Recientememte, Christianity Today publicó un artículo titulado Canadá practicó la eutanasia en 10 000 personas. ¿Perdió la muerte su aguijón? Allí el doctor canadiense Ewan Goligher habla sobre su experiencia personal a la hora de enfrentar un gran cambio en la perspectiva que la sociedad tiene en cuanto al significado de la compasión médica y la eutanasia: “[Los médicos] podemos ser vistos como más preocupados por nuestras tendencias morales que por el bienestar del paciente. En donde causar la muerte de un paciente era algo malo, pronto se convirtió en una virtud”.
Para demostrar la tendencia bioética en Canadá, Goligher cita un reporte realizado por la Real Sociedad Canadiense, en el cual dicen que, para asegurar la santidad humana, es necesario reafirmar la autonomía individual en todo sentido, incluyendo la decisión de morir. Una de las conclusiones del reporte es la siguiente:
Hay un derecho moral, fundamentado en la autonomía, para los individuos habilitados e informados que han decidido, después de una consideración cuidadosa de los hechos relevantes, que la vida que les queda no es digna de vivirse, de que no se les obstaculice en la ayuda para el suicidio o la eutanasia voluntaria.
Goligher resalta el resultado de esa ética: para 2021, 10 000 personas en Canadá murieron por medio de la eutanasia, lo cual corresponde al 3,3% de todas las muertes en el país ese año.
El cambio social del cual habla Goligher en su artículo no es un fenómeno aislado. El mundo se mueve cada vez más rápido hacia la legalización del suicidio asistido, cambiando la definición bíblica y tradicional de lo que significa la santidad de la vida humana. Por eso, es necesario que los cristianos revisen la situación actual de la eutanasia y el debate a la que se ve expuesta la iglesia en los años que vienen.
Los tipos de eutanasia y el significado de la misericordia cristiana
No todos entienden lo que significa eutanasia y sus implicaciones, por lo que vale la pena hacer una breve explicación. La palabra “eutanasia” viene de los términos griegos eu (buen) y thanatos (muerte), y según la RAE significa “Intervención deliberada para poner fin a la vida de un paciente sin perspectiva de cura”. En términos generales, la eutanasia implica terminar con la vida de una persona cuando ésta así lo desea y con el objetivo de evitar el sufrimiento, regularmente por medio de una inyección letal de algún tipo de sedante muy potente.
Hay variables en la eutanasia que la convierten en un tema bastante complejo y aquí queremos mencionar cinco.
El rol activo o pasivo en la muerte
En el caso de un paciente con una enfermedad terminal, hay dos formas consideradas como tipos de eutanasia en las que éste llega a su muerte. En la primera, cuando una persona está muy grave, el paciente, su familia y el personal médico deciden detener los procedimientos médicos y los medicamentos que lo mantienen con vida, y a esto se le llama “eutanasia pasiva.” En la segunda, el paciente decide que no quiere esperar a que llegue el momento natural de su muerte, así que autoriza al personal médico para que intervenga activamente y cause su muerte, a lo cual se le llama “eutanasia activa”.
Su legalidad
En la mayoría de países del mundo la eutanasia pasiva es legal. Sin embargo, son pocos países en los cuales la eutanasia activa es legal. La mayoría de países en donde la eutanasia es legal está en Europa, entre los cuales está Austria, Bélgica, España, Luxemburgo, Suiza y Países Bajos. En Norteamérica, la eutanasia es legal en Canadá y en 11 estados de Estados Unidos; en Oceanía es legal en Australia; y en Latinoamérica, solo en Colombia es legal.
El rol del personal médico
Hay principalmente dos tipos de eutanasia activa de acuerdo con el rol que juegue el médico que cuida de la persona con una enfermedad terminal. Si la labor del médico es aplicar la inyección letal en el paciente, el procedimiento se llama tradicionalmente “eutanasia”, pero si el médico sólo le brinda la información y los suministros al paciente para que éste termine con su vida, el procedimiento se llama “suicidio asistido”. A pesar de la diferencia en la definición de suicidio asistido y eutanasia, ambas prácticas son consideradas como muy similares entre ellas (y así son tratadas en este artículo).
Muerte digna
Todas las personas en un estado terminal tienen el derecho a morir dignamente, lo cual significaba tradicionalmente recibir cuidados paliativos. Los cuidados paliativos hacen referencia a la intervención médica que ayuda a una persona con una enfermedad grave, regularmente terminal, a tener una mejor calidad de vida, evitando al máximo el sufrimiento y los efectos secundarios de la enfermedad. Sin embargo, desde el siglo pasado la eutanasia ha comenzado a ser considerada otra forma de darle una muerte digna a una persona, evitando sus sufrimientos por medio de la muerte.
