Históricamente la Cristiandad, más que el cristianismo, a quien Agustín de Hipona definió como la “iglesia visible”, ha enfrentado muchas contradicciones cuando ha tratado de ser fiel a su vocación de ser el auténtico cuerpo de Cristo. En otras ocasiones simplemente ha actuado totalmente en contra de esa vocación. De acuerdo al obispo de Hipona los cristianos que sirven al mundo en una vida de pecado son miembros visibles de la iglesia, pero no pertenecen a “la unión (compago) invisible de la caridad” (De Baptismo contra Donatistas 3, 26).
La iglesia visible no siempre ha sido fiel a su llamado
En este sentido, para vivir plenamente su llamado a la unión de la piedad, es preciso que la iglesia visible cuestione sus actuaciones históricas, pueda pedir perdón por el pecado cometido y avance hacia una comunión más perfecta a la que Dios constantemente le llama. Naturalmente es ingenuo decir que esto es algo que la iglesia pueda hacer por sí misma o que cada cristiano pueda llevar a cabo esta transformación por sus propias fuerzas. Esto solo puede hacerse dejando actuar al Espíritu Santo, el cual tiene el poder para iluminar nuestras vidas y conciencias a través de la Palabra de Dios. (“cuando él venga, convencerá al mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y en lo referente al juicio”. Juan 16:8).
Muchos de los problemas históricos que la Iglesia ha tenido en cuanto al cumplimiento de su vocación de santidad (“más bien, así como el que os ha llamado es santo, así también vosotros sed santos en toda vuestra conducta”- 1 Pedro 1:15), tienen que ver con una interpretación errónea del pasaje de la Carta de Pablo a los Romanos ( Romanos 13:1-7), y al alineamiento de la iglesia con instituciones de poder con el fin de lograr favores personales para algunos de sus miembros o beneficios como institución (poder político y económico), una situación que ha estado bien documentada a lo largo de la historia de la Iglesia en sus distintas corrientes denominacionales.
La necesidad de leer correctamente la Escritura
Para examinar esta situación, conviene ver la relación que la Iglesia ha tenido con el pasaje de la Carta a los Romanos, el cual se ha usado muchas veces para justificar distintas actuaciones de los gobernantes, aún las más pecaminosas. El texto afirma lo siguiente:
“Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos. Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella; porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo. Por lo cual es necesario estarle sujetos, no solamente por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia. Pues por esto pagáis también los tributos, porque son servidores de Dios que atienden continuamente a esto mismo. Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra.”. - Romanos 13:1-7
Al leer el texto detenidamente un lector atento podrá intuir dos distinciones: La primera es que las autoridades terrenales, es decir nuestras autoridades políticas, derivan su autoridad de aquella que les ha otorgado Dios. Se podría suponer en un primer momento que aquellos que se rebelan contra las autoridades políticas o las desobedecen actúan como si se rebelaran contra Dios. Sin embargo, no es esto lo que dice el texto. La segunda perspectiva que podemos tomar del pasaje hace un llamado claro a actuar en conciencia y a obrar el bien: “Por tanto es preciso someterse, no sólo por temor al castigo, sino también conciencia”. Así, si bien es preciso actuar en obediencia a los mandatos civiles, es también preciso que esa obediencia se produzca en conciencia.
Pero aún cuando este pasaje deja claro que el sometimiento a las autoridades civiles debe producirse en conciencia, es decir obrando de acuerdo a los mandatos evangélicos en los que afirmamos creer, no son pocas las veces en las que muchos cristianos se han aferrado a la primera parte del texto para justificar la complacencia con actuaciones gubernamentales que contradicen la Palabra de Dios.
Esta situación de obediencia ciega a las autoridades gubernamentales ha sido reconocida esta semana por la Iglesia Protestante Holandesa, una iglesia que surgió en el siglo XX producto del diálogo entre diversas denominaciones y que unió a la Iglesia Reformada Holandesa, las Iglesias reformadas de los Países Bajos y la Iglesia Luterana. La Iglesia señaló sus faltas en cuanto al trato dado por los cristianos a los judíos durante la Segunda Guerra Mundial.
