Entrevista con el autor Juan Carlos de la Cruz.
Desde los 21 años era un hombre de multitudes, empezó a enseñar la palabra de Dios desde los 16 años y desde los 25 aproximadamente comenzó a ser el predicador más famoso que jamás haya existido. Dirigió 66 ministerios, y ¡vaya ministerios! Escribió y editó 200 libros de su propia pluma, de los cuales varios fueron best sellers inigualables como el Tesoro de David. Fue pastor de una iglesia avivada por casi cuatro décadas y a la cual, mientras estuvo vivo, se sumaron 14.000 miembros nuevos. No tuvo título universitario, ni lo quiso, pero fundó uno de los colegios donde se entrenaron los pastores más eficaces que hemos conocido. Y predicó, solo en el púlpito de la iglesia New Park Street — y el Tabernáculo Metropolitano—, 2.207 sermones que han sido recopilados en 29 volúmenes que eventualmente se convirtieron en 3.563 sermones predicados en inglés (y eso tuvo solo que ver con sus sermones dominicales principales). Tales sermones fueron traducidos a poco más de 25 idiomas y semanalmente distribuidos alrededor del mundo, alcanzando una distribución aproximada de unos 300 millones de ejemplares.
Al menos tres de las obras de Charles Spurgeon — incluyendo la serie del Púlpito del Tabernáculo Metropolitano de 62 volúmenes— han vendido más de 1.000.000 de copias. Uno de ellos, All of Grace [Solamente por gracia], el primer libro publicado por Moody Press (anteriormente el Bible Institute Colportage Association), sigue siendo su best-seller hasta el día de hoy.
Este niño nacido en Kelvedon, Inglaterra, el 19 de junio de 1834, no era común y corriente. Tenía una inteligencia, una afición por la lectura, una memoria, una facultad de síntesis, una capacidad de trabajo, un don para la oratoria, una voz, una entrega hacia los demás, y una coherencia excepcionales. En pocas palabras, Charles Haddon Spurgeon fue uno de esos brotes singulares que surgen tan sólo cuando los planes divinos lo estiman necesario.
¿Cómo surgió tu interés por Charles Spurgeon y cómo empezaste a conocer sobre su vida?
Tener héroes es una realidad propia e innata del ser humano. Algunos tienen héroes en el campo deportivo y artístico, pero algunos como yo, somos un poco más estridentes y buscamos otro tipo de personajes y héroes.
Soy cristiano evangélico desde pequeño, me convertí a Cristo estando en mi niñez, pero cuando entré a la universidad comencé a visitar iglesias bautistas con mis amigos. Entonces comencé a oír de Charles Spurgeon, a quien de vez en cuando citaban porque era algo normativo en la predicación de los pastores en República Dominicana en los años ochenta y noventa. Era común oírlos hablar de algunos personajes, pero muy particularmente de Spurgeon, y eso empezó a orbitar en mi mente.
Mientras estudiaba Ingeniería Química, alrededor del segundo o tercer año comencé también a estudiar en el seminario y allí tuve que familiarizarme con el nombre, pero no fue nada serio hasta el año 2000, cuando fui a la Casa Bautista de Publicaciones a hacer una pasantía en el Departamento de Música. Durante mi período de pasantía, me hospedé en la Florida en la casa de un amigo y misionero cubano que tenía una biblioteca vieja y empolvada, y mientras buscaba libros en ella, encontré unos cuantos libros de Spurgeon, dentro de los que estaba Discurso a mis Estudiantes. Ese fue mi primer acercamiento personal a una obra de Spurgeon, y me fascinó.
De ahí en adelante leí algunas de las biografías de Spurgeon, recuerdo especialmente la que fue escrita por Rodríguez, la cual publicó la editorial CLIE hace casi 100 años. Este libro fue uno de los primeros que la editorial publicó, junto con otra biografía de Bunyan. Esta biografía es excepcional. Fue escrita pocas décadas después de que murió Spurgeon así que es muy fresca. Entonces muy despacio y poco a poco fui acumulando datos sobre este hombre.
Yo soy Presidente del Southern Baptist School y también profesor de algunas clases allí como Teología Bíblica y Sistemática, pero especialmente del curso Historia de los Bautistas, y en dos clases que he dictado, he querido que los estudiantes hagan biografías de los personajes más importantes de la historia del cristianismo. Y como yo ya había escrito varias mini biografías para algunas revistas, comencé a escribir una de largo aliento, sobre todo porque los estudiantes me preguntaban cómo debían hacer una biografía, así que quise darles un modelo.
Entonces tomé la vida de Spurgeon porque era un personaje con el que estaba relativamente familiarizado, y empecé a escribir una biografía para que mis estudiantes tuvieran un referente, pero eventualmente tuve que convertir este proyecto en un libro, porque para mí era algo que debía explotar. Así fue como empecé a saber de la vida del Príncipe de los Predicadores.
