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¿Sabías que C.H. Spurgeon (1834-1892) no solo fue predicador, sino también un poeta? En la Autobiografía de su esposo, Susie Spurgeon escribió: “Si hubiera habido suficiente espacio disponible, se podría haber compilado un capítulo sobre ‘el Sr. Spurgeon como poeta y escritor de himnos’”. Si estás familiarizado con sus sermones, te habrás dado cuenta del amor de Spurgeon por la poesía. Él escribió alguna vez: “no importa el tema del que esté predicando, puedo, incluso ahora, en medio de cualquier sermón, citar algún versículo de un himno que armonice con el tema”.
Desde Watts hasta Wesley, y desde Lutero hasta Cowper, Spurgeon usó himnos para formar mucho de su vocabulario teológico. Pero más allá de los himnos, él también disfrutaba otros tipos de poesía. Él leyó El progreso del peregrino de John Bunyan, “el más dulce de todos los poemas en prosa”, por lo menos cien veces. Con frecuencia, después de un largo domingo, encontraba consuelo cuando su esposa le leía poesías de George Herbert, “hasta que la paz del Cielo fluya en nuestras almas, y el siervo cansado del Rey de reyes pierda su sentido de fatiga y se regocije después de su gran esfuerzo”.
Sin embargo, ¿sabías que Spurgeon no solo amaba la poesía, sino que también él mismo era un poeta? Sin duda alguna, su llamado principal fue ser pastor y predicador, no poeta o escritor de himnos. Pero, ocasionalmente, vemos desplegados sus dones poéticos. Cuando compiló el libro de himnos de su iglesia, a Spurgeon no le importó componer algunos himnos él mismo, especialmente cuando no encontraba uno apropiado para su iglesia. Cada cierto tiempo, él publicaba sus poemas en The Sword and the Trowel (en español, La espada y la espátula). Pero, la mayoría de veces, la poesía no era parte de su ministerio público. Más bien, así como su vida de oración, era parte de su espiritualidad devocional privada.
Letras perdidas
Dentro de otros tesoros de la librería de Spurgeon, tenemos una libreta plana y desgastada. No tiene una página de título, pero en su lomo se lee:
Poemas
Spurgeon
Dentro de esta hay 186 poemas devocionales escritos a mano que fueron compuestos por el predicador a lo largo de los 40 años de su ministerio. ¿Qué tipo de poemas son? Son, antes que cualquier otra cosa, oraciones y meditaciones, que reflejaban las convicciones teológicas de Spurgeon sobre Dios, la creación, la revelación, la salvación, la vida cristiana, la eternidad y mucho más.
Estos poemas son también biografías, muchas de ellas sacadas de eventos de la vida de Spurgeon. Ya sea sobre controversias teológicas, la dedicación del Tabernáculo Metropolitano, el exhaustivo trabajo del ministerio pastoral, o muchos otros capítulos de su vida fructífera, estas experiencias provocaban poesía en Spurgeon. En otras palabras, únicos entre todo lo que él escribió, estos poemas proveen una ventana hacia la vida de oración privada y poética del Príncipe de los predicadores.
¿Qué podemos aprender de estos poemas?
Dependencia y oración
Cuando lees que Spurgeon predicaba unos trece sermones a la semana, mayormente extemporáneo en su emisión y aun así llenos de verdades teológicas y profundidad, sería fácil asumir que esta tarea se volvió muy sencilla para él. Algunas horas de preparación el sábado por la noche y —¡ya está!— los sermones están listos. Pero eso no es lo que vemos en este volumen. Poema tras poema, vemos una súplica desesperada hacia Dios para iluminar su mente y su corazón para ver a Cristo. En el poema “Cristo nuestro todo”, Spurgeon escribe:
Muéstranos a Ti mismo, muéstranos, amado Señor,
Las bellezas de Tu gracia;
Y déjanos en Tu bendita Palabra,
Contemplar Tu brillante rostro.
Revélanos aún más de toda Tu voluntad,
Las maravillas de Tu ley,
Y déjanos, mientras nos llenamos de amor,
Contemplarte y adorarte.
