionales (IMB) en 2014, aproximadamente la mitad de los residentes de CDMX y el Estado de México creen que deben hacer algo por Dios a fin de recibir sus bendiciones materiales, y el 46 % creen que Dios no está involucrado en el mundo actual. Además, cuando se les preguntó qué pasaría cuando murieran, solo el 9 % indicó que iría al cielo porque ha confesado sus pecados y aceptado a Jesucristo como Salvador.
Además del evangelio de la prosperidad y la falta de anclaje bíblico en las congregaciones, el sincretismo representa un gran desafío. Culturalmente, las personas escogen y “arman” sus propias creencias sobre Dios y la fe. Como ya lo mencionamos, la identidad mexicana está atada profundamente al catolicismo. De hecho, muchos consideran que el tequila, la Virgen de Guadalupe y la bandera resumen lo que son como nación. Sin embargo, a estos elementos identitarios se le suman otros ritos y tradiciones.
Un ejemplo clásico de este sincretismo es la catedral metropolitana de la Ciudad de México, que fue construida sobre las ruinas del antiguo sitio religioso azteca conocido como el Templo Mayor. Alrededor del histórico distrito del Zócalo, que rodea la catedral, pequeñas multitudes se reúnen para observar, por una pequeña donación, a los chamanes aztecas llevar a cabo rituales llamados “limpias”, tanto a lugareños como a turistas. Utilizando ramitas de follaje, hierbas quemadas, flores, piedras, velas y líquidos de colores, el chamán invoca una bendición sobre el adorador. Se cree que esta bendición brinda sanación y purificación de las influencias de espíritus malignos y otras fuerzas negativas. De acuerdo con la encuesta de la IMB, el 63 % de los residentes de la Ciudad y el Estado de México creen que el espíritu de una persona pasa a una vida futura cuando muere.
Pero a estas creencias animistas se suma el culto a la “Santa Muerte”, una expresión sincrética que combina elementos de la tradición indígena prehispánica, el catolicismo y las creencias populares. Se trata de una figura esquelética que tiene los brazos abiertos, como si fuera una Virgen recibiendo a las personas. Muchos criminales y personas en situaciones de riesgo buscan a la Santa Muerte como una manera de protegerse del peligro, para evitar ser asesinados o que les hagan daño.
Todas estas prácticas sincréticas implican algún “sacrificio” que resulta en un favor dado por Dios. Lastimosamente, esto se ha traducido en una respuesta muy favorable hacia la teología de la prosperidad, pues llegan a creer que en una “iglesia cristiana” alguien puede obtener salud, prosperidad y dinero porque se le da algo a Dios a cambio de Su favor.
3. Tercer desafío: la influencia de la iglesia a nivel social
Pero los desafíos no son solo teológicos o sincréticos, sino también sociales. Los evangélicos aún están buscando un espacio en la sociedad.
El actual presidente de México es Andrés Manuel López Obrador. Aunque esta es la primera vez que un partido de izquierda está gobernando México, el presidente recibió un gran apoyo por parte de la comunidad evangélica a causa de su afiliación a la fe. Según encuestas, 70 % de los evangélicos apoyaron a López y eso impactó significativamente en el resultado. Ahora, sin importar si se considera que el mandato actual es bueno o malo para el país, lo que sí es cierto es que el cambio en el panorama religioso está impactando la esfera política.
A lo largo de los años, los cristianos evangélicos han sido un grupo apetecido por diferentes partidos políticos, los cuales buscan aumentar su simpatía con la población. Así, la iglesia corre el riesgo de ser seducida con poder e influencia, abandonando su misión principal de hacer discípulos. En ese sentido, hay una gran necesidad de mantener una fe sólida a medida que se participa en la política desde los medios comunes a todos los ciudadanos.
Además, el evangelicalismo se enfrenta a una gran desconfianza por parte de la sociedad mexicana. El 45 % de la población de Ciudad de México afirma desconfiar completamente de las congregaciones cristianas, en comparación con la desconfianza hacia la Iglesia católica, que solo es del 29 %. Para una población que sigue siendo mayoritariamente católica, las comunidades evangélicas pueden parecer una amenaza, y eso obstaculiza su labor de evangelismo y discipulado.
Entonces, ¿cómo hacer un impacto en la sociedad que resulte positivo y evidente? Aparte del trabajo evangelístico y de discipulado, la comunidad cristiana se enfrenta al reto de ayudar a los sectores sociales más vulnerables.
Por ejemplo, la Iglesia Evangélica Cuajimalpa desarrolla diferentes ministerios que tienen el objetivo de involucrar más a los creyentes en los problemas que hay en la sociedad. El ministerio Alas busca concientizar a los cristianos sobre la importancia de la adopción para reflejar el evangelio a niños que no tienen familia. El programa Semilla de Esperanza se ha propuesto alcanzar a las mujeres que están atravesando una crisis en medio de su embarazo, y ayudar a restaurar a quienes abortaron en el pasado.
Pero, a pesar del desarrollo de ministerios como estos, varios pastores reconocen que aún falta mucho trabajo por hacer en cuanto al alcance. Históricamente, este aspecto de alcanzar a las poblaciones más marginales ha sido fundamental en el panorama religioso del país. A causa de la presión del alto clero y de su pobre institucionalidad, la Teología de la Liberación se desvaneció en CDMX, terminando así con gran parte del esfuerzo de la Iglesia católica de llegar a los sectores más pobres de la sociedad local. Pero la denominación pentecostal llegó a suplir esa función y ha hecho un importante trabajo con las comunidades más vulnerables, lo que le ha permitido crecer más.
Una mirada al futuro
¿Qué podemos concluir acerca del futuro evangélico en este lugar?
Aunque CDMX ha servido como un centro para la diversificación religiosa en el país, no es la ciudad donde hay una mayor presencia de evangélicos. En este sentido, la Iglesia evangélica tiene el reto de aumentar su impacto allí, alcanzando los sectores más vulnerables, así como ocurrió en otras regiones del país. Además, aunque 9 de cada 10 habitantes en Ciudad de México se identifican como católicos, su religión viene cambiando e incluyendo nuevas creencias y prácticas sincréticas, lo cual también genera una apertura a discutir su propia fe.
Así, la principal necesidad de la iglesia es trabajar en la plantación de nuevas congregaciones. Al ser un centro cultural y político, la Ciudad de México y el trabajo de los cristianos en ella pueden influir en otros lugares del país. Su incidencia en ese epicentro será determinante.
Hace 500 años, este país estaba siendo disputado por indígenas nativos y potencias católicas europeas, mientras que comenzaban a aparecer los primeros intentos por volver a la Biblia y escapar del dominio católico en Europa. Pero hoy, por la obra soberana de Dios a lo largo de los siglos, más de la décima parte de este país profesa una fe protestante y eso es digno de ser celebrado. Pero, ante el crecimiento y la predominancia católica en la sociedad, hay muchos desafíos por delante para la Iglesia evangélica. Por eso, oremos por el pueblo de Dios en Ciudad de México.