De Spurgeon se dicen muchas cosas, pero tú consideras que Spurgeon fue un hombre ordinario con resultados extraordinarios. ¿Cómo llegaste a esta apreciación? Y ¿qué crees que generó estos resultados extraordinarios?
Fácil. Cuando tú analizas a Spurgeon — y para eso ni siquiera necesitas una biografía de él en tus manos —, puedes darte cuenta de cuánto hizo ese señor. Cuando tú ves que un solo individuo, de sus propias manos, cerebro y trabajo, independientemente de sus capacidades y dones, hace tanto como él, entonces dices: ¡Wow, aquí hay algo!
Ese pastor, que ya casi tiene siglo y medio de muerto, cuando era muy pequeño, de hecho recién nacido todavía, fue dejado por sus padres por cuestiones de fuerza mayor, al cuidado de sus abuelos paternos hasta que tuvo siete años. Cuando tenía seis años ya sabía leer, y no sólo sabía hacerlo bien sino que para entonces ya había leído El Progreso del Peregrino de John Bunyan, el cual leyó más o menos 100 veces a lo largo de su vida.
Su padre y su abuelo fueron pastores bivocacionales fieles. Su padre era negociante y su abuelo agricultor, lo cual era común en las iglesias libres y congregacionalistas para esa época. Spurgeon creció en ese ambiente, y cuando Dios lo llamó a los 16 años de edad, él comenzó a ser un pastor eficiente desde el primer día. Inició en una comunidad rural de Cambridge llamada Waterbeach donde permaneció por dos años hasta que lo invitaron a predicar a New Park Street Chapel, la iglesia que luego se convirtió en el Tabernáculo Metropolitano.
En ese período de tiempo Spurgeon dirigió 66 ministerios que requerían recursos millonarios incluyendo hogares para ancianos y niños, casas de refugio para personas pobres, ministerios de construcción y colportage, entre otros. Y a través del ministerio de construcción y bajo su pastorado fue construido el antiguo Tabernáculo Metropolitano.
Predicaba, además, 10 sermones a la semana para una audiencia promedio de 30 mil personas. Este individuo, hasta hoy, probablemente ha sido el evangélico más leído de la historia. Se dice que aproximadamente 300 millones de personas lo han leído, y eso es bien significativo. Estos no son resultados ordinarios, son resultados increíbles.
Por lo tanto, es posible preguntarse: ¿Cómo era posible lo que este hombre hacía?
Aunque él era un hombre común y corriente, incluso enfermo a cada rato, sus resultados no fueron comunes, fueron extraordinarios. Y eso se debía a muchas cosas. En primer lugar, a la época. El tiempo en el que Spurgeon vivió fue fuera de liga. Hubo muchos otros hombres productivos, al nivel de Spurgeon, alrededor de los mismos años: Nikola Tesla y Graham Bell, por ejemplo. Considero que fue la temporada de los grandes, decenas o cientos de individuos sobresalieron en ese tiempo y no encontramos paralelos para ellos en la historia. David Livingstone, por ejemplo, fue el gran hombre que levantó toda la topografía de África siendo misionero.
Spurgeon tuvo resultados extraordinarios porque respondió a una época de hombres muy fructíferos, y al evangelicalismo industrioso de finales del siglo XVIII y XIX, que se trataba de una fe de hacer sin perder el foco teológico.
Sin duda, sus resultados también están atados a la capacitación divina, sin embargo, Dios capacitó también a muchos otros que no hicieron todas estas cosas. Así que atribuyo su éxito a su época, al evangelicalismo industrioso y a sus determinaciones o firmes resoluciones en Cristo.
Desde pequeño determinó cómo sería. Empezó siendo profesor de colegio cuando terminó la preparatoria porque nunca pudo ir a la universidad debido a que era bautista. En ese tiempo, si no eras un cristiano de corriente anglicana no podías ir a las universidades de Inglaterra. Y fue por eso que luego fundó un colegio para sufragar la necesidad de los bautistas. Sin embargo, como dije, nunca pudo ir a la universidad, y todo eso quizás, junto con sus firmes convicciones y resoluciones, fue lo que lo llevó a invertir en la auto preparación que lo llevó a convertirse en un erudito sin academia. Estas y muchas otras variables sumaron para que Charles llegara a ser quien fue, pero yo creo que tiene mucho que ver con la época.
Haciendo un inciso en esta historia, ¿podrías contarnos brevemente sobre la vida, conversión y bautismo de Spurgeon?
Spurgeon creció en la iglesia y de hecho, todo lo que había consumido al inicio de su vida era contenido cristiano. El Reino Unido en ese entonces era en esencia un territorio cristiano. Es decir, no había casi ninguna otra opción además del cristianismo, y por eso los domingos casi todas las personas estaban en una iglesia. Y como Spurgeon creció en este ambiente, iba a la iglesia, pero aun no era un creyente. Sin embargo, en sus dos últimos años de la preparatoria, la cual era muy buena en Inglaterra, tuvo unos profesores que influyeron fuertemente en su fe. Uno de ellos lo convenció de que la conversión de un cristiano estaba ligada en lo visible al bautismo. Así que Spurgeon comenzó a estudiar las Escrituras, y al hacerlo, se convenció de que él no era creyente, de que para serlo debía tomar una decisión, y de que tal decisión debía estar respaldada por el bautismo.
