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La mayoría de las personas que ven nuestros videos o leen nuestros artículos los hacen desde un dispositivo móvil —o eso nos dicen las estadísticas de YouTube y de visitas a la web—. El móvil es el dispositivo que más usamos: se ha convertido en la pantalla a través de la cual consumimos casi todo el contenido que nos interesa.
Y de la misma manera en la que consumimos todo tipo de contenido a través de dispositivos móviles, también estamos usando nuestro celular para leer la Biblia, hacer nuestros devocionales o seguir las citas del sermón dominical. Aunque esto resulta útil en muchos sentidos, necesitamos preguntarnos: ¿de qué manera el uso del celular afecta la forma en la que nos acercamos a las Escrituras?
Basándonos en el artículo de Christianity Today, titulado Las pantallas están cambiando la forma en que leemos las Escrituras, haremos una breve reflexión sobre los desafíos que trae el hábito de leer la Biblia en un dispositivo móvil.
La Biblia para todos
El cristianismo es una fe basada en la Palabra. Los cristianos han sido conocidos a través de la historia como un “pueblo del libro”. El pueblo de Dios ha llevado este distintivo, comenzando en el judaísmo y llegando a la iglesia primitiva.
Antes de la existencia de los libros, la comunicación oral era fundamental en la transmisión del mensaje de Dios, en el relevo generacional y en la difusión de la fe. Sin embargo, a medida que entramos en una “era postalfabetizada”, como muchos la llaman, debemos recordarnos que la base de nuestra fe es lo que está escrito. Desde que Moisés tuvo que tallar los Diez Mandamientos en piedra, pasando por la escritura de la Ley y los profetas, hasta la distribución de cartas entre las iglesias del primer siglo, el plan de Dios ha sido que su pueblo lea.
El ascenso de la iglesia en el primer siglo trajo consigo una necesidad profunda de que la Palabra de Dios pudiera ser accesible a todas las personas en su idioma. El Nuevo Testamento fue escrito en griego y el Antiguo fue traducido al mismo idioma; ahora el mensaje divino estaba en la lingua franca, en el idioma universal, y podía ser leído por cualquier persona del común. Durante la Edad Media, incluso cuando la Biblia fue restringida por la Iglesia institucional, las imágenes de los santos los presentaban frecuentemente con una copia en sus manos o con algún tipo de escrito.
Pero, a pesar de la aparente centralidad de lo escrito en la revelación de Dios, muchas generaciones no pudieron disfrutar del libre acceso a la Escritura. Antes de la Reforma, en esa época “prealfabetizada”, la Palabra de Dios solo estaba disponible para los sacerdotes y el clero, en algunas representaciones en vitrales y pinturas, y a través de grupos itinerantes de teatro que a veces representaban escenas bíblicas. Sin embargo, ninguno de los medios anteriores podía proveer la profundidad y la introspección necesarios para afirmar o comunicar doctrina.
El nuevo enfoque de la Reforma en la lectura personal de la Biblia produjo una serie de beneficios que no vamos a tocar en este artículo, pero que transformaron a sociedades enteras. Esto es evidente tan solo por el hecho de que, al existir la necesidad de que todos pudieran leer, hubo un gran movimiento de alfabetización en todo lugar. La Reforma puso la Palabra en el centro y, al hacerlo, enalteció el logocentrismo que atraviesa la Biblia de tapa a tapa, como un factor central en la relación de Dios con Su pueblo.
La lectura y el cerebro humano
Al parecer, la lectura no es algo natural para el cerebro humano. En el libro Lector, vuelve a casa: el cerebro lector en un mundo digital, la neurocientífica Maryanne Wolf explica que la lectura no está programada en el cerebro humano como el lenguaje. La notable plasticidad del cerebro no sólo hace posible la lectura, sino que la actividad de la lectura crea nuevos circuitos cerebrales, los cuales ayudan al aprendizaje de conceptos abstractos y creativos que van más allá del funcionamiento genéticamente programado del cerebro. “La lectura exige una complejidad cerebral extraordinaria”, dice Wolf, y el cerebro requiere años para que se formen esos procesos de lectura profunda. Nuestros hábitos de lectura, entonces, tienen el potencial de moldear nuestros cerebros.
La lectura profunda activa regiones del cerebro relacionadas con el tacto, el movimiento y los sentimientos. “El fortalecimiento constante de las conexiones entre nuestros procesos de conocimiento analógico, inferencial, empático y profundo, se generaliza mucho más allá de la lectura”, explica Wolf. “Cuando aprendemos a conectar estos procesos una y otra vez en nuestra lectura, se hace más fácil aplicarlos a nuestras propias vidas”. Sus hallazgos parecen confirmar la verdad del Salmo 119:11, que dice: “En mi corazón he atesorado Tu palabra, para no pecar contra Ti” (NBLA). Como resultado de lo anterior, nuestros cerebros funcionan de una manera cuando estamos habituados a leer en patrones lógicos y lineales, y de otra cuando abundan las distracciones continuas de un nuevo mensaje de chat, una notificación o un email.
