El 13 de febrero, casi 10 años después del triple desastre del 11 de marzo de 2011 que azotó el noreste de Japón, un terremoto de magnitud 7,3 sacudió la misma región.
Como una luz intermitente, regresaron los recuerdos y las emociones que se habían atenuado durante una década. Sin embargo, la réplica no fue solo un recordatorio de la devastación y las 20.000 muertes del terremoto de magnitud 9.0 de 2011 en la región de Tohoku y el tsunami de 45 pies, así como del desastre nuclear resultante en Fukushima. También llevó a la iglesia japonesa a recordar todo lo que Dios ha hecho desde entonces.
Los pastores y líderes de ministerios en Japón contaron al diario Christianity Today cómo el desastre ha dado forma a la iglesia japonesa y qué es lo que viene para el futuro, brindando una perspectiva de esperanza y urgencia para las iglesias de todo el mundo en medio de las pruebas de la pandemia y los conflictos actuales.
Sacudida y llamada la acción
Para Yoshiya Hari, el triple desastre marcó un cambio de carrera y de vida casi inmediato. En cuestión de días, el pastor de la capilla Saikyo Nozomi fue asignado para ayudar a ejecutar CRASH (Christian Relief Assistance Support and Hope), organizando y asignando los ítems de material donado y a los voluntarios que repentinamente estaban llegando a Tohoku desde Taiwán, Singapur, Filipinas, Estados Unidos y otras naciones.
“Estaba tan abrumado. Yo era solo un pastor de una iglesia local y de repente estaba aquí”, dijo Hari, también director nacional de Asian Access para Japón desde 2011. “Las noticias transmitían escenas impactantes: el tsunami, la explosión del reactor nuclear en Fukushima. Había tanto miedo y parecía que las pruebas nos golpeaban como olas que siguen viniendo y viniendo. Japón parecía estar acercándose a su fin”.
“Pero nos dimos cuenta de que la gente de todo el mundo estaba orando y enviando apoyo y nos animamos”, dijo Hari. Organizaciones como CRASH ayudaron a movilizar los esfuerzos de ayuda en Tohoku y, lo que es más importante, establecieron redes de apoyo de pastores y ministros en todo Japón que han continuado durante la última década.
“Las acciones de apoyo humanitarios tienen sus límites en el tiempo”, dijo Hari. “Pero la iglesia local tiene un compromiso permanente”.
Los pastores japoneses están de acuerdo en que, en muchos sentidos, el desastre en Japón ha sido un catalizador para un cambio positivo.
“La atmósfera espiritual ha cambiado y la gente está más abierta al evangelio”, dijo Nobuyoshi Nagai, pastor principal de la Iglesia Central de Tohoku y director nacional de Alpha en Japón. “Las iglesias de todo Japón y del mundo ahora tienen el deseo de venir a Tohoku para evangelizar y plantar iglesias. Muchas personas han aceptado a Cristo y se han establecido nuevas iglesias luego del desastre”.
“Las pequeñas comunidades en el área de desastre del noreste que habían sido notorias por su limitada receptividad al evangelio antes de 2011 ahora han reconocido la presencia e importancia de la iglesia”, dijo Takeshi Takazawa, un veterano en la plantación de iglesias que actualmente se desempeña como vicepresidente de Asian Access para iniciativas innovadoras.
“También hemos visto más conexiones dentro de Asia”, dijo Takazawa. “Por ejemplo, el movimiento Love Singapore ha adoptado Love Japan, y la iglesia filipina tiene una fuerte relación con las iglesias japonesas”.
Las iglesias en Japón también se sienten ahora mejor preparadas para abordar nuevos desastres y problemas sociales. Cuando un gran terremoto sacudió Kumamoto en 2016, los cristianos de Tohoku se conectaron de inmediato con los líderes allí para compartir sus experiencias y brindar asesoría sobre el tipo de respuesta necesaria.
Iglesias preparadas en medio de la pandemia
El COVID-19 también ha planteado desafíos para los esfuerzos de recuperación del Japón, incluido el hecho de desviar la atención del gobierno y los medios de cualquier esfuerzo de recuperación del tsunami en el noreste. Pero la iglesia ha podido usar la sabiduría adquirida después del desastre para ofrecer ayuda durante esta nueva crisis.
Los métodos de apoyo como las redes de pastores y los planes de gestión de crisis que se crearon en los esfuerzos de ayuda se reactivaron en todo el país este año para apoyar a los necesitados. El establecimiento de redes y la construcción de la confianza de la comunidad local fueron necesarios para abordar tanto el desastre de 2011 como la pandemia del COVID-19.