El año anterior a su conversión, en enero de 1850, Spurgeon se había propuesto visitar todos los santuarios de su ciudad, y en medio de un invierno grosero, que apenas le permitía transitar, llegó a una iglesia metodista pequeña, una iglesia primitiva y estridente. Él no había planificado ir a esa iglesia ese día, pero por las inclemencias del tiempo tuvo que quedarse, y estando allí, escuchó a un pastor. Durante la predicación, este hombre comenzó a señalar a Spurgeon, y aunque no sabía predicar bien (según comentó Spurgeon luego), él entendió que Dios le hablaba, y salió convertido de ese lugar.
Cinco meses después pidió ser bautizado en la iglesia de St. Andrew en Cambridge. A pesar de que él había crecido escuchando la palabra de Dios sin excepción alguna, y todo en su vida estaba relacionado con el cristianismo, él necesitaba que Dios le hablara al corazón. Y Dios lo hizo a través de las Escrituras, pues fueron ellas las que lo llevaron a su conversión y bautismo.
¿Cuál era la visión de Spurgeon acerca de la iglesia?
Antes de su conversión, él tuvo varios meses de intensa lucha con el ateísmo, especialmente alrededor de sus quince años, y fue esto lo que lo llevó a entender, luego de su conversión, que había una necesidad grande en los púlpitos de Inglaterra. Él no solo había crecido en la casa de un abuelo y un padre que eran ministros, sino que además había visitado todas las iglesias a su alrededor y había comprobado que el evangelio no se predicaba. Incluso, al decir eso estaba acusando a su papá y a su abuelo, aunque en buenos términos.
“Las iglesias enseñaban doctrina, cosas buenas y bíblicas, pero el evangelio no se predicaba,” dijo. Dijo también que él había vivido durante casi quince años sin tener un solo llamado a la conversión, y eso le había dolido mucho. Así que él determinó (resolvió) que si alguna vez llegaba a ser predicador, nunca abriría su boca para predicar otra cosa que no fuera a Cristo. Esa resolución marcó el resto de su vida. Sabemos por sus propias declaraciones que él era calvinista de cinco puntos, puritano y bautista. Estas tres cosas lo definieron como teólogo y ministro, pero también moldearon su visión de la iglesia. En un sermón que predicó sobre 1 Timoteo 3:15, un texto en el que el apóstol Pablo nos recuerda que la iglesia es la columna y fundamento de la verdad, Spurgeon dijo:
“¿Qué es la iglesia? Es una asamblea. Una iglesia cristiana es una asamblea de hombres fieles que conocen la verdad, la creen, la afirman y se adhieren a ella.”
La iglesia es la casa de Dios, y en tal virtud no debe haber lugar ni al error ni a la hipocresía.
Tenía una postura muy puritana de la iglesia, y de cualquier cosa diferente llegó a decir que era una sinagoga de Satanás. Él llegó a creer que la iglesia de Roma y también la de Inglaterra, estaban erradas y no eran iglesias de Dios. De hecho, a la iglesia católica romana la llamó también sinagoga de Satanás, pues él era muy agudo en su exposición.
Dijo, por ejemplo, con respecto a Roma y otras iglesias estatales de corte protestante:
“Cuando la Roma Papal descargó su malicia aún más furiosa e ingeniosamente; cuando perseguían cruelmente a los santos en medio de los Alpes, o los acosaban en la tierra baja; cuando los albigenses y valdenses vertían su sangre en los ríos, y teñían de púrpura la nieve; la iglesia seguía viviendo, y nunca estuvo en mejor salud que cuando estaba sumergida en su propia sangre”.
Aunque su iglesia gozó de relativa paz, este tipo de proclamaciones dejan ver cómo Spurgeon veía la iglesia. Él entendía que la iglesia verdadera del Señor se encontraba en el escondrijo. Es decir, él sabía que en el siglo XIX, la iglesia de Cristo no era la iglesia del estado, sino la de aquellas denominaciones serias que eran perseguidas. Por eso también dijo:
“Que el pacto firmado con sangre dé testimonio del vigor de los santos perseguidos.”
Él entendía que entre aquellos perseguidos y maltratados como Bunyan, por ejemplo, estaba la verdadera iglesia. También creía que en una iglesia verdadera debía haber dos elementos presentes. En primer lugar, una iglesia deja de ser una iglesia de Cristo en la misma medida en que altera las ordenanzas (la santa cena y el bautismo). Spurgeon decía que estas ordenanzas debían ser practicadas como fueron entregadas, sin tergiversación, y que cuando una iglesia rechazaba el bautismo de creyentes, y la cena del Señor, su siguiente paso era hacer otro evangelio. Él creía que si una iglesia pensaba que el bautismo no era bíblico y no se practicaba la santa comunión, entonces eso era cualquier cosa menos una iglesia del Señor.
