Las apps de citas están en auge. Según cifras de las propias compañías dedicadas al rubro, a nivel mundial ha crecido un 15% la cantidad de usuarios de estas aplicaciones durante todo el año 2020 1. El contexto de aislamiento sin duda ha jugado un papel clave en este aumento, pero las apps de citas ya tenían un gran desarrollo antes de la pandemia.
¿Qué es una dating app?
Las aplicaciones de citas en línea son un servicio que permite conectar personas a través de sus teléfonos móviles, que desde sus inicios en 2012 no han parado de crecer. En ellas, cada usuario genera y construye un perfil para darse a conocer, a la misma vez que puede conocer y evaluar los perfiles de otras personas. Gracias a un algoritmo que gestiona estos perfiles según información específica (edad, localización, género, altura, etc.), se ponen en contacto usuarios que tengan tipos de coincidencias. También los algoritmos tratan de “matchear” entre sí a los perfiles que acumulen más “likes” de otros, e intenta unir las personas con la misma cantidad de rechazos.
Aunque existan diferencias entre una aplicación y otra, puede decirse que todo el mecanismo se trata de un mercado donde cada usuario evalúa y es evaluado, y con todo ese conjunto de datos es procesado para poner en contacto a perfiles lo más “similares” posibles. El algoritmo se nutre de la interacción constante y los expertos detrás de las apps trabajan continuamente para retocar y relanzar la fórmula matemática. Pero, ¿cómo es posible que esta nueva forma de conocer parejas tenga tanta aceptación hoy?
Contexto de “revoluciones”
Hasta la década de los 90, la forma de encontrar pareja dependía del contacto de amigos, familia, o en el ambiente de trabajo y/o estudio. Este círculo de relaciones, más o menos cercanas, era determinante para conocer personas con potencial amoroso. Espacios sociales, como bares y restaurantes, también eran de los más frecuentes. Muy pocos se animaban a buscar pareja sin tener algún tipo de vínculo previo que los pusiera en contacto.
Pero desde el nuevo milenio, las cosas han cambiado drásticamente. Cada vez más personas conocen y eligen a sus parejas por fuera de sus círculos de contactos, prefieren una total ausencia de vínculos. Las apps de citas se han vuelto los únicos mediadores para iniciar estos tipos de relaciones. Un estudio de 2017 2 aseguraba que las dating apps son la segunda forma más popular de encontrar pareja, luego del contacto por amigos en común. La familia, los espacios sociales y los vínculos por estudio o trabajo han perdido fuerza como lugares para formar vínculos amorosos.
Dos grandes factores son claves para comprender que este fenómeno sea posible: la revolución tecnológica y la revolución sexual. La primera es la más obvia, ya que se trata de parejas formadas mediante apps de telefonía móvil. Los avances de las formas de comunicación (mensajería, videollamadas, mensajes de voz, etc) y la velocidad e instantaneidad de las conexiones hacen que las apps sean opciones atractivas. Sin esta capacidad tecnológica sería muy difícil establecer relaciones con tanta profundidad afectiva.
Los primeros espacios digitales fueron los chat grupales que solo contaban con texto y algunos recursos más. Pero los chats fueron perdiendo terreno frente a las apps, a medida que las computadoras de escritorio perdían terreno ante los dispositivos móviles. A medida que la tecnología permitía una comunicación más expresiva, también facilitaban los gestos afectivos y sentimentales. Los smartphones, las aplicaciones y las redes sociales fueron modificando la subjetividad y la conducta de los usuarios, a tal punto que mantener un perfil virtual hoy es tan importante como cuidar la higiene y apariencia presencial. La tecnología ha influido en esta ampliación de la identidad social: El perfil online es parte de la identidad misma del individuo.
Este efecto de la tecnología sobre la subjetividad se aplica tanto a los perfiles en redes sociales, como a los usuarios en las dating apps, pero esta transformación de la subjetividad no explica el auge de las citas amorosas online. Es que además de las transformaciones en cuanto a la expresión individual, también fue necesario un cambio a nivel social, específicamente en cuanto a lo moral.
