Billy Sunday fue un exjugador de béisbol que transformó su fervor por el béisbol en pasión por el evangelismo. Pasó de ser jugador profesional a predicador itinerante y encarnó el espíritu dinámico de un Estados Unidos en transformación. Su energía en el campo se trasladó al púlpito, donde su estilo teatral y su mensaje reflejaron la tensión entre modernidad y fe. En él convergieron el deporte, la religión y la cultura popular, de forma que se convirtió en una ventana única para comprender cómo la nación combinó el espectáculo y la espiritualidad en los albores del siglo XX.
Una carrera atlética prometedora
William Ashley Sunday, más conocido como ‘Billy’ Sunday, nació el 19 de noviembre de 1862 cerca de Ames, una ciudad en Iowa, Estados Unidos. Su padre falleció poco después de su nacimiento, lo que llevó a su madre a regresar a la casa de sus padres. Tiempo después volvió a casarse, pero su nuevo esposo abandonó a la familia. Ante la pobreza extrema, su madre decidió dejar a Billy y a su hermano mayor en un orfanato.

A partir de sus 12 años, Billy recibió en ese lugar una buena educación, disciplina y entrenamiento deportivo. Se destacó especialmente por su agilidad y rapidez en el atletismo. Luego de salir del orfanato, se fue a Ames en 1876 y más tarde se mudó a Nevada, donde comenzó su carrera como beisbolista profesional.
Aunque nunca fue un bateador estrella, Billy sobresalió por su velocidad en las bases y su desempeño en el campo externo. En la temporada de 1888 alcanzó 71 bases robadas, terminando tercero en la Liga Nacional. Sin embargo, en 1891, cuando tenía 29 años, él mismo le puso fin a su carrera deportiva al aceptar un cargo como secretario asistente en la Young Men’s Christian Association (YMCA) de Chicago. Esto marcó un punto de inflexión en su vida.

No obstante, en un sentido específico, no dejó el béisbol atrás del todo: su experiencia allí le sirvió especialmente para conectar con audiencias masculinas. Incorporó metáforas deportivas y un lenguaje dinámico a su estilo de predicación, lo cual evocaba de forma muy clara su vida atlética.
La conversión de Billy Sunday probablemente ocurrió hacia 1886, tras escuchar a un equipo del Pacific Garden Mission en una esquina de Chicago. Empezó a asistir a sus reuniones y luego a congregarse en la Iglesia Presbiteriana Jefferson Park, de la cual se hizo miembro e incluso llegó a ser anciano. Allí dio sus primeros pasos como predicador y maestro. Cuando abandonó el béisbol, se dedicó a tiempo completo al ministerio cristiano.

En 1893, se asoció con el pastor y evangelista presbiteriano Wilbur Chapman, de quien aprendió el arte de las campañas evangelísticas, y tres años después realizó una él mismo por primera vez en Garner, Iowa. Desde entonces, fue reconocido por su estilo sencillo, directo y enérgico, a menudo teatral, con un fuerte énfasis en el arrepentimiento y en el cambio de vida. En 1903, fue ordenado ministro presbiteriano en Chicago.
A pesar de su afiliación denominacional, no se limitó a ese sector en específico, sino que se movió con libertad dentro del amplio movimiento evangélico de su tiempo. Así se consolidó como una figura central en el avance del evangelismo estadounidense del siglo XX.

Ministerio de predicación
Con su conversión consolidada y su ministerio en marcha, Sunday experimentó un crecimiento notable a partir de 1908. Sus campañas evangelísticas se hicieron cada vez más grandes y organizadas, centradas en ciudades estratégicas. Además, su esposa desempeñó un papel clave en la administración y logística de las cruzadas.
Es importante considerar el contexto en el que Sunday desarrolló su ministerio. Entre los siglos XIX y XX, la industrialización transformó la estructura social de los Estados Unidos: no solo impulsó el crecimiento de la clase obrera, sino que también cambió las dinámicas familiares y comunitarias. La urbanización, varias reformas políticas y el surgimiento del consumo masivo reconfiguraron tanto la sociedad como la espiritualidad, pues se exacerbaron ídolos como el ocio, el dinero fácil y la avaricia.