Spurgeon también afirmaba que las iglesias se equivocaban cuando descuidaban la disciplina de la iglesia y cuando admitían en su membresía a personas no regeneradas, es decir, que no han tenido un verdadero encuentro con el Señor. Decía que esto era extremadamente peligroso y que haría que las iglesias se convirtieran en trincheras de Satanás.
Decía que la iglesia debería de apartarse de las personas malvadas y de los falsos maestros, que ella no debería tolerarlos en sus púlpitos más de lo que permitiría a un envenenador en su vivero o un lobo en un redil. Él era muy enfático en cómo debía ser una iglesia, y en que si no era bíblica, era una iglesia falsa.
¿Por qué le llaman el príncipe de los predicadores y el más grande predicador de la historia cristiana post bíblica?
Hay varios elementos que podemos dilucidar y que fueron los que le hicieron único. Quizás Spurgeon no tiene un rival igual, pero sí hubo muchos otros en la iglesia cristiana, especialmente antes de él, que podrían competir por esa categoría de ‘príncipe de los predicadores’: Crisóstomo del siglo V, quien fue uno de los padres de la iglesia; Savonarola de la Edad Media, un predicador italiano muy famoso; Wycliffe de Inglaterra; el mismo Calvino, quien fue un gran predicador de masas en varios lugares, especialmente en Ginebra; ¡Lutero ni se diga! Quizás entre los puritanos y radicales, no tuvo predicadores paralelos, no porque no fueran buenos, sino que por las circunstancias no pudieron desarrollarse, pero está el caso de George Whitefield, quien fue incluso un modelo a seguir para Spurgeon.
Whitefield fue un predicador de fama internacional en el mundo angloparlante, y si Spurgeon predicaba diez sermones a la semana, Whitefield predicaba más. En un viaje de Inglaterra a Estados Unidos, en cuestión de dos semanas, Whitefield predicó 42 sermones aproximadamente. Él fue un predicador extraordinario. Sin embargo, también hubo otros como Jonathan Edwards, quien para mí tiene un estandarte elevado. Si llegáramos a ponerlos en una competencia, yo no sé cuál ganaría, si Spurgeon o Edwards.
De hecho, el sermón más famoso que se conoce hasta hoy en la historia del cristianismo, “Pecadores en las manos de un Dios airado”, lo predicó Jonathan Edwards. Él fue un predicador de una eficiencia extraordinaria, impulsó varios avivamientos no solo a nivel local sino en el mundo, y aunque no salió de Nueva Inglaterra, sí tuvo influencia fuerte y positiva en el Reino Unido, Irlanda y algunos países del continente europeo. Pero, hay otro rival más: John Wesley, otro gran predicador y quien en su misma época tuvo otro rival: Dwight L. Moody. Moody predicaba a multitudes incluso más grandes que a las que les predicaba Spurgeon.
Pero ¿Por qué Spurgeon, entre todos estos, es digno de este título?
Aunque tiene competidores como predicador, él tuvo circunstancias especiales. Una de ellas es que él estuvo un largo período de tiempo en la misma iglesia. Sirvió en la iglesia New Park Street Chapel, y luego en el Tabernáculo Metropolitano, durante 37 años. Al segundo año de estar en esta iglesia, con quizás algo menos de 22 años de edad, comenzó a publicar sus sermones. Además, durante ese tiempo, la prensa estaba comenzando a tener un auge importante. Antes de él, incluso en los tiempos de Whitefield había prensa, pero era muy tímida y relativamente pobre.
En los días de Spurgeon la prensa era casi como ahora. Claramente no con la técnica ni el volumen pero ya estaba The New York Times, que publicaba sermones y bosquejos de Spurgeon casi todas las semanas, igual que el The Washington Post y The London Times. Y no sólo periódicos sino también revistas. Los cristianos bautistas de Inglaterra tenían una revista de la cual Spurgeon fue editor por un tiempo, y aun él mismo tuvo su propia revista. Todo esto converge de tal manera que Spurgeon, a los 25 años, ya era un predicador de mucha fama y sus sermones distribuidos llegaban a picos de hasta 300 mil copias en una semana (el promedio eran 40 mil semanales).
A pesar de lo extraordinario que fue como predicador, fueron las circunstancias y el momento las que le dieron una catapulta, por decirlo de ese modo, para que sus sermones fueran conocidos en el mundo entero y no solo en el entorno angloparlante. Pues llegó un momento en el que sus sermones ya se traducían hasta en 25 idiomas. Por esto ha sido el ministro más leído de la historia cristiana.