Desde la segunda mitad del siglo XX, la sexualidad pasó de comprenderse como primordialmente reproductiva a principalmente placentera. Esta “libertad sexual” fue posible gracias a los avances de los métodos anticonceptivos, los movimientos feministas y las teorías sociales críticas, la globalización y el progresivo abandono de la moral sexual cristiana. La vida íntima fue reclamada para ser vivida con total autonomía individual, por fuera del mandato social de procreación y la conformación de familias. Esta nueva sexualidad se construyó al ritmo y conveniencia de los intereses individuales. En este contexto de flexibilidad moral y sexual, internet brindó los espacios para hacer posible la demanda por vínculos instantáneos y remotos, sin el desgaste emocional y afectivo que suelen tener las relaciones tradicionales.
Estas transformaciones tecnológicas y morales prepararon el terreno para que los individuos acepten la posibilidad de establecer contactos amorosos en línea. Las aplicaciones permiten cultivar afecto con un total desconocido, sin demandas ni compromisos, pudiendo satisfacer deseos puntuales sin tener que asumir responsabilidad por las consecuencias.
Los peligros
Aunque existen estudios a favor y en contra del uso de aplicaciones para citas amorosas, se pueden citar tres grandes peligros de su uso, abordados desde una perspectiva cristiana.
Atomización del individuo
El término proviene de la sociología y hace referencia al aislamiento del individuo frente a una sociedad cada vez más anónima y distante. Sin los lazos y vínculos de sus pares, cada individuo toma decisiones según sus intereses, incapaz de medir el impacto en otros y sin nutrirse de la experiencia de los demás. La atomización es una característica de las sociedades tecnológicamente avanzadas, y las apps de citas potencian este fenómeno.
En estas aplicaciones, la construcción y gestión del perfil se concibe como una actividad aislada, donde cada individuo se auto-define, se autodescribe. Cada quién confecciona un relato de sí mismo, y pretende que esa “autodefinición” sea tomada como verdadera. Pero lo cierto es que, como seres sociales, las personas son lo que son en relación a otros y construyen su personalidad en sociedad. No es cierto que se pueda conocer una persona solamente por una breve descripción autorreferencial, construida al antojo y decisión propia. La mejor forma de conocer a alguien es en las interacciones diarias, en la vida real donde se expresa la identidad naturalmente.
Justamente por esta dimensión social de los individuos, resulta peligroso conocer a alguien de forma aislada. No solo porque las autodefiniciones pueden ser engañosas, sino también porque las decisiones se toman sin el consejo o el acompañamiento de otros. En estas apps, los individuos aislados deciden con quien conversar y con quien no, basados únicamente en sus gustos, intereses y opiniones aisladas. La opinión individual se transforma en la única autoridad para elegir una posible pareja amorosa.
El peligro de la atomización hace referencia a que, en las apps de citas amorosas, cada individuo se autodefine y toma decisiones por sí mismo, decisiones con un alto potencial para producir heridas emocionales. Los consejos de padres y familiares, de amigos y seres queridos, desaparecen por completo. Este aislamiento es contrario a la enseñanza bíblica, pues la salvación de los individuos significa la inserción de estos salvos a una familia. Cada cristiano es un miembro, una parte, dentro del cuerpo de Cristo. Este diseño divino permite guiar las decisiones y elecciones personales según el sabio consejo de otros creyentes. La iglesia local es de vital importancia a la hora de tomar decisiones sobre la vida amorosa, al estar rodeado de consejeros. Pero las apps de citas románticas son el lugar perfecto para ser sabios según la propia opinión.
Hiper-racionalismo
También sucede que estas decisiones aisladas son tomadas racionalmente, para conseguir un objetivo muy puntual: atracción afectiva. Cada foto elegida, cada frase y cada descripción está pensada con esa intención. Los usuarios se desenvuelven estratégicamente, controlando cada interacción para el logro de este objetivo.
También la elección de una potencial pareja es totalmente racional. Cada usuario evalúa los candidatos disponibles, descartando a quienes no sean de su interés y puntuando a quienes sí. Queda lejos toda visión orgánica, desaparecen los imprevistos propios del amor. Un algoritmo recoge las decisiones de cada usuario, procesa los datos y pone en contacto los perfiles que sean estadísticamente más similares.
