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El 1 de octubre de 1949, Mao Zedong, el presidente del Partido Comunista Chino (PCCh), se paró en la cima de la Puerta de la Paz Celestial en Beijing. Allí, en la entrada del Palacio Imperial, hogar de los emperadores de China desde los años 1300, declaró la fundación de la República Popular China. “El pueblo chino se ha levantado”, proclamó a los miles de reunidos, señalando que el siglo de humillación del país a manos de potencias imperialistas extranjeras había terminado. El Partido Comunista iba a restaurar la soberanía china para la nación.
En ese momento, se estima que había alrededor de 700.000 cristianos protestantes en China. Al intuir lo que estaba por venir para los creyentes religiosos bajo el gobierno comunista, muchos misioneros que se iban temían por la supervivencia de la incipiente iglesia.
Nadie esperaba lo que sucedió a continuación.
Más allá de la supervivencia
Durante la década de 1950, a medida que el PCCh estableció control sobre todos los rincones de la sociedad, buscó refrenar la vida religiosa. Las denominaciones fueron eliminadas y las iglesias fueron consolidadas; estas podían permanecer abiertas si se registraban con las organizaciones estatales aprobadas. En ese momento, comenzó el movimiento de las iglesias en casa, ya que muchos creyentes no podían viajar a las iglesias recién consolidadas o se negaban a hacerlo por razones doctrinales o políticas. También surgieron puntos de vista divergentes sobre cómo la iglesia debía relacionarse con el nuevo Estado del Partido. La iglesia entró en modo de supervivencia.
En la década de 1960, el PCCh cambió su postura en cuanto a la religión, pasando de la consolidación y el control a la erradicación. La persecución se intensificó. Todos los lugares de culto —templos, mezquitas e iglesias— fueron cerrados. Los líderes religiosos fueron encarcelados o asesinados a medida que el culto a Mao se afianzaba durante la Revolución Cultural (1966 - 1976). Las iglesias se volvieron clandestinas, a menudo corriendo un gran riesgo.
Sin embargo, fue durante este período que la iglesia china experimentó un crecimiento explosivo. Cuando el presidente Mao murió en 1979, comenzó a filtrarse información de China que indicaba que el número de cristianos había crecido a alrededor de diez millones. En otras palabras, durante tres décadas de persecución, y sin la presencia de misioneros extranjeros, ¡el número de creyentes creció más de 1300 %! Los esfuerzos del PCCh habían sido en vano.
Fuera de las sombras
En las tres décadas siguientes hubo una expansión gradual del espacio para la religión en China. Ya no impulsado por el deseo de erradicar la religión, el Estado adoptó una postura de “tolerancia reticente”. La iglesia, invisible durante tanto tiempo, salió de las sombras. Las iglesias registradas comenzaron a crecer y florecer. El movimiento de las iglesias en casa se expandió y se trasladó a las ciudades a medida que los trabajadores migrantes de las áreas rurales buscaban trabajo.
Muchos jóvenes chinos que estudiaron en el extranjero encontraron a Cristo y regresaron para liderar la vanguardia de un nuevo movimiento de iglesias urbanas en casa, compuesto no por campesinos rurales sino por élites educadas. Estas iglesias estaban más dispuestas a empujar los límites invisibles de su nuevo espacio para probar qué era permisible. Se involucraron en actividades cívicas como el cuidado de huérfanos y el alivio del SIDA, y participaron en el alivio de desastres después del terremoto de 2008. También surgieron editoriales cristianas que publicaban traducciones de obras de autores populares como Philip Yancey, Henry Blackaby y John Piper.
Los cristianos extranjeros también encontraron oportunidades para laborar en China, no como trabajadores religiosos per se, sino como cristianos comprometidos con empleos legítimos. Enseñaban inglés, se matriculaban en universidades chinas, iniciaban negocios y dirigían empresas sociales para ayudar a los funcionarios locales a satisfacer algunas de las necesidades sociales más urgentes de China. En sus países de origen, se involucraron en ministerios con estudiantes chinos en los campus de universidades locales. La evangelización se realizaba principalmente en el contexto de las relaciones, viviendo la amonestación de Pablo en Colosenses:
“Anden sabiamente para con los de afuera, aprovechando bien el tiempo. Que su conversación sea siempre con gracia, sazonada como con sal, para que sepan cómo deben responder a cada persona”, Col 4:5-6 (NBLA).
Vientos cambiantes, iglesia enviadora
Para 2010, cuando los vientos políticos comenzaron a cambiar nuevamente (alejándose de la tolerancia), se estimaba que el número de cristianos era de setenta millones. Digo “un número estimado” porque, de hecho, no hay estadísticas fiables sobre el número de cristianos en China. El número oficial del gobierno es de 36 millones, pero eso solo incluye a aquellos que asisten a las iglesias registradas autorizadas por el gobierno que están afiliadas al Movimiento Patriótico de las Tres Autonomías y al Consejo Cristiano de China. No incluye a aquellos que adoran en iglesias no registradas, es decir, iglesias en casas, que pueden igualar o duplicar ese número, dependiendo de a quién se le pregunte.
La última década ha visto una contracción gradual del espacio para la vida religiosa, ya que el PCCh, bajo el presidente Xi, ha llevado a cabo una campaña para traer todas las esferas de la sociedad china nuevamente bajo su control directo. Actividades que eran toleradas en la era anterior ya no están permitidas. Estas incluyen grandes reuniones no registradas, las publicaciones cristianas y la actividad religiosa en línea. Lo que algunos han denominado la “edad de oro” del crecimiento de la iglesia y las misiones ha llegado a su fin.
Sin embargo —con China, siempre hay un “sin embargo”—, durante esta última década de restricciones cada vez más estrictas e instrucción ideológica cada vez más estridente, ha surgido un movimiento de misiones autóctono desde China. Hoy en día, los misioneros chinos sirven en el sudeste asiático, Asia central y meridional, África y más allá. Si, cuando fui a China en 1984, alguien me hubiera dicho que en cuarenta años las iglesias chinas estarían enviando misioneros a Pakistán (el país donde nací), me habría reído. Un líder de un movimiento de misiones en China ha comentado que, “mientras China sigue siendo el mayor campo misionero, también podría convertirse en el mayor país enviador del mundo”.
Marcas de la Iglesia china
En los últimos 70 años, la iglesia en China ha pasado de la supervivencia al envío. A la luz de esta historia notable, aquí están cuatro observaciones sobre la iglesia en China y los esfuerzos misioneros de los trabajadores extranjeros.
1. Los cristianos chinos son resilientes.
La cultura china a menudo se describe como una cultura de bambú: lo suficientemente fuerte como para doblarse en enormes grados sin romperse. Durante la relativamente corta historia de la iglesia en China, esta ha sido sacudida por vientos extremos: asociación con el imperialismo extranjero, guerras civiles y revoluciones, e intentos de erradicación. Sin embargo, los cristianos siguen adelante, demostrando un nivel de perseverancia y resiliencia arraigado en una teología robusta del sufrimiento. Las conversaciones más recientes que he tenido con creyentes en China incluyen alguna variación de lo siguiente: “Sí, las cosas están más estrictas, hay más restricciones y todo es más difícil, pero déjame contarte lo que Dios está haciendo en mi iglesia”.
2. Los cristianos chinos son innovadores.
Un dicho popular chino se traduce más o menos así: “Los líderes hacen las reglas y la gente encuentra una forma de eludirlas”. Los cristianos chinos sobresalen en esto. Cuando a una iglesia ya no se le permite reunirse en un grupo grande, se divide en grupos pequeños. Cuando a los propietarios ya no se les permite alquilar apartamentos a estos pequeños grupos de iglesias, se reúnen en una sala privada en un restaurante. Cuando a una iglesia registrada ya no se le permite tener escuela dominical para los menores de dieciocho años, alquilan un apartamento cercano y los padres dejan a los niños allí.
Cuando el gobierno cierra las iglesias (y otros lugares públicos) para prevenir el COVID, se conectan en línea para ver los servicios en vivo a través de WeChat u otros servicios de transmisión. Cuando se prohíbe la emisión pública de servicios, se trasladan a Zoom. Como un amigo me comentó recientemente: “Los cristianos chinos son algunas de las personas más conocedoras de la tecnología en el mundo”.
3. Los cristianos chinos son formadores de discípulos.
La mayor parte del crecimiento del cristianismo en China ocurrió con poca o ninguna participación de misiones extranjeras durante décadas de intensa persecución. Aunque creo que siempre habrá un papel para nosotros, los trabajadores cristianos extranjeros no estamos en el centro de lo que Dios está haciendo en China, y Su obra ciertamente no depende de nosotros.
Sin embargo, Dios nos ha dado a miles de nosotros el privilegio de servir a nuestros hermanos y hermanas mientras ellos realizan la mayor parte del trabajo de evangelización y discipulado. Las oportunidades abundan para aquellos que sienten el llamado de Dios a servir en China en esta nueva era. Los esfuerzos legítimos que proporcionan visas de trabajo incluyen la enseñanza del inglés, estudiar chino o administrar un negocio. De hecho, el país está buscando activamente el regreso de estudiantes internacionales. Ahora es el momento para que un joven con un amor especial por esta nación se inscriba en una universidad china y se comprometa a estudiar durante algunos años el idioma. Para aquellos fuera de China, las oportunidades para ministrar entre la diáspora seguirán existiendo.
4. Los cristianos chinos son sostenidos por un Dios fiel.
Dios es fiel a Su iglesia en China. Sí, los creyentes chinos son resilientes e innovadores, y los extranjeros han podido desempeñar un papel de apoyo único en la historia del crecimiento de la iglesia china. Sin embargo, detrás de todo esto está la fidelidad de Dios.
En 2010, estaba viajando por el suroeste de China en un viaje de investigación. En cierta ciudad, descubrimos una gran campana que había sido fundida en Estados Unidos, la cual estaba colgando en el campanario de una iglesia registrada. La habían hecho para una iglesia bautista en Kansas en 1863. Cuando vi la campana, pensé en todos los giros y vueltas de la historia china, particularmente las brutales campañas políticas bajo el presidente Mao. Una de ellas, conocida como el “Gran Salto Adelante”, llamaba a la población a fundir todo el metal en su posesión para fabricar bombas y así reconquistar Taiwán. Me pregunté: “¿Cómo había sobrevivido esta enorme campana al Gran Salto Adelante?” Cuando le hice esta pregunta al pastor, respondió que los oficiales habían intentado quemarla, pero era demasiado fuerte. “Igual que la iglesia”, pensé. Todos los intentos de erradicar la iglesia han sido (y serán) inútiles porque Dios no ha olvidado, ni olvidará, a Su pueblo allí.
Si la iglesia china continúa creciendo o cae en un período de declive, no lo sabemos. Sin embargo, lo que sí sabemos es que la fidelidad de Dios y el poder del evangelio no cambiarán.
Este artículo fue traducido y ajustado por Maria Paula Hernández. El original fue publicado por Joann Pittman en Desiring God. Allí se encuentran las referencias.
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