Spurgeon tiene competencia aún hoy. Yo diría que John F. MacArthur ha llegado un poco más lejos que Spurgeon, pero claramente estamos hablando de un mundo con cinco o seis billones de personas más y con una prensa más avanzada. Si hiciéramos una correlación, quizás no se parezcan.
Pero yo creo que el punto central de porqué Spurgeon fue catalogado como el príncipe de los predicadores es sobre todo por aquello a lo que él se comprometió desde antes de ser predicador: “Si llegase a ser predicador, nunca predicaré nada que no sea el Evangelio de Cristo…” Esto hizo que su predicación fuera muy particular.
Sabemos que Spurgeon era además un pastor de oración, ¿cómo era su teología, vida y convicciones en torno a la oración?
Yo creo que esto puede ilustrar lo que él creía acerca de la oración… Spurgeon en cualquier día de su vida duraba tres horas orando de corrido. Esto no era esporádico, era normativo que él orara dos y tres horas al día y en privado. No eran tres horas orando mientras hacía otra cosa. Cualquiera diría que eso es prácticamente imposible.
¿Cómo es posible que un individuo que en 40 años dirigió 66 ministerios, o sea más de un ministerio y medio por año; del cual se publicaron 3.500 sermones, y que predicaba 10 sermones a la semana, sacara tres horas al día para orar?
Bueno, no solo oraba dos y tres horas diarias sin excepción, sino que a veces incluso sacaba períodos de dos y tres días para retirarse a orar, solamente a orar y meditar en la Palabra.
Su vida de oración también se puede ilustrar con una historia que aparece en muchas de sus biografías, aunque no la he leído de su pluma. Pero se dice que cuando se construyó el primer Tabernáculo Metropolitano Spurgeon mandó a que se hiciera un salón debajo del púlpito donde predicaba, con una capacidad para 300 personas para que se reunieran allí a orar durante el culto principal de los domingos. Y así sucedía, mientras él predicaba había 300 mujeres orando.
Hablar de su creencia en cuanto a la oración de esta forma gráfica es quizás más interesante que dar algunas pinceladas sobre cómo Spurgeon definió la oración y qué creía sobre ella.
¿Qué crees que le diría Spurgeon a un ministro de hoy que está muy ocupado y no tiene tiempo para orar?
Spurgeon primero no lo consideraría Pastor. Tal persona (que no tiene tiempo para orar) sería para Spurgeon, cualquier cosa menos un Pastor, y seguro le diría: “Tú eres un demonio. Sal de ahí, no hagas eso. Estás empañando el nombre de Cristo”. Por ejemplo, en una de sus citas del libro Discurso a mis Estudiantes, donde hay una sección sobre el Pastor y su tiempo de oración, él dijo lo siguiente:
“Doy por sentado que como ministro, estás siempre orando”.
O sea, para Spurgeon, la oración no era una cuestión que se ponía en duda. Cuando un hombre quería entrar a su colegio, él daba por sentado que oraba. Sin embargo, en las entrevistas, él buscaba corroborarlo. Por ejemplo, él les decía a sus estudiantes cosas como:
“Miren, si el pasaje es muy difícil, cuando ustedes están cincelando la roca, intentando hacer la exégesis correcta del pasaje y no le llega nada, tírense a sus rodillas porque de ahí saldrán gemas que de ninguna otra manera les saldrían” (Discurso a mis estudiantes, frase parafraseada).
Textualmente dijo esto a quienes se capacitaban para el ministerio:
“Si tiene que haber algún hombre debajo del cielo obligado a cumplir con el precepto orad sin cesar, ese es sin duda el ministro cristiano”. (Discurso a mis estudiantes)
Y en otra ocasión:
“La oración no podrá hacernos elocuentes según el mundo, pero os hará verdaderamente tales porque hablaréis con el corazón”. (Discurso a mis estudiantes)
Spurgeon no concebía un ministerio sin oración, de hecho, en una ocasión hubo un grupo de americanos en su iglesia que le preguntaron en el pasillo que a qué le atribuía su éxito ministerial, y él les respondió en una frase: “ Mi gente ora por mí”.
Cualquier persona seria y evangélica, que entienda las Escrituras no podrá concebir jamás un ministro que no ore, es decir un ministro de Dios exitoso en los asuntos del cielo.
Spurgeon fue un hombre esforzado que seguramente trabajó arduamente para alcanzar tanto, sin embargo, procuró el equilibrio. ¿Podrías contarnos un poco sobre esto?
Hay que recordar que el oficio familiar es una carreta halada por dos corceles. Esos dos corceles son papá y mamá. En la cultura anglosajona, incluso todavía hoy, los padres no tienen mucho que ver con la crianza de los hijos. Ese es el caso por ejemplo de uno de mis mentores, el Doctor B. Whitman, un Pastor en Carolina del Sur. Este pastor no tuvo casi nada que ver en la crianza de sus hijos porque era pastor bivocacional, era CEO de una compañía que tenía planta en varios países del mundo y literalmente vivía en un avión. Él llegaba los sábados a su casa y volaba los domingos en la noche, y duró así 23 años en los cuales sus hijos crecieron, entonces él estaba con sus hijos un tiempo importante en vacaciones y los fines de semana.