“Las redes que establecimos en 2011 nos permitieron compartir ideas y sabiduría en medio de la pandemia, y dado que habíamos construido confianza con la comunidad y el gobierno local después del tsunami, la gente buscó ayuda en las iglesias durante la pandemia”, dijo Yukimasa Otomo, pastor de la iglesia Bautista Bíblica de Shiogama en un pequeño pueblo pesquero entre las grandes ciudades de Sendai y Matsushima. Por ejemplo, su iglesia proporciona alimentos a quienes han perdido su trabajo o sus horas de trabajo en medio de medidas de salud pública.
“Todos los japoneses se vieron afectados de alguna manera por los desastres de 2011. Para algunos, puede ser solo un cambio superficial, pero para otros, incluidos pastores e iglesias, los desastres provocaron cambios profundos y significativos”, dijo Hari. “Oro para que la pandemia provoque cambios profundos similares en nosotros, incluyéndome a mí mismo”.
“Los cristianos japoneses están reexaminando una vez más lo que es ser un discípulo de Jesucristo debido a la pandemia”, dijo Takazawa. “La iglesia ha salido de la mentalidad de 'acoger desde dentro' para ser más misional y buscar a las personas en necesidad y ayudarlas”.
Permitiendo que los muros entre las iglesias se derrumben
Muchas personas entraron en contacto con cristianos por primera vez a través de su presencia después del desastre de 2011. En consecuencia, la iglesia japonesa aprendió a ir más allá de sus muros y a servir a las personas tanto física, como emocional y espiritualmente.
“Aprendieron que su tarea no es solo proclamar y persuadir, sino comunicar el evangelio a través de actos y satisfacer las necesidades sociales que tienen frente a ellos”, dijo Takazawa.
Este enfoque holístico del evangelio en Japón es un desarrollo emocionante que surge de las semillas del desastre, dijeron las fuentes a Christianity Today.
“Estamos comenzando a sentir una mayor conciencia de las necesidades de aquellos 'de afuera' que a menudo permanecen invisibles o no tienen tanta voz en la mesa, como las mujeres, las personas con discapacidades, los niños pequeños y adoptados, y los inmigrantes”, dijo Sue Takamoto. Ella y su esposo Eric sirven con Asian Access en un equipo en Ishinomaki, una de las áreas más afectadas, y han creado una comunidad con otros trabajadores cristianos internacionales de una variedad de organizaciones. Se mudaron a un área rural donde no había una iglesia local para tratar de vivir el evangelio allí, y terminaron ayudando a plantar una nueva iglesia.
Por lo menos, los pastores están de acuerdo en que el desastre masivo sacó a la luz los problemas y desafió a la iglesia en Japón.
“Algunas personas se dieron cuenta de lo desconectadas que estaban sus iglesias de sus comunidades, otras de que no tenían el vocabulario adecuado para explicar el evangelio a los japoneses rurales sin antecedentes cristianos”, dijo Makito Matsuda. Nacido en la prefectura de Miyagi, donde más de 10.000 personas perdieron la vida en el terremoto de 2011, el pastor recibió a 15.000 voluntarios de todo el mundo en Oasis Chapel Rifu, brindando un alivio muy necesario en las áreas afectadas por el tsunami alrededor de su iglesia.
“Algunos, como yo, nos dimos cuenta de que servir en unidad con cristianos de otras partes del mundo con diferentes idiomas y culturas puede tener un gran impacto en la comunidad”, dijo Matsuda. “Impulsados por estos descubrimientos, comenzamos a cambiar gradualmente”.
Una opinión común entre los pastores es que la creación de redes después del desastre ha provocado que la iglesia japonesa esté más unida que nunca.
“He visto iglesias de todas las denominaciones reunirse para capacitarse, pero no fue hasta después de 2011 que vi un esfuerzo tan unificado para aliviar el sufrimiento y apoyar a los necesitados”, dijo Takamoto.
Las divisiones denominacionales eran un gran problema antes del desastre y, aunque se han derribado los muros entre las iglesias y las comunidades, todavía queda mucho trabajo por hacer para cerrar las brechas.
Esperanza más allá del alivio inmediato
Los vecindarios permanecen perdidos, dispersos o descuidados incluso 10 años después del tsunami, por lo que el ministerio actual ha pasado del alivio inmediato a la construcción de relaciones y de comunidad. Muchos líderes han adoptado soluciones creativas y emprendedoras para la construcción de comunidades.
Por ejemplo, el Proyecto Nozomi surgió del desastre para brindar un espacio para que las mujeres encontraran dignidad, empleo y esperanza mientras creaban hermosas joyas con fragmentos rotos de cerámica. “En medio de los reveses y desafíos de mantener un negocio a flote, me he dado cuenta de que cuando Dios insufla proyectos, estos pueden llegar a ser mucho más grandes que nosotros”, dijo Takamoto, quien dirige el proyecto que ahora ha enviado más de 60.000 'piezas de esperanza' a más de 45 países.