Es cierto que Spurgeon estaba increíblemente dotado y era un predicador experimentado (¡a la edad de diecinueve años, él había predicado más de setecientos sermones!) Pero más allá de sus habilidades retóricas y homiléticas, Spurgeon sabía que su ministerio y su propia vida espiritual dependían de que la gracia de Dios revelara el rostro iluminado de Cristo en Su bendita Palabra. Él no tomó esta visión de Cristo a la ligera, así que cada vez que abría la Palabra de Dios, él oraba por iluminación.
Tal vez uno de los recordatorios más dolorosos de Spurgeon sobre su dependencia en Dios vino con sus luchas frecuentes con enfermedades. Especialmente, a medida que envejecía más, Spurgeon gemía por el dolor intenso de la artritis de gota y muchas otras dolencias que lo afligían por meses enteros. En el poema “Enfermedad,” Spurgeon se lamenta:
¿Por qué, enfermedad devastadora, has venido?
Enfermedad, ¿por qué te atreves a venir,
Para llevar más víctimas a su hogar,
A yacer en tumbas de fiebre?
¿Por qué has sido enviada entre
Las criaturas aquí abajo,
Para seguirnos en el bullicio,
O abatir al necesitado?
Este poema es impresionante porque no tiene una resolución, ni una sola respuesta a la pregunta “¿Por qué?” Pero, a medida que Spurgeon sufrió junto a otros dolientes, él podía orar que si estas pruebas iban a venir…
Que esté yo listo cualquier día
Para conocerte sin temor.
Pero él no enfrentó estas pruebas solo. La respuesta de Spurgeon no fue simplemente “por qué”, sino “quién”. En medio de nuestras pruebas, tenemos a un Dios que reina sobre nuestros sufrimientos y quien está con nosotros en medio del sufrimiento. En “Él es fiel”, Spurgeon escribe:
Tú, el Fiel, cuya promesa permanece,
Segura cuando las tormentas y tempestades rugen,
Aun las tormentas obedecen a tus sabios mandatos
Y deben obrar para nuestro bienestar.
Y era de este Fiel que él dependía.
Meditación y confesión
La marca de las prédicas de Spurgeon fue su meditación en la Palabra de Dios. Así como los puritanos antes de él, Spurgeon daba vueltas al diamante de la Escritura una y otra vez para reflejar el brillo de cada uno de sus lados. Pero su meditación en la Escritura no era un simple acto público. Era el fruto de su meditación privada en ella. Podemos ver pequeños destellos de su práctica en estos poemas.
Por ejemplo, en el poema “Obediencia”, Spurgeon se maravilla en la forma en la que los ángeles temblaban delante de Dios y volaban para obedecer Su Palabra. Sin embargo, su temor y disposición contrastan con la rebeldía humana (¿puede ser este poema una meditación en Isaías 6?):
Todos ellos se inclinan en estricta obediencia
Al mandato de su Creador;
Con terrible reverencia se postran
Y escuchan Su Palabra.
Después, con la velocidad del trueno, ellos vuelan
Para ejecutar Su palabra;
Atender al llamado desde lo alto,
Su gloriosa Palabra cumplir.
Entonces, ¿por qué debería el hombre de raza insignificante
Ser desobediente aquí,
Y ponerse a sí mismo delante de Su rostro
Rehusándose a temerle?
En ese tema de la desobediencia, muchos de los poemas son meditaciones en la pecaminosidad humana, incluyendo su propio pecado. Una de las características que aprecio más acerca de Spurgeon es que su vida estaba libre de escándalos morales. De manera integral, él fue un esposo y padre amoroso, y un predicador y pastor fiel. Y aun así, cuando leemos estos poemas, vemos que en lo más profundo de su corazón, Spurgeon estaba profundamente consciente de su pecado: orgullo, impaciencia, temor al hombre, dudas, y mucho más:
Un rebelde, lejos de Ti estoy.
Sin excusa deambulo.
Nada puede ahora hacer que Tu justicia permanezca,
O alejarme de mi perdición.
Yo peco, pero sé que esto acabará en muerte,
Y siento que la muerte se avecina.
Delante de Ti contendré mi respiración,
Lloraré por misericordia.
