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Charles Spurgeon fue llamado “el príncipe de los predicadores”, llegó a predicar a audiencias de más de 20,000 personas sin micrófono, fue uno de los hombres más importantes de su tiempo, y su pensamiento e influencia llegan hasta nuestros días. Se le considera hoy el predicador más extraordinario de su época.
Charles Spurgeon nació en el pequeño pueblo de Kelvedon, Essex, Inglaterra, el 19 de junio de 1834. La madre de Spurgeon tuvo 17 hijos, nueve de los cuales murieron en la infancia. Su padre y su abuelo fueron ministros inconformistas, lo que significaba que no eran parte de la Iglesia de Inglaterra.
Un genio autodidacta
Spurgeon creció leyendo libros como El progreso del peregrino de John Bunyan y el Libro de los mártires de John Foxe. Así que los mártires y los perseguidos fueron sus héroes de la infancia.
Spurgeon nunca obtuvo un título universitario, probablemente por no ser anglicano. Pero, vivió en Cambridge por un tiempo, y allí se dedicó al estudio personal, fue asistente de enseñanza y se instruyó brevemente en griego. Sin embargo, a pesar de su escasa educación formal, fue uno de los autodidactas más interesantes de su época. Valoraba profundamente el estudio, especialmente el de los teólogos y pensadores puritanos, de quienes recopiló más de 1.000 obras. Era tal su pasión por la lectura y por el aprendizaje que su biblioteca llegó a superar los 12.000 volúmenes. Normalmente leía seis libros por semana y podía recordar lo que había leído, y dónde lo había leído, incluso años después.
El predicador adolescente
A los 15 años, Spurgeon rompió con la tradición familiar y se convirtió en bautista. Siempre contó que su dramática conversión fue fruto de la casualidad. Por lo que se convirtió en bautista, vale la pena recordar que gran parte de las iglesias protestantes de la época bautizaban a los niños. Spurgeon llegó a la conclusión de que esta práctica no era bíblica, y esto lo impulsó a bautizarse y a unirse a una iglesia bautista.
Siendo aún un adolescente, Spurgeon comenzó a predicar en las zonas rurales de Cambridgeshire. Luego se convirtió en pastor rural en la aldea de Waterbeach, allí se convirtió en una celebridad. Escuchar a Spurgeon durante este tiempo podía llegar a ser curioso, ya que tenía una apariencia muy joven, pero su predicación era madura y profunda.
Su energía, su voz y su capacidad oratoria le dieron mucha reputación, lo que hizo que un año y medio después de convertirse en pastor, y con tan solo 19 años, lo invitaran a Londres a predicar en la histórica Capilla New Park Street. La congregación que tenía sólo 232 miembros quedó tan impresionada con la predicación de Spurgeon que votó para que el joven predicador se quedara enseñando allí durante otros seis meses. Lo paradójico es que Spurgeon nunca creyó que la congregación se encariñaría con él, así que pidió que solo le aceptaran la invitación por tres meses.
Sin embargo, Spurgeon se quedó el resto de su vida en Londres, y la pequeña iglesia que lo invitó a predicar por medio año, se convirtió, bajo su liderazgo, en una iglesia con más de 5.600 asientos. Esta iglesia sería la congregación protestante más grande del mundo en la época.
El gran predicador
Tan pronto como empezó a predicar en Londres, empezó a ser invitado por todo el país. Ninguna iglesia parecía ser capaz de acoger a la gran cantidad de gente que venía a ver al predicador del momento. Habló en los mejores salones de Londres y a los públicos más diversos.
Aunque este éxito vino cargado de controversia. Debido a su popularidad, sus sermones eran publicados en diarios tan importantes como el London Times y hasta en el New York Times, lo que lo ponía en el centro del debate público. Los protestantes más conservadores criticaban su estilo dramático al contar historias de niños moribundos o pecadores arrepentidos; criticaban el hecho de que caminara en la plataforma o que usara el drama para ilustrar sus sermones. Algunos lo llamaban "el demagogo de Exeter Hall" y "el púlpito bufón".
Enfoque en el evangelio
Pero no solo fue su forma de predicar, sino también sus convicciones las que crearon controversia. Él nunca se acobardó a la hora de predicar la verdad, su mensaje era claro y directo. Un día, predicando sobre Hechos 26:28 dijo:
"Casi persuadido de ser cristiano es como el hombre que fue casi indultado, pero fue ahorcado; como el hombre que casi fue rescatado, pero se quemó con su casa. Un hombre que está casi salvado está condenado".
