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Quizás las palabras “alfa y omega” les suenan familiares a la mayoría de cristianos, pero su procedencia y, por lo tanto, la razón por la que se usan, no necesariamente son conocidas. En el libro de Apocalipsis se emplearon como un título para el Padre, Cristo y el Espíritu Santo, seguido de las frases “el principio y el fin” o “el primero y el último”, y precisamente ese es su significado.
Alfa (Α o α) y omega (Ω o ω) representan los caracteres inicial y final, respectivamente, del alfabeto griego. El hecho de usarlas es similar a cuando los hispanohablantes decimos que algo va de la A a la Z para expresar integridad o totalidad. Esta combinación de letras se emplea habitualmente como emblema cristiano y, con frecuencia, se fusiona con otros símbolos como la cruz o el chi-rho (crismón), un anagrama que representa a Jesucristo.
La lengua griega y sus variaciones
El griego antiguo surgió alrededor del siglo IX a.C., tras la caída de la civilización micénica. Evolucionó a partir de varios dialectos arcaicos que se hablaban en distintas regiones de la Hélade (hoy, Grecia), como el eólico, el dórico, el jónico y el ático. Sus primeros registros escritos se hicieron en el sistema lineal B, que en un inicio se utilizó para plasmar la lengua micénica.
Luego, el griego sufrió cambios significativos, como la introducción del alfabeto, y se convirtió en la lengua clásica que se conoce hoy. Se usó para escribir obras de literatura, filosofía y ciencia durante el periodo clásico (ss. V al IV a.C.), como las de Sócrates, Aristóteles, Eurípides, Sófocles y muchos más.
En el periodo helenístico, después de la muerte de Alejandro Magno, surgió el griego koiné como una forma simplificada del clásico: era una lengua común, o lingua franca en latín, para los pueblos de todo el Mediterráneo oriental. Era más accesible, sencilla y original que el griego antiguo, por eso comenzó a emplearse en la cotidianidad y terminó siendo la lengua estándar del Mediterráneo durante varios siglos, incluyendo el periodo de escritura de la Septuaginta y del Nuevo Testamento, que se escribieron en koiné.
Origen de alfa y omega
No está del todo claro, pero se cree que la letra griega alfa (Α, α) deriva de la fenicia aleph, que representaba un buey o una vaca. Su forma evolucionó con el tiempo, pasando de una “V” invertida a una forma más redondeada, similar al grafema actual. Además, le dio origen a la “A” latina.
En cuanto a omega (Ω, ω), se cree que deriva del carácter fenicio ayin, que representaba un ojo. Su forma ha cambiado con el tiempo: en algún momento se asemejó a una gran “C” con una línea vertical que la atravesaba. Al principio, solo se empleaba en el dialecto jónico; se introdujo en el alfabeto griego estándar más tarde que la alfa, hacia el siglo VIII a.C. Ahora también se utiliza en otras lenguas que tienen los alfabetos cirílico y latino como sistemas de escritura.
Su origen como un símbolo cristiano
Según algunos manuscritos antiguos, el primer uso escrito conocido del título “Alfa y Omega” se encuentra en el Nuevo Testamento. En concreto, el libro de Apocalipsis se refiere así tanto a Jesús como al Padre en las citas 1:8, 21:6 y 22:13, en donde aparece la siguiente frase en griego koiné: “ἐγώ εἰμί τὸ Ἄλφα καὶ τὸ Ὦ”. En el 21:6 y el 22:13, “Yo soy el Alfa y la Omega” tiene a continuación una cláusula explicativa: “el principio y el fin”. Esta expresión es similar a una que aparece en Isaías 44:6, en la que el Padre se identifica como “el primero” y “el último”.
¿Cuál es su significado?
En la teología cristiana, la expresión “el Alfa y la Omega” se interpreta en el sentido de la naturaleza eterna de Jesucristo o de Dios. En Barnes Notes on the New Testament (1974), su autor señala que no puede establecerse definitivamente si el escritor pretendía referirse a Jesús específicamente o a Dios de forma más general. De hecho, muchos comentaristas y diccionarios les atribuyen el título a ambos.
La mayoría de las denominaciones cristianas también aceptan la idea de que “el Alfa y la Omega” se aplica tanto a Dios y a Jesús, como al Espíritu Santo, es decir, se considera una expresión de la doctrina de la Trinidad, que postula que Dios existe como tres personas en una naturaleza divina. Al atribuir el título en cuestión a cada una de las personas de la Trinidad, se refuerza la idea de su naturaleza eterna y se subraya su unidad divina.
Constantino
Los primeros cristianos reutilizaron dos abreviaturas de escritos no religiosos y les otorgaron un significado. La primera estaba formada por dos caracteres del alfabeto griego: la letra tau, que se asemeja a un signo más (+) o a una cruz en forma de T, tenía su barra vertical curvada en la parte superior para crear la letra rho, formando una abreviatura para las palabras que comienzan con “tr”.
Esta combinación tau-rho aparece en los escritos cristianos del 175 al 225 como la ortografía de las palabras griegas para “cruz” y “crucificar”, o staurós y stauróo, respectivamente. Como los creyentes asociaron la tau con la cruz, la rho superpuesta pudo haber representado la cabeza de Cristo, haciendo de la tau-rho la primera representación visual de la crucifixión.
La segunda abreviatura que adoptaron fue el monograma chi-rho, que consiste en la letra griega chi, con forma de X, atravesada por la letra rho. Este sirvió como símbolo de Cristo (Christos) en los escritos. En 312, el emperador Constantino hizo marcar el chi-rho en los escudos de sus soldados romanos, según el escritor primitivo Lactancio, seguidor de Jesús. Eusebio, otro autor cristiano primitivo, informó que el emperador hizo colocar el emblema en un estandarte militar.
Tras la victoria de Constantino, la cruz chi-rho, a menudo emparejada con los caracteres alfa y omega, se convirtió en el símbolo omnipresente del cristianismo e hizo innecesarios los demás.
Arte cristiano
El uso de los símbolos de “el Alfa y la Omega” en el arte y la literatura cristianos se remonta a los primeros siglos. A menudo se ponían en representaciones de Jesús o de la Trinidad. También se emplearon en sellos personales, monedas y en la arquitectura cristiana primitiva, como en el suelo de las basílicas y en las puertas de las catacumbas.
Después de la muerte de Cristo, los primeros creyentes se abstuvieron de crear imágenes explícitas de la crucifixión durante aproximadamente 400 años. Una explicación teológica es que enfatizaron más en la resurrección, pues los romanos ejecutaron en cruces a una gran cantidad de personas, pero solo una resucitó. No obstante, las alusiones a la resurrección eran relativamente raras.
Un símbolo permanente
Yuxtapuestas, las letras alfa y omega han sido durante mucho tiempo un símbolo en la religión cristiana, pues aparecieron en las catacumbas romanas. En las cruces de metales preciosos, conocidas como gemmatae, las han presentado como colgantes (pendilia). El escudo de Asturias, basado en la Cruz de la Victoria asturiana, es un ejemplo de ello.
A las letras alfa y omega se les ha dado un uso más frecuente en el arte cristiano occidental que en el ortodoxo oriental. A menudo se representan a izquierda y derecha de la cabeza de Cristo, a veces incluso dentro de su aureola, en lugar del cristograma comúnmente empleado en el arte ortodoxo. Su uso se ha convertido en una parte importante de la iconografía cristiana y ha servido como poderoso recordatorio de la naturaleza eterna del Padre, de Jesucristo y del Espíritu Santo.
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