Zacarías Ursino (Zacharias Ursinus en latín) nació en el año 1534 en la ciudad polaca de Breslavia. Desde pequeño mostró interés por el estudio y la religión, y a los 16 años de edad (en 1550) se mudó a la ciudad de Wittenberg para iniciar sus estudios universitarios con la ayuda económica del gobierno local de Breslavia. Su tutor académico en la Universidad de Wittenberg fue el conocido reformador Felipe Melanchthon (1497-1560). Sus estudios allí en literatura, filosofía y teología duraron unos 7 años, y fue sobresaliente en todos. El venerable Melanchthon lo llamó un joven de “sana erudición” y “sincera piedad”.
Al terminar sus estudios, en el año 1557, emprendió un viaje por Europa para añadir experiencia a su conocimiento. Estuvo en Worms, Heidelberg, Basilea, Estrasburgo, Lausana, Ginebra, París y Zúrich. En este viaje conoció a reformadores como Johannes Brenz (1499-1570), Enrique Bullinger (1504-1575), Pedro Mártir Vermigli (1500-1562), Teodoro de Beza (1519-1605) y Juan Calvino (1509-1564). Este último le regaló una edición de sus obras con dedicatoria incluida y le expresó sus mejores deseos. Al año siguiente (1558) fue invitado por el gobierno local de Breslavia para ser profesor del Gimnasio Isabelino (su escuela de niño/adolescente). Ursino estaba contento de servir a su ciudad natal, y su servicio fue muy bien recibido por las autoridades.
Desgraciadamente, su tiempo en Breslavia fue corto, ya que sufrió el acoso del clero luterano de la ciudad a causa de su doctrina melanchthoniana de la eucaristía, que era bastante cercana y parecida a la reformada. Ursino escribió un tratado en defensa propia que se titulaba Breve y clara suma de la verdadera doctrina del sacramento. Su postura allí reflejaba la de Melanchthon, quien aprobó el tratado diciendo que “nunca había visto algo tan brillante”. No obstante, la presión continuó por dos años, y Ursino, en aras de la paz, decidió retirarse de la ciudad y mudarse a Zúrich en el año 1560, donde se encontraban los odiados y temidos ‘sacramentarios’ (los reformados suizos), pero que para Ursino eran “hombres piadosos, grandes e ilustres”.
Ya en Zúrich continuó sus estudios bajo la tutela del ilustre Vermigli, con el que tuvo una relación de maestro-pupilo similar a la de Melanchthon. Se puede decir que este completó su formación académica y que le imprimió su carácter reformado final. La influencia de Vermigli en Ursino fue permanente, reflejándose en sus escritos, y este en agradecimiento se esforzó por promocionar los Lugares Comunes de Vermigli después de su muerte. Sin embargo, su tiempo en Zúrich también fue breve, ya que en el año 1561 se mudaría a Heidelberg, una ciudad del Palatinado alemán, siendo llevado allí por el Elector Federico III ‘el piadoso’ (1559–76). En realidad, Federico deseaba llevar a Vermigli, pero este rechazó la invitación a causa de su vejez y debilidad, y en su lugar recomendó primero al hebraísta italiano Emanuel Tremelio (1510-1580) y luego al joven pero instruido Ursino.
Estando en Heidelberg Ursino fue designado como rector y profesor del Colegio Sapiencial, una escuela-seminario para la formación de pastores y predicadores en filosofía y teología. A la vez se matriculó como estudiante de doctorado en la Universidad de Heidelberg, y un año después (ya graduado) fue designado como profesor de dogmática en la facultad de teología de dicha universidad, reemplazando al hasta entonces profesor Caspar Oleviano (1536-1587). Allí impartiría lecciones teológicas hasta 1568, cuando dejaría su puesto de profesor a Girolamo Zanchi (1515-1590).
Pero el trabajo por el que Ursino fue muy celebrado en Heidelberg fue la composición del famoso Catecismo de Heidelberg. Para ello fue designado directamente por Federico en el año 1562. El propósito del Elector era crear un documento credal que, junto con la Confesión de Augsburgo (1530), sirviera para la Academia y la Iglesia del Palatinado como una norma oficial de fe; que ayudara a poner fin a las controversias entre los luteranos radicales y los reformados, y que llevara al Palatinado hacia una corriente mixta entre el filipismo (luteranos moderados) y el zuinglianismo (reformados suizos). Federico mismo lo llamó “un curso sumario de instrucción o catecismo de nuestra Religión Cristiana, según la Palabra de Dios”.