El caso de la Iglesia Protestante Holandesa y su trato a la comunidad judía durante la Segunda Guerra Mundial
En una nota de prensa sobre este histórico reconocimiento, el diario Christianity Today expresó lo siguiente:
La Iglesia Protestante Holandesa reconoció ampliamente este domingo 8 de noviembre, la culpa por no haber hecho más para ayudar a los judíos durante y después de la Segunda Guerra Mundial, y por el papel de la iglesia en la preparación de “el terreno en el que las semillas del antisemitismo y el odio crecieran”.
La declaración histórica tan esperada se produjo en una ceremonia solemne para conmemorar el lunes el aniversario del pogromo (linchamiento premeditado de un grupo religioso, étnico u otro, acompañado de la destrucción o el expolio de sus bienes) antijudío de la Kristallnacht de los nazis, o la “Noche de los cristales rotos”.
El 9 de noviembre de 1938, los judíos fueron aterrorizados en toda Alemania y Austria. Al menos 91 personas murieron, cientos de sinagogas incendiadas, alrededor de 7.500 negocios judíos fueron vandalizados y hasta 30.000 hombres judíos arrestados, muchos de los cuales fueron llevados a campos de concentración.
René de Reuver, hablando en nombre del Sínodo General de la Iglesia Protestante en los Países Bajos, dijo que el papel de la iglesia comenzó mucho antes de que Adolf Hitler llegara al poder en Alemania.
“Durante siglos se mantuvo una brecha que luego aisló a los judíos en la sociedad de tal manera que pudieran ser llevados y asesinados”, dijo De Reuver.
“También en los años de la guerra, las autoridades eclesiásticas a menudo carecieron del valor necesario para otorgar un lugar en la sociedad a los ciudadanos judíos de nuestro país”, agregó De Reuver
Más de 100.000 judíos holandeses, el 70 por ciento de la comunidad judía del país durante la década de los cuarenta, no sobrevivieron a la Segunda Guerra Mundial. La mayoría fueron deportados, junto con romaníes y sinti, y asesinados en campos de concentración nazis.
En una declaración a la comunidad judía de los Países Bajos, de Reuver reconoció que la iglesia había tardado demasiado en reconocer su papel y agregó: “Esperamos que no sea demasiado tarde”.
“La iglesia reconoce las faltas y siente una responsabilidad presente”, dijo. “El antisemitismo es un pecado contra Dios y contra las personas. La Iglesia Protestante también es parte de esta historia pecaminosa”.
Durante la Segunda Guerra Mundial reformados holandeses como Corrie ten Boom, Diet Eman y Hein Sietsma se encontraban entre la minoría que se separó de sus compañeros cristianos holandeses sobre si las autoridades alemanas debían ser obedecidas a la luz de Romanos 13:1-7. Estos creyentes se unieron a los esfuerzos clandestinos para salvar a los judíos, motivados por sus creencias cristianas.
De Reuver reconoció que los problemas del país no terminaron con la derrota nazi en 1945, y señaló problemas con la restitución de las propiedades robadas a la comunidad judía cuando algunos regresaron de los campos de concentración, y la resistencia de algunas familias cristianas que habían acogido a huérfanos judíos para devolverlos a sus parientes judíos después de la guerra.
Un rabino que sobrevivió al Holocausto también participó en la ceremonia del domingo y relató su experiencia.
“Tenía 5 años cuando me llevaron en abril de 1943. Todavía tengo la impresión de ver agentes nazis parados en el jardín delantero de nuestra casa en Rotterdam”, dijo el rabino Les Vorst. Él y sus padres, su hermana y sus dos hermanos fueron enviados a un campo de concentración holandés en Westerbork y luego trasladados a otro campo.
“Las condiciones allí eran insoportables. La gente sufría abusos, las personas enloquecían, caminaba desnudo en el campamento, sufría hambre constante, incluso comía capullos de mariposa”, dijo Les Vorst. En marzo de 1945, dijo que los prisioneros del campo fueron transportados al este de Alemania y lo único que esperaban en su destino era morir en la cámara de gas, pero los soldados soviéticos los liberaron el 1 de abril.