En la cultura anglosajona era normativo que el papá produjera y la mamá estuviera en casa con los niños, y fue así hasta hace poco. De la misma manera, el equilibrio de Spurgeon tuvo mucho que ver con su esposa Susannah. Su equilibrio fue una combinación entre él y Susi, porque aunque ellos solamente tuvieron dos hijos, Susi siempre estaba en casa, no solo porque así lo quisiera sino porque quedó inválida estando joven, así que salía poco de la casa. Para salir, se necesitaba todo un andamiaje complejo, pues sufrió una situación que la dejó prácticamente en cama desde que sus hijos tenían seis o siete años y hasta el resto de sus días. Debido a esto, como explico en mi libro — Biografía de Charles H. Spurgeon: Un hombre ordinario con resultados extraordinarios — sus dos hijos fueron no solamente fieles creyentes sino ministros de alta reputación como su padre.
En las cartas de Spurgeon a su esposa era posible ver que él tenía en alta estima su matrimonio, tanto que algunos investigadores han dicho que probablemente sea muy difícil encontrar otra pareja como ellos dos. Spurgeon además tenía muchos problemas de salud desde muy joven, lo cual lo frustraba mucho. A pesar de lo eficiente que fue, se deprimía mucho y hasta el sol de hoy nadie ha podido dar una respuesta congruente del porqué, pero la mayoría de analistas piensan que tuvo que ver con sus enfermedades, especialmente la gota reumática, la cual heredó y empezó a padecer desde los 20 años.
Por lo tanto, cuando hablo de equilibrio, debemos verlo en esa unión marital y familiar porque ciertamente eran demasiadas cosas las que él tenía que hacer. De hecho, el ministerio de préstamo de libros a pastores de escasos recursos lo dirigía Susannah. Este fue un ministerio que manejó cientos de miles folletos y libros que llegaron a las manos de quienes no podían comprar estos materiales. Este ministerio había surgido del corazón de Spurgeon porque se había dado cuenta que había muchísimos pastores que no tenían ni un librito en su casa y eso le preocupaba. Este ministerio de ayuda fue de los que Spurgeon más amó, junto con el de colportage, por medio del cual vendían literatura cristiana, y en el que incluso regalaban más libros de los que vendían dependiendo de la necesidad que veían.
En fin, se puede observar el equilibrio en que la familia y el ministerio de Spurgeon fueron ejemplares. Él descansaba los miércoles, o trataba, y yo creo que uno se puede imaginar por qué, pero a pesar de tanta ocupación, fue un individuo con una familia fiel a Cristo. Como ya lo mencioné, incluso sus hijos fueron fieles siervos de Jesucristo en una Inglaterra convulsa. No hubo nada negativo que decir de sus hijos ni de su esposa. Tuvo una esposa, un matrimonio y un ministerio fiel.
Al final de su vida murió sin recursos económicos personales a pesar de que de su literatura obtuvo lo que hoy equivaldría a millones de dólares o libras. Yo creo que eso es mucho equilibrio desde el punto de vista cristiano y ministerial.
¿Qué consideras tú que es lo más importante que podríamos aprender de un hombre como Spurgeon?
Aprender a ser como él es un poco complicado, pero creo que tener resoluciones es lo que necesita hacer un ser humano. Las resoluciones de Jonathan Edwards, de entre los grandes, fueron famosas. Entre los 17 y 18 años de edad, cuando estaba todavía en la universidad, se propuso ser el hombre más santo sobre la faz de la tierra.
Spurgeon, de la misma manera, ‘resolvió’ –a sus 15 años– ‘que si algún día llegaba a ser predicador, no predicaría otra cosa que no fuera el evangelio de Cristo’. Él tuvo en alta estima la predicación, de hecho, una de las cosas que más llaman la atención sobre Spurgeon es la pasión por su oficio, lo cual era poco común.
Más que aprender de la mecánica de la vida de Spurgeon, creo yo que tenemos que aprender a hacer resoluciones temprano en la vida. Resolver ser fieles a Dios, ponernos objetivos y metas a alcanzar en los asuntos del reino, porque eso era lo que los grandes, incluido Spurgeon, hacían. Eso era lo que el evangelicalismo del siglo XIX, sembrado por Edwards, Wesley y Whitefield (en el siglo que antecedió al XIX), hacía. Esta época fue una en la que los hombres hacían resoluciones.