El mensaje de Sunday era un llamado al arrepentimiento en un tiempo en que el pecado comenzaba a institucionalizarse como estilo de vida. Predicar sobre santidad y obediencia en medio de aquellos excesos y vicios se convirtió en un desafío, pero él estaba firme en sus convicciones. Incluso se vinculó al movimiento de la templanza, que promovía la abstinencia del alcohol. Al mismo tiempo, el llamado de Dios en su vida adquirió una relevancia especial: su historia personal y su ministerio reflejaban —y aún lo hacen hoy— cómo la fe puede encarnarse en tiempos de cambio.
Su pasado deportivo fue un recurso eficaz para captar la atención de las masas. Empleaba un lenguaje accesible y ejemplos del béisbol que conectaban con la experiencia popular. Su predicación combinaba frases contundentes, imágenes vívidas y gestos teatrales: saltaba del púlpito, corría por la plataforma y se deslizaba en el suelo para ilustrar el arrepentimiento.
Billy siguió la línea del evangelismo popular norteamericano inaugurado por Dwight L. Moody, adaptando su modelo de campañas urbanas masivas a una cultura más moderna y visual. Décadas después, Billy Graham reconocería esa herencia, afirmando que su propio ministerio se nutría de la tradición de Moody y Sunday. Así, Billy Sunday se convirtió en el eslabón entre la piedad urbana del siglo XIX y el evangelismo mediático del siglo XX.

A partir de 1896, inició sus propias campañas en pequeñas ciudades del Medio Oeste, a las que denominó “Kerosene Circuit” (Circuito de queroseno), porque muchas aún no tenían electricidad. En las urbanas, que eran más grandes, reunió a decenas de miles de personas. En Boston se registraron 55.000 asistentes en un día y 70.000 al siguiente. En Nueva York, se estimó que 98.000 personas respondieron a su llamado.
Su sermón más famoso, Booze, or Get on the Water-Wagon (Bebe alcohol o súbete al carro de los abstemios), fue pronunciado durante la era de la prohibición o ley seca en EE.UU. Con un tono vehemente y teatral, atacó el alcohol como raíz de la decadencia social y familiar. Una de sus frases más conocidas fue: “Soy el enemigo jurado, eterno e intransigente del tráfico de licor. He luchado y seguiré luchando contra ese maldito, sucio y podrido negocio con todo el poder que tengo”.

Además, durante la Primera Guerra Mundial (1914–1918), Billy Sunday adaptó su predicación al clima social y político que sacudía a los Estados Unidos. Su mensaje, ya de por sí vehemente y nacionalista, adquirió un tono aún más combativo, en el que la fe y el patriotismo se entrelazaban como virtudes inseparables. Predicaba que un país lleno de hombres sobrios, piadosos y obedientes a la Palabra sería invencible. En ese sentido, sus campañas evangelísticas se convirtieron también en actos de movilización cívica.
Pero Billy no solo llamaba al arrepentimiento individual, sino a la santidad colectiva, pues interpretaba el conflicto bélico como una prueba del juicio divino sobre las naciones. En sus sermones, exhortaba a “mantener limpia la bandera”: instaba a los cristianos a luchar contra el pecado con el mismo fervor con el que los soldados combatían en los campos de batalla europeos. Para él, la disciplina espiritual era el paralelo perfecto del esfuerzo militar. Quien vivía en pecado, decía, debilitaba la causa nacional.
Esas ideas resonaron profundamente en una sociedad que veía el patriotismo como deber sagrado, y convirtieron a Sunday en un portavoz del cristianismo patriótico de su tiempo. Su fervor por la causa americana lo llevó incluso a participar en campañas de bonos de guerra, donde su oratoria se usó para recaudar fondos con argumentos morales y religiosos.