“Mi madre no sobrevivió. Ella estaba debilitada por el hambre en ese terrible tren de transporte y fue enterrada en una fosa común junto a las vías del tren”, dijo. Otros miembros de la familia contrajeron tifus. Vorst finalmente llegó a su casa en marzo del año siguiente.
De Reuver prometió que la Iglesia Protestante trabajaría para combatir el antisemitismo en el futuro.
Destacando la importancia de educar a las generaciones futuras sobre el odio racista, la iglesia dijo: “Nos comprometemos a hacer todo lo posible para desarrollar aún más las relaciones judeocristianas en una profunda amistad de dos socios iguales, unidos entre otros en la lucha contra el antisemitismo contemporáneo”.
Consideraciones finales
Es cierto que no podemos esperar que todos los cristianos sean fieles al llamado de vivir una auténtica comunión espiritual con la “iglesia invisible” de Dios. Esto que muy bien lo sabía Agustín lo llevó a hacer la distinción entre una iglesia visible y una iglesia invisible. Esta distinción no rechaza de entrada a toda la iglesia visible, sino que simplemente nos dice que no todos los que son parte de ella hacen parte de “la comunidad de los fieles unidos entre sí por medio del amor... (Que da gracias a Dios)” (Sermones de Agustín). Sin embargo, es preciso que una iglesia que ha sido tocada por el Espíritu Santo pueda reconocer sus propios pecados, y en este tiempo - en el que la Iglesia ha servido a intereses políticos particulares, cuando ella se ha permitido a sí misma el ser usada como bastión político para obtener votos o para apoyar causas contradictorias con la fe - pueda enmendar el camino y reconocer su necesidad constante de arrepentimiento (“Cuando nuestro Señor y Maestro Jesucristo dijo: “Haced penitencia...”, ha querido que toda la vida de los creyentes fuera penitencia”. Tesis 1, Martin Lutero, 95 Tesis).
El antisemitismo y la Segunda Guerra Mundial no han sido las únicas manchas en la historia de la iglesia relacionada con una obediencia ciega al poder político o con la manipulación de la iglesia a manos del poder civil. Sin embargo, sí es uno de los eventos más trágicos y dolorosos, uno que ha tenido profundas y graves consecuencias que aún se siguen viendo especialmente en Europa y todo el continente americano. Basta pensar en las constantes manipulaciones mediáticas que siguen señalando al pueblo judío como enemigo de la humanidad y del progreso de las sociedades modernas. Sobre este discurso fue precisamente sobre el que se apoyó Adolf Hitler para promover su exterminio. Otros eventos históricos son igual y terroríficamente dramáticos. En el Siglo XVII, los cristianos permitieron que las luchas de poder entre los distintos estados europeos usaran la religión como una excusa para atacar a otras naciones el resultado fue un conflicto conocido como La Guerra de los Treinta Años, un evento que dejó más de 8 millones de víctimas, (según los cálculos más conservadores), aproximadamente dos terceras partes de la población europea de la época.
De modo que si el Pueblo de Dios, en tanto iglesia visible, quiere confirmarse en unidad con la iglesia invisible de Dios, es preciso que podamos reevaluar nuestra lectura de la Biblia (Volviendo al caso del pasaje de Romanos 13:1-7) , siendo más fieles a las intenciones originales del autor, pero sobre todo siendo fieles al mandamiento supremo, cuya obediencia nos señala como hijos de Dios en la fe: “El le dijo: 'Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste:
Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas” (Mateo 22:37-40).
Y la historia nos demuestra que muchas veces los cristianos hemos fallado a este mandamiento, olvidando ver la imagen de Dios en cada persona (“Creó, pues, Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó” Génesis 1:27), en cada ser humano, muchas veces nos hemos dejado llevar por sectarismos en un odio ciego a todo el que es diferente, especialmente cuando se usan interpretaciones erróneas de la Biblia y cuando se entiende la defensa de las autoridades civiles como una norma que está por encima del mandamiento supremo.
Con información de Christianity Today
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