Spurgeon ‘resolvió’, y lo repito, “nunca predicar nada que no fuera el evangelio de Cristo”. Se comprometió a esto, lo hizo, y así terminó siendo el más grande predicador de la historia cristiana. Edwards se propuso ser el más santo sobre la tierra, algo que las personas podrían ver como algo orgulloso, pero yo creo que cuando se trata de la piedad no tiene por qué ser algo orgulloso. Y literalmente tienes que matarte y josear en las librerías para encontrar un hombre más piadoso que Edwards, y aun así difícilmente lo encontrarás.
Ellos hacían resoluciones y eso mismo ejecutaban. Y no solo ellos, algunos otros hombres seculares también hicieron lo mismo como Benjamin Franklin, por ejemplo.
Es menester resolver, como Josué, servir al Señor, independientemente de los tiempos. Spurgeon fue un puritano a pesar de que hacía 200 años el puritanismo había muerto. Una de las gracias, sin precio, que el Señor nos concedió en aquella época de declive acelerado, fue precisamente una brillante estrella que no sucumbió a las presiones de sus días. Porque aunque había ministros por doquier, especialmente en Europa, que se sometían al liberalismo mientras Inglaterra declinaba en la ortodoxia, hombres como Spurgeon, Moody y otros tantos en sus días, no cedieron.
Con respecto a qué aprender de Spurgeon, Eliseo Vila, en la introducción a mi libro dijo lo siguiente:
“Estoy convencido que Charles Spurgeon tiene mucho que enseñarnos en la lucha por superar la profunda crisis de identidad teológica y denominacional que el cristianismo evangélico está enfrentando en esta primera mitad del siglo XXI, y su legado ideológico y literario está destinado a jugar en ella, un papel primordial”.
O sea que, probablemente leyendo de Spurgeon y a Spurgeon nosotros podremos ayudarnos a nosotros mismos y a nuestra generación a salir del embrollo en el que se encuentra.
Nos mencionaste que una de las razones por las que Spurgeon había tenido resultados extraordinarios era porque él tenía una fe de hacer pero sin perder el foco teológico, y te referiste a esto como evangelicalismo industrioso. ¿Podrías contarnos un poco más sobre esto?
En el evangelicalismo convergen los logros de la Reforma Protestante, la ideología puritana, y las ideas de Spencer (padre del pietismo), las cuales fueron empujadas por Edwards, Whitefield y por los Wesley. De aquí surgió una escuela de pensamiento fundada por Jonathan Edwards y sus seguidores que se llamó La Nueva Teología, y fue ahí donde comenzó el evangelicalismo que tuvo su gloria en el siglo XIX.
Estos hombres entendían que el cristiano y la iglesia deben ser cristocéntricos — tal como Spurgeon eligió ser cristocéntrico —, que la iglesia debe ser misional, y que la Biblia es la Palabra de Dios infalible, y la regla de fe y práctica. Por eso el liberalismo no tenía entrada en estas iglesias.
Estos tres elementos juntos fueron los fundamentos del evangelicalismo industrioso del siglo XIX, y ellos provocaron una marejada de predicadores y misioneros, entre los cuales están muchos de los grandes del siglo de las misiones como Hudson Taylor, Luther Rice, David Livington, entre otros. Estos hombres fueron quienes les dieron forma a las grandes misiones mundiales que forman los emporios misioneros mundiales, y todo esto está ligado, literalmente, al evangelicalismo industrioso de aquella época.
Spurgeon y otros como George Müller también fueron fruto de este entorno. Se dice que Müller, con sus rodillas condujo varios orfanatos, principalmente un orfanato grande para cientos de niños en Bristol sin tener que pedirle nada a nadie, excepto a Dios estando sobre sus rodillas. En ese mismo siglo surgió el primer seminario bautista de América, y que es un bastión de la teología ortodoxa hoy, me refiero al Southern Baptist Theological Seminary, el cual fue fundado en 1859 (por cierto por otro grande que no he mencionado, James Petigru Boyce). Casi todas las universidades evangélicas de mayor renombre, especialmente en Estados Unidos (p. ej.: Virginia, Chicago, Washington, Mercer, Furman, Duke, Baylor, etc.), surgieron en esa época, pues fue un tiempo de plomo, de peso, industrioso.
El tope de la mesa de aquel tiempo estaba entonces aguantado por tres convicciones: Que Cristo es el centro, que la iglesia debe ser misional y que la Biblia es la Palabra de Dios infalible, y Spurgeon, las tenía todas.
¿Qué de la vida de Spurgeon fue lo que más te impactó?
Sus resoluciones y convicciones en cuanto al ministerio. En una ocasión, la reina Victoria de Inglaterra — y estamos hablando de mucha cosa — invitó a Spurgeon, debido a su fama, por supuesto, y porque seguramente la reina estaba buscando su tajada, a ser un cortesano de ella. La respuesta de Spurgeon fue extraordinaria, y creo que es el evento que más me ha impactado de todo lo que he sabido de él.