Durante los últimos dos años, Nozomi también ha estado sirviendo a un grupo de mujeres vulnerables en Camboya. “Ha sido una de las experiencias más asombrosas de mi vida ver a las antiguas víctimas del tsunami ir más allá de sí mismas para traer esperanza a las mujeres en Camboya con necesidades mayores que las suyas”, dijo Takamoto. “Ya sea que lo reconozcan o no, este es el evangelio y es hermoso”.
Más allá de la supervivencia y la recuperación, las redes de iglesias descubrieron la necesidad de reenfocarse en alcanzar a los no alcanzados. El tsunami destruyó cinco iglesias de Tohoku, lo que fue una pequeña estadística en comparación con los USD 250 o USD 500 mil millones en daños causados en Japón. Pero fue una llamada de atención para los pastores japoneses. Fue algo que demostró cuán pocas iglesias se habían plantado alrededor de la costa.
“Tuvimos que arrepentirnos una vez que nos dimos cuenta”, dijo Hari. “No fue algo intencional, pero esas personas fueron abandonadas. Estas eran, en su mayor parte, áreas sin iglesia que habían quedado fuera de nuestra vista”.
Hoy, Asian Access estima que 75 congregaciones, incluidas 33 iglesias en casas iniciadas por un solo pastor en Miyagi, se han plantado en el área desde el desastre.
Existe una división social entre Fukushima y el resto de Japón, e incluso dentro de Fukushima debido a la radiación y la dispersión de comunidades causada por el colapso de la central eléctrica. El gobierno puede tardar más de 50 años en desmantelar por completo el reactor y, aunque los niveles de radiación son mucho más seguros, las dificultades y el estigma persisten.
“Estoy realmente preocupado por Fukushima, especialmente la próxima generación que tiene que lidiar con los mismos problemas, dijo Hari. “Después del desastre, cientos de misioneros acudieron en masa a Miyagi y otras áreas afectadas por el tsunami, pero muy pocos a Fukushima. Sabemos que hubo riesgo, pero esperamos que la gente pueda superar el miedo y el estigma y venir. Ahí es donde hay una gran necesidad”.
Desde Tokohu hacia el mundo
Además de reflexionar sobre su iglesia después del desastre, la red de pastores japoneses brindó consejos a sus hermanos y hermanas de todo el mundo sobre cómo prepararse y responder a los desastres como líderes.
Matsuda admitió que su equipo se sintió abrumado, con exceso de trabajo al principio. “Lo que me dio vida nuevamente fue volver al ritmo de sentarme a los pies del Señor, escuchar su Palabra y obedecerla. Ahora creo que un compromiso constante con esta forma de vida es la única forma de prepararse para desastres inesperados y sobrevivir en medio del caos”.
“Debemos ver el desastre y la crisis como algo normal y no como algo que nos tome por sorpresa”, dijo Takazawa. “Los líderes tienden a ver el período de tiempo sin crisis o desastre como algo normal, por lo que la crisis se convierte en algo que simplemente hay que superar o algo que está fuera del control de Dios. Pero Dios siempre está trabajando en medio de la crisis”.
“También es importante escuchar a las personas que estaban allí antes de la crisis y que seguirán allí cuando esta se haya ido”, dijo. “Dios ya ha puesto liderazgo dentro de esa comunidad, así que si vas a ayudar como un forastero, escucha, apoya y sirve a los líderes locales”.
Los próximos 10 años
En el décimo aniversario del triple desastre, las iglesias japonesas continúan dejándose llevar a la acción por Dios en lugar de volverse complacientes. Pueden mirar atrás con agradecimiento a la obra transformadora de Dios en esta década, pero mantienen un santo descontento con el estado de la iglesia incluso después de tal recuperación y cambio.
“Espero ver más iglesias defendiendo a sus propias comunidades y sirviendo en el nombre de Jesucristo con sabiduría y habilidades nacidas de la experiencia del desastre”, dijo Otomo.
“Dios vio incluso antes del desastre que había ovejas sin pastor en la costa. El país se ha recuperado, pero todavía se encuentra en la pobreza espiritual en estas áreas”, dijo Hari, y señaló que un tercio de las áreas municipales en Japón no tienen iglesia. Hoy trabaja con cientos de líderes en todo Japón para desarrollar redes e inspirar un movimiento de multiplicación de iglesias.
“Sueño con movilizar a la iglesia japonesa a esas áreas y tener una iglesia con el corazón para responder al desastre físico pero también al desastre espiritual”, añadió Hari. “Dos o tres personas reunidas en el nombre de Cristo es el comienzo de una iglesia. Sueño con ver una iglesia local en cada municipio de Japón”.
“Incluso, especialmente, en un momento que parecía desesperado, se nos recordó que nuestra ayuda estaba en camino”, dijo Nagai. “Así que hoy tenemos la confianza de que Dios ha preparado un futuro mejor y más brillante para nosotros”.
Con información de Christianity Today
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