En las semanas recientes el presidente francés Emmanuel Macron ha generado una gran polémica en toda Europa al afirmar que el Islam se encuentra en crisis y al proponer una nueva legislación de seguridad que se dirige a enfrentar el extremismo islámico. Las reacciones a la posición de Macron han incluido críticas de los principales líderes del mundo islámico como presidentes e imanes. Muchos de estos líderes insisten en que el secularismo francés es un enemigo del Islam y apuntan a que nadie debería hacer burlas de Mahoma ni del Islam, tal y como lo hicieron los caricaturistas del Magazine satírico Charlie Hebdo, los cuales posteriormente fueron objeto de un ataque terrorista por parte de extremistas.
Entre tanto Macron se ha mantenido firme en sus convicciones, asegurando que “los valores republicanos” deben ser la columna vertebral de la sociedad y que cualquier posición religiosa puede ser objeto de cuestionamientos e incluso de burlas. En este contexto cabe preguntarse ¿Cómo debe reaccionar el mundo cristiano? ¿Cuál debe ser el papel de la iglesia en la configuración de una sociedad plural? Recientemente vimos como una iglesia en Niza fue objeto del ataque de un islamista radical. Esto debería hacer sonar algún tipo de alarma en la conciencia cristiana.
En un contexto donde el cristianismo se ve implicado en medio de un conflicto religioso y social, aún cuando gran parte de la sociedad francesa se concibe a sí misma como secular e incluso postcristiana, el papel y la voz de la iglesia claramente son importantes y por varias razones:
Primero, el cristianismo ha ayudado a constituir y dar forma a las instituciones que hoy se erigen como formas de gobierno en Europa. No hubiese sido posible pensar, por ejemplo, en la constitución de estados fuertes y democráticos sin la idea de que todos somos iguales ante Dios o que estos estados estuvieran apoyados en la idea de la fuerza de la razón si el cristianismo no hubiera implantado la idea de que Dios ha creado un universo con un orden lógico y posible de entender mediante leyes que responden a una racionalidad anterior, entre muchos otros factores y valores que dan cuenta de la presencia e influencia cristiana en la sociedad actual.
Segundo: El Islam no concibe a Occidente como una sociedad secular, estos términos le son ajenos. Para el Islam Occidente sigue estando modelado por los valores cristianos y continúa rechazando de forma consciente al que consideran el único dios, Allah.
Tercero: Los cristianos, en sus distintas denominaciones, aún continúan teniendo una fuerte presencia en la sociedad europea. Aunque ciertamente parece haber una descristianización de Europa, el cristianismo no va a desaparecer, y en tal sentido tiene mucho que decir sobre los actuales conflictos sociales que se ciernen sobre el continente.
¿Cuál crisis?
En esta sociedad europea, al borde de un conflicto entre la sociedad secular y el Islam, hoy se nos habla de crisis, una crisis del Islam precisamente. Sin embargo debemos preguntarnos ¿Es únicamente el Islam el que se encuentra en crisis o hay otras crisis subyacentes a las que se enfrenta la sociedad europea? Algunos incluso llegan a afirmar que existe una crisis en los Estados Unidos y en Occidente. Este último tipo de crisis debería también llamar la atención. ¿Qué es exactamente la “crisis” en los Estados Unidos y en la civilización occidental en general de la que seguimos escuchando? Dado que la mayoría de nosotros vivimos en una sociedad laica, la existencia de dicha “crisis” debería inquietarnos un poco.
Brian Stewart, un académico y ensayista estadounidense, ofrece una respuesta interesante en su artículo de Quillette “La modernidad secular bajo el asalto teocrático”. Él no nos habla sobre el miedo izquierdista de que los cristianos conservadores se apoderen del gobierno e impongan la religión por la fuerza, ese ridículo fantasma diseñado para asustar a la gente, ya que los cristianos conservadores están siendo marginados más que nunca. Quillette, que es una publicación internacional, escribe sobre el peligro mucho más inmediato del Islam radical en Europa.