Sin importar qué tan fructífero y famoso era, Spurgeon nunca olvidó que él no merecía nada de Dios. Y aún mientras él reflexionaba en su propia pecaminosidad, él sabía a dónde mirar y encontrar gracia:
Pero aún así, hacia el Calvario me vuelvo,
Y allí contemplo a Tu Hijo.
Veo en Él arder Tu ira,
Por los pecados que yo he cometido.
Spurgeon predicaba el evangelio no solo a miles de personas, sino a él mismo. Antes de ser pastor o predicador, él era un pecador en necesidad de un Salvador. Este era el punto de partida de su vida, y esto marcó la diferencia en su ministerio.
Verdad y esperanza
En la primavera de 1861, el magnífico Tabernáculo Metropolitano fue inaugurado y dedicado para el ministerio del evangelio. Sin embargo, Spurgeon sabía que su ministerio no se trataba de un edificio, sino de un pueblo. Así que, en la dedicatoria del Tabernáculo, Spurgeon ora:
Oh Señor, otra casa se ha erigido,
Donde te deleitas en habitar.
Que aquí sea reverenciado tu precioso nombre;
Aquí, que tus alabanzas se eleven sin cesar.
En adoración, Señor, nos inclinamos
Por lo que ha obrado tu brazo.
Muestra aquí tu fuerza a Tu pueblo,
Y no permitas que conozcamos sequía.
Que abundantes lluvias de gracia divina
Desciendan aquí para siempre;
Que en esta casa brille Tu gloria,
Y todos atiendan a ella.
Al ser alguien criado en el campo, Spurgeon nunca imaginaría tener un ministerio con tal influencia a nivel mundial. Pero él tuvo el gozo de ver cómo Dios tomó un improbable predicador y lo usó para mostrar Su poder sorprendente. Así, a lo largo de estos poemas hay oraciones llenas de gozo para que Dios siga haciendo Su obra poderosa en nuestros días.
Brazo fuerte, extiéndete; toma la victoria.
¿Quién puede permanecer delante de Ti?
De todos los lugares haces nuevos cautivos
Por tu mano todopoderosa.
Pero en medio de su ministerio fructífero, y todo el esfuerzo y trabajo duro que vinieron con él, Spurgeon nunca quitó su mirada del final de la historia. Generalmente, él concluye sus poemas con la esperanza del cielo. Él sabía que era un peregrino. Este mundo no era su hogar. El día en el que él descansaría de su labor vendría pronto. Estos poemas fueron, pues, sus oraciones y reflexiones en su camino a la Ciudad Celestial.
No hubo un reto tan grande o una tribulación tan dolorosa que el cielo no pudiera resolver. Incluso cuando su salud decaía y muchos se apartaban del evangelio, Spurgeon sabía que Cristo construiría Su iglesia. Y así, como un soldado anhelando su hogar, él encontraba consuelo y fuerzas en sus meditaciones sobre el cielo:
Caminaremos las calles del cielo con gozo,
En alabanza, usando todo nuestro poder,
En levantar hosannas a Su nombre,
En dar adoración al Cordero celestial.
Diremos las maravillas de Su gracia a nosotros,
Quien murió para salvarnos de la maldición,
Y la bóveda celeste sonará
Mientras miríadas adoran a su Rey.
No hay más sufrimiento, no más dolor.
Cantaremos con dulces melodías
Y que nuestras arpas resuenen con los himnos
Que no acabarán en días eternos.
Poemas para peregrinos celestiales
En todas estas cualidades, Spurgeon en un modelo de gran ayuda para nosotros. Ya sea que seamos nuevos en la vida cristiana o experimentados en el ministerio, queremos cultivar esta clase de dependencia, humildad y esperanza. Como peregrinos en un viaje peligroso, no podemos hacerlo solos. Pero estos poemas nos recuerdan que no estamos solos. Cristo nuestro Capitán está con nosotros en cada paso del camino. Él es fiel, y nos llevará a nuestro hogar:
Mi Jesús estoy sujeto a Ti
Con cadenas que no pueden romperse.
Me prometiste que seré salvo,
y yo aceptaré Tu palabra.
Este artículo fue traducido y ajustado por Giuliana Loaiza Rondón. El original fue publicado por Geoff Chang en Desiring God. Allí se encuentran las notas y referencias.
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