Spurgeon era ante todo un predicador, y en ese papel era insuperable. Su originalidad al predicar radicaba en su combinación de doctrina conservadora y un estilo actualizado. Tenía una gran habilidad para sentir el pulso de su tiempo, y para saber, casi instintivamente, cómo llegar a la gente común en un lenguaje que podían entender con toda claridad. Entendió bien la sofisticación de la iglesia establecida y su irrelevancia. Cuando se trataba de anunciar el evangelio de manera relevante a la gente común, Spurgeon era un maestro. Era un reflejo de George Whitefield.
Los sermones compilados de Spurgeon durante su ministerio en el Tabernáculo Metropolitano llenan 63 volúmenes. Las casi 25 millones de palabras de los sermones son equivalentes a los 27 volúmenes de la novena edición de la Enciclopedia Británica. La serie se erige como el mayor conjunto de libros de un solo autor en la historia del cristianismo.
Spurgeon creía en la oración. Cuando la gente caminaba por el Tabernáculo Metropolitano, Spurgeon los llevaba a una sala de oración en el sótano donde la gente siempre estaba de rodillas intercediendo. Siempre decía al respecto: "Aquí está el poder de esta iglesia”.
Ciertos temas despertaban en Spurgeon un profundo fervor. Siempre tuvo unas fuertes posiciones en contra del catolicismo, atacaba el ritualismo y la hipocresía de las iglesias de la época, y defendía con valentía sus posiciones conservadoras frente al modernismo. Durante esta época, muchos pastores y teólogos empezaron a cuestionar sus propias creencias tan pronto el darwinismo se empezó a volver popular. Spurgeon creía que al mover temas fundamentales de las Escrituras, los ministros se alejarían del evangelio y se llevarían por delante a sus fieles, lo que eventualmente sucedió.
Un gran corazón
Sin embargo, el aporte de Spurgeon fue mucho más allá de su predicación y de la iglesia. Este gran hombre murió pobre, entre otras cosas porque siempre procuró quedarse con poco, porque daba mucho a los que tenía su alrededor. Cuando su iglesia se mudó de ubicación, él mismo aportó una gran suma de dinero, además de financiar la restauración de la anterior locación.
No se puede pasar por alto decir que Spurgeon fundó sesenta y seis ministerios con el dinero generado por las ventas de sus libros y predicaciones. Estos ministerios incluyeron dos orfanatos, un fondo para libros, recolección de ropa, varios asilos, escuelas dominicales para los ciegos y niños, ministerios para los policías y mujeres de la calle, entre muchos otros más.
Aportó la mayoría del dinero para la construcción del Pastor’s College, abierto en 1855, y que continúa funcionando hasta nuestros días. Allí ayudaba a los estudiantes necesitados y aportaba para el sostenimiento del lugar. También daba constantemente para el ministerio de vendedores ambulantes, quienes vendían literatura cristiana a los pastores de toda Inglaterra.
Spurgeon también ayudaba espontáneamente a sus amigos y familia. Siempre que descubría que uno de sus familiares estaba batallando financieramente, le enviaba dinero. Sus últimas cartas revelan que envió dinero, comida, y regalos a sus padres durante toda su vida.
El ocaso
Podríamos decir que, como predicador, Spurgeon lo tenía todo, excepto buena salud. Sufría constantemente de diversas dolencias y a veces sufría de graves episodios de depresión. También tenía gota reumática, lo que finalmente le quitó la vida a la edad de 57 años.
Cuando se considera el gran corazón de Spurgeon, su exposición bíblica del evangelio, su relevancia cultural, su estilo apasionado y la elocuencia de su predicación, no es de extrañar que se le llame hoy “el príncipe de los predicadores”.
Predicó su último sermón en junio de 1891 y murió seis meses después.
Cuando Charles Spurgeon murió el 31 de enero de 1892, Londres se puso de luto. Cerca de 60,000 personas vinieron a rendirle homenaje en el Tabernáculo Metropolitano. Alrededor de 100.000 salieron a las calles mientras un desfile fúnebre de dos millas de largo siguió a su carroza fúnebre desde el Tabernáculo hasta el cementerio. Las banderas ondearon a media asta y las tiendas y los pubs estuvieron cerrados.
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