Específicamente, está discutiendo la avalancha de decapitaciones y ataques terroristas en Francia, luego de que la revista satírica Charlie Hebdo, donde 12 personas murieron en un ataque terrorista en 2015, publicó algunas caricaturas más que representaban y ridiculizaban al profeta Mahoma. El Islam prohíbe cualquier representación de sus figuras religiosas, por lo que cualquier dibujo del profeta sería ofensivo, y estas caricaturas también son degradantes. Constituyen una blasfemia en el Islam. Y el Islam cree que la blasfemia debe ser castigada con la muerte. En las naciones musulmanas bajo la ley sharía, el estado impondría ese castigo, pero en la Europa secular, los inmigrantes musulmanes están asumiendo esta tarea ellos mismos, ya que las autoridades de Occidente no solo permiten la burla a la religión sino que la exaltan como un valor propio de la libertad de expresión.
Stewart elogia la respuesta del presidente francés Macron por defender los derechos de libertad de expresión de los caricaturistas.
Señalando la tradición de secularismo de Francia, conocida como laïcité, Macron ha insistido en que esta tradición “es el pegamento de una Francia unida”, que debe ser defendida contra el “proyecto consciente, teorizado y político-religioso” del islamismo para subvertir la libertad de la república. Con este fin, busca detener la importación de imanes extranjeros a las mezquitas francesas y exigir que las asociaciones islámicas que soliciten fondos públicos que firmen una carta de apoyo a los valores seculares.
El presidente Macron ha instado a forjar un “Islam de la Ilustración” compatible con los valores republicanos franceses. Para que ese islam moderno y civilizado tenga la oportunidad de sobrevivir y prosperar, debe ser tratado como lo que es, ni más ni menos: una fe con derecho a todas las protecciones que ofrece la democracia secular pero no exenta de críticas y burlas, y debe aceptar que no se puede imponer a los demás por la fuerza y mucho menos constituirse como árbitro en la sociedad mediante leyes propias como la sharía.
Pero muchos izquierdistas están criticando a Macron y a Charlie Hebdo. Stewart se queja de que los occidentales son incapaces y no quieren defender sus valores secularistas contra los valores contrarios que profesa.
Así, el diagnóstico de Stewart es que hoy presenciamos una crisis no solo en el Islam, sino también en Occidente.
Todo esto equivale a una crisis gemela, en Occidente y en el Islam. La crisis en Occidente está ligada a la frecuentemente mencionada pérdida de fe en las instituciones de la democracia y la consiguiente ausencia de lealtad a las virtudes republicanas y los deberes nacionales. Esta condición está particularmente avanzada en Europa, pero se manifiesta cada vez más en los Estados Unidos, donde la izquierda política se ha vuelto en general escéptica, si no hostil, hacia el patriotismo estadounidense y la derecha política ha perdido contacto con el carácter liberal del patriotismo estadounidense.
Gene Veith, editor de la sección evangélica en Patheos, afirma que Stewart tiene razón en que ambos bandos han perdido la fe en las instituciones de la democracia, muchas veces a pesar de que las instituciones funcionan y son capaces de enfrentar los desafíos políticos. A veces, sin embargo, existen buenas razones para cuestionar esas instituciones, cuando no están funcionando como deberían.
Esta crisis de los valores occidentales es patente por ejemplo cuando la izquierda pierde su sentido de patriotismo y señala que nuestra sociedad es irremediablemente racista y opresiva. Algo en lo que pueden tener razón, pero solo parcialmente.
Mientras que esto sucede en Estados Unidos, en la Francia de Macron es preciso señalar que tampoco hay nada de liberal ni de democrático en insistir que los musulmanes se conviertan a un “Islam de la Ilustración”.