Ursino, como el autor principal del Catecismo, aceptó esta labor y enseguida comenzó su trabajo, que, no obstante, no era nuevo, ya que antes y cerca de este tiempo compuso por su cuenta dos catecismos: el Catecismo Menor, para los niños y laicos en la iglesia, y el Catecismo Mayor, para los estudiantes en la universidad. Además, conocía bien los catecismos de Melanchthon (el Examen de los Ordenantes de 1552) y de Calvino (el Catecismo de Ginebra de 1542), siendo ambos de inspiración para el de Heidelberg. El de Calvino lo tradujo él mismo al alemán y fue, en realidad, su modelo más inmediato de inspiración. Otros catecismos, como el Catecismo Menor (1529) de Martín Lutero (1483-1546) y el Catecismo londinense (1551) de Johannes à Lasco (1499-1560) también tuvieron cierta influencia en Ursino.
La publicación del Catecismo en 1563 no se produjo sin una gran conmoción por parte del ala radical del luteranismo dirigida por Johannes Brenz (1499-1570), Jakob Andreae (1528-1590), Flacius Illyricus (1520-1575) y Tilemann Hesshuss (1527-1588), algunos de los principales teólogos del gnesioluteranismo alemán. Los ataques fueron dirigidos especialmente a las secciones del Catecismo acerca de cristología y sacramentología. Una respuesta escrita fue producida por la facultad teológica de la Universidad de Heidelberg, la cual encabezaba Ursino. Él mismo escribió varios tratados en defensa del Catecismo y, además, fue su principal expositor e intérprete, enseñándolo anualmente en la Universidad durante sus lecciones teológicas. De las notas tomadas en clase por sus estudiantes se produjo póstumamente un comentario suyo sobre el Catecismo. Su mejor estudiante, David Pareo (1548-1622), publicó la primera edición en latín en el año 1591, titulada Cuerpo de doctrina de la Iglesia Cristiana, y a lo largo de su vida se encargó de realizar y publicar varias ediciones de esta misma obra. Esta ha servido por varios siglos como la explicación oficial del Catecismo, siendo la explicación de su propio autor. Ciertamente, ha habido otros buenos comentarios, pero sin duda ninguno superará al de Ursino por su inmediatez y originalidad con respecto al mismo Catecismo.
Pero los días de Ursino en Heidelberg estaban contados. Su buen Dios estaba preparando otra aventura para él, aunque esta vez no solo, sino con la compañía de su primera y única esposa, Margaret Trautwein, con quien se casó en el año 1572 casi a los 40 años de edad y con la que tuvo un hijo: Juan Ursino. La razón fue el fallecimiento en 1576 de Federico, quien había apadrinado y apoyado a Ursino durante sus 15 años en Heidelberg. Este fue sucedido como Elector en el Palatinado por uno de sus hijos, Luis VI (1576-83), quien era un acérrimo luterano. Sus primeras decisiones políticas fueron en oposición a los teólogos reformados de Heidelberg. Ursino, junto con muchos otros teólogos y ministros, fue exiliado y buscó refugio en la pequeña ciudad de Neustadt bajo los auspicios de Juan Casimiro (1543-1592), el segundo hijo de Federico. Allí se fundó el Casimiriano, un instituto donde Ursino sería profesor de teología durante los últimos años de su vida y donde contó con compañeros de gran talla teológica como Zanchi, Franciscus Junius, (1545-1602), Johannes Piscator (1546-1625) y Daniel Tossanus (1541-1602). Su trabajo principal fue formar académicamente a los candidatos al ministerio eclesiástico. Teológicamente se dedicó a la refutación de la recién Fórmula de la Concordia (1577) y a la exposición del libro de Isaías, la cual no pudo completar a causa de una enfermedad en 1582.
Al año siguiente, con 49 años, falleció tranquilamente en su cama, dejando a su esposa e hijo de 8 años. Ese mismo año Casimiro asumió el electorado en el Palatinado, restaurando la fe reformada y continuando el trabajo de su padre Federico. Lamentablemente, Ursino no pudo presenciar esta realidad ni volver a Heidelberg a causa de su muerte. Su discurso fúnebre fue pronunciado por su amigo y colega Junius, y fue sepultado en la Iglesia de Neustadt.
Con seguridad podemos imaginar que Ursino en su lecho de muerte pensó en las palabras de la primera pregunta del Catecismo de Heidelberg: “¿Cuál es tu único consuelo tanto en la vida como en la muerte? Que yo, en cuerpo y alma, tanto en la vida como en la muerte, no me pertenezco a mí mismo, sino a mi fiel Salvador Jesucristo”. Este catecismo, y sobre todo el tema del consuelo cristiano que lo permea, es el legado de Ursino para todas las iglesias reformadas en todos los lugares y tiempos.
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