Dentro de la app de citas, todo se reduce a buscar una pareja y cada usuario dirige sus pasos con ese objetivo en mente. Pero la visión cristiana enseña que cada creyente vive para la gloria de Dios y bajo Su providencia. No es pecado desear casarse, ni buscar pareja porque las familias son parte del diseño divino, pero es peligroso hacer de ese deseo el sentido de la vida. Hallar pareja depende de la voluntad de Dios, agradable y perfecta, quien dirige todas las cosas para el bien de sus hijos. La ética cristiana incluye la sumisión a la voluntad divina y la humildad que viene de no poder controlar todos los aspectos de la vida. Las apps de citas dan la sensación de que podemos controlar las variables para provocar una vinculación “perfecta”.
El privilegio de las apariencias
Por último, las aplicaciones de citas románticas promueven las apariencias. Según un estudio realizado en Tinder, todos los perfiles exhiben tres tipos de atributos, en diferentes medidas. En primer lugar, bienes materiales y económicos. Los viajes, restaurantes caros y una vida hedonista son rasgos deseables que se exhiben como marcas de poder adquisitivo.
En segundo lugar, los atributos que tienen que ver con la formación profesional y el capital cultural. La referencias artísticas, el consumo de productos prestigiosos y el conocimiento de ciertos productos culturales: películas o series de culto, música específica, etc. Este capital cultural otorga cierta “altura” o prestigio en los usuarios, al ser rasgos de una supuesta superioridad moral y cultural.
Por último, están los atributos asociados a los estándares deseables de lo físico y lo atractivo. La principal mercancía en exhibición es el cuerpo mismo.
Las apps de citas promueven el deseo de los ojos, el deseo de la carne y la vanagloria. Lo superficial es considerado valioso; las cosas pasajeras por sobre las virtudes y la vida piadosa. En ese sentido, la moral que promueven estas apps son una continuación de la moral postcristiana, o mejor dicho, una exacerbación. Lo superficial y el culto a las apariencias encuentran en estos espacios virtuales el ambiente propicio para su cultivo.
La soledad como consecuencia
Las apps de citas no son el mejor lugar para conocer a una potencial pareja. Los cristianos son llamados a formar familia bajo la dirección y el consejo de otros creyentes maduros, no aislados. Tampoco las lógicas superficiales e híper-racionalistas son confiables para conocer a otras personas de manera genuina. Las apps se prestan para el engaño, la vanidad y el erotismo, cosas de las cuales los jóvenes cristianos deben huir.
Por último, las apps de citas ofrecen un engaño que promueve la soltería egoísta. Muchos psicólogos sociales han señalado que existe una “paradoja de la elección” que afecta a muchos solteros actuales. Las apps de citas ofrecen un gran mercado, infinito en apariencia, de potenciales parejas amorosas que termina por bloquear la capacidad de compromiso a largo plazo. Los solteros tienen la sensación de que se están perdiendo de experimentar otras posibles relaciones; cuanto más opciones tienen, menos atención y compromiso dedican a cada interacción, y menos capacidad de decisión hay. Es usual que los usuarios de dating apps mantengan hasta cinco interacciones distintas.
Resulta irónico que las apps pensadas para conocer gente en realidad promueven el descarte de personas, la falta de compromiso y las relaciones efímeras. Al final, uno puede llegar a sentirse aún más solo que al principio.
REFERENCIAS
1- Meisenzahl, M. (2020) https://www.businessinsider.com/tinder-hinge-match-group-dating-apps-more-users-coronavirus-2020-8
2- Hergovich, P. y Ortega, J (2017) The strength of the absent ties: social integration via online dating.
FUENTES
Hergovich, P. y Ortega, J (2017) The strength of the absent ties: social integration via online dating.
Linne, J y Fernández Lopez, P. (2019) En búsqueda del match perfecto. Perfiles, experiencias y expectativas socioafectivas de jóvenes en torno a Tinder. Última década, N°51, p 96-122.
Palumbo, M. (2018) ¿Qué hay detrás de un match? Reflexiones sobre la afectividad en la virtualidad posmoderna. Revista Épocas, N° 6.
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