Charlie Hebdo está siendo “liberal” en la práctica de la libertad de expresión, pero una sociedad “liberal” es tolerante también cuando se trata de religión. Un gobierno liberal protegerá la libertad religiosa y una sociedad liberal dejará la religión en paz, en lugar de agredirla intencionalmente. Eso sería una cuestión de “virtud republicana”.
Estados Unidos, curiosamente, ha sido inmune, al menos hasta ahora, a estas controversias de dibujos animados. No por las leyes contra la blasfemia, sino por la presión social. Es como el racismo. La gente tiene la libertad de dibujar caricaturas racistas, pero el estigma social contra el racismo es tan grande, hasta el nivel de un tabú, que es poco probable que las revistas las publiquen. Eso es una cuestión de “virtud republicana”.
Cuando se observan los dibujos de Charlie Hebdo, uno parece intuir en ellos más racismo que cualquier otra cosa. Y que una revista los imprima, sabiendo que probablemente generará reacciones violentas que conduzcan a la muerte de personas en otras partes del mundo o en el propio suelo, tampoco parece particularmente liberal. La verdadera “virtud republicana” trabaja por el bien común, no en su contra. Eso es algo que Macron y los editores de Charlie Hebdo deberían tener en cuenta. Por desgracia no ha sido el caso.
Esta crisis del Islam parece agravada por las actuales tensiones geopolíticas en Oriente Medio, y especialmente por el sentimiento de desarraigo que tienen muchos inmigrantes al llegar a Europa. Al llegar al continente europeo, los musulmanes no observan una sociedad cohesionada, más bien ven una sociedad dividida entre lo secular y lo religioso, una sociedad en la que lo religioso queda relegado a un segundo plano, al ámbito de lo privado. Esta división, que es reciente también para el mundo occidental, es de hecho inexistente en el mundo islámico. Más aún, en Occidente parece una supremacía del poder secular sobre el religioso, haciendo que cualquier expresión de fe sea mal vista.
Para el mundo cristiano, esa división entre lo secular y lo religioso solo llegó después de la Reforma protestante con Lutero, quien hizo una clara distinción entre los reinos temporal y eterno, en un momento en que la iglesia medieval bajo el Papa estaba tratando de integrar ambos mundos (lo que algunos conservadores de hoy quieren recuperar). Pero esa división que Lutero trazó nunca significó la autoridad del reino temporal sobre el reino espiritual, y mucho menos el ataque hostil del reino temporal contra la religión, o la destrucción del poder religioso para que solo exista el poder religioso. El estado liberal debe permitir la religión legalmente, como una expresión de los derechos individuales, pero un clima generalizado de hostilidad hacia la religión inhibiría la libertad religiosa que es el sello distintivo de una sociedad verdaderamente liberal.
Además, si el Islam es incompatible con los valores liberales y seculares, como dice Macron, ¿por qué Francia y otros países han admitido a tantos inmigrantes musulmanes? Y dado que ha optado por aceptarlos, estos países deben volverse lo suficientemente liberales para ser tolerantes no solo con sus creencias religiosas sino con sus creencias morales, como su ética sexual conservadora, y darles un lugar en la cultura.
Así, concluye Gene Veith que lo que tenemos no es tanto una crisis de la civilización occidental sino una crisis de laicismo, en la que un secularismo extremo, el relativismo y la permisividad socavan el secularismo.
Una sociedad menos laica, o laicista, estaría por tanto mucho más preparada para enfrentar los conflictos que surgen de la amplia presencia de musulmanes en Europa y resolverlos de manera positiva, sin recurrir a la persecución.
En este contexto el cristianismo tiene mucho que aportar.
¿Qué puede aportar el cristianismo en medio de este conflicto y estos debates?