Él le dijo algo más o menos como esto, ‘mi querida reina, con todo el respeto que usted se merece, y con toda la gloria que tiene el reino de Inglaterra (que en ese entonces era muy similar a lo que es Estados Unidos hoy), yo no me rebajaría a ser un cortesano de la Reina, dejando de ser un cortesano del trono de mi Señor’. Algo más o menos así le dijo, y eso me ha impactado toda la vida porque uno podría pensar, bueno, no hay que dejar de ser pastor para ser un cortesano de la reina, pero él entendía que sí. Spurgeon entendía que era el pastorado o nada.
Hemos analizado que sin lugar a dudas, los grandes éxitos de un hombre que dirigió y guió más de 60 ministerios, son el fruto directo de la gracia de Dios, pero sus resoluciones también tuvieron mucho que ver. Spurgeon fue un hombre de temple, con ideales y metas muy claras, y su visión del ministerio era probablemente la más sólida que puedes encontrar en la historia del cristianismo.
Muchos de los puritanos, incluso el mismo John Owen, por ejemplo, quien es quizás el padre del puritanismo inglés, fue un cortesano. Varios de ellos fueron cortesanos porque no era raro que un ministro cristiano lo fuera, pero Spurgeon dijo “no” a eso porque pensaba que no era compatible. La idea era, según Spurgeon, que él rebajaría el don que Dios le había dado si al mismo tiempo cedía a ser ministro de la reina.
Lo segundo que más me impactó de su vida fue su fidelidad a Cristo y como ella se vio reflejada en sus resoluciones. Sus resoluciones dieron forma a toda su vida y logros.
¿Crees que podemos tener a otros "spurgeons" en nuestro tiempo?
Claramente un Spurgeon no, porque nosotros sabemos que los individuos son únicos. Pero yo creo que lo que dijo Ortega y Gasset es muy real. Él en suma popularizó un aforismo que dice:
“El hombre es él y sus circunstancias”.
La razón por la que Lutero, por ejemplo, Calvino en su momento, Wycliffe, Edwards o Bunyan, fueron lo que fueron, se debió a su tiempo. La época tiene mucho que ver con lo que fueron. Sin duda, somos conscientes de la gracia de Dios y de su don, pero él no solamente destina los fines sino que también establece los medios.
La inglaterra del siglo XIX era virtualmente protestante, así que guardar el domingo era normativo, y era prácticamente pecaminoso hacer otras cosas los domingos en la mañana. Pero cuando comenzaron los juegos públicos como el fútbol, en los días de Spurgeon por cierto, empezaron a construirse estadios y campos abiertos, y las personas iban en masas, lo cual empezó a preocupar a los ministros. Con esto quiero decir que por lo menos en los días de gloria de Spurgeon y el inicio de su ministerio, Inglaterra era un sitio donde la iglesia era un lugar obligado. Es probable que hoy todavía haya algunos lugares así, con ese tipo de cultura, pero realmente tener hombres así, demanda circunstancias así.
Hoy se ven algunos hombres tan productivos como Spurgeon. De hecho, creo que si uno comienza a sumar a individuos como John MacArthur, quien es presidente de The Master’s College, con una iglesia en la que se hacen dos millones de descargas de su sermón todos los meses, y con alrededor de 450 libros escritos, lo cual no logró ni Orígenes — el escritor más prolijo de la historia humana, según se cree — se llega a la conclusión de que es posible encontrar hombres que se parezcan a Spurgeon.
Creo que nuestra pregunta debería de ser más bien ¿y qué con Latinoamérica? Al menos en el renglón cristiano. Porque nuestra región no ha tenido nunca este tipo de glorias. Lo más cercano que tuvimos a una gloria en el pasado fue Luis Palau y pues no fue cercano ni es comparable con ninguno de los hombres mencionados aquí.
El Señor no retiene su brazo, él sigue siendo poderoso, así que debemos pensar si esto es posible en nuestra región, y yo creo que sí. De hecho en la Edad Media o los días de los padres, la gloria evangélica estaba en el mundo latino. Agustín por ejemplo era africano y ejerció en Roma pero era latinoparlante. El mundo latino en el renglón evangélico ocupa o ha ocupado un lugar muy débil en los últimos 500 años de la historia. Pero yo no veo porqué no podría haber hombres de tal calaña y cilindraje en nuestra región.
En nuestra región hay aproximadamente un billón de hispanoparlantes, ¡eso es mucha gente! Y en un mundo conectado… no sé si esto es mucho soñar. Tenemos plataformas y circunstancias muy particulares que yo no creo que sean un freno, sino por el contrario, un impulso para lograrlo.
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Para más información sobre el libro: Biografía de Charles H. Spurgeon: Un hombre ordinario con resultados extraordinarios del Pastor Juan Carlos de la Cruz, visita: Biografía de Charles Spurgeon en Biografías - Editorial Clie o Biografía de Charles H. Spurgeon | Coalición por el Evangelio (coalicionporelevangelio.org), la tienda de Amazon.com
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