El evangelista más influyente
Si bien muchos recibían sus ideas con gran apertura, su postura también generó tensiones teológicas y éticas. Muchos le reprocharon haber confundido el Reino de Dios con el proyecto político estadounidense. ¿Hasta qué punto su identificación del Evangelio con la causa nacional desvió la atención del mensaje central de Cristo? ¿Era legítimo afirmar que la guerra era un instrumento divino de purificación moral? Su predicación en este periodo dejó en evidencia la dificultad de mantener una fe profética en medio de un discurso patriótico dominante.
Pero, a pesar de las críticas, su influencia fue innegable. Movilizó a miles de ciudadanos hacia una fe activa, exaltó la moralidad pública y encendió una llama espiritual en un tiempo de incertidumbre. No obstante, también nos deja una advertencia: cuando al Evangelio se le enlaza demasiado con el poder político o militar, se corre el riesgo de diluir su esencia redentora.

Billy Sunday murió el 6 de noviembre de 1935, en Chicago, a los 73 años, a causa de un infarto. Su funeral y entierro se realizaron en el Forest Home Cemetery de Forest Park, Illinois. Se calcula que predicó cerca de 20.000 sermones entre 1896 y 1935.
Es recordado como el evangelista de masas más influyente antes de la era de la radio y la televisión. Su estilo, organización y relación con la cultura popular dejaron una huella profunda en los predicadores que vinieron después, especialmente en Billy Graham. Sin embargo, su legado plantea interrogantes importantes: ¿qué tan profundas fueron las conversiones que promovió? ¿Qué tipo de acompañamiento espiritual y discipulado se ofrecía a los nuevos creyentes?
Varias enseñanzas surgen del ministerio de Billy Sunday. La primera fue su énfasis en la urgencia del Evangelio: insistió en el nuevo nacimiento, el arrepentimiento inmediato y la decisión pública como señales visibles de la obra de Dios. No obstante, ¿el fervor emocional habrá conducido a conversiones superficiales?

La segunda enseñanza fue la unión entre fe y vida pública. Sunday no limitó su mensaje al púlpito; abordó temas morales y sociales, recordando que el Evangelio tiene implicaciones prácticas para la vida cotidiana. La tercera fue su habilidad para contextualizar el mensaje. La utilización de metáforas deportivas, lenguaje sencillo y dramatismo para hablarle al hombre común de su tiempo es una invitación para que los predicadores actuales piensen en sus oyentes y adapten el mensaje, siempre manteniendo su esencia.
Por último, su método nos advierte sobre el riesgo de confundir éxito numérico con profundidad espiritual. La eficacia en masa no garantiza madurez cristiana; el propósito del Evangelio sigue siendo formar discípulos, no solo reunir multitudes.

Billy Sunday fue un hombre complejo: atleta profesional, evangelista apasionado, activista moral y pionero del evangelismo masivo. Su teología conservadora, su estilo moderno y su legado perduran en la historia del cristianismo estadounidense.
Como cierre, cabe dejar algunas preguntas abiertas: ¿hasta qué punto el estilo apasionado y teatral de Billy Sunday fortaleció o distorsionó el mensaje del Evangelio? ¿Se le puede considerar un precursor del evangelismo mediático actual? ¿Cómo pueden nuestras profesiones influir en nuestra labor evangelística? ¿Su lucha contra el alcohol cayó en un moralismo superficial? ¿Qué otras enseñanzas ofrece su vida a quienes predican en esta era digital? ¿Es posible predicar con fervor nacional sin caer en idolatría política? ¿Cómo puede la Iglesia hoy discernir entre la defensa del bien común y la manipulación religiosa del patriotismo?
Referencias y bibliografía
Billy Sunday | Encyclopedia Britannica
Sunday, William Ashley (Billy) - David R. Goldfield (ed.) | Encyclopedia of American Urban History
Billy Sunday, Evangelist (1980) de Robert P. Muhlbach | Society for Baseball Research Journal
Billy Sunday Research Starters | EBSCO
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