Por otro lado, la investigación de la Dra. Wolf muestra que leer en dispositivos digitales no crea el mismo tipo de circuitos cerebrales que la lectura profunda. Nicholas Carr, en su libro Superficiales: lo que Internet le está haciendo en nuestros cerebros, advierte que: “La mente lineal, enfocada y calmada está siendo desplazada por un nuevo tipo de mente que quiere y necesita asimilar y distribuir información muy rápidamente, información que generalmente viene desarticulada y a menudo en ráfagas”.
En un artículo titulado Tu cerebro de papel y tu cerebro de Kindle no son lo mismo, PRI informa que “el hábito de la comprensión superficial desarrollada en la lectura digital se transfiere a toda lectura de manera que, cuanto más lees en las pantallas, más la mente se desplaza hacia la lectura ‘no lineal’”. Al informar sobre otro estudio publicado en 2017, Inside Higher Ed señala que “los lectores pueden no comprender material extenso o complejo tan bien cuando lo consultan digitalmente como cuando lo leen en papel”.
La Biblia en la pantalla
Entonces, ¿qué significa esto para los cristianos que, cada vez más, leen la Palabra en pantallas en lugar de en papel? Más de la mitad de los lectores de la Biblia actuales provienen de alguna lectura digital en app, búsqueda o audiobiblia. Una encuesta publicada en un artículo de The Journal of Religion reveló que el 58% mencionó la facilidad y la conveniencia como una de las principales ventajas de las biblias digitales.
Las versiones digitales proveen accesibilidad, comodidad y rapidez, pero las versiones impresas nos ofrecen concentración, profundidad e introspección. ¿A qué le daremos prioridad? Una de las desventajas de las versiones digitales es lo que parece ser una tendencia a un estudio ligero que aísla la lectura de versículos sin la comprensión del contexto. La encuesta de The Journal of Religion encontró, por ejemplo, que los encuestados señalaron que la disposición física del texto bíblico es importante para la comprensión, la memorización y la “interpretación correcta”.
Por otro lado, las cifras nos dicen que la disponibilidad del texto bíblico en formato digital ha resultado en una mayor lectura de la Biblia, pero esto generalmente ha sido a expensas de una pobre memorización de textos y una mínima comprensión de los mismos. Muchos encuestados dijeron lo siguiente al respecto: “Probablemente leí la Biblia más, pero posiblemente menos profundamente”.
A esto sumémosle el hecho de que la lectura de la Biblia en formatos digitales va acompañada regularmente de una conexión a Internet estable, lo que supone que los usuarios a menudo intercambian pantallas a medida que su teléfono interrumpe la lectura con notificaciones. Incluso, la simple ansiedad que supone el estar conectado hace que la atención se distribuya repetidamente entre una pantalla y otra. Facebook, Twitter, Instagram, WhatsApp, Email, etc., compiten con la app de la Biblia por la atención del usuario.
También hay que tener en cuenta la multitarea y la multipantalla. Es común que los usuarios abran varias ventanas al mismo tiempo para realizar tareas paralelas. De hecho, es probable que estés leyendo este artículo, o mejor, solo escuchándolo la versión en video o podcast, mientras realizas otras tareas, especialmente en la computadora.
Finalmente, no podemos olvidar el hecho de que la capacidad de abstracción se está reduciendo progresivamente a medida que existen más cosas que compiten por nuestra atención, especialmente en nuestros móviles. Yo mismo, que escribí este artículo, tuve que desconectarme por varias horas de mi móvil, buscar un lugar en el que pudiera concentrarme y resistir la necesidad de revisar mi email o celular para poder terminar este material.
La paradoja de la época moderna
Por eso, vale la pena preguntarnos si de vez en cuando debemos apagar los datos de nuestro móvil o interrumpir la conexión a Internet para leer la Palabra de Dios con profundidad, ya sea en un dispositivo o en la Biblia de papel.
Paradójicamente, a medida que avanza el tiempo y la tecnología gana más atención en nuestras vidas, nuestra forma de lectura se parece más a la de la época “prealfabetizada”: leemos fracciones pequeñas de textos y necesitamos que se nos ilustre cada vez más para poder comprenderlos. Estamos leyendo más, pero estamos perdiendo la capacidad de tener una lectura sostenida, lógica y coherente de la Biblia.
Pero quizá la falla más grande que tenemos los creyentes de hoy es que esperamos a que otros desarrollen herramientas que nos permitan conocer las profundidades de la Biblia sin necesidad de trabajar en nuestro estudio personal. Como consecuencia, cometemos el error de construir nuestro conocimiento bíblico sobre una base superficial, quebradiza y que no soporta un crecimiento sólido.
Referencias y bibliografía
Screens are Changing the Way we Read Scripture | Christianity Today
Reader, Come Home: The Reading Brain in a Digital World (2018) de Maryanne Wolf. Nueva York, Harper Collins Publishers.
The Shallows: What Internet is Doing to Our Brains (2011), de Nicholas Carr. Nueva York. W. W. Norton and Company.
Your paper brain and your Kindle brain aren't the same thing | The World
E-Reading and the Christian Bible | The Journal of Religion
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