No es extraño escuchar por estos tiempos a creyentes agotados por el uso de plataformas de reuniones virtuales. A pesar de que es menos costoso en términos de tiempo y dinero, la asistencia a reuniones de grupos pequeños y estudios bíblicos de forma virtual no es permanente. Los fieles citan una multiplicidad de razones. Sin duda el lector conoce uno o varios ejemplos, si él mismo no es uno de ellos.
¿Dónde está el problema? Hay por lo menos tres grandes razones por las que estas reuniones resultan frustrantes y sumamente limitadas. Sin embargo, así fuesen mil las razones que hacen de las reuniones por Zoom (o Skype, o WhatsApp, o Meet) algo tedioso, hay que responder a la pregunta: ¿debemos dejar de hacerlas? Eso lo discutiremos al final.
Zoom y el lenguaje no verbal
El humano, en tanto ser social, ha desarrollado habilidades comunicativas que van mucho más allá de las palabras. El lenguaje corporal juega un papel fundamental el cualquier contexto de interacción. Las manos, la respiración, el silencio. Estamos acostumbrados a muchas herramientas que vienen a través de la vista y sonidos distintos a las palabras.
Pero cuando nuestro interlocutor está en una pantalla, muchas de esas herramientas se pierden. Ya no es posible percatarse de la inhalación del otro cuando va a intervenir, ni ver la riqueza comunicativa de sus manos. Además, las conexiones lentas hacen que los sonidos y el contacto visual vayan a destiempo.
Inconscientemente, nuestro cerebro comienza a hacer un mayor esfuerzo para comprender las señales que recibe de la persona que está del otro lado, muchas veces haciendo intentos fallidos. Este esfuerzo se multiplica cuando hay una multitud de rostros en una misma pantalla, todos con señales limitadas y muchas veces confusas. Andrew Franklin, profesor asistente de ciber psicología en la Universidad Estatal de Norfolk, Virginia, afirma que “para alguien que es realmente dependiente de esas señales no verbales, el no tenerlas puede ser muy agotador.”1
Quizá para una ocasión esporádica, como solía ser antes del Covid-19, una reunión por Zoom era una simple experiencia aislada. Pero ya no. Hay quienes deben estar día y noche frente a la computadora, en reuniones que resultan terriblemente extenuantes. Por eso muchos creyentes, que hallaban todo tipo de descanso en una reunión presencial en casa de algún hermano, no ven con los mismos ojos una reunión por Zoom.
Vulnerabilidad virtual
El solo hecho de que el medio que usamos para comunicarnos al interior de la iglesia sea virtual, ya nos hace vulnerables ante el exterior.
Zoom ha sido el ejemplo más claro de las controversias actuales sobre las aplicaciones de videollamadas y reuniones grupales en línea. Fue grandemente criticada por recopilar datos personales de los usuarios, como la ubicación, el tipo de dispositivo y la dirección IP, e incluso en un momento se detectó que Zoom para iOS compartía datos con Facebook sin permiso. Esto ha llevado a grandes empresas y entidades gubernamentales en todo el mundo a prohibir su uso al interior de ellas.
Además, las conferencias virtuales han sido objeto de ataques de personas que quieren burlarse de los presentes. Muchos eventos han reportado la presencia de personas que proyectan pornografía en medio de una reunión. Las iglesias no han sido la excepción. El pasado miércoles 13 de mayo, la Iglesia Luterana Saint Paulus en Estados Unidos hizo una demanda contra Zoom por no cumplir con las promesas hechas en cuanto la mejora en la seguridad. Durante un estudio bíblico, alguien se infiltró para mostrar pornografía infantil, perturbando a muchos de los asistentes, entre los cuales había personas mayores.
Pero Zoom ha trabajado fuertemente para solucionar ese tipo de problemas. El problema, más allá de estar en esta plataforma específica, es que cualquier medio virtual es vulnerable. Esto ha hecho que ministros en todo lugar creen tutoriales para guiar al pueblo de Dios en el uso de esta herramienta y cuidarse de gente inescrupulosa. Sin embargo, el temor se mantiene en muchas personas que asisten de manera regular a reuniones bíblicas.
¿Y los sacramentos?
El pasado 25 de marzo fueron publicados en The Gospel Coalition dos artículos con posiciones contrarias sobre la participación en el bautismo y la cena del Señor en los tiempos del Covid-19 (sus versiones en español fueron publicadas el 9 de abril). Ambos autores, pastores de iglesias en Washington, D.C., trataban la pregunta de si era posible utilizar un medio como Zoom para poner en práctica las ordenanzas, y es particularmente interesante la discusión que formulan alrededor de la santa cena.
Bill Riedel, director de las iniciativas de Acts 29 en Washington y pastor principal de la iglesia Redemption Hill, en su artículo Practicando las ordenanzas en una pandemia2, dice que su iglesia ha continuado practicando la cena a pesar del aislamiento causado por la pandemia. Para él, mantener el ritmo de reunión que llevaban es algo sano para la iglesia, y finalmente lo que hacen es solo una sombra de la reunión física, la cual es a su vez una sombra de la reunión celestial. Así como no es ideal llevar la cena a un enfermo hospitalizado de manera individual, tampoco lo es celebrar la cena cada uno detrás de su pantalla, pero es mejor a no hacerlo.