Recordando a Lutero, es necesario que volvamos a una separación del poder político y el poder religioso, lo que se considera como regnum (poder secular) y sacerdotium (poder religioso), en la que el poder secular político no intente socavar los valores religiosos ni erigirse como un confiscador de las formas de la fe. En este sentido, la petición de un “Islam ilustrado” carece totalmente de sentido, sería algo así como pedir un “Cristianismo ilustrado” totalmente sometido al poder político y a los dictados de la secularidad. Este experimento ya está sucediendo en China, y allí hemos visto como el sometimiento de la religión a la autoridad política ha resultado en constantes y flagrantes violaciones a la libertad religiosa y los derechos humanos.
Aquí es preciso distinguir entre la defensa de una sociedad con libertad la cual difiere de una sociedad estrictamente laica o arreligiosa. Una sociedad más libre es una que permite la expresión de la fe y no elabora forma alguna de hostigamiento a la religión. Así, el Estado no puede ni debe atacar a forma alguna de la fe.
Otro aspecto en el que debe insistirse en medio de esta crisis es la defensa de una categoría esencial: La idea de verdad. Con la llegada de la postmodernidad a las sociedades seculares se insistió en que todas las formas de pensamiento religioso eran iguales y debían valorarse. El mismo pensamiento relativista, hoy, ya no indica que todas las expresiones de fe deban valorarse, sino que todas, por ser iguales, deben estar sujetas al mismo escrutinio policial y a la misma regularización por parte del estado, en donde el estado es el único árbitro en lo referente al valor y la moral. La categoría de la verdad, algo en lo que se ha insistido largamente desde el cristianismo, es algo que debe recuperarse en el debate público de manera que podamos acoger aquellos valores que son verdaderos y dignos de aprecio y rechazar todos aquellos que no lo son. El relativismo nos impide hacer esto.
En este mismo sentido, ante la creciente islamización de Europa, el cristianismo no puede volverse aliado del poder político en la regularización y hostigamiento a otras formas de fe. Su papel aquí es predicar el evangelio de manera activa y promover la efectiva conversión de cada persona a Cristo. Dicha conversión no puede ser forzada ni fruto de un hostigamiento a la fe de otras personas, tiene que ser libre y sincera. De lo contrario se cae en el cristianismo nominal y una fe únicamente cultural, mal asumida, algo que no lleva a las personas a un encuentro verdadero con el Señor. Dicho cristianismo nominal de hecho no nos lleva a superar los conflictos, sino que convierte a la fe en una herramienta politizada para ejecutar acciones que son incluso contrarias al evangelio. Basta recordar por ejemplo el hecho de que la conversión forzada de las poblaciones negras en Estados Unidos llevó a que se usará la Biblia como una herramienta para justificar la esclavitud. Esto mismo, algo que se reprocha en el Islam, cuando hace uso de la violencia en el nombre de Dios.
En medio de la actual crisis por la que atraviesa el secularismo occidental, la insistencia en la libertad de cada persona se convierte en un valor esencial. Cristo mismo nos recuerda que la verdad nos hará libres (Juan 8:32). ¿Cómo puede hoy confiarse en que el estado pretenda normalizar la fe al punto de que cada persona debe estar sujeta a una supervisión de su consciencia? Es bajo esta mirada que defenderse la libertad en consonancia con la verdad, no una libertad para atentar contra el bien común, sino una libertad para encontrarnos con la verdad.
Bajo esta perspectiva, como cristianos hoy debemos estar abiertos a esta libertad en un sentido positivo, una libertad que solo puede hallarse en Aquel que da testimonio de la verdad que es Él mismo. Predicar y hablar de esta verdad es hacerla presente hoy el mundo, tal y como se afirma en el Sermón del Monte, ya que los que anhelan y trabajan por la justicia y la paz ciertamente también están predicando la verdad y haciendo de esta una presencia real en nuestras vidas.
Así seamos pues testimonio de la verdad y la verdadera libertad que solo puede ser hallada en Cristo. Esta libertad no puede ser impuesta por estado alguno y nadie puede acceder a ella mediante los tipos de coerción que se proponen hoy en Francia, en China o en otras partes del mundo.
Con información de la sección evangélica de Patheos.
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