Inevitabilidad en la muerte
Tradicionalmente, la eutanasia solo se consideraba como una opción disponible para aquellas personas que sufrían de una enfermedad terminal que iba a acabar con sus vidas en un plazo muy corto y que producía dolores demasiado fuertes. Sin embargo, dependiendo de las regulaciones del país, la eutanasia también se permite en aquellos casos en los que el paciente considera que ya no vale la pena continuar con su vida, incluso si no tiene una enfermedad que no va a acabar con su vida dentro de poco.
Estas aclaraciones en la definición de eutanasia son bastante útiles para entender en dónde está el desafío para la iglesia cristiana de hoy frente a la legalización y regularización de la eutanasia en el mundo.
Podemos afirmar que la perspectiva general de los cristianos es que debe ofrecerse misericordia a aquellos que están sufriendo por causa de una enfermedad. Así, siempre que estén disponibles y los pacientes lo deseen, los cuidados paliativos deben darse para asegurar una muerte digna de una persona. El pastor John Piper lo expresa de la siguiente manera:
[…] en algunos casos, el sufrimiento humano es horrible, más allá de las palabras. Es correcto y amoroso que los médicos utilicen cualquier medicina que tengan a su disposición, si así lo quiere el paciente, para minimizar su dolor. Nada de lo que yo diga debe considerarse como contradictorio a esa idea, y creo que podemos mostrar desde las Escrituras que la caída del hombre en todas las miserias que tenemos no justifica el rechazarles a las personas la posibilidad de evitar el dolor.
Sin duda, los cuidados paliativos son una expresión del mandato bíblico de amar a los demás (Juan 13:35-36).
Como lo veremos en el resto de este artículo, el debate al que se ve enfrentada la iglesia gira en torno a las diferentes formas de eutanasia activa. Sin embargo, la situación en cuanto a la eutanasia pasiva resulta mucho más ambigua. Parte de la misericordia que la familia y los doctores de un paciente terminal pueden tener para con él es dejarlo morir, así que ¿en qué punto debería de retirarse el cuidado médico? Piper pone esta ambigüedad de la siguiente forma:
Ahora, esto es lo que sigue siendo ambiguo: la línea entre tomar una vida y no mantener una vida por un tiempo excesivo, no siempre es clara. Allí está la fricción. Sí, lo admito. Estoy diciendo que habrá momentos en los que se debe dejar que la muerte siga su curso o que llegue naturalmente sin hacer ningún esfuerzo extraordinario para mantener a una persona con vida. Claramente la muerte llega para todos nosotros. Esa es la voluntad de Dios.
Así, concluimos que la Escritura llama al cristiano a tener misericordia de aquellos que están en una situación de enfermedad y, en general, de aflicción. En el ámbito médico, los cuidados paliativos son una forma de mostrar amor hacia otros y, aunque es un tema más ambiguo y atado a la situación específica de cada persona, se pueden retirar los cuidados médicos de una persona para que llegue a su muerte de manera natural y su sufrimiento termine, lo cual hemos llamado “eutanasia pasiva”.
Habiendo dicho esto, revisemos ahora dos problemas que la iglesia enfrenta con respecto a la eutanasia activa.
1. Los nuevos dueños de la vida
El primer gran problema que enfrenta la iglesia es que la sociedad actual cada vez tiene una visión más tergiversada sobre a quién le pertenece la vida. Como ya lo vimos en el reporte que hizo la Real Sociedad Canadiense, nuestro mundo considera que los individuos tienen autonomía para decidir cuándo poner fin a sus propias vidas. Eso demuestra una visión de mundo en la cual cada persona es dueña de su vida, dejando al Dios Creador y sustentador de la vida completamente por fuera del panorama.
En 2008 la Asociación Americana de Salud Pública publicó una declaración política titulada El derecho de los pacientes a la auto determinación al final de la vida, en la cual se describe el derecho que tiene una persona con una enfermedad terminal a decidir cuándo terminar con su vida. En esta declaración hay afirmaciones que ponen toda la autoridad sobre la vida en el ser humano, como la siguiente:
La calidad de la muerte es una valoración personal y subjetiva, y cada persona que está cerca a morir, cada miembro de la familia y cada ser querido puede tener su propia opinión de lo que es una “buena muerte.” Esto puede incluir morir tranquilamente y con dignidad, libre de dolor y sin angustia.
Así, el estar a favor de la eutanasia o del suicidio asistido demuestra una visión de mundo en donde Dios no existe o simplemente no tiene la misma autoridad que el ser humano para decidir sobre el destino de cada individuo. Si tradicionalmente una “muerte digna” implicaba que los médicos evitaban al máximo el sufrimiento de un paciente terminal mientras este esperaba una muerte sobre la cual no tenía control, en nuestro tiempo significa tener control sobre esa muerte.
Ahora, la eutanasia se vuelve más problemática a medida que cambia el lenguaje que se utiliza para referirse a ella. En la misma declaración de la Asociación Americana de Salud Pública, hay una sección completa dedicada a explicar la necesidad de utilizar un lenguaje más preciso. Allí afirman lo siguiente:
Expertos de la medicina y la ley han reconocido que el término “suicidio” o “suicidio asistido” es inapropiado cuando se habla de la elección de un paciente terminal mentalmente capacitado para buscar medicación que pueda consumir con el objetivo de llegar a una muerte pacífica y digna.
En otras palabras, según esa declaración, la decisión propia de practicar la eutanasia es algo que no debe ser considerado negativo, y por lo tanto la palabra “suicidio” no debería ser utilizada. Concluimos que el suicidio asistido tiene un carácter cada vez más positivo dentro de la sociedad.
2. El nuevo tratamiento terapéutico
Como ya lo mencionamos, dependiendo de las regulaciones del país una persona puede acceder a la eutanasia en casos en los cuales no hay una enfermedad o condición terminales. Tal es el caso de Colombia. A comienzos del 2022, Víctor Escobar Prado fue la primera persona en Colombia y en Latinoamérica en recibir la eutanasia sin ser un paciente terminal. Escobar padecía EPOC (enfermedad pulmonar obstructiva) e hipertensión, y en 2008 padeció dos accidentes cerebrovasculares. A causa de sus condiciones degenerativas incurables, decidió que debía terminar con su vida, por lo que el 7 de enero de 2022, a la edad de 60 años, recibió la eutanasia.
Vale la pena reiterar que el sufrimiento de una persona con este tipo de enfermedades es terrible y que los cuidados paliativos son fundamentales en estos casos. De hecho, el llamado de Dios para su pueblo es que cuide de aquellos que sufren enfermedad (Mateo 25:35-36). Sin embargo, la muerte no es una opción que la Biblia muestra como una salida por la que los humanos puedan optar para escapar del sufrimiento. Como lo dice Kathryn Butler, “El suicidio asistido por un médico viola nuestro llamado de amar tanto a Dios como al prójimo”.
El problema es que la muerte se convierte cada vez más en un escape al dolor, y no necesariamente nos limitamos al dolor físico al hacer esta afirmación. La noticia de la muerte del botánico David Goodall ejemplifica bien este punto. Goodall fue un científico australiano que en 2018 decidió volar hasta Suiza para recibir el suicidio asistido y morir a sus 104 años. Su motivación para morir fue que, aunque no sufría de ninguna enfermedad seria, cada día era menos independiente a medida que su edad avanzaba.
Los límites sobre cuándo es necesario acceder a un suicidio asistido son actualmente difusos. No solo las personas que tienen enfermedades terminales acceden al suicidio asistido, sino también aquellos que, por un motivo físico o emocional, no le ven sentido a la vida. En otras palabras, el suicidio asistido cada vez tiene que ver menos con una enfermedad terminal y es cada vez más es una forma legal en la cual una persona recibe ayuda para suicidarse, cualquiera que sea su motivación.
Las palabras del doctor Goligher encierran este problema de manera muy precisa:
La muerte asistida ya no es vista como una opción desesperada para ser usada en última instancia, sino como una “opción terapéutica” entre muchos, un medio razonable y efectivo para solucionar el sufrimiento, la cual es ofrecida, no sólo a aquellos que están muriendo, sino también a aquellos cuyas vidas ya no se consideran dignas de vivirse.
¿Quién debería, entonces, aplicar para un suicidio asistido? Goligher dice:
La lógica de la muerte asistida ha probado ser inexorable: si la muerte es una terapia que trata las heridas psicológicas del sufrimiento y el sentimiento de que la vida no tiene sentido, entonces ¿quién no aplicaría [para el suicidio asistido]?
Así, la iglesia se enfrenta a un mundo que considera que todos somos aptos para el suicidio asistido, y eso nos debe hacer meditar.
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