Riedel argumenta que el Nuevo Testamento da testimonio de cómo Jesús mismo puso un precedente para la flexibilidad de la cena al sanar en el día de reposo e ir en contra de la tradición durante tiempos excepcionales, citando la situación de David al tomar los panes consagrados (Mateo 12:1-8). Riedel también sostiene que la unión de la iglesia es espiritual, como lo dice Pablo en 1 Co. 5:3 y Col. 2:5, y que no es necesaria la presencia física de un pastor para hacer de los elementos de la cena un recordatorio efectivo de la obra de Cristo.
Bobby Jamieson, pastor asociado de la iglesia bautista Capitol Hill en Washington, en su artículo ¿Podemos bautizar y tomar la Cena del Señor “en línea”?3, ha decidido detener la practica de la cena hasta que se puedan reunir de nuevo como asamblea. Para él, 1 Co. 11 muestra una reunión física de la asamblea, por lo que hacer una “comida en línea” es simplemente hacer algo distinto a la cena del Nuevo Testamento.
Jamieson afirma que Pablo muestra en 1 Co. 10:17 que la iglesia es un cuerpo unido, y la cena del Señor es la representación de dicha unidad. También afirma que, por cuanto la cena aviva en el cuerpo de Cristo un deseo de ver el rostro de Cristo en el Reino de su Padre, así este tiempo nos debe llevar a avivar el deseo de reunirnos de nuevo y mantener la esperanza futura de unirnos a nuestro Salvador.
En cuanto al bautismo, ambos artículos tienen una posición similar: animan a las iglesias a esperar al final de la cuarentena para retomar su práctica, pues se trata de una confesión pública de fe por medio de la cual alguien es integrado en la membresía de un cuerpo. Sin embargo, ambos resaltan que en estos tiempos extraordinarios hay gracia en la forma de poner el bautismo en práctica. Riedel resalta el ejemplo de Felipe bautizando al etíope en Hechos 8 y las palabras de Pablo en 1 Co. 1 al no vincular el bautismo de nadie a su ministerio pastoral específico. Jamieson resalta que puede no ser prudente esperar hasta el final de la cuarentena bautizar a un creyente.
En fin, lejos de querer resolver esta discusión en estos cortos párrafos, nuestro punto es este: Zoom jamás será igual a la reunión congregacional. Un debate con posiciones tan distintas entre quienes creen en la misma obra de Cristo solo demuestra que las reuniones por Zoom no son ideales ni completas. Si bien habrá que decidir sobre si mantener los sacramentos de manera virtual, es claro que estamos en un tiempo frustrante.
Lo sagrado de la pantalla
En resumen, las reuniones virtuales, cuyo mayor representante es Zoom, son agotadoras, vulnerables e incompletas. Por eso es normal que los lectores de este artículo se identifiquen con algunos de los sentimientos antes descritos o conozcan a alguien que sienta la frustración de limitar la vida eclesial a una aplicación móvil.
Pero ¿son esas razones suficiente motivo para abandonar las pantallas? Los cristianos se han visto dispersos a lo largo de la historia por diferentes motivos. Pedro mismo escribe “A los expatriados, de la dispersión en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia” (1 Ped. 1:1), y hasta el día de hoy los creyentes han sido perseguidos por causa del evangelio, lo cual les ha impedido congregarse en situaciones ideales.
Sin embargo, aun a costo de sus vidas se han seguido reuniendo, hasta donde sus medios se lo han permitido. Las desventajas de las reuniones virtuales no son comparables a las dificultades de aquellos que recorren horas para encontrarse, a escondidas de los gobiernos que los persiguen por su fe. Todos esos creyentes darían cualquier cosa por tener Zoom y la libertad de usarlo junto al cuerpo de Cristo.
La razón está en Hebreos 10:25, “no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos unos a otros, y mucho más al ver que el día se acerca.” Ya lo dijimos: las reuniones por Zoom no son iguales a la congregación física de la asamblea, pero el espíritu detrás es el mismo. En vista de que el día final se acerca, no debemos bajar la guardia, y hay que cuidarnos unos a otros, hallando “cómo estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras” (Heb. 10:24).
Pablo, alejado de sus amadas iglesias por lapsos de meses y años, usó el mejor medio tecnológico que tenía a la mano para comunicar la Palabra de Dios y estimular a sus hermanos a las buenas obras. Filipenses 3:1 dice “Por lo demás, hermanos míos, regocijaos en el Señor. A mí no me es molesto escribiros otra vez lo mismo, y para vosotros es motivo de seguridad.” Así fuese repetitivo e implicara esfuerzo, Pablo no se molestaba en escribir a los filipenses sobre el gozo que debían tener en su iglesia y sobre el cuidado que debían tener de los falsos maestros. A la final, nuestras reuniones por Zoom son un “motivo de seguridad” en vista de las tentaciones presentes.
Aun cuando puedan ser agotadoras, incompletas e inclusos peligrosas, la iglesia no puede detener las reuniones virtuales en tanto no se pueda volver a congregar. El día final aun no ha llegado y el pecado aun existe. Es momento de perseverar frente al monitor.
1 Tomado de https://www.nationalgeographic.com/science/2020/04/coronavirus-zoom-fatigue-is-taxing-the-brain-here-is-why-that-happens/
2 https://www.coalicionporelevangelio.org/articulo/practicando-las-ordenanzas-en-una-pandemia/
3 https://www.coalicionporelevangelio.org/articulo/podemos-bautizar-y-tomar-la-cena-del